Esta es la continuación de la historia "Hoy Ten Miedo de Mí", si no puse esto como capítulos subsecuentes de ella es porque quise que quedara como songofic, sin cambiar título ni nada (además que ésta no es tan dramática). Entonces, les recomiendo que los que quieran leer este fic se vayan al que acabo de mencionar, para que lean el prólogo (nota: gracias, vitoria, por la idea ;) ).

Ah! Otra cosa que debo decir es que esta historia ocurre después del final del manga, por lo que contiene spoilers, lo menciono porque no me gustaría arruinarle a nadie el final de tan magnífica obra. Es una historia paralela, obviamente, pues no ocurre como en el Kenshin Kaden.

Sólo me queda esperar que les guste, y que dejen reviews XD

DISCLAIMER:Rurouni Kenshin y todo lo relacionado es propiedad de Nobuhiro Watsuki.

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I. Reencuentro, tres años después.

La ciudad de Aizu se veía muy tranquila y apacible, con los destellos naranja y violeta que coloreaban el crepúsculo. Sanosuke Sagara llevaba al hombro el morral y en la cabeza la cinta roja, junto con una determinación que podría cambiar para siempre su vida, y ésta era ver a Megumi otra vez.

-Muy bien, ya estamos en Aizu… -murmuró para sí mismo, reflexivo.

Descendió la ladera que conducía a la ciudad, apretando en una mano la correa del morral y en la otra un pequeño papel que le hubiera entregado Kaoru, donde se encontraba la dirección de Megumi. Durante los dos días de viaje que realizó de Tokio a Aizu, se preguntó con frecuencia el por qué de la renuencia de Jo-chan para proporcionarle los datos… después de todo, él no iba a hacerle nada malo a su amiga, simplemente quería visitarla para enterrar de una vez y para siempre todas las dudas y la carga que le acompañaran desde que Megumi lo abandonó (no me abandonó… porque ni siquiera tenía pensado quedarse a mi lado…), las cuales a pesar de tres años de ausencia no lo dejaban tranquilo. Él también se había ido del Dojo Kamiya, por problemas con la policía y porque había querido olvidar todo lo ocurrido con la doctora. Muy a su pesar, esa noche que pasaron juntos todavía la recordaba con anhelo y el haber permanecido en la casa abandonada habría sido más doloroso que benéfico, por lo que haberse ido no fue difícil.

Este tiempo que había pasado lejos de Japón, le sirvió para aclarar un poco la mente y seguir con su entrenamiento. Como bien le dijo a Kenshin hacía apenas dos días, la superación personal nunca terminaba y él, tal como el espadachín le había enseñado, siempre iba a buscar lo que estuviera más allá. Sin embargo, en cuanto a su situación emocional, no eran muchos los progresos, pero por eso mismo regresó a Japón a verla, porque necesitaba pasar la página y librarse de una vez por todas de su recuerdo.

Siguió caminando un buen rato, ya hasta había oscurecido completamente. Cuando pasó por tercera vez por la misma esquina (o.O' ¿me habré perdido?), salió de un portón abierto una mujer que, sonriente, se despedía de la persona de la casa:

-Muchas gracias doctora Megumi, volveré en una semana, como usted me indicó.

-Hasta luego, señora Hayakawa –respondió la aludida, agitando la mano desde la puerta en señal de despedida.

Sanosuke se giró de inmediato, mirando primero el papel que le dio Kaoru y a continuación el número de la casa, extrañado (¬¬u pero qué pérdida de tiempo…), para después arrugarlo y botarlo. Se acercó a Megumi antes de que ella cerrara la puerta, saludándola.

-¡Qué hay! Tanto tiempo sin verte, doctora Megumi… -lo dijo con voz alegre, detrás de ella.

Megumi, que ya estaba entrando, se volvió sorprendida y lo miró de arriba abajo, esbozando una sonrisa.

-¡Sanosuke! ¿Qué haces aquí? –mirando la bolita de papel en el suelo, se tapó la boca con la mano en una risa burlona y le preguntó con malicia-: ¿Estás perdido?

Sano la miró con ojos los entrecerrados y cara de pocos amigos, avergonzado. ¿Por qué siempre lo tenía que encontrar perdido, o haciendo el ridículo?

-Pero pasa, por favor –dijo Megumi al ver que Sano no contestaba, cuando terminó de burlarse de él, y se hizo a un lado para que el hombre entrara a la casa. Sanosuke entró, y pasaron primero por la clínica que Megumi tenía, para al final llegar propiamente al hogar de ella, situado al fondo.

Ya dentro, sentados sobre cojines en la estancia y bebiendo té caliente (le había ofrecido sake, pero Sano rechazó la oferta alegando que tenía "cosas importantes que decir"), el silencio era incómodo mientras ambos se observaban atentamente, evaluándose.

"Sigue igual de hermosa a como la recordaba" pensó Sano sorbiendo su té, admirado de la elegancia de sus maneras y de lo bien que le habían sentado estos tres años. Volver a verla, tal como se había esperado, hizo renacer en él ese nerviosismo de la primera vez, lo que lo volvía un poco torpe (pero no como para que ella lo note, espero) y silencioso. ¡Tenía tantas cosas que decirle! Sólo que no sabía cómo empezar, y ahora que la tenía enfrente, ya no estaba tan seguro de querer decirlas (pues en su mayoría eran reclamos) o del tono que debía emplear para hacerlo.

Por su parte, la mujer lo observaba a través de las espirales de humo de su bebida, inquieta por esta visita inesperada pero aceptando que estaba encantada de verlo otra vez. ¡Cuánto tiempo había pasado desde su despedida, aquel ventoso día que ella había abordado el carruaje que la llevaría a Aizu! También recordaba que él le había deseado suerte con una sonrisa falsa en el rostro (¿o era una sonrisa triste?), y que hasta ese último momento ella pudo haberle dicho la verdad. Aún hoy, ella se sentía mal por la forma en que se separaron sus caminos, por no haberle explicado el motivo real de su partida y dejarlo creyendo que ella todavía amaba a Kenshin. Verlo así, tan cambiado (se veía un poco más alto, si es que eso era posible) y seguro de sí mismo, le revolvió el estómago en un aleteo que no supo identificar con la emoción o el miedo. Emoción por verlo otra vez (me sigue gustando como antes…), miedo a que descubriera su secreto, la razón por la que había dormido con él esa semana antes de que se separaran.

-¿Y bien? Cuéntame cómo has estado, qué tal te ha ido por aquí –rompió el silencio Sanosuke, acomodando la taza de té en la mesita de centro y mirándola a los ojos penetrantemente.

-Pues bien, gracias. Ejerzo como doctora y no me quejo, tengo varios pacientes y los días son agradables –ladeó la cabeza y cruzó los brazos-. ¿Y tú? ¿Dónde has estado todo este tiempo, que no te has comunicado con la pobre niña que se preocupó por ti cuando te fuiste?

-Esa Jo-chan… Siempre le he dicho que deje de preocuparse, que yo estoy bien, pero le entra por un oído y le sale por el otro –respondió Sagara con una sonrisa, rememorando a Kaoru y negando con la cabeza-. He estado viajando por Asia, recorriendo lugares donde siempre quise estar, conociendo gente interesante… teniendo una pelea que otra, de vez en cuando…

Megumi frunció el ceño, resoplando. Ésa era la razón de que no hubiesen podido estar juntos, que él siempre estuviera pensando en peleas y en aventuras, en vez de madurar y sentar cabeza. Sanosuke notó su gesto y la interrogó con la mirada, levantando las cejas.

-¿Qué nunca vas a madurar, por favor? –inquirió bruscamente Megumi, cerrando los ojos enfadada.

El hombre la miró sorprendido, por su reacción y por la pregunta. Pero al responder también lo hizo con un dejo acerado en la voz, desafiante:

-No tengo motivo para cambiar mi estilo de vida, Megumi. No hay razón para que me vuelva sedentario, pues no hay quien espere por mí para ello… –en su tono había recriminación, y en su interior un creciente enojo. ¿Cómo se atrevía a reprocharle de esa manera, como si fuera su madre? - ¿o sí?

-No, no tienes motivo para hacerlo –contestó ella con voz fría y arrogante, regresando a su taza de té.

Después de eso la tensión creció aún más, y ambos se dedicaron a terminar su bebida, intercambiando miradas fugaces procurando que no lo notara el otro.

"¡Es una arrogante, como si no supiera que me fui por su culpa!" pensaba Sanosuke mirándola orgulloso, enfadado porque ella siempre le andaba recriminando de todo. ¿Qué, no podía dejar de buscarle pelea, ni siquiera porque tenían años de no verse? Poco a poco, se iba convenciendo de decirle lo que debía decir (preguntarle por qué había jugado con él, en resumen) y largarse de inmediato de ahí.

"¡Todavía que me preocupo por él, y sigue siendo un vago!" sentenció mentalmente Megumi con firmeza, apretando su té. Por mucho que siguiera sintiendo latidos anormales en su pecho por verlo, la verdad era que él no había cambiado ni cambiaría, tal como se lo había imaginado tres años atrás. Era un irresponsable y ella había hecho bien en alejarse sola, ya que no podía esperar un compromiso de él.

Cuando Sano se terminó el té, puso la taza sobre la mesa un poco más rudo de lo que quería, y se preparó para hablar. Se aclaró la garganta y apenas abría la boca cuando escucharon la puerta de la estancia abrirse, seguida de la voz de una mujer de edad:

-Ya terminé por hoy, señora Megumi –la anciana se inclinó levemente al ver a Sanosuke, y prosiguió-: dejé acostado al pequeño…

Pero Megumi observó a la abuela con una mirada cargada de intención, negando imperceptiblemente con la cabeza, procurando que sólo lo viera ella (aunque no lo consiguió, pues Sanosuke se dio cuenta pero hizo como si no lo hubiera visto), sonriendo al ver que la señora había captado su mensaje.

-Muchas gracias, señora Asaba –respondió Megumi todavía sonriendo, con voz cálida-. Hasta mañana.

-Hasta mañana, señora. Con permiso –terminó dirigiéndose a Sano, quien inclinó la cabeza hacia la señora en señal de despedida.

Una vez que la anciana se hubo ido y cerrado la puerta, Sanosuke levantó una ceja, perspicaz: ¿le había dicho "señora"? También había escuchado algo de un pequeño, pero lo que más le urgía en ese momento era aclarar la forma de dirigirse a Megumi. ¿Será que se casó… por eso Kaoru no quería darme su dirección? ¿Para no irrumpir en su nueva y feliz vida al lado de otro? Sin notarlo, cerró su puño derecho con fuerza, poniendo blancos los nudillos.

-Ella es la señora Asaba, me ayuda aquí en la casa y en la clínica –se le adelantó Megumi, observando su cara de astucia y tratando de evitar otras preguntas.

-¿Te dijo "señora"? -Sanosuke no le hizo caso y formuló la duda que le desesperaba, con cautela-. ¿Es que acaso… te casaste?

Megumi no respondió de inmediato, sólo se limitó a verlo largamente. En esos momentos, por la mente de Sagara pasaban mil frases de reproche a sí mismo (¡Maldición! He sido un torpe otra vez, ¿cómo es que iba a permanecer soltera con lo maravillosa que es?), y por su cara cruzaba una sombra de incertidumbre. Ella siguió en silencio, lo que empezaba a irritarlo, pues le recordó lo ocurrido tres años atrás, cuando él era el único que revelaba sus sentimientos pero Megumi permanecía insondable, dejándolo esperando por una respuesta que él ya conocía, dicha sin palabras pero demostrada con su decisión de irse: "no, yo no te amo".

Al final, Takani contestó a su pregunta, indiferente:

-No creo que eso sea algo que te concierna, señor no-se-meta-nadie-en-mi-vida.

Sanosuke abrió los ojos de par en par, ofendido. Se estaba cobrando la respuesta de hacía un rato (cuando lo llamó inmaduro), y eso era un golpe bajo. Frunció el ceño y se levantó, agradeció en voz baja el té, tomó el morral y se dirigió a la puerta. Con la mano en la madera y ante la mirada ligeramente asombrada de Megumi, le respondió con voz calmada pero llena de resentimiento:

-Es cierto, no me incumbe, pero sí me interesa… -hizo una pausa y volvió la cabeza hacia ella, que aún tenía en la mano su taza de té- me interesa la vida de la única mujer a la que he amado, pero si ya es casada y ni siquiera tiene el valor de decírmelo de frente, entonces no tengo nada más qué hacer aquí.

Abrió con fuerza la puerta y ya tenía un pie fuera, cuando Megumi lo alcanzó y se encaró a él.

-¡No, no estoy casada! –su voz era aguda y lo miraba fijamente-. Después de ti, jamás he tenido a otro hombre.

-Por supuesto… - Sanosuke desvió la mirada, escéptico. Ya no tenía caso seguir con esa conversación, ella ni siquiera podía ser franca con él (volver a pasar lo mismo que hace tres años, no gracias)-. Con tu permiso, me voy.

La quitó de en medio con delicadeza, pero Megumi lo detuvo del brazo, enojada.

-¿Por qué tienes que ser así? Tan orgulloso como para no aceptar explicaciones –escupía las palabras e iba enrojeciendo de ira.

-¿Y qué se supone que vas a explicarme? –siseó Sano, furioso él también y zafándose de la mano de Megumi-. ¡Espero que sea el por qué jugaste conmigo esa noche de hace tres años, cuando te confesé mis sentimientos y me dejaste hacer el ridículo!

Megumi no respondió y volvió a mirarlo fijamente, impenetrable. Eso era lo que más frustraba a Sanosuke, nunca saber qué pensaba ella detrás de esas miradas cargadas de hielo. Enojándose aún más por su silencio, continuó atacando:

-¡Si querías un acostón conmigo, no había problema, yo encantado, simplemente me hubieras dicho, para no involucrarme sentimentalmente como un idiota!

¡PLAF!

Megumi le había volteado la cara de una bofetada, y cuando él buscó su mirada otra vez vió que tenía la mano en el pecho y sus ojos centelleaban de indignación.

-No te permito que me hables así, ni que me faltes al respeto –repuso con voz metálica y fría, observándolo con la cabeza echada hacia atrás y ojos duros.

Sanosuke optó por no responder e irse, ya había tenido bastante de eso, cuando se encontró a un niño pequeño que lo miraba desde el final del pasillo, con los ojos como platos. Vestía ropa de dormir y llevaba en la cabeza un paño, el cual le envolvía los cabellos. El hombre se detuvo al verlo avanzar con pasitos pequeños pero seguros hacia donde estaban ellos, llegar al lado de Megumi y tenderle los brazos.

-Ven mi cielo –dijo Megumi al abrazarlo, con voz dulce. Todavía tenía la cara roja de ira y la respiración un poco agitada, pero ver al niño le había regresado serenidad y se veía muy tierna.

Sano estaba de una pieza, muy confundido y sin saber qué hacer. El niño, en brazos de ella, le observó hostilmente (¡tiene sus mismos ojos!) antes de enterrar su carita en el pecho de Megumi y llamarla "mamá". Comprendió de inmediato lo que había pasado: aunque no se hubiera casado, este niño era la prueba de que lo había olvidado para siempre (a él y a Kenshin).

-Adiós, Megumi.

Antes de darles la espalda e irse por donde había llegado, la doctora descubrió la cabeza del pequeño, dejando libre una mata de cabello castaño y revuelto, en un corte que hacía que se pararan sin dirección y, lo más impresionante para Sano, le había atado una pequeña cinta roja en la frente aún de bebé.

"¡Es mi hijo!" fue lo único que atinó a pensar, ahogando una exclamación en la garganta, mientras Megumi le hablaba en un susurro, con calma:

-Ahora sí, ¿podemos hablar?