Notas del Autor:

Esto es AU. Es un universo paralelo, no el universo original de Yu Yu Hakusho.

La pareja principal es Yuusuke (mini-gangster) y Hiei (pirómano). Hay más parejas.

NO es un fic Heterosexual. Puede que coloque algunas parejas heterosexuales, o pistas de que hay esas parejas, pero la pareja principal es Yaoi, aunque, ya que no hay escenas puramente 'yaoi' planeadas, es más bien shonen-ai.

En cuanto a advertencias, esta la posibilidad de que cambie de clasificación T a M. También, Muerte de personajes, y la casi segura aparición de Personajes Originales.


Capítulo Uno
Pasando Penas

Yuusuke Urameshi, dieciséis años, busca pleitos, luchador invicto de los alrededores, terco e insensible, de algún modo novio de Keiko Yukimura. Así es como lo recordarían todos. Causa de muerte, caída suicida desde el techo del edificio escolar uno, a la altura de cinco pisos sobre el piso pavimentado. El estrés de la escuela, el tener una madre drogadicta y un padre que casi nunca estaba en casa, y el vivir teniendo problemas con la sociedad entera, además de los rumores de rompimiento que empezaban a presionar su relación con su novia, seguro darían una buena excusa.

No harían que su cuerpo desparramado en el piso, sobre una piscina de sangre, se vieran menos dramáticos, o más justificados.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del chico, mientras soltaba una bocanada de aire al cielo. Se encontraba apoyado contra la puerta que daba entrada al techo, observando el punto de donde saltaría en unos minutos, completamente relajado por lo que iba a hacer al terminarse el palito de cáncer.

Urameshi no era un cobarde, no temía a la muerte. Sin nada más que hacer en este mundo, lo mejor era dejar su marca en la escuela. Cuando todos se dirigiesen a la entrada, tendrían que ver el sitio exacto donde un problemático chico se había estrellado, de cabeza, contra el piso. Ya podía ver los rostros tristes, espantados, o fascinados de los que ingresaban al primer año en esta escuela. Los susurros, y los constantes recordatorios de su nombre. ¡Tal vez incluso le harían alguna leyenda de maldición!

A las seis de la tarde del día seis del sexto mes, si miras fijamente al techo, justo sobre ese punto, puedes ver a un chico de cabellos obscuros, vestido completamente de blanco, exhalando humo y mirándote con fríos ojos. Deberás ver al chico saltar del techo sin apartar la mirada, y verlo impactarse en el suelo, o él vendrá por ti y te asfixiara como él se asfixió con el viento en el rostro, y romperá tu cráneo con sus frías manos...

Si. Eso sería genial. Esperaba que a alguien se le ocurriera algo por el estilo, o escoger esta fecha y esta hora, y esperar por tanto tiempo, no tendría ningún sentido.

Dejó caer el cigarrillo al piso, pisándolo suavemente con la suela del zapato para extinguir la pequeña llama dentro. Se acercó lentamente a la orilla, tarareando felizmente. Se palpó el bolsillo, comprobando que la nota (Al principio leía: "Querida Keiko:") siguiera en su lugar. La encontrarían en su autopsia, cuando le quitaran la ropa y la examinaran y guardaran. Sabrían quien era Keiko después de un poco de investigación.

Tomó un respiro profundo, sintiendo el vértigo excitándole cada pulgada del cuerpo mientras veía la altura. Nadie, incluso si notaban donde estaba parado, se molestaría en pensar que haría lo que haría. Una razón era que a pocos le importaba el bienestar de un mini-gangster como Yuusuke, y la otra razón se refería al hecho de que Yuusuke ya los había acostumbrado a verle ahí, parándose en el mismo punto durante cada almuerzo por más de un mes. No tenían motivo de sospecha, incluso cuando el pandillero se acercaba aún más a la orilla.

Sonrió una sonrisa entre entretenida y triste, con el ceño ligeramente fruncido; empezando a hacer una cuenta regresiva del número 15 al cero, cerró los ojos.

Quince... catorce... trece...

La suave brisa en su rostro le daba una sensación de paz que sabía duraría poco. No iría al cielo, pero estaba seguro que el infierno lo admitiría.

...diez... nueve... ocho...

Otro respiro profundo de su parte, disfrutando los últimos momentos de vida.

...seis... cinco... cuatro...—

"¡Fuego!" El aterrado grito hizo a Yuusuke abrir los ojos, ceño más marcadamente fruncido.

¿Fuego¿Dónde? Miró alrededor, y no después de mucho encontró el origen. Justo varios metros frente a él, en el edificio tres, de una ventana cerrada venía un brillo profundamente rojo y dorado, el indiscutible fuego que amenazaba con robar la atención de la futura muerte de Yuusuke. Era en una de las aulas vacías que a veces usaban los rechazados para fumar, o los cerebritos para estudiar. Yuusuke se había besado ahí con una chica (no Keiko, pero un arma para ponerla celosa).

Gruñó desde el fondo de la garganta, ojos medio cerrados en una mirada fulminante. El fuego estaba solo a tres aulas de el laboratorio de Química. Eso seguro llamaría la atención de los maestros, quienes ignorarían su cadáver sangriento en el piso para salvar las vidas de los estudiantes que quedasen cerca de el volátil sitio. Sin mencionar que los alumnos tratarían de alejarse de la escuela.

Su muerte debía ser totalmente pública, un show. Quería testigos y gente arremolinándose a su alrededor, mientras los maestros trataban de alejarlos del cadáver.

Maldito incendio accidental...

"¡Jaganshi sigue dentro!"

Se quedó perplejo ante aquel grito, tan aterrorizado como el de advertencia. Claro, era de esperarse.

Hiei Jaganshi tenía sus fanáticas, a pesar de ser un nocivo depresivo y un antisocial. Creían que su actitud distante era bastante atractiva, aunque cuando intentaban acercársele terminaban huyendo. Su hermana gemela no se parecía a él en nada, ni en la actitud ni en el cuerpo. Era tan pequeña como él, si, pero ella era una santa comparada con el voluble Hiei, enviada al extranjero a una escuela privada para señoritas. Las malas vibras de Jaganshi habían aumentado desde entonces. Perder a un miembro tan querido de su familia si que lo había afectado. Fue poco después de el suceso en que Yuusuke lo encontró por casualidad en una calle vacía... quemando cosas.

Sus ojos se achicaron de nuevo, y mostró los dientes al gruñir una vez más.

"Mierda contigo, Jaganshi." Mascullo. Dudaba que el maldito pirómano estuviese en un incendio por accidente. Si estaba tratando de llamar la atención, lo estaba logrando.

Cruzó los brazos, tratando de ver a través de las cortinas quemándose a la figura del pequeño chico que siempre vestía de negro. Avistó solo un poco de el tono, pero podía ver que el chico estaba parado y no tirado en el piso o tratando de escapar del cuarto.

Maldito, pensó Yuusuke, haciéndose para atrás.

Hiei le había robado la atención, pero no iba a enfocarla en sí mismo aún más al suicidarse en un incendio. Yuusuke no lo permitiría. ¡Era simplemente inaceptable! Él era quien debía morir aquel día de otoño tan fresco, no el enano del demonio, el vil, deprimente, escuálido chamaco.

Se enfocó completamente en la ventana de donde provenía el fuego, agachándose ligeramente en posición de corredor, en el lado opuesto del techo. Con un pequeño grito de decisión, comenzó a correr. Al llegar al borde del techo, plantó un pié firmemente en la orilla, y se impulsó hacia delante. Se sintió satisfecho mientras, al avanzar por el aire como en cámara lenta, las miradas de algunos se desviaban de la ventana y hacia el objeto que avanzaba hacia la misma.

Una de las pocas cosas de lo que podía estar orgulloso era de su habilidad física. Superaba con creces a la de una persona común y saludable; un salto como este, aunque peligroso, era algo que podía lograr. Estaba totalmente seguro. No había contado con que la ventana estuviese cerrada, pero fue lo suficientemente rápido para cubrir su rostro y colocar sus piernas por delante, rompiendo el vidrio (gracias a Dios por la tacañería de la escuela al poner ventanas tan delgadas) con los pies y aterrizando lo más seguramente posible al rodar por el suelo.

El calor abrasivo le rodeó el cuerpo al instante, y tembló cuando un escalofrío de horror le pasó por el cuerpo. Era aterrador pasar de una fresca tarde a un rojo infierno. Abrió los ojos y bajó los brazos, rápidamente palpando su antebrazo derecho para acabar con una pequeña llama que se le colgaba a las ropas.

Miró alrededor. Jaganshi había girado al oír la ventana quebrándose, y dirigió a Yuusuke una mirada de sorpresa absoluta que Yuusuke tuvo que regresar. Desde el techo del otro edificio no lo había visto, pero ahora que la imagen de Jaganshi era tan clara, podía ver su cuerpo perfectamente. Su torso estaba cubierto por llamas, o al menos sus ropas, y su pierna derecha también. Era inexplicable que el chico no estuviera en el piso o corriendo alrededor, gritando de dolor ante las quemaduras que seguramente estaba obteniendo.

"¡Idiota!" Dijo Yuusuke finalmente, saliendo de su estupor para embestir a Hiei y llevarlo consigo al piso. Comenzó a rodar con él, deteniéndose a momentos para quitarse fuego de encima y golpear a Jaganshi tan suavemente como lo dejaba su enojo para apaciguar el fuego. De puro milagro logró deshacerse de la flama que seguro le había dejado quemaduras graves al chico en alguna parte, viendo como su ropa estaba tan chamuscada.

Yuusuke no se detuvo a verificar, levantándose rápidamente y agarrando al chico más bajito, lanzándolo con un brusco movimiento sobre su hombro. El pequeño comenzó a patear entonces, algo que no había hecho mientras Yuusuke lo rodaba por el piso. Probablemente porque había estado demasiado sorprendido por su mera presencia para hacer algo al respecto. Además, Yuusuke era más pesado, así que intentar quitárselo de encima sería contra-productivo.

"¿¡Que demonios haces!?" Rugió, pateando y dando rodillazos a su pecho mientras golpeaba débilmente la espalda de el chico. Yuusuke no estaba seguro si eso era señal de que realmente estaba endeble y lastimado, o si era normal. No consideraba que el chico pudiese tener mucha fuerza, con ese tamaño. "¡Bájame ahora mismo!"

"Cierra el pico, Jaganshi." Masculló Yuusuke, sintiéndose temblar con el calor que le presionaba el pecho y el humo que advertía con dejarle daño en los pulmones si seguía respirando. "O le diré a todos que iniciaste el fuego tú mismo." Gruñó, alcanzando la puerta con algo de dificultad, al pasar alrededor de escritorios quemándose y de escombro que ya caía del techo. Era peligroso, ya que estaban en el cuarto piso, y lo que estuviese en el salón sobre este podría caerles encima.

Por suerte, el peso extra que Jaganshi le ponía al luchar en contra de Yuusuke se había calmado ante la amenaza. Por mucho que quisiera morir, parecía que no pasaría hoy, y seguramente Jaganshi no deseaba ir a la correccional. Ser un buscapleitos como Yuusuke era una cosa, pero él nunca había matado a nadie, como este incendio podría.

Pateó la puerta, que cedió fácilmente, y se tropezó un poco al salir. Caminó tambaleante lo más lejos que pudo (hasta el piso inferior, justo dando el primer paso fuera de las escaleras) antes de desplomarse al piso, tosiendo fuertemente con Jaganshi en su espalda, inútilmente yaciendo ahí, como Yuusuke

"Oye, Jaganshi..." Yuusuke llamó, frunciendo el ceño y batallando hasta que se lo quitó de encima, logrando que quedara con el torso ardiente en su regazo y la cabeza colgando ligeramente.

Se dio cuenta frustradamente de que el pequeño se había desmayado. Gruñó de nuevo, y se dejó caer al piso. Lejanamente oía el chillido de las sirenas que señalaban la llegada de los bomberos. Malditos retardados. No habrían llegado para salvar al voluntariamente chamuscado chico que intentó suicidarse. Que cansancio... Pensó.

Todo sería más fácil si este maldito mocoso sobre sus piernas hubiese elegido otro día para matarse. ¿Por qué hoy?

Oh, bien...

Yuusuke cerró los ojos, el ruido de ambulancias llegando a sus oídos mientras comenzaba a desfallecer. Esto al menos le daría una noche gratis en el hospital, con comida medio decente y aire acondicionado...