Este es un fandome en el que me urgía formar parte. Denme una oportunidad, ¿si?
Decidí escribir esta serie de drabbles porque me parece que hay ciertas ocasiones en las que Kenshin debe dejar de ser el caballero ambulante que todos conocemos y dejarse llevar un poco por la situación.
Disclaimer: Rurouni Kenshin no me pertenece.
Realidad
Para Kenshin aún era difícil. Viva. Kaoru estaba viva. Y a pesar de haberla ido a buscar él mismo y haberla traído sana y salva consigo, se guía costándole trabajo pensar que no se trataba de un sueño, ni una alucinación febril provocada por la tristeza de haberla perdido.
Porque así era; era real, estaba allí con ellos, en casa, y todo lo sucedido podía ser considerado como una horrible pesadilla de ahora en adelante. Una de la que al fin había despertado.
Le sonrió a la luna y respiró hondo el aire fresco de la noche antes de entrar nuevamente a la casa y transitar por los pasillos oscurecidos por la media noche. La habitación de Kaoru apareció en su camino cuando se dirigía a la suya. La miró por un segundo, como si realmente se preguntara qué había del otro lado de la puerta de papel.
Sí, lo sabía perfectamente.
Kaoru estaba bien, no se trataba de un sueño como los que aún lo asediaban durante la noche. Sueños en que ella desaparecía entre sus brazos y sus ojos sin brillo le dirigían la mirada, culpándolo nuevamente.
Abrió la puerta corrediza sin temor a lo que sea que pudiese encontrarse dentro. La chica estaba dormida; lo había estado desde que volvió a casa y por los últimos dos días.
Su boca se convirtió en una línea recta al verla tendida sobre su futón con una calma casi envidiable. A veces, cuando la veía así tan bella y en paz, le parecía que se trataba de otra muñeca. Como si hubiesen reemplazado a su Kaoru-dono por una perfecta e inerte versión de ella misma, y que la verdadera se encontraba lejos, muy lejos de él.
Y de cierto modo tenía razón. Ella se encontraba ahí, a tan sólo unos metros de él, pero en un mundo donde no podía alcanzarla sin importar cuánto estirara la mano para tocarle las mejillas. Porque ella sí estaba soñando, y probablemente sería con algo maravilloso, a juzgar por la tranquilidad que reflejaba en el exterior, que parecía tener únicamente cuando dormía.
Entonces las manos comenzaron a picarle. Quería tocarle, sentir la suavidad de sus mejillas, el calor de su piel; saber que era ella de verdad y no otro vil engaño. Por eso se acercó a paso suave, cerrando la puerta de papel a sus espaldas y arrodillándose a su lado para observarla de cerca. Su rostro parecía brillas bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana y su cabello negro, recogido en una trenza floja, le pareció más sedoso que nunca. No pudo resistir el impulso de pasar sus dedos sobre ella.
Con un movimiento suave, apenas existente, le acarició el cabello y las mejillas, hasta llegar a la punta de su nariz. Ahí se detuvo, dudoso, recién advirtiendo la textura de sus labios entre abiertos. ¿Cómo se sentirían realmente? La curiosidad pudo con él y acabó el recorrido de sus dedos una vez que éstos se posaron sobre sus labios.
Una parte de él se sintió como si estuviese cometiendo una atrocidad. Algo no permitido. Y claro, la estaba tocando mientras dormía, ¡prácticamente se estaba aprovechando de ella! Pero por otro lado, pensó que aquello no podría haberle importado menos en ese momento. Porque al fin y al cabo, ella estaba en casa nuevamente; con él, cuando pensó que la había perdido para siempre.
Entonces, haciendo rotundamente a un lado sus tapujos, se decidió, como si hubiese estado debatiéndolo consigo mismo por un instante. Se agachó lentamente hasta poner su rostro a tan sólo unos milímetros del de la chica, y con una última mirada a su semblante durmiente, la besó.
Porque esta Kaoru no era un sueño ni un engaño; no era sino la más pura y bella realidad. Una que quería vivir ahora y el resto de sus días.
Si llegaron hasta aquí: muchísimas gracias.
¿Qué les pareció? Yo creo que es una escena necesaria. Es decir, ¿qué pasó realmente cuando volvieron de la isla? Es un tema que se da por entendido, sin dejarlo expreso. Creo que era necesario abordarlo. Él estaba destrozado, hasta yo me plantearía, después de todo lo ocurrido, si eso no era más que un sueño, pero hay una forma de saberlo, ¿no? Un beso que le recuerde al príncipe que en realidad no está soñando.
Díganme qué les parece.
