Hola, buenas, primero que nada quiero desearles un excelente día de San Valentín, ojala que la pasen súper bien hoy y que estén con los que quieren ya sea amigos o pareja.
Segundo, este regalo se puede decir que es un agregado que me gustó más que el platillo principal. Realmente disfruté mucho escribiendo esta historia y a pesar de que Prim no es mi personaje predilecto, esta historia me hizo querer más al personaje de lo que esperé. En un principio, no sabía ciertamente que hacer, fueron unas opciones terriblemente difíciles para mí pero que cuando comencé a escribir salieron mucho mejor de lo que yo esperaba.
Y tercero, bueno, espero que les guste, a decir verdad, tengo unas ganas enormes de hacer esta historia de forma correcta, de desarrollarla de mejor manera así que ustedes me dicen que les pareció.
Nos leemos abajo...
Disclaimer: Los personajes de Los Juegos del Hambre no me pertenecen y esta historia participa en el Intercambio "Perlas y Relicarios" del foro "El diente de léon" y este regalo va para Zathura8.
¡Feliz día de San Valentín!
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Muchas veces había tenido miedo. Miedo de morir de hambre, miedo de perder a su madre, miedo de que capturaran a su hermana y al mejor amigo de ella cuando iban a cazar al bosque ilegalmente. Había tenido miedo de la Cosecha desde que cumplió la edad mínima para entrar en el sorteo y luego de que fue elegida, tuvo miedo de morir en la Arena.
Pese a eso, jamás se había sentido tan paralizada como en este momento. Completamente aterrada, sin ser capaz de mover un sólo músculo de su menudo cuerpo. Era como si su cerebro se hubiese desconectado. Su vida se había desconectado. Seguía respirando, su corazón seguía latiendo pero no se sentía viva como debería ser normal. Aún estaba viva. Aún estaba en este mundo. Y debía mantenerse en él todo el tiempo posible.
Aún escuchaba el reloj y la cuenta hacia atrás. Aún escuchaba las respiraciones agitadas de los otros chicos y el latido de su corazón, y estando en los Juegos del Hambre, eso era bueno.
Mantuvo su vista fija en la Cornucopia de metal negro pesado, que brillaba ante la potente luz del sol que chocaba contra ella, rodeada de mochilas, de armamento y de comida. Veía el lago a los lejos, claro y transparente como un espejo y sentía la presencia de los otros 23 tributos que lucharían contra ella para sobrevivir.
Por otro lado, sabía que sería ilógico correr hacia la Cornucopia, no tenía ninguna oportunidad contra los Profesionales, pero tal vez su aliado sí.
Peeta
Se volteó en la plataforma de metal en la que estaba de pie, girando la cabeza, buscando la cabellera rubia de Peeta a lo lejos. Viendo en el semicírculo en el que estaban colocados los tributos. Quedaban 20 segundos e intentaba recordar cada plan, cada estrategia que habían planeado durante los días que estuvieron juntos preparándose para los Juegos.
Peeta conseguiría provisiones mientras ella se ocultaba y en este caso, se escondía en el borde del bosque y esperaba hasta que el Baño de Sangre hubiese acabado. Era lo único que podía hacer por el momento.
Lo distinguió a seis tributos al lado derecho, con su cabello rubio peinado hacia arriba y desordenado, con sus ojos azules fijos en ella y en la Cornucopia. Atento a todo lo que pudiese venir. Todos los tributos estaban vestidos con casacas delgadas y en parejas correspondiente a cada tributo. Vio a Cato, del dos, vestido de burdeo. A los del uno de verde palo. Y ella y Peeta de color negro azabache.
Quedaban cada vez menos segundos, lo sabía, el tiempo no se detenía para nadie y debía encontrar la forma de mantenerse a salvo. Por su madre y por Katniss.
10 segundos
Exhaló e inhaló, y luego se concentró en el borde del bosque. Verde y lo suficientemente espeso para que pudiese esconderse el tiempo que a Peeta le tomaría agarrar una mochila y salir pitando de allí hasta lugares altos como les había dicho Haymitch y juntos si querían estar vivos. Si ella quería vivir.
9 segundos
Sabía que el hijo del panadero podría sobrevivir por aquí, tal vez no fuese excepcional con las trampas como Gale o bueno con el arco como su hermana, pero Peeta era fuerte y sabía lanzar cuchillos como había visto en los entrenamientos. Era casi tan letal con ellos como Clove. Él podía mantenerse con vida allí dentro un tiempo, y podía hacerle frente en un combate de uno a uno con los Profesionales, pero ella no. Ella había contado con que moriría apenas pisara esa arena pero Peeta la había convencido de que no, él la ayudaría a volver aunque eso le costara la vida y todo porque estaba enamorado de su hermana mayor.
Katniss
Extrañaba a su hermana, extrañaba sus gestos hacia ella y sobre todo, extrañaba sus abrazos, pero tenía claro que pensar en Katniss no la ayudaría en este momento. Sólo lograría echarse a llorar en vez de correr para salvar su vida.
8 segundos
Katniss. Katniss quien se había desmayado cuando su nombre salió en la cosecha. Que cuando despertó, estaba catatónica y sin saber que hacer. Jamás había visto a su hermana asustada como hasta ese momento. Y por sobre todo, jamás la había escuchado rogar por algo, o en este caso, por alguien. Y ese alguien era ella.
7 segundos
Había ido con Peeta y le había suplicado que la mantuviera con vida, que la salvara porque ella no había sido capaz de hacerlo. Y Peeta había aceptado. A pesar de que con eso aceptaba su muerte.
6 segundos
Ahora debía buscar la manera de que Peeta y ella pudieran mantenerse con vida durante los Juegos, y en el mejor de los casos, morir por la mano de otro y no por la de su aliado.
5 segundos
No, Peeta no haría eso, iba en contra de los mismos principios que tenía ella y que le hacía tan difícil el pensar en herir a alguien o en matar a un tributo que no tenía más de 18 años y que tenía al igual que ella, una familia por la cual volver.
4 segundos
Jamás podría matar a alguien aunque su vida dependiese de ello, ella no podía dejar que una rebelión de hace más de 70 años la hiciera una asesina que mataba para la diversión de otros.
3 segundos
Ella era lo que era y cómo había dicho Peeta, no sería una pieza más en sus juegos. Moriría sin matar a nadie, sin herir a nadie en esta arena.
2 segundos
Miró a Peeta y asintió cuando le sonrió. Podía confiar ciegamente en él. Se giró y mantuvo su vista clavada a lo lejos en la espesura del bosque, de los árboles, del refugio de su hermana. Del que ella tanto tiempo había temido y que ahora estaba allí para protegerla.
1 segundo
Inhaló y exhaló y echó a correr cuando el cañón sonó en sus oídos. Sin mirar jamás atrás. Sin pensar en el ruido de espadas, de gritos pidiendo clemencia.
Los Septuagésimo Cuarto Juegos del Hambre habían dado inicio.
-O-
Frío, tenía mucho, mucho frío. Sus dientes inevitablemente castañeaban cada vez que sentían una nueva oleada de viento helado chocar contra su cuerpo pequeño. Chocar contra su pequeño refugio ubicado en unas salientes de roca cerca del río que ahora se quería desbordar en cualquier instante. Y Peeta aún no volvía. Había ido a pescar, ya que era lo único de lo que podían obtener algo de alimento desde que los Juegos habían iniciado hace dos semanas atrás. Cuando sus peores pesadillas habían iniciado con la muerte de ya 18 tributos.
18, y ella estaba entre los finalistas de este año gracias a Peeta y al esfuerzo sobre humano que había hecho para mantenerlos a ambos con vida, y durante un tiempo, para mantener con vida a Rue.
Apretó los ojos con fuerza y se abrazó a sí misma mientras la pena la invadía. Se colocó mejor el saco de dormir que compartían con Peeta y sollozó inaudiblemente.
Rue había muerto hace tres días, cuando la lanza de Marvel la había atravesado por completo. Y Marvel había muerto a manos de Peeta, quien lo mató apenas llegó al lugar, evitando que la matara a ella también.
Todo había comenzado bien. Todo lo bien que podían empezar unos Juegos del Hambre. Peeta había logrado hacerse de una mochila y de una chaqueta de cuchillos que le había quitado a Clove de las manos. Luego de eso, habían escapado al bosque, ambos, a todo lo que daban sus piernas, intentando poner la mayor distancia posible entre el baño de sangre y ellos. A medio día, ya tenían sed.
Caminaron un buen rato hasta que los cañonazos se hicieron presentes. 10 tributos habían caído en la primera hora. Fueron capaces de encontrar a eso del atardecer un río que cruzaba salientes y rocas. Habían llenado una cantimplora con agua purificada gracias al yodo que había en las mochilas y habían pescado con una pequeña red de hilos de aceros que había tejido Prim con cuidado. Tuvieron que arriesgarse y subirse a los árboles a punta de caídas y rasmillones.
La primera noche no había sido la peor.
Tres días después, cuando quedaban aún todos los Profesionales, los acorralaron en un árbol alto donde intentaron dispararles flechas desde el piso cuando Cato, el profesional del dos se había caído intentando agarrarlos. Glimmer dijo que esperaran y ese fue su error.
Peeta pudo derribar un panal de rastrevíspulas sobre ellos al amanecer y escaparon con serias picaduras y alucinaciones en ellos.
Cuando más la habían necesitado, Rue había aparecido. Los curó a ambos y los tres formaron una alianza. No eran letales como los Profesionales pero podían hacer daño, y lo demostraron cuando Peeta lanzó uno de sus cuchillos a la pila de provisiones que explotó por los aires. Su compañero salió seriamente herido, con un oído perdido, y con cortes y quemaduras de la explosión. Pero ella sabía como arreglárselas y logró que Peeta se recuperara con una crema que les mandó Haymitch para las quemaduras.
Luego de eso, vino lo malo.
Ya llevaban una semana luego de la explosión, cuando los encontraron separados y Rue murió atravesada por una lanza.
Prim aún recordaba de manera sanguinaria como su aliada había muerto y Peeta había matado al culpable. Sin temor, y sin remordimientos le lanzó un cuchillo que atravesó el ojo de Marvel, de la misma manera en que las flechas de su hermana perforaban a las ardillas. Luego, se había echado a llorar sobre el cuerpo de Rue.
Se hundió más contra el saco de dormir y botó aire caliente sobre sus manos congeladas en un vano intento por calentarlas. Porque la potente lluvia que se estaba llevando afuera no le siguiera calando los huesos. Escuchó pasos afuera, pasos pesados y algo largos. Tomó de su lado uno de los cuchillos que usaba Peeta y lo enfundó en su pequeña mano, temblando ante la idea de que Cato y Clove la hubiesen encontrado. Se mantuvo quieta, con su corazón latiéndole tan fuerte que le pegaba en las costillas.
Peeta entró a los segundos, con los rubios cabellos empapados pegados contra su frente pálida y sus ojos azules igual de brillantes que el día en que lo conoció, parado en ese escenario cuando su nombre salió sorteado de la urna.
- Tranquila Patito, baja eso o te cortaras - su voz era dulce y hasta algo melódica, aterciopelada en los lugares correctos, grave y masculina, todo al mismo tiempo. Peeta se había transformado en el hermano mayor que siempre quiso tener y que durante un tiempo bastante breve buscó en Gale. Pero Gale no era Peeta. Peeta era amable, bondadoso y dulce, guapo y divertido. Y su hermana era una afortunada al tener a un chico así enamorado de ella. Pero también sabía que si Peeta vivía y tenía la oportunidad de conocer a su hermana, ella no estaría allí para verlo. Y por el contrario, si ella vivía, Peeta jamás conocería a su hermana.
- Pensé que eras alguien más - Peeta asintió y dejó caer unas pequeñas manzanitas que habían descubierto con Rue días atrás en su regazo.
- Descuida, no se acercaran, la lluvia esta muy fuerte y no es posible cruzar el río por este lado - el panadero se dejó caer con cansancio sobre el saco de dormir y Prim se arropó contra su pecho duro.
Y sintió calor, demasiado calor que desprendía el cuerpo de Peeta en oleadas desde su cuerpo.
Fiebre
Sabía que las quemaduras de Peeta no habían sanado del todo bien luego de la explosión de las provisiones y ahora eso, estaba pasándole factura. Había intentado por todos los medios de que Peeta se tumbara a descansar pero insistía en salir a pescar con la red y a recolectar los frutos que Rue les había dicho cuando estaba viva. Y ahora su situación empeoraba. Sabía que era complicado que les mandaran remedios para la fiebre, era hasta casi imposible. No tenían muchos patrocinadores y si los tenían, estaba segura que era por Peeta y no por ella. Su calificación había sido de un 4, mientras que la de su compañero había sido un 9.
- Peeta, ¿Te sientes bien? - su compañero tributo asintió con taciturnidad y miró a Prim, con los ojos azules brillando por la fiebre. Con su frente empapada de sudor y la temperatura subiendo a cada minuto.
Justo cuando Peeta iba a contestar sonaron las trompetas y la voz de Claudius Templesmith por los altavoces.
Estaban invitados a un banquete
-o-
¿Qué rayos hacia? ¿Atacaba, se quedaba parada como estatua o simplemente seguía corriendo hasta que ya no pudiera más?
Su cuerpo le exigía que se tirara a descansar, ya había corrido mucho escapando de los mutos que se habían comido a la chica del dos, Clove. Se habían ido cuando mataron a uno de ellos, ese ya no era un problema. Lo era el chico de cabello rubio que peleaba a combos y patadas contra Peeta. Las armas de ambos habían caído en la huida de los mutos y su enfrentamiento era cuerpo a cuerpo, de los mejores que había visto el Capitolio.
Peeta era el segundo lugar en la escuela, después de su hermano en lucha libre, pero Cato era un profesional y estaba entrenado en combate cuerpo a cuerpo. Vio como el rubio volvía a arremeter contra el profesional del distrito dos y supo lo que debía hacer. Ella tenía un arma. Pequeño, uno de los cuchillos más chicos que tenía Peeta en su chaleco. Pero era la única arma que poseía y debía entregársela a su compañero antes de que fuera muy tarde para que le sirviera.
Los rodeó a ambos, con la Cornucopia atrás. Sabía que tenía que ser silenciosa, tenía que encontrar el momento perfecto para entregarle el arma que lograría matar a Cato, acabar con su vida.
Pero, ¿Qué quedaba después?
¿Sería Peeta capaz de matarla para volver a casa? ¿Ella sería capaz de lastimar al chico que había cuidado de ella con su vida? Que se había dejado herir, cortar y quemar para devolverla con su familia. Con su hermana, con su madre.
No, tenía que haber otra forma, tenía que haber un modo en el cual no murieran ambos, en dónde no estaría obligada a ver morir a Peeta. No tendría que llorar cada noche pensando en el hermano que perdió.
No siguió pensando, la distraían de su única prioridad y esa era ayudar a Peeta, quién tenía a Cato contra en el piso en una llave con las piernas de forma perfecta y letal. Quitando el aire, apretando sus vías respiratorias con la ayuda de sus muslos. El rostro de su aliado estaba deformado, casi no veía sus ojos azules, tan iguales y distintos a los de ella. Su ojo derecho estaba cerrado y de la ceja rubia caía sangre que escurría por su patilla y bajaba hasta su cuello. Su nariz estaba rota, lo podía notar ya que estaba algo movida y Peeta tenía unas manchas oscuras bajo sus ojos, de color violeta, casi como las de un mapache, claro signo de que su tabique estaba roto.
Caía sangre dramáticamente de su nariz, llegando hasta su boca, en donde salía también el líquido carmesí debido a los golpes de Cato. El tributo del dos no estaba mejor, su rostro estaba casi azul y peleaba contra las piernas de Peeta en un vano intento por quitárselo de encima y volver a respirar. Su nariz también sangraba y sus pómulos estaban cubiertos de sangre. Su cabello rubio estaba apelmazado por culpa de la sangre seca que brotaba de su nuca y parecía que le faltaban varios dientes de la boca.
Haciendo gala de los pies de terciopelo de su familia, se ganó por detrás en el preciso momento en que Cato se liberaba de las piernas de Peeta y volteaba su cuerpo sobre el de él, colocando su antebrazo sobre la tráquea de Peeta, logrando que perdiera color y empezara a retorcerse por la falta de aire.
Prim sacó fuerzas, debía hacerlo, estaba en los Juegos del Hambre y hasta el momento, jamás se vio obligada a lastimar a alguien, siempre estaba Peeta para cuidarle las espaldas y ayudarla cuando pasaba algo. Ahora era diferente, Peeta la necesitaba y ella le ayudaría, le devolvería el favor.
Tomó el menudo cuchillo entre sus manos, temblando y con la adrenalina fluyendo por sus venas. Se colocó tras de Cato y con una fuerza producto del pánico, enterró el cuchillo en el muslo de Cato, girándolo, para lograr un mayor daño al agrandar el corte.
Cato rugió por el dolor y la sorpresa y de un manotazo apartó a Prim, haciéndola volar hasta golpearse la espalda contra la Cornucopia caliente por el sol del día. Prim se retorció ante el dolor y el calor abrasador de su espalda y miró como su aliado se ponía de pie y sacaba el cuchillo del muslo de Cato, que seguía gritando por el dolor e intentando frenar el río de sangre que caía de su pierna.
Un sólo movimiento de su mano bastó. Y el cuchillo cortó la yugular de Cato, que cayó hacia atrás sobre su espalda. Minutos, no tardaría más que minutos en morir por la cantidad de sangre perdida, tanto en la pierna como en el cuello. Peeta se alejó lo más que pudo de él, aún con los nervios a flor de piel, temblando cual hoja en otoño.
Prim se puso de pie, ignorando el dolor de su espalda y corrió hasta Peeta quién se sujetaba la cabeza con fuerza y cerraba los ojos en una acción que había visto antes, cuando murió Rue. Deslizó sus menudos brazos por los hombros que ahora eran menos anchos que los primeros días en la Arena, y dejó que recargara su cabeza en su hombro, hasta que el cañón que anunciaba la muerte de Cato sonó.
¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Aprovechar que Peeta estaba distraído y suicidarse? Era eso o apuñalarlo por la espalda, cosa que jamás haría. Ella nunca mataría a alguien y menos para sobrevivir. Tal vez los otros lo harían, pero cuando salió su nombre de esa urna, supo que ella jamás sería capaz de dañar a alguien, no podía, ni siquiera si su vida dependiera de ello. Ella era una sanadora y siempre antepondría la vida de los demás a la suya.
- ¿Qué esperas Patito? - la voz melancólica de Peeta la sacó de su ensoñación. Sonaba rasposa y hasta algo quebradiza. Pero en el fondo, estaba feliz, había cumplido su promesa y Prim sería coronada como la ganadora de estos Juegos del Hambre. Volvería con Katniss, saldrían de la pobreza y seguirían adelante cada día. - Debes matarme si quieres volver con Katniss - y su voz se quebró. Nunca tuvo la fortaleza y el coraje para hablarle y ahora moriría sin hacerlo. Había confesado su amor a todo Panem, pero cuando lo hizo, estaba consciente de que jamás volvería a ver a la cazadora del distrito, que si Prim moría en esa Arena, él la seguiría porque no sería capaz de vivir con la muerte de la pequeña en su vida. No podría jamás darle la cara a Katniss sabiendo que había fallado en su promesa de traer a su hermana de vuelta.
- No puedo, no lo haré Peeta - Peeta se irguió, intentando enfocar el rostro de Prim, y sólo captó sus ojos. Y vio lo que más temía en ese momento.
Determinación
Primrose Everdeen no lo mataría. No quería y no podía.
- Si, si lo harás, se lo prometí a tu hermana, ¿Es que no lo entiendes Patito? Debo morir para que vuelvas a casa, para que estés con Katniss otra vez - Prim negó enérgicamente y miró hacia el cielo. No lo mataría y Peeta tampoco la mataría. Sabía que enviarían mutos hasta que sólo uno quedase, y esa sería ella. Conocía la nobleza de Peeta y estaba más que segura de que sería capaz de dejarse caer sobre los mutos para que ella volviera a su distrito como la vencedora que no era.
- Sabes, no lo entiendo. No entiendo porque debemos seguir pagando por crímenes de personas que ya están muertas. No entiendo que gente inocente muera cada año por entretención, para hacernos responsables de revoluciones que nosotros no iniciamos. No entiendo porque debo cargar y vivir todo lo que dure mi vida, pensando en que pude hacer más para salvarte, que pude haber hecho más - Peeta negó, lo que decía Prim era completamente cierto, pero no menos revolucionario. Si salía con vida habría represalias para ella. Debía callar, pensar en su hermana.
Katniss
Katniss era lo único con lo que podría derrumbar la determinación de Prim, de hacerla cambiar de opinión y que lo matara, que volviera a casa.
- Prim, comprende, Katniss te necesita, lo eres todo para ella - la pequeña gruñó. Dios, Peeta podía ser el más testarudo chico de Panem, pero tenía razón, y siempre sabría que decir.
- Katniss también te necesita - si no tenía más remedio, usaría a su hermana, lo único por lo que Peeta sería capaz de cambiar de idea. De seguir viviendo por ella. El chico del pan abrió su ojo izquierdo, más impactado que otra cosa por lo que había dicho Prim.- Katniss también siente algo por ti. Siempre te esta observando en la escuela, siempre. Tú si le importas Peeta y no puedes esperar que yo le diga a mi hermana que dejé morir al chico que quería por volver a casa. - Peeta negó con menos determinación que antes y luego la miró, con su ojo acuoso y el otro medio cerrado por el golpe.
- No me hagas esto Patito, debes regresar, por favor - un nudo gigante se instaló en su garganta, evitando que pudiese tragar y hablar de forma más coherente.
- No quiero regresar si no es contigo Peeta, eres como mi hermano - y sacó Jaulas de Noche. De las mismas que había recolectado Peeta y lograron matar a la Comadreja. Peeta se sorprendió pero captó la idea. Ella no podría vivir con su muerte de la misma manera en que él no viviría con la suya. Le tendió algunas bayas sobre la palma abierta de Peeta y luego dejó caer otras sobre la suya. Prefería morir, prefería dejar de existir junto con Peeta. Y eso haría, desafiaría al Capitolio y a las ideas de matar a chicos inocentes por crímenes cometidos hace décadas atrás.
Se tomaron de las manos, aún sentados en el césped. Miró al cielo y se disculpó con Katniss. No sería capaz de llevarle a Prim de vuelta. Había roto la única promesa por la cual estaba dispuesto a dar su vida.
- A la cuenta de tres...- Peeta inhaló y contó en su mente, y miles de recuerdos se agolparon en ella. Su primera Cosecha, su primer beso, las jugarretas de sus hermanos. Los abrazos de sus padres y por sobre todo a Katniss.
-Uno- ella pensó en Buttercup, en Lady, en su madre, en Katniss, en Gale, en Rory, en Posy, en Vick. Y en sus amigos, y se concentró en su padre, y sonrió al pensar en que pronto estaría de nuevo con él.
-Dos- él deseó haber hablado con Katniss, deseó haberla tomado de la mano, abrazarla, besarla, amarla. Pero ya no se podía, preferiría morir antes de matar a Prim.
-Tres- Y las trompetas sonaron.
- ¡Alto, alto! ¡Damas y caballeros, les presento los tributos del distrito doce, los ganadores de los Septuagésimos Cuartos Juegos del Hambre!
Y después de eso, todo se fue a negro.
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Fin del Primer Libro y el primer capítulo.
Descuiden, sigue...
Ahora, quiero darle las gracias a Elenear28, me ayudaste a que esta idea me gustara y le tomara cariño, gracias por eso así que el siguiente capítulo va para ti
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The Blue Joker
