Era extraño en él, en esos momentos de su vida, fijarse en alguna chica.

Alma había fallecido hace un año, y aunque seguía sintiendo que ella seguía a su lado no podía evitar, de vez en cuando -mientras practicaba en el club de kendo- distraerse por milésimas de segundo y ver a la novia del actual líder del club que iba a verlos practicar. Era alta, de pelo largo y castaño, y un par de profundos ojos azules que bien podían competir con el azul de su propio pelo. Siempre con una sonrisa en el rostro, ya sea de felicidad pura o porque sabía que siempre lograría captar la atención de muchos más que su novio en aquel lugar. Porque para nadie, absolutamente nadie, podía pasar desapercibida. Era un crimen. Y como persona disciplinada que era, él no podía cometer tal falta de respeto.

Pero solo por milésimas de segundo.

Después todo volvía la normalidad.

Porque ella era la novia del líder del club de kendo. Y él seguía guardando luto por su adorada Alma.