Naruto © Masashi Kishimoto

nota: Republicado.

advertencia: ésto es pura joda


Tomato love


Era un día común y corriente en el mercado de Konoha.

Sasuke se encontraba haciendo su compra diaria de tomates.

Era un chico muy misterioso.

Seguramente era una de las razones por las que tenía locas a todas las chicas.

Locas.

Le lanzaron bragas en dos ocasiones mientras él caminaba por la calle, pero eso era algo que Sasuke prefería olvidar.

De todas maneras no viene al caso.

La cosa es que por muy misterioso que fuera, no era un secreto para nadie que a Sasuke le gustaban los tomates.

Los amaba.

Era bastante evidente ahora, mientras miraba con lujuria la fruta en cuestión. La sostenía en sus manos, inspeccionándola minuciosamente.

Era muy exigente con respecto a sus tomates.

El tomate perfecto debía ser jugoso pero no demasiado blando, casi se diría que un tomate tonificado.

Además, debía tener un ardiente color rojo.

Sí, ya sé que todos los tomates son rojos, pero el tomate perfecto de Sasuke debía ser uno muy sexy.

¿Qué? Es su fetiche, no mío.

Sasuke inspeccionaba los tomates uno por uno. Solo algunos afortunados iban a parar a su bolsa, los demás eran abandonados nuevamente sobre el montón, con un aura depresiva a su alrededor.

Pobrecitos.

Sasuke podía ser muy despiadado a veces.

Se disponía a marcharse cuando sus orbes negras se fijaron en un precioso ejemplar. Estaba entre un montoncito que él había pasado por alto.

Sasuke miraba al tomate, y el tomate posaba seductor para él con ese rojo ardiente de sus fantasías.

Estiró la mano, embobado, tenía que comprobar su dureza.

Pero cuando estuvo a punto de cogerlo, una pálida y delicada mano se le adelantó

Grosera y descaradamente.

Eso pareció despertarlo bruscamente de su sueño.

Lentamente, recorrió con la mirada todo el brazo del vulgar ladrón hasta dar con la cara de Hinata Hyuuga.

Ella lo saludó cordialmente y continuó con su labor, como si nada.

Sasuke observaba indignado cómo Hinata cogía alegremente los tomates y los metía sin miramientos en su bolsa.

Hm...Además de ladrona, no sabe escogerlos.

Dos minutos después, Hinata se dio cuenta del escrutinio al que era sometida.

Así de despistada era.

Ella bajó la mirada y sus mejillas se colorearon de rojo.

Sasuke la miraba ahora curioso. Era un bonito tono de rojo, pero no se comparaba con el tomate que ella le había robado.

Seguía siendo una vulgar ladrona.

Él arrugó la nariz mientras seguía observándola.

—¿U-uchiha-san?— Hinata deseaba fusionarse con los tomates o algo. Le avergonzaba que la miraran tanto.

El rojo de sus mejillas se extendió por toda su cara y cuello, y se intensificó.

Estúpida y sensualmente se intensificó.

Ahora era rojo ardiente.

Hinata se despidió con una reverencia torpe, pagó los tomates y se alejó del lugar con su sexy rubor.

No como el de su amada fruta, pero a Sasuke ya no podría importarle menos el maldito tomate.

Abandonó su bolsa, ahora llena de tomates desilusionados y deprimidos y se fue tras Hinata.

Tenía que comprobar su dureza.