Estoy segura de que digáis lo que digáis, vosotr s también han sentido deseos de cambiar la historia; que no hubieran muerto los que murieron, que murieran algunos que han quedado vivos. Estoy segura que por mucho que os hayan gustado las novelas, hay algunas cosas que cada vez que las leemos, hemos querido que algo sucediera diferente.

Hola todos, soy 3BYhancock (por one piece no por la película) y nunca he escrito un fic de HP, mucho menos lo que llaman "Slash" (en la sección de anime le decimos yaoi) así que no seáis rud s conmigo por favor.

Bien, ésta es mi versión Drarry y sin tragedia de la historia que todos conocemos y amamos; espero os guste. Es más bien experimental, si pega le sigo.

Me he saltado los capítulos que no me sirven para la trama y que vosotros ya conocéis bien. Sin mas "choro" que decir comienza:

Todo lo relacionado con Harry Potter (personajes, lugares, etc) son propiedad de J.K. Rowling no míos.

Este es un fic slash (relaciones chicoxchico) aunque supongo que ya lo sabéis porque casi todos los fics de por aquí lo son.


Harry Potter y la piedra Filosofal

o

Draco Malfoy y el pasillo del tercer piso

Capítulo 1: EL callejón Diagon o En la tienda de túnicas

Harry se había despertado con la impresión de que todo lo acontecido días anteriores había sido sólo un sueño, un sueño hermoso cabía decir. Su felicidad fue grande cuando descubrió que todo había sido tan real como lo duro del suelo, y lo pesado de la capa que lo cubría. Era un día hermoso, considerando la tormenta que había caído sobre ellos la noche anterior, en la pequeña cabaña en la que tío Vernon había intentado resguardarlos de las misteriosas cartas que nadie sabía quién le enviaba a Harry. Pero todo había sido en vano, ya que la noche anterior el guardián de llaves de Hogwarts había llegado con una carta y un pastel de cumpleaños para él, además de la verdadera historia de la muerte de sus padres y la maravillosa noticia de que él, Harry Potter, era un mago, y no cualquier mago, sino el que había hecho desaparecer —aunque nadie sabía cómo— al mago más poderoso y malo de todos los tiempos: Lord Voldemort; el cual había intentado matarlo después de haber acabado con sus padres pero no logrando hacerle más daño que una pequeña cicatriz con forma de rayo en la frente; después de lo cual desapareció sin dejar rastro.

Pensaba en la naturaleza de su suerte y en lo maravilloso que era todo, mientras dejaba entrar a la lechuza que lo había despertado tocando la ventana. Cuando en animal estuvo dentro y hubo dejado el periódico que llevaba en algún lado, se dispuso a atacar el abrigo de Hagrid —el guardián de llaves— lo cual trató de impedir sin éxito.

—No hagas eso —intentó decirle a la lechuza que decidió amenazarlo con morderlo también— ¡Hagrid! Aquí hay una lechuza.

—Págale —fue todo lo que el gigante se dignó en responderle desde el sofá donde se había dormido.

—¿Qué?

—Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos

Después de buscar y haberle pagado a la lechuza, Harry se enteró de que sus padres le habían dejado una cuenta en Gringotts —el banco mágico— con el que podría pagar su material del colegio —ya que tío Vernon no tenía intenciones de apoyarlo— al cual irían ese mismo día después de desayunar algunas salchichas que Hagrid llevaba.

Después de comer se subieron al bote que los Dursley habían usado para llegar a la cabaña a medio mar donde habían pasado la noche, y Harry se enteró de que existía un Ministerio de Magia y que existían dragones y que a Hagrid le habría encantado tener uno desde que era un niño. Caminaron por las calles —llamando mucho la atención a causa del tamaño de Hagrid— ya que tenían que llegar a Londres para poder comprar sus cosas.

—¿Todavía tienes tu carta Harry? —Le preguntó Hagrid que se disponía a tejer en el metro— Bien, hay una lista con todo lo que necesitarás este curso.

Leyó la clase de cosas que necesitaría "calderos, varitas, guantes de piel de dragón, libros de hechizos"

—¿Podemos encontrar todo eso en Londres? —se preguntó Harry en voz alta

—Si sabes a donde ir —fue la respuesta del gigante.

Llegaron a un extraño y destartalado lugar aparentemente invisible para los muggles llamado "El Caldero Chorreante" donde Harry fue presentado finalmente a la sociedad mágica; para su incomodidad, fue recibido con saludos de admiración que algunos —como una tal Doris— tuvieron el descaro de repetir. Cuando finalmente lo dejaron salir de allí —después de conocer a un excéntrico profesor tartamudo que le enseñaría en Hogwarts— pudo ir libremente a comprar sus cosas.

Salieron a la parte de atrás de la taberna, ante ellos había una pared de ladrillos que, después de que Hagrid golpeara con su paraguas rosa en ella, se abrió dejándole ver el lugar más fascinante que había visto en toda su vida. Había tiendas por todos lados, tiendas que ofrecían a los transeúntes las cosas mas extrañas cuya utilidad Harry no pudo determinar; el chico se moría por entrar en ellas pero…

—La primera parada es Gringotts —había dicho Hagrid

El banco mágico era tan fascinante como el resto del callejón, con sus pasillos de mármol y los túneles subterráneos recorridos con carritos guiados por nadie. Fueron a la cámara de Harry, donde de sorprendió al encontrar una pequeña fortuna para él solo, ¡tenía dinero! Mucho más del que Duddley tendría en toda su vida. Guardaron un poco en la bolsa y se dirigieron a otra cámara, una cámara de máxima seguridad; de ella, Hagrid sacó un paquetito envuelto en un arrugado papel marrón y le pidió a Harry que guardara el secreto. No hacía falta ser un genio para saberlo, el paquetito era algo sumamente importante.

Hagrid envió al chico a comprar sus túnicas del colegio solo mientras él iba tomarse algo al caldero chorreante. Entró algo nervioso al local, la dueña salió a recibirlo y le llevó a un lugar donde había otro chico de su edad probándose una túnica justo en ese momento.

Lo primero que pensó Harry fue lo desaliñado que se veía al lado de ese chico bien vestido y peinado, luego se fijó en lo elegante que le hacían ver sus cabellos rubios y ojos grises adornando su frio rostro. Trató de no pensar en sus vaqueros rotos mientras el chico se dignó a dirigirle la palabra.


Ese día había despertado tarde como siempre en vacaciones. Dio varias vueltas en su sedosa cama antes de levantarse y vestirse apropiadamente. Cuando bajó a desayunar, encontró a sus padres ya sentados esperándolo.

—Buenos días padre, madre —saludó con educación mientras se sentaba a la mesa.

—Buen día Draco, querido —devolvió su madre con cariño— ¿has dormido bien?

—Has llegado tarde —interrumpió su padre— tal vez tu madre te permita dormir de más, pero no debes llegar tarde al desayuno. Recuérdalo

—Sí, padre —cedió él para luego concentrarse en su comida.

—Hoy vamos a comprar tus cosas del colegio querido —le anunció su madre— estoy tan emocionada.

—Sólo es Hogwarts —dijo Lucius— debimos inscribirlo en Durmstrang.

Cuando terminaron de comer, Draco fue por ropa de salir y partieron rumbo al Callejón Diagon. Cuando llegaron fueron por algunos materiales de pociones además de las plumas y pergaminos. Luego su padre le dijo que fuera por sus túnicas mientras el compraba sus libros. Su madre se adelantó a ver las varitas.

Entró en la tienda, había ido ya varias veces y estaba acostumbrado a comprar solo. Pidió su ropa con tantas exigencias que le dijeron que tenía que esperar un poco más. Estaba probándose una túnica cuando apareció él. El chico más desaliñado que había visto en toda su vida, incluso más que esos pelirrojos que su padre le había enseñado hacía una semana. Llevaba ropa muggle demasiado grande para él, además de estar rota y las gafas remendadas. El cabello sumamente desordenado era de un color negro que contrastaba con su piel ligeramente bronceada. Sus ojos, que las gafas no ocultaban del todo, eran de un color verde esmeralda que lo dejó algo anonado un momento. Ese chico parecía la clase de persona que su padre le decía que evitara, sin embargo algo le impulsó a hacerlo.


—Hola —dijo el muchacho—. ¿También Hogwarts?

—Sí —respondió Harry.

—Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas —continuó el rubio, tenía una voz de aburrido—. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carrera. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera ¿Tú tienes escoba propia?

—No —respondió él.

—¿Juegas al menos al quidditch?

—No —dijo de nuevo Harry, cada vez más confundido.

—Yo sí. Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?

—No —cada vez se sentía más tonto.

—Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Yo creo que me iría, ¿no te parece?

—Mmm —no sabía que decir, no entendía nada de lo que le estaba diciendo el chico. Por alguna razón quería decir algo más interesante pero no sabía que.

—¡Oye, mira a ese hombre! —dijo de pronto el otro, señalando hacia la calle. Allí estaba Hagrid señalando unos helados y sonriendo.

—Ése es Hagrid —dijo Harry, contento de saber algo que el otro no—. Trabaja en Hogwarts.

—Oh —respondió el chico—, he oído hablar de él. Es una especie de sirviente, ¿no?

—Es el guardabosques —dijo Harry. Cada vez más molesto

—Sí, claro. He oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha. Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama.

—Yo creo que es estupendo —le respondió con frialdad.

—¿Eso crees? —le preguntó el rubio como burlándose—. ¿Por qué está aquí contigo? ¿Dónde están tus padres?

—Están muertos —ya quería irse de allí

—Oh, lo siento —no parecía cierto— Pero eran de nuestra clase, ¿no?

—Eran un mago y una bruja, si es eso a lo que te refieres

—Realmente creo que no deberían dejar entrar a los otros ¿no te parece? No son como nosotros, no los educaron para conocer nuestras costumbres. Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginarás. Yo creo que debería quedar todo en las familias de antiguos magos. Y a propósito, ¿cuál es tu apellido?

En ese momento regreso Madame Malkin a rescatarlo

—Ya está listo lo tuyo, guapo.

Se bajó del banquillo, tomó sus cosas y se dispuso a salir

—Bien, te veré en Hogwarts, supongo —fue lo último que escuchó del chico.

Estuvo deprimido durante un rato, algo que su experiencia comprando su varita no ayudó. Aún después de terminar sus compras y regresar al no. 4, no dejó de pensar en el rubio y en su conversación. Sentía que no le agradaba, pero no podía evitar desear saber algo más de él.

Mientras tanto en otro lado, en una lujosa mansión, el chico rubio jugaba con sus cosas nuevas y se preguntaba quién era ese misterioso chico de la tienda, se preguntaba si le había agradado, se preguntaba que secretos escondían esos brillantes ojos verdes detrás de esa ropa vieja y gafas remendadas.


Bueno, espero les haya gustado. Si quieren que lo termine coméntenme al menos un "si quiero".

Se que M es para adultos y que esta parece una historia de niños pero habrán más parejas mayorcitas con escenas algo más comprometedoras.

Un beso

Review?