Disclaimer: Los personajes pertenecen a la excelente escritora JK Rowling, yo solo juego con ellos.
Summary: Tras los acontecimientos vividos en el Mundo Mágico tres Slytherin, dos Gryffindor y una Ravenclaw se ven obligados hacer terapia grupal con un muggle. ¿Qué puede salir mal?
Relatos salvajes
Capítulo uno:
De loqueros y tragedias.
"Hay que estar en las duras y en las maduras"
.
– Lumos.
Era ya noche cerrada cuando una figura encapuchada abandonaba la sala común de su Casa y con sigilo, se internaba a través de los fríos y solitarios pasillos del castillo. Mantenía firme la varita frente a sus ojos para iluminar el camino, y constantemente miraba sobre su hombro, alerta.
Estaba por llegar a su destino cuando oyó unos pasos y el sonido de una capa siendo arrastrada. Rápidamente, apagó su varita y se escondió como pudo tras una armadura, vio pasar frente a sus ojos al profesor de pociones que iba mascullando por lo bajo palabras inteligibles.
Se mantuvo inmóvil durante unos segundos más, hasta que dejó de escuchar las pisadas.
Salió de su improvisado escondite y se asomó al corredor para asegurarse de que el profesor Slughorn había desaparecido, una vez comprobado que no estaba, se afianzo un poco más la capucha de la capa sobre su cabeza, y sin volver hacer uso de su varita, retomó su camino casi corriendo de los nervios. No paró hasta que la imponente puerta de roble antiguo del despacho de la directora McGonagall, apareció frente a sus ojos.
– ¡Alohomora!
Tras sus palabras, siguieron mil crujidos y quejidos del viejo cerrojo, que le pusieron los bellos de punta por el ruido estridente que estaba ocasionando en todo el pasillo, con eco incluido, definitivamente aquello no estaba resultando ser la misión silenciosa y ágil que había planeado.
Finalmente, la puerta cedió unos centímetros, desvelando el interior del despacho que estaba más oscuro que un cielo sin estrellas, y se percibía un fuerte olor acre en el ambiente que le hizo encoger un poco la nariz.
Se coló en su interior y cerró la puerta a su espalda. Por un instante, hasta que su mirada se acostumbró a la penumbra, permaneció inmóvil en el umbral de la habitación. Cuando ya vislumbraba los contornos de los objetos y se cercioró de que allí no había nadie que pudiera reconocerle, fue que se atrevió de nuevo a conjurar un 'Lumos'.
Sus ojos chispearon vibrantes analizando la estancia, buscando aquello que le tenía fuera de la cama tras el toque de queda y que podría ocasionarle muchos problemas. Paseó la varita frente a su mirada para ver mejor, múltiples rollos de pergamino descansaban encima de un conjunto de sillas más pequeñas, y sobre el escritorio, había frascos de tinta y plumas, por lo demás, todo parecía perfectamente ordenado.
Un gemino emocionado escapó de sus labios, cuando captó con la mirada lo que tanto ansiaba descansando sobre una pequeña mesa en la esquina más alejada del despacho. Se trataba de un cáliz de oro envejecido, similar al que se usó durante el Torneo de los Tres Magos solo que este, era bastante más pequeño y manejable.
Se acercó con tímidos pasos hasta él. Sonrió con emoción contenida al ver la débil llamarada azul que brotaba del cáliz, y los trocitos de pergamino que se removían inquietos en su interior.
Cada uno contenía el nombre de un alumno de Hogwarts.
Suspiró con alivio al comprobar que era cierto.
Minerva McGonagall estaba preparando una actividad para todos sus alumnos, y sería revelada al día siguiente durante el desayuno. La directora tuvo que dejar durante toda la noche que surtiera efecto el hechizo que había empleado para que se constituyeran los grupos de alumnos, entre los más afines y de forma objetiva, para poder llevar a cabo la actividad que estaba planeando sin altercados. Pocos sabían de este hecho, tan sólo algunos profesores y por supuesto, ningún alumno. Pero algunos tuvieron una pequeña ayuda y descubrieron el pastel, como la persona encapuchada que estaba en esos momentos allí.
Volvió a sacar la varita de su bolsillo y conjurando un hechizo de su propia invención, consiguió que frente a sus ojos seis trozos de pergaminos, pertenecientes a seis alumnos diferentes, se unieran por los extremos conformando un grupo.
Cualquiera que conociera un poco a esa persona, si estuviera allí en aquel momento afirmaría no haberle visto nunca tan feliz como en aquel instante. Lo había logrado, el hechizo había funcionado y ahora todo mejoraría.
Ellos seis estaban destinados a generar el cambio.
– Programa de rehabilitación para magos y brujas – Leyó Ginny en la portada del cuaderno de cuero marrón que sostenía entre sus pecosas manos – McGonagall ha perdido definitivamente la cabeza.
– Creo que es una buena idea, muchos necesitaran desahogarse y sobrellevar el duelo que ha ocasionado la guerra. Alabo la iniciativa – Contradijo la castaña mientras ojeaba el cuaderno.
Un año más, Hogwarts abría sus puertas a los magos y brujas que así desearan continuar con sus estudios, a pesar de que aquel año pocos fueron los que decidieron volver.
Muchos habían cambiado de colegio, otros decidieron hacer un parón en sus estudios para recuperarse de las secuelas y los más afortunados como Harry o Ron, tuvieron la oportunidad de comenzar a formarse como Aurores, aún si haber completado su formación académica.
Hermione tuvo esa oportunidad, pero declinó la oferta. Había preferido acogerse a la opción que le daba Minerva McGonagall como nueva directora de Hogwarts, de repetir año para poder presentarse a los EXTASIS.
La castaña quería conseguir sus objetivos por méritos propios, lo veía más justo y moral. Desde que era una heroína de guerra todos parecían besar el suelo que pisaba, y la oferta del Ministerio para que se formara en el ámbito que más le atrajera de sus Departamentos sin ni siquiera pasar los exámenes, le pareció de lo más ofensiva. Ella luchó en una guerra por muchos motivos, pero el principal era el ideal de un mundo con igualdad de condiciones para todos los magos y brujas, independientemente de su procedencia. Y que el Ministerio estuviera otorgándole a ella beneficios que a otros no, por el simple hecho de que sus acciones fueron más visibles que las de sus compañeros, le enfermaba. Así que, rechazó todo y volvió a Hogwarts para continuar donde lo dejó antes de que Voldemort sembrara el terror.
La castaña observó el movimiento a su alrededor, todos cuchicheaban sobre los cuadernos que habían aparecido sobre las mesas en cuanto tomaron asiento para el desayuno. La noche anterior durante la cena de bienvenida, apenas había prestado atención a sus compañeros, el viaje hasta el castillo había sido agotador, tanto física como emocionalmente, y agradeció que el discurso de la directora fuera breve y les dejara marchar a descansar.
Los alumnos de las mesas de Ravenclaw y Hufflepuff eran las más numerosas, tanto en viejos como nuevos alumnos, Gryffindor no ocupaba ni la mitad de sus asientos y mejor no mirar a la mesa de Slytherin, que no eran ni la cuarta parte de lo que fueron, y además, mientras que las demás Casas se mantenían unidas, los alumnos de la Casa de la serpientes se dividían en grupitos separados, excepto por Draco Malfoy y un chico de pelo oscuro y larguirucho que se apellidaba Nott y recordaba como uno de los pocos alumnos que solían igualar sus notas, que parecían formar ellos mismo en solitario, su selecto grupo.
– ¡Chicos, por favor! – Comenzó la directora para captar la atención de todos los alumnos que andaban revueltos con los cuadernos – Veo que ya están empapándose con el programa de rehabilitación – Dijo satisfecha – Es una iniciativa que se ha decidido entre el Ministerio y Hogwarts. Después de los acontecimientos vividos, creemos que es muy importante crear lazos basados en el afecto y la confianza, encontrar apoyo en vuestros compañeros y que contéis con profesionales para ello – Paseó la mirada sobre los alumnos, estudiando sus reacciones antes de volver hablar – Y es obligatorio para todos, se cursará como una asignatura más, tendrán que acudir a consulta con un Sanador Mental dos veces en semana.
Un murmullo generalizado se instaló en el Gran Comedor, algunos conformes con la iniciativa y otros insultados por la idea de tener que visitar a un loquero. Hermione y Ginny se miraron entre ellas, la primera desconcertada y la segunda con fastidio.
– ¿Aún sigues pensando que esto es buena idea? – Apostilló la pelirroja a su amiga.
– Pensé que sería opcional – Dijo contrariada – No necesito airear mis trapos sucios frente a nadie – Masculló molesta, se le acababa de cerrar el estómago.
McGonagall se mantuvo imperturbable ante los comentarios y usando su varita para realizar un 'sonorus', continuó hablando con voz firme.
– Para evitar habladurías y prejuicios, las consultas tendrán lugar en el Mundo Muggle, con lo equivalente allí a un Sanador Mental, un psicólogo – El murmulló cesó al instante, Minerva aprovechó para continuar ante el desconcierto de sus alumnos – La idea es, que puedan abrirse y hablar de lo que quieran: pasado, presente o futuro. Sois muy jóvenes y habéis pasado por mucho. Todos – Aseguró dejando su mirada caer más de lo necesario sobre la mesa de las serpientes, que eran los que más disconformes parecían con la idea – Quiero que todos pertenezcáis a la Casa de Hogwarts, y por eso se han formado grupos de cuatro y seis alumnos de forma heterogénea. No importa el color de sus corbatas, ni el sexo, ni la ascendencia, y mucho menos el lado de la guerra en el que estuvieran – El murmullo comenzó de nuevo entre las mesas que se miraban de unos a otros imaginando quienes serían sus compañeros de terapia – Tendrán sesiones grupales, porque como he dicho, lo que queremos es crear lazos y que puedan llegar a confiar los unos en los otros. Calor humano, comprensión y unión.
– He llegado a la conclusión de que McGonagall está borracha o bajo los efectos de un Imperius – Soltó a bocajarro Ginny ganándose una mala mirada de Hermione – Es eso, o quién necesita el Sanador Mental es ella – Se defendió la pelirroja torciendo los labios.
– ¡Ginny, por Merlín! – Dijo Hermione rodando los ojos.
– ¿Y cómo iremos a las consultas? – Preguntó un Ravenclaw llamando la atención de las chicas.
– El Ministerio pondrá a nuestra disposición un trasladador para cada grupo, que estará programado para activarse cada vez que deban ir – Aclaró mientras se ajustaba las gafas en su picuda nariz – ¿Más preguntas? – Nadie hizo el ademán de querer hablar, probablemente aún no habían canalizado bien las palabras de la directora – Bien. Creo necesario recordar, que no pueden hacer uso de la magia durante sus sesiones con el psicólogo y además, deben evitar revelar información importante de nuestro mundo – Citó con suavidad, aunque con un tono autoritario que no pasó inadvertido para nadie – En los cuadernos que os hemos hecho llegar, podréis encontrar terminologías muggles y cómo utilizarlas para sustituir las nuestras. Confío en que no tendrán problemas en entenderlas – Comentó recorriendo con la mirada, que asomaba por encima de sus gafas, el comedor de punta a punta. Como nadie le rebatió nada, sonrió satisfecha y unió sus manos al frente – Bien, en ese caso, vamos a pasar a ver cómo han quedado los grupos.
Todos vieron cómo se dirigía a la mesa de los profesores y de ella, tomaba un cáliz de oro del que brotaba una pequeña llama azul y lo colocaba en una mesa que había hecho aparecer junto al atril desde el que hablaba. Utilizando su varita, hizo desaparecer la llamarada y volvió a posar su mirada sobre los alumnos.
– En el interior de este cáliz, se encuentran todos vuestros nombres. He querido ser lo más objetiva posible y que se sintieran cómodos en sus consultas por ello, recurrí a un hechizo que se encargaría de constituir los grupos en función del nivel de compatibilidad entre sus futuros miembros – Sonrió – Comencemos.
McGonagall fue sacando del fondo del cáliz tiras de pergaminos, y leyendo en voz alta los nombres de los alumnos que iban formando cada equipo. Ginny golpeaba con sus dedos la mesa de forma repetitiva, mientras tenía apoyada su barbilla en la mano derecha, esperando escuchar su nombre. Hermione por otro lado estaba de los nervios, tenía las piernas cruzadas y movía con violencia su pie derecho de arriba a abajo.
– Blaise Zabini, Theodore Nott, Ginevra Weasley – Ginny levantó la cabeza de golpe al escuchar su nombre – Luna Lovegood, Hermione Granger y… Draco Malfoy – Recitó la directora frunciendo el ceño durante todo el proceso.
Un silencio tenso se instaló en la sala, todos habían contenido la respiración cuando el nombre de la castaña y el rubio fueron nombrados. Hasta ese momento, los grupos que se habían formado eran de lo más normales, cierto que en todos habían alumnos de todas las Casas, pero ninguno parecía tan dispar como el de la castaña y la pelirroja, además que era el grupo más numeroso en Slytherins.
McGonagall miró de forma furtiva a Hermione mientras cogía otro papel del fondo del cáliz. La chica se había quedado petrificada de la sorpresa, ya ni si quiera movía la pierna.
– Merlín, esto debe ser una pesadilla – Murmuró la castaña volviendo en sí y atusándose la indomable melena hacia atrás – Voy a cerrar los ojos, con suerte cuando los vuelva abrir, despertaré en mi mullida cama y todo se quedará en un mal sueño.
Y lo hizo, pero tras unos segundos volvió abrirlos y se encontró a una divertida Ginny.
– Sigues teniendo que ir al loquero con Malfoy – Comunicó socarrona la pelirroja.
– Gracias Ginny, por regodearte en mi miseria. Pensaba que tenerte allí conmigo sería una buena idea, ahora tengo mis dudas – Dijo mortificada.
– Te lo dije – Siguió regodeándose mientras se servía un café. De fondo seguía escuchándose la voz de la bruja mayor nombrando grupos – Esto del programa de rehabilitación era una idea de mierda.
– Pero en serio, ¿qué tengo en común con estos alumnos? – Habló con desconcierto la castaña – Por ejemplo: Luna Lovegood – Nombró lanzándole una mirada de reojo. La rubia estaba totalmente ausente y en su propia burbuja, parecía intentar coger entre sus dedos algún ser invisible frente a su rostro para luego reír sin explicación alguna – Reconozco que cuando llegué a conocerla un poco más durante la guerra, resultó ser una chica… maja. Pero no deja de ser extraña y exasperantemente irracional, no comprendo del todo muchas de las cosas que dice o hace, ¡como ahora mismo!, ¿qué está intentando cazar con sus manos? – Preguntó frustrada haciendo que la pelirroja también le mirara – No quiero ser prejuiciosa, pero la gente ya de por si la llaman lunática, ¿quiere decir esto que yo también lo soy? – Cuestionó azorada la chica – ¡Somos compatibles según el maldito cáliz!
– Lovegood es una bruja peculiar, pero no está loca – Opinó Ginny imperturbable mientras se llevaba a la boca una tostada.
– No digo que lo esté, pero la gente lo piensa – Se defendió Hermione sintiéndose ahora un poco mal por haber sacado a relucir el feo apodo por el que llamaban antiguamente a la rubia – Vale, ¿y qué me dices de los chicos de Slytherin?, Blaise Zabini no sé ni quien es, y Theodore Nott es aquel chico solitario, pálido y larguirucho de la mesa de las serpientes.
Ambas dirigieron sus miradas hacia el susodicho y se toparon con las orbes azul claro del chico, que les miraban fijamente. Sin pestañear. Su rostro demacrado no se movía un ápice. Ni siquiera sonreía. Sus ojos eran tan claros que casi se confundían con el blanco del ojo. Daba la sensación de que era ciego. Ambas chicas quedaron perturbadas y apartaron los ojos rápidamente del chico. Podían sentir que aún les miraba y un escalofrío recorrió sus espinas dorsales de punta a punta.
– Es aterrador y… raro – Afirmó Ginny volviendo a tomar su desayuno.
– No he cruzado palabra con él nunca, pero te puedo asegurar que lo único que tengo en común con ese chico son las notas – Afirmó Hermione para luego mirar comer a su amiga y rodar los ojos con exasperación – ¿Cómo puedes comer?, tengo el estómago hecho un nudo después de las palabras de McGonagall y tu pareces más hambrienta que nunca.
– Ya deberías saber, que a los Weasley nada nos quita el apetito – Se defendió divertida mientras se metía en la boca su segunda tostada – Y con respecto al tal Zabini, se quién es. Es de tu edad. El típico guaperas, mujeriego y fanfarrón. Es insoportable – Apostilló señalando con la barbilla a un chico de piel oscura y porte elegante, que bromeaba con otros dos magos de corbata verde que no conocían.
– ¿De qué lo conoces? – Preguntó Hermione centrando la atención de nuevo en su amiga.
– Forma parte del equipo de Quidditch de Slytherin, o al menos antes lo hacía – Respondió encogiéndose de hombros – Ya sólo nos queda Draco Malfoy.
Totalmente sincronizadas posaron ahora sus ojos sobre el rubio. Lo observaron de la forma más discreta posible. El chico desayunaba tranquilamente ignorando que estaba siendo en aquellos momentos escudriñado por las dos Gryffindor. Se apreciaba un cambio en su aspecto. Había crecido unos centímetros, porque a pesar de que estaba sentado sobresalía entre los magos de su mesa, y estaba considerablemente más delgado, acentuando sus pómulos escarpados, aunque también podría influir su vestimenta oscura, su extraña mata de pelo no estaba perfectamente relamida hacia atrás como antaño, sino que estaba algo desordenada, cayendo algunos mechones sobre sus inexpresivos ojos grises.
Probablemente el que su familia cayera en desgracia, su padre estuviera en Azkaban y su madre recluida en Malfoy Manor por órdenes del Wizengamot, le habían pasado factura físicamente.
Y puede que también emocionalmente. Pensó Hermione tragando en seco.
Porque el rubio sin previo aviso hizo contacto con sus achocolatados ojos. La castaña podía jurar y perjurar que nunca jamás había hecho eso antes. Mantenía con ella el mínimo contacto, y las pocas veces que se dirigieron la palabra, era para discutir e insultarse.
Hermione entrecerró los ojos, tratando de adivinar algo más allá de su expresión altiva, pero no vio nada. Mantuvo la mirada imperturbable y por algún motivo irracional, la castaña tuvo que apartar los ojos. Parecía que era un requisito en la Casa de Slytherin el intimidar a la gente con la mirada.
– ¡Por Merlín y Morgana!, es que de él no hay nada que hablar – Aseguró Hermione retomando la conversación. Ya estaba bien de observar al rubio – Algo debí hacer en otra vida para merecerme semejante castigo. Tendría que haber aceptado la propuesta del Ministerio y ahora no estaría aquí atrapada en un grupo de rehabilitación con Malfoy.
–Hay que estar en las duras y en las maduras – Rio Ginny pinchando a su amiga – Además, a lo mejor te sorprendes. Según el hechizo de McGonagall, sois compatibles.
– Somos compatibles – Rectificó, incluyéndola en la ecuación – Con Lovegood, Nott y Zabini pienso que es un error del cáliz, pero en el caso de Malfoy es una tragedia – Le contradijo rápidamente.
– Hmm, huelo tu miedo – Aseguró socarrona la pelirroja.
– ¿Miedo de ese rubio oxigenado con ideales racistas? – Siseó la castaña – Miedo es estar en la esquina de la ducha mientras el agua sale helada. Eso sí que es terrorífico.
– Seremos tú y yo contra el mundo – Dijo guiñándole un ojo a Hermione.
– No sé si eso me consuela – Bufó.
– Odiemos personas juntas – Volvió a intentarlo la pelirroja sonriendo.
– No entiendo porque estás tan feliz. Vamos directas a un nido de serpientes, donde nuestra única posible aliada es una bruja que habla con animales inexistentes y su intensa mirada incomoda en igual o más medida que la de Nott – Dijo frustrada la Gryffindor provocando que su compañera solo riera con más fuerza – Ya estoy estresada y ni si quiera han empezado las consultas – De pronto, levantó la cabeza y miró con impotencia a Ginny – ¿Cómo se lo diremos a Harry y Ron? – La pelirroja volvió a encogerse de hombros pero en ningún momento perdió la sonrisa – ¡Para de una vez!, me estás exasperando – Pidió masajeándose las sienes.
– Si encuentras difícil reír por ti misma, estaré feliz de hacerlo por ti – Ofreció Ginny burlona.
Sin pensarlo si quiera, Hermione sacó su varita y apuntando a la pelirroja, conjuró un 'silencio' que cabreó en desmesura a la chica. Pero al menos ya no se oía su risa.
– Este grupo de terapia va a ser un calvario – Moduló para sí la castaña cubriéndose con las manos el rostro de pura frustración.
Continuará…
¡Hola chicas! ¿Cómo están? :D
Ya estoy de nuevo por aquí, más tarde de lo que pensaba, pero mejor tarde que nunca, ¿no?
Os traigo la nueva trama que os prometí al acabar 'La chica del pañuelo verde'. Este primer capítulo es meramente introductorio, para situarlas en la historia y que sepan cómo se va a desarrollar. Pretendo que los capítulos sean de las consultas y de algunas situaciones que se irán dando en el castillo. Tuve problemas a la hora de elegir un título, pero después de ver la película 'Relatos Salvajes', pensé que sería un buen nombre para lo que tengo planeado. Seguirá un hilo cómico y romántico, ¡espero no defraudar!.
¿Qué les parece la idea?, ¿quién habrá hecho trampa para que estos seis quedaran juntos en un mismo grupo?, ¿qué creéis que pasará cuando visiten al psicólogo?, ¿volverán muy loco al pobre psicólogo muggle?. Como ya intuiréis, vamos a tener romance de mis tres parejas favoritas :3
¡Espero todas vuestras opiniones y conjeturas mientras me muerdo las uñas de los nervios!
Eishel Panakos
PD: Fanfiction está fallando muchísimo últimamente, y aunque pongaçis la historia en alerta, puede que no os llegue la notificación de actualización o incluso, que ni si quiera aparezca que he actualizado el fic en los filters... así que hasta que se solucione el problema, estén atentas a mi perfil, porque pronto subiré el segundo capítulo, ¡para que no se pierdan ninguna actualización! ;)
PD1: cree un Facebook donde podrán encontrarme por el nombre de Eishel Panakos, aun no tengo muy claro que haré por allí, pero ahora en un principio, lo utilizaré para avisar de las publicaciones, viendo que Fanfiction no se arregla.
