Siempre amé su libertad, esa manera de enfrentarse a las dificultades y de sonreír a cualquier mal día. Su fuerza para levantarse después de cada caída y la forma en la que enfrentaba a todos…hasta al mundo mismo de ser necesario.
Aprendí a amarla conforme los días pasaban, bajo un aire fresco de invierno nos conocimos un día y la primavera literalmente llego a mi vida unos días después. Ahora que le veo todo mejor, ella era una de esas chispas que te hacen avanzar pese a todo, un brillo que le da luz a los días, un remolino que hacía que el tiempo pasará mas rápido, un aire fresco que igual que llegaba se iba… así era ella en mi vida.
El tiempo que pasamos juntos es inolvidable, el tiempo que me presto es algo que nunca recuperará y es algo que yo nunca podré dejar en el pasado. ¿Qué haces cuando empiezas a querer a alguien al punto de desear felicidad?, fácil… le dejas volar. Ella quiso volar y yo no detuve el vuelo de sus hermosas alas.
Hoy está aquí, frente a mí con lágrimas en los ojos, evadiendo la mirada mientras esconde la cabeza entre mis brazos…es inevitable abrazarla, la consolaría el resto de mi vida de ser necesario. Rectifico… la hubiera consolado el resto de mi vida si ella tan sólo hubiera querido, si ella me hubiera amado un poquito más…yo lo abría hecho.
-¿Quiero que estés conmigo? – pronuncia entre sollozos y mi corazón se estremece, ¿acaso lo olvido?, ¿acaso se olvido que yo le dije que se quedará?
¿En donde estuvo ella cuando yo me derrumbe?. Sin embargo soy un idiota, no puedo soltarla, no puedo verla llorar, y me siento patético por ser incapaz de huir.
-¿Te quedarás verdad? – pregunta sin entender la crueldad que va impresa en esas tres palabras, sin saber que mis lagrimas están a punto de salir, que mis ojos se cierran incapaces de permanecer un segundo más abiertos.
¿Qué debo decirle?...
Continuara…
