Una mañana más; después de dormir cuarenta minutos y de despertar con la cabeza rota y la nariz llena de sangre seca el sol te recuerda que hay otro día por delante; me giro en la cama para dar un trago de agua, pero no puedo llegar al otro lado de la cama; alguien duerme a mi lado. El tacto de la piel de una espalda me recuerda quién duerme a mi lado.
Anoche... Uffff, difícil olvidar lo de anoche. Empiezo a recordarlo y me doy cuenta de que empiezo a tener una erección algo descontrolada; y me doy cuenta con algo de miedo de que mi miembro empieza a rozar contra tu culo mientras tú aún duermes. Trato de no moverme para no hacer más evidente la situación, pero tú te estiras para desperezarte y echas un brazo hacia atrás, buscándome. Agarro tu mano y la pongo sobre mi cadera, mientras acerco mi polla hacia ti, que pareces notarlo y a doblarte un poco, incrementando el roce entre nuestros sexos.
- Esto es un despertar agradable, ¿no? - te pregunto.
- Usted me está acosando, señor - me respondes.
Yo paso un brazo por encima de tu cuerpo, acariciando tus pechos. Toco tus pezones con los dedos, pellizcándolos y cogiendo entre mis manos todo lo que cabe. Tú mueves tus manos sobre mi cadera, tocándome el culo a veces y echando la mano hacia adelante para tocar mi entrepierna, acariciarla y guiarla a veces hacia ti. En un momento me arrimo bien y te susurro al oído que separes tus piernas; tú me obedeces. Te tengo ante mí, de espaldas, abierta y esperándome.
Acaricio tu rajita con mi mano, notando cómo se humedece. Me acerco más y noto cómo agarras mi pene y lo acercas a tu sexo, inclinándote hacia mí. Pongo una mano en tu muslo y en una embestida te penetro; tú gimes fuerte y me dices que tenga cuidado, pero me agarras el culo con fuerza. Yo te lamo la oreja mientras empiezo a dar caderazos, tú gimiendo y moviendo la cadera para sentir mejor los golpes dentro de ti; yo, con una mano en tu pubis y otra en tus pechos; la cama, crujiendo salvajemente, y los gemidos cada vez a más volumen.
- ¿Te gusta así? - te pregunto
- Diosssss... eres un bestia... sí, sigue... - me contestas.
Nuestros cuerpos sudorosos acabaron separándose, ambos extasiados y respirando con dificultad. Tú te levantas para limpiarte y yo me acerco a ti, te beso, acaricio tu culo y me marcho hacia el baño.
Cuando he acabado de empaparme el pelo en el lavabo te acercas a mí y señalas con un gesto de la cabeza la ducha. Yo me meto dentro y abro el agua, esperando tu reacción. Tú te metes dentro y te agachas, acariciando mi polla, poniéndola dura y lamiéndola. El agua cae sobre tu cabeza y sobre mi cuerpo, te levantas y nos abrazamos bajo el chorro; mis manos en tu culo, tus manos en mi espalda, mi pene clavándose en tu cuerpo. Te doy la vuelta y tú te agachas, apoyándote en la pared. Yo cojo la ducha y empiezo a darte con ella entre las piernas, notando como el agua a presión estremece tu sexo, tu culito. Empiezo a pasar mis dedos por tu sexo empapado, a penetrar con ellos tu rajita, a tocar tu clítoris, a rodear tu culito. Cuelgo la ducha otra vez y, mientras el agua cae sobre mi cabeza y tu espalda, te agarro por los hombros y te penetro de forma un tanto brusca, algo que te hace gritar de placer. En esta postura puedo agarrar tus tetas mientras te follo, tú me dices que siga, yo te acaricio la espalda y las piernas, y en algún momento acaricio tu culo, incluso meto un dedo en él aprovechando que está empapado de agua de los fluidos cercanos. Tú te separas y te das la vuelta, yo te aprieto contra la esquina, levantas una pierna mientras me besas, yo te aprieto fuerte contra la pared y tú me agarras la polla para guiarla a tu sexo. Termino de follarte contra la pared, tu cara gimiendo contra la mía, tu cuerpo temblando, tu sexo humedecido tus manos recorriendo mi cuerpo.
Terminamos. Estamos delante de la mesa de la cocina, desnudos, mirándonos con timidez.
- ¿Te ha gustado? - te pregunto
- Bueno, ya te dije que si "eso" pasó en el local, lo de tu casa sería para recordarlo.
- Sueles tener razón en estas cosas...
Y ahí delante mía, estaba la chica más maravillosa que he conocido, y de la que jamás pensé enamorarme. Con un cabello fuego, que desataba mi pasión y me hacía perder la locura.
- ¿Draco?
- Dime
- Te quiero – dijistes sonrojándote. Sonreí, como nunca pensé hacerlo, de forma sincera. Me levanté y me acerqué a ella. La besé dulcemente y la susurre.
- Y yo a ti, Virginia, y yo a ti.
