Disclaimer: Todo lo que reconozcas pertenece a Suzanne Collins.

Este fic participa del reto "Drabbles, drabbles y más drabbles" del foro Multifandom is the new Black


Como marionetas

–¿Le ha quedado claro entonces, señorita Mason?

Johanna miró al presidente Snow fijamente, con los ojos muy abiertos. Después de todo lo que había luchado, después de lo que había tenido que hacer para sobrevivir a esos juegos, le exigían aquello. Le pedían que "entretuviera" a señores distinguidos del Capitolio, que se vendiera a ellos, que se comportara como lo que muchos creían que era: un mono de circo, una atracción de la que disfrutar cuando ellos quisieran. Le habían prometido una vida llena de riquezas, sin problemas; le habían dicho que se había convertido en una heroína y que jamás tendría que preocuparse por nada. Y ahora le venían con estas.

–¿Señorita Mason?

El presidente Snow le dedicaba una mirada exasperada y amenazadora. No entendía por qué esa chica no había aceptado ya, como el resto de vencedores ya había hecho. ¿Acaso no le tenía miedo? ¿No se daba cuenta de que él no tendría ningún reparo en acabar con ella y todo lo que quería? Todos los años mandaba matar a 23 niños de entre 12 y 18 años, ¿de verdad esa niñita creía que tendría reparos en acabar con ella o hacer de su vida un infierno? Puede que los vencedores gozaran de cierto prestigio y que fuera un poco más difícil deshacerse de ellos, pero todos los días había accidentes.

–No –murmuró.

–¿Disculpe?

–No quiero –repitió, subiendo la voz y mirándolo directamente a los ojos, reuniendo todo el valor que fue capaz. Había ganado los Juegos, podía enfrentarse a ese hombre–. Lo siento, presidente Snow, pero no pienso hacer eso.

–Señorita Mason, no le estaba preguntando su opinión. Va a hacer esto lo quiera o no. Es usted una vencedora y debe actuar como tal.

–No voy a dejar que nadie me utilice.

–¿De verdad creo que no la han utilizado ya? ¿Cree que ha sido algo más que un arma del Capitolio durante los Juegos?

–Cállese. Luché por mi vida, no por su Capitolio.

–Los rebeldes lo pagan caro, señorita Mason.

–¿Y qué van a hacerme? ¿Volver a encerrarme en la Arena? –Negó con la cabeza–. No voy a ser una marioneta.

Johanna salió rápidamente del despacho de aquel hombre y se dirigió hacia la estación, donde un tren en dirección al distrito 7 la estaba esperando. No sabía entonces que, cuando llegara a casa, no quedaría nada de su hogar. Su casa estaba calcinada y toda su familia muerta. «Un terrible accidente», le dijeron los Agentes de la Paz, pero ella sabía la verdad.

Esperó hasta estar sola para poder llorar sus muertes, para culparse por ello. Jamás olvidaría lo que había pasado aquel día y, en ese mismo instante, se juró que haría lo que fuera por acabar con Snow y su sistema.

El presidente, mientras tanto, reía en su despacho.

–Al final todos actuarán como marionetas si no quieren sufrir las consecuencias.