Batalla de Hogwarts, 2 casi 3 de mayo de 1998.
-¡Hogwarts está en riesgo! ¡Cubran los bordes, protéjanos, cumplan con su deber para con la escuela!- pronuncio Minerva McGonagall hacia las estatuas armadas después del conjuro Piertotum Locomotor.
Había escuchado a su profesora favorita recitar el conjuro con su voz amplificada, sabía que ella y los demás profesores estaban fuera poniendo defensas alrededor del castillo. No importaba que Voldemort las rompiera con el tiempo. Mientras tanto Hermione corría con Ron a la Cámara de los Secretos para obtener el colmillo de basilisco y así acabar con el horrocrux residente en la copa de Hufflepuff. Harry en estos momentos también estaría llegando a la torre de Ravenclaw por la diadema; esos dos fuera y solo quedaría la serpiente, entonces por fin él sería mortal de nuevo.
-¡Hermione, abajo!- fue la advertencia de Luna a un reducto dirigido a su cabeza.
-¡Gracias!- le respondió. Aun enfrentándose a una batalla más aguerrida y sangrienta después del cese; los modales que le inculco su madre no desaparecerían, no importa que sus recuerdos si lo hicieron.
Ciegamente mirando a su alrededor por amigos y enemigos, trato de socorrer a los que lo necesitaban. Esquivando o lanzando hechizos y maldiciones a diestra y siniestra, ella corrió por el campo no dando una segunda mirada a los cuerpos amontonándose a sus pies. No queriendo saber si eran sus amigos y compañeros que ya no volvería a ver o conversar más. A lo lejos veía a Hannah Abbott luchando contra dos mortífagos que la superaban en fuerza, corriendo para ayudarla choco con algo en el suelo tropezándose con este, golpeándose dolorosamente dejando escapar un gemido de sus labios agrietados. Sentándose lentamente volteo la mirada hacia atrás y se congelo en el horror y la incredulidad.
-Ginny.- susurro apenas audible poniendo una mano contra su boca para ahogar un grito. Cerró los ojos con fuerza, luchando con los sollozos que salían de su boca mientras las lágrimas caían a medida que su corazón se rompía. Ya no podía escuchar la guerra, ya no oía.
-¡Oh, por Merlín, Ginny!- grito colocando su cabeza en el pecho de su amiga, solo para saber si era cierto. Tristemente, tenía razón. Ella estaba muerta.
Le tomo un minuto, que se sentía como más, para despegarse del cuerpo. Temblorosamente se puso de pie y mientras limpiaba sus lágrimas diciéndole adiós en su mente a Ginny, hizo un juramento con ella misma. Apretando fuertemente su varita disparando maldiciones –porque los aturdidores no saciarían su sed de venganza- se abrió paso hasta Hannah. Con dos sectumsempra, elimino a atacantes.
Ya no iba a tomar prisioneros. Ya no iba a apresar asesinos. Iba a hacer lo que sea necesario para sobrevivir esta guerra.
Por Ginny y Ron. Por Harry. Por Dumbledore. Por Snape. Por Hogwarts. Por la luz.
Por ella misma, por la vida, iba a ganar.
El Gran Rey Peter el Magnífico estaba cansado. No de gobernar, o de vivir nuevamente en Narnia, o atravesar la adolescencia otra vez; sino de escuchar los argumentos de Caspian y de porque debía casarse con su hermana dentro de tres meses y no un año, como él quería.
-¡Esto es completamente ridículo!- exclamo el Rey Caspian X. Poco sabia el, que Peter estaba de acuerdo con esa frase, aunque por las mismas razones. –Podemos casarnos en tres meses como mucho, ¿por qué esperar al próximo año?
El Gran Rey suspiro y se levantó de su cómodo trono en el centro del salón. Caminar le ayudaba a pesar mejor. Le lanzo una mirada a su hermano, el Rey Edmund el Justo, por auxilio. Rodando sus ojos con exasperación, su hermano le contesto:
-Enserio Peter son ellos los que se casan, no tú. Además mientras más rápido termines esto más pronto sacaras a Susan de tu espalda.- dijo lanzándole una sonrisa a su hermana.
-Gracias Ed por interceder por nosotros.- le respondió la Reina Susan la Suave sarcásticamente y para su otro hermano dijo: - Tres meses es bastante tiempo y me da justo para tener todos los preparativos e invitaciones.
-Siéntate Peter.- le reprendió la Reina Lucy la Valiente, cansada de su ir y venir.
Caminando de nuevo hacia su trono se sentó de mal humor. Su hermanita Lucy le dio palmaditas a su mano derecha para calmarlo y traerle comodidad. Gesto que solo lo irrito más.
-Sabes eso no hace nada para cambiarme el humor.- le dijo con un suspiro exasperado. Los otros reyes y reinas se rieron divertidos. –Bien. ¡Muy bien! Cásense mañana por lo que me importa. Tengo veinte por Dios y nadie toma en cuenta mi opinión. Hagan lo que jodidamente quieran.
-De hecho es más de 1300 años y deja de actuar como un niño quejumbroso. Tengo la edad más que suficiente para decidir cuándo y con quien casarme.- le amonesto Susan.
-Bla bla bla. Planeemos esa boda.- dijo Lucy chillando emocionada y abrazando a su hermana. Y empezaron a charlar, Edmund haciendo tácticas clínicas de a quienes invitar, Peter siendo sarcástico pero un poco divertido, Lucy divagando de vestidos o comida, y Caspian y Susan emocionados.
El tiempo poco a poco paso y la noche cayó sobre Narnia. Era curioso, el tiempo. Una vez jugaron a las escondidas para pasar el aburrimiento y terminaron entrando en un ropero extraño llevándolos a otro extraño mundo, en donde conocieron a Aslan, pelearon, libraron a sus habitantes y reinaron sobre ellos, dando lugar a tiempos de oro; para luego por vueltas del destino volver a donde empezaron. Y luego cuando su mundo actual –Londres- se volvió insípido y tedioso, volvieron a su hogar; solo que mucho tiempo había pasado. Nuevas personas gobernaban su tierra, y otra vez los viejos reyes y reinas de Narnia debieron librar una batalla.
Los telmarinos no fueron fáciles, pero con la ayuda de algunos narnianos y las tropas encabezadas por, en ese entonces, Príncipe Caspian pudieron ganar. Los traidores telmarinos que actuaron en contra de su futuro rey, fueron encarcelados y ejecutados, entonces Caspian pudo reclamar el trono legítimo de su nacimiento.
Pocos días después de la batalla los hermanos Pevensie se prepararon para las despedidas. Se había abierto en un gran árbol como un portal entre los mundos y después que unos pocos cruzaron les llego su turno. Siendo Susan la más angustiada de los cuatro, le había tomado gusto al Príncipe Caspian y era doloroso porque tal príncipe correspondía sus atenciones.
Aslan después de cerrar el portal, para sorpresa de todos, le dijo a los Pevensie que ya no iban a ser capaces de volver a su mundo. Pues el tren el que viajaban a su escuela fue bombardeado, matando a todos. Si ellos volvían morirían.
Con esa decisión hecha por ellos, se quedaron, repararon Cair Paravel con ayuda de narnianos y telmarinos, y gobernaron todos juntos la hermosa tierra de Narnia.
Dos años pasaron y todo estuvo armonía. Por ahora.
Un fuerte golpe despertó al Rey Edmund de su sueño. Gruñendo enterró su cabeza más profundo en la almohada.
-¡Edmund, despierta!- llego la ahogada voz de Lucy a través de la puerta, volviendo a golpear exclamó: -¡Es una emergencia, Ed, levántate!
Suspirando con molestia se levantó y abrió la puerta, tratando de disipar el sueño restante de sus ojos. Mirando al miedo y pánico en el rostro de su hermana disipo su irritación.
-¿Qué es?
-Ven conmigo.- balbuceo tirando de su mano para seguirla fuera.- Peter dijo que es importante.
Extrañado y aún dormido, dejo que su hermanita lo arrastrase a la sala de los tronos. Al llegar el joven Rey se sorprendió. Su hermano Peter caminaba de un lado a otro mirándose preocupado, Susan pálida sentada en su trono agarrando la mano de Caspian como si la mantuviera anclada al suelo.
Al escuchar sus pasos el Gran Rey se volvió a ellos y suspiro, para luego volver la mirada a la puerta de entrada al salón. Dándose cuenta entonces que no estaban solos, Edmund siguió su línea de visión. Una anciana asustada y temblando se quedó a pasos de la puerta, mirando a las majestades con ojos aterrados. Acercándose lentamente, espero la audiencia.
-¿Quién es ella?- pregunto Edmund medio asustado por toda esta escena y sin dejar de mirar a la anciana. Lucy le dio a su mano un apretón para llamar su atención.
-Ella irrumpió en el castillo.- le susurro.- los guardias dijeron que ella parecía ida y a la vez firme, exigiendo vernos a todos. Sin saber bien que hacer, la trajeron aquí y despertaron a Peter. Peter le exigió decir porque había venido, pero ella no hablaría hasta que todos estemos presentes.
Edmund volvió la mirada a la vieja y escudriño su persona. No parecía peligrosa, rara si, sin embargo aún podría derribarla si intentase algo. Pero había algo extraño en esa mujer, no en su aspecto –bien podría ser la abuela de alguien, parecía frágil y agradable- más bien al ambiente que parecía exudar; le hacía pensar que era algo más.
-Habla.- el comando firme de su hermano lo saco de sus pensamientos para ver a la anciana estremecerse.
-Pido disculpas, umm, Gran Rey.- tartamudeo nerviosamente, acercándose y deteniéndose a unos pasos ante Peter.- Yo no sé muy bien porque estoy aquí. Solo sabía que tenía que venir, había, umm, una fuerte sensación en mi pecho que me insto a salir de mi casa en la noche. Yo sé que esto es muy inusual, emm, y no sé qué…-
Se interrumpió a sí misma y se estremeció más fuertemente, desplomándose en el suelo. Lucy agarro más estrechamente la mano de Edmund en el miedo, mientras Peter por instinto desenvaino su espada apuntándola hacia la mujer caída.
Solo unos segundos después la dama en el suelo dejo se temblar y levanto su cabeza, mirando a Peter directamente. Sus ojos anteriormente azules se volvieron negros y su rostro mostro una calma mortal. Susan lanzo un grito de terror y Lucy se escondió completamente en detrás de la espalda de su hermano. Caspian y Edmund ya habían descubierto sus espadas, señalando a la amenaza.
-El hielo volverá, y con él el caos y la muerte reinarán.
Engañando a una madre afligida la muerte blanca resurgió.
¡Pero no temas! dos hijas de Eva y un hijo de Adán no salvarán,
dos príncipes leones y un fiel tejón renacerán en nuestra tierra.
Renegados de su mundo traerán prosperidad al nuestro, no temas a su poder, abrázalo y guíalos a luchar de nuevo.
Protege la semilla naciente, mata los prejuicios y el miedo, levanta a su gloria y crea una nueva Narnia. Y pon fin para siempre a la muerte helada.
Un silencio sepulcral cargado de tensión y pavor colgó pesado en la habitación. Peter con el rostro serio y duro tenía su espada a pulgadas del pecho de la mujer.
-¿Que estás diciendo?- exigió.
-Una profecía.- fue el susurro suave y sin aliento de Susan. Todos voltearon a verla.- Una profecía.- repitió sin querer o poder creérselo.
En eso la anciana lanzo un grito de terror que hiela la sangre y se desplomo en el duro suelo. Nadie movió un musculo, todos estaban en shock. Las guardias alertadas por el grito irrumpieron en el salón, sacando de su ensoñación a las majestades.
-Revísenla. – ordeno el Gran Rey Peter.
-Está muerta, su alteza.- contesto un soldado después, sacando un suspiro de los reyes y reinas.
Cada uno de ellos sabía en su fuero interno, que algo grande estaba llegando. Porque ¿qué otra cosa ameritaría la llegada de dos hijas de Eva y un hijo de Adán a este mundo? Pero lo que más terror les daba era el resurgimiento de la Bruja Blanca. Con mucha suerte y Aslan la derrotaron anteriormente, ahora con el león ido ellos estaban sin saber qué hacer.
-… dos hijas de Eva y un hijo de Adán no salvarán,
dos príncipes leones y un fiel tejón renacerán en nuestra tierra.
La segunda guerra ya no daba más, se acercaba el final. Y el lado de la luz estaba perdiendo. Hermione podía sentirlo, esa pesadez, la desesperación en los movimientos de ella y de sus amigos. La Orden del Fénix y el Ejército de Dumbledor eran superados y estaban cayendo. A lo lejos podía ver a Lupin y Tonks en el suelo junto con la masacre de cuerpos. Esquivando hechizos, maldiciones y lágrimas; ella siguió luchando. Ya no más para que gane la luz, sino para salir de esta con vida.
En su cabeza uno tras otro los rostros de amigos, conocidos y amores, pasaban como en una película; haciendo difícil el no sucumbir en sollozos. Hace mucho que no sabía de Ron o Harry, y estaba aterrada.
Empujando eso de su mente, corrió, desesperada por encontrar un rostro familiar vivo. Para saber que no estaba luchando sola. Unos mortífagos lograron asestarle varias maldiciones de corte en los bazos y piernas, por lo que correr era arduo. Sin embargo ella sabía que tenía que continuar, Voldemort no tomaba prisioneros. Tiempo atrás, cuando era un niña solitaria pero entusiasmada al descubrir que era una bruja, que todos esos sucesos extraños a su alrededor tenían explicación; pensó que el mundo mágico era un sueño. Que cosas fantásticas le esperaban, que podía ser normal ahora –o por lo menos para una bruja-. Nunca quiso entrar a una guerra, enfrentarse a prejuicios de sangre o ser el verdugo de una persona. Atrás quedaron esos sueños fantásticos de hadas, princesas, o solo el reconocimiento de que era una buena bruja. Hoy solo era matar o morir.
Jadeando por aire, noto que los hechizos pararon, curiosa del porqué miro a su alrededor. Una ingesta rápida de aire fue el único sonido que hizo cuando lo vio.
Harry y Voldemort se encontraron una vez más luchando. Esa extraña conexión de sus varitas debido a sus núcleos se activó; comenzando así una lucha de voluntades.
Pero lo que más le lleno de terror a Hermione, fue el único anillo en la mano de varita de Voldemort. Y ella lo supo, era un horrocrux. El no hizo solo siete, sino ocho.
Vio el momento exacto en que Harry lo descubrió. Sus hombros cayeron, la maldición asesina lo estaba alcanzando poco a poco. Todo el mundo se puso expectante para ver la culminación.
-Harry…- exclamo suavemente Hermione y como si el la escuchase volteo a verla. Sus ojos se trabaron unos segundos diciéndose cosas que no podían, pidiendo disculpas, pidiendo tantas cosas. Doblegado por el poder de su oponente su brazo cayó, la maldición asesina golpeándolo en el pecho. Y Harry se desplomo en el suelo.
Voldemort lanzo un rugido de triunfo, seguido por sus mortífagos. Los restantes miembros de la luz lloraron por su esperanza perdida, por Harry o por ellos mismo, no lo sabrían. Hermione aun en shock no se dio cuenta que estaba en el suelo y lágrimas silenciosas caían por su rostro.
El mundo mágico –o todo el mundo tanto mágico como muggle- perdió un héroe esta noche.
Y ella perdió a su mejor amigo, a su única familia. A su esposo. A su amor.
Una risa estridente y terrorífica, la saco de su ensimismamiento. Levantando la cabeza noto a Bellatrix Lestrange frente a ella.
-Ah, la sangre sucia amiga de Potter.- escupió con voz fría mientras giraba su varita frente a ella.- Owww ¿está llorando la pequeña puta? ¿Triste porque él bebe Potter está muerto?- siguió mientras se reía desquiciadamente, en tanto apuntaba su varita en el pecho de Hermione. Pero ella no se iba a ir de rodillas ante la bruja loca y poniéndose de pie tambaleantemente, la enfrento.
-Cuan valiente, enfrentando la muerte con la frente en alto. Lástima que no te servirá de nada. Dile hola a Potter de mi parte.- exclamo Bellatrix y con un movimiento de muñeca dijo:
-Avada Kedavra.
Segundos antes que la maldición impactara contra su pecho, escucho un rugido potente y en vez de una luz verde característica, un dorado cegador fue lo último que vio antes que todo se volviera negro.
