Disclaimer: El Torneo de Harrenhal y todo lo que sucedió en él pertenece a Martin.

Aviso: Este fic participa en el reto "Todo es posible en Harrenhal" del foro Alas Negras, Palabras Negras.


No es que Ned hubiera sido nunca un hombre de muchas palabras. Pero lo fue mucho menos la primera vez que vislumbró a Ashara Dayne entre la multitud que atendía a la competición de bardos. Sus cabellos de azabache, sus ojos de violetas, su piel de alabastro... Ned no hubiera podido describirla y hacer justicia a su belleza aunque conociera todas las palabras, de todas las lenguas de este mundo.

Podría decirse que Ashara fue su primer amor.

La segunda vez que pudo verla fue durante el banquete de la tercera noche del Torneo. Su hermano Brandon, al que tanto había echado de menos, conocedor de los deseos del norteño y de su parquedad de palabras (y sobre todo de actos valerosos con las mujeres), decidió conspirar para conseguir un baile entre ambos.

Se acercó a la muchacha, y entre halagos hacia ella y cumplidos para Ned consiguió que Ashara buscase con su violeta mirada al hombre del que tan bien hablaba ese Lord tan apuesto.

Eddar y Ashara compartieron un baile al compás del arpa del prícipe Rhaegar. Él con las mejillas escarlata y ella con su habitual sonrisa.


La noche había seguido entre vino y canciones obscenas de bardos borrachos.

La dama de compañía de la princesa Elia había desaparecido poco después del memorable baile, y Robert se había encargado de que Ned se cogiera una buena cogorza.

Risueño y tambaleante se arrastró hasta la tienda de su hermano para agradecerle que le hubiera conseguido aquel maravilloso baile con aquella mujer enviada por los mismos Dioses.

Tal vez fue la borrachera, tal vez la confianza o la incredulidad, los que no le permitieron escuchar aquellos más que reconocibles sonidos.

Sonidos de cuerpos chocando, de besos ahogados, de placer y lujuria.

Esos sonidos.

Aunque también gracias a ellos, ninguno les escuchó.

Ned volvió la espalda a la escena que nunca conseguiría borrar de su cabeza y se marchó a beber aún más, a beber para olvidar.

Olvidar aquellos rizos morenos.

Olvidar aquellos orbes violetas.

Olvidar aquella piel brillante y aquella enigmática sonrisa.