Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto, Shonen Jump y Tokyo TV.

Yo solo uso su mundo para hacer disparates que me diviertan y diviertan a la gente.

Tú lees y sabes que es sin ánimos de lucro.

El Clan de los Cazadores de Lunas Rojas

{๏{Lau Ltima}๏}

Capítulo Uno

La justicia para el ajusticiador

Shisui Uchiha siempre pensó en sí mismo como un prototipo de juventud, experiencia y talento perfecto. La modestia no era una cualidad suya, y mucho menos del clan, nunca había mostrado sencillez cuando le alababan y no tenía pensado empezar en esos momentos, menos aún frente a un grupo de bestias sobre las cuales él tenía poder de terminar sus miserables vidas. Escuchó pacientemente cada palabra, cada oración vulgar en construcción gramatical que pretendía adularlo para lograr algo de misericordia, pero no funcionaría con él. Así como tampoco la estrategia para ganar tiempo hasta que la luna llena se alzara en el cielo. Simplemente era inconcebible que esos monstruos pensaran que era tan ingenuo como para caer en ese juego de labia.

La manada era pequeña, por eso había ido solo pero lo que le causó mucha extrañeza era que el número y edad de machos, demasiados jóvenes en edad fértil. En el grupo de ocho, solo había dos hembras, una demasiado vieja y otra demasiado niña. Ahí había algo extraño y esperaba descubrirlo en los inmediatos diez o quince minutos cuando mucho, pues tampoco era un suicida que dejaría a la noche llegar con tanto espécimen masculino que duplicaba su tamaño añadiendo fauces y garras.

Entrecerró los ojos, respiró profundo, acarició muy suavemente la culata de su pistola ahí frente a todos. Se generó un silencio irrompible como el acero mismo que daba forma a una estructura de refugio para aquellos infelices, ni siquiera debían de recurrir a su intelecto humano para saber lo que eso significaba, la niña se agazapó entre los brazos de la vieja.

Mientras Shisui contaba el tiempo transcurrido, el último rayo escarlata del sol se filtraba por entre los cristales rotos de las ventanas.

El joven sonrió con un gesto tétrico volviendo a abrir los ojos reflejando su creciente necesidad de sangre, tenía un gusto morboso por disparar justo cuando la transformación iniciaba, cuando el crujido de los huesos empezaba su desquician sinfonía y los alaridos de las bestias emergían de gargantas mutadas entremezclando ecos, gruñidos, las ropas rasgadas, los golpes contundentes contra todo o que se interpusiera en el camino.

Daban lástima.

Cientos de años de caminar sobre la tierra y su transformaciones seguían igual de grotescas, y más repulsión le causaba que no importaba cuán viejos fueran, al final no eran más que animales desagradables a los que había que frenar de una forma u otra.

Levantó el arma, disparó una vez, acertó en el hombro derecho de quién había estado hablando con él, por decir de alguna manera a la sarta de mierda con la que le estuvo mareando desde que llegara. Y el tiro en ese lugar nada tenía que ver con mala puntería, más bien era porque no quería matarle rápido, seis machos jóvenes, un cachorro y una vieja ciega. él podía darse el lujo de solo usar ocho balas para acabar con aquello, pero no era así cómo el hacía las cosas, él iba a usar un cartucho completo por cada uno. Su confiable y casi arquetípica desert eagle con expansor de tiro vibraba en su mano con cada disparo siempre en el mismo orden: hombro derecho, rodilla izquierda, hígado, pie derecho, pulmón izquierdo, muslo derecho y cabeza justamente entrando por el ojo, cualquiera estaba bien, pero solo por el ojo.

Los alaridos se intensificaron maldiciendo su nombre en ecos cavernosos y ya poco humanos, la mano que no disparaba tenía listo el siguiente cartucho para reemplazar apenas se hubiera terminado el primero que caería al suelo al mismo tiempo que el pesado cuerpo a medio transformar.

Realmente amaba su trabajo.

Estruendos, rugidos, gruñidos, el eco de las vogas a punto de caer…

Empezó a moverse fuera del alcance de la estructura en caso de que se cayera, incluso le dio el gusto a uno de ellos de hacerle creer que lo había tomado por sorpresa obligándolo a rodar por el suelo para alejarse. Después le dio el disparo correspondiente en el pulmón.

Cambio de cartucho, las garras grotescas, aún no definidas completamente pasaron cerca de su rostro pero ni siquiera pudieron dejarle sentir en la nariz el tacto áspero. Disparó en el ojo.

En algún momento solo quedaba la joven cría, la vieja a su lado se retorcía por la alergia mortal que le causaba la plata contaminando su sangre.

El metal siguió crujiendo.

—Siete balas para ti es un desperdicio, ahora que lo pienso.

La pequeña se retorcía más brutalmente que los adultos, su falta de peso no podía competir con la fuerza empleada durante el cambio, sus delgados brazos saltaban de un lado a otro sin poder afianzarse a nada, la cabeza iba atrás y adelante, chillaba más que gruñir y sus costillas expandiéndose asemejaban todo su torso a un gran corazón que palpitaba.

Shisui rió, la escena le pareció en demasía cómica, pensó incluso en dejarla acabar, nunca había visto un cachorro de esas cosas, principalmente porque ninguno que era mordido a esa edad, sobrevivía la primera luna, los mataba su propia transformación. Bajó la pistola, miraba embelesado el vello cubrir su piel poco a poco, un pelaje suave, color chocolate y dorado, golpeándose con todo, azotando su espalda contra el muro y luego irse de frente al suelo sin poner las manos que se retorcían en ángulos imposibles. Sangraba de la boca, los dientes de leche habían caído de sus encías dando paso a los colmillos, pequeños y muy blancos, pero demasiados par una boca tan pequeña que no terminaba de adaptar la forma del hocico, y se amontonaban, un pedazo de su lengua también salió despedido con un nuevo movimiento de la cabeza.

Su teléfono móvil empezó a sonar y se rompió su concentración al tomar la llamada, no sin antes dispararle en la cabeza de una buena vez.

— ¿Qué sucede?

— ¿Ya estás en la madriguera?

—Sí, de hecho acabo de darle al último.

—Explícame porque demonios entonces tengo dos llamadas de auxilio describiendo a un monstruo atacando un establo a medio kilómetro de donde tengo la señal de tu teléfono.

— ¿Medio kilómetro hacia dónde?

—Sur. Itachi va para allá, si no exageraron no solo es un alfa, podría ser un "doble especial"

—Para allá voy, ya decía que era muy raro, ninguno de estos era un macho alfa.

Dejó aquella bodega, la plata quemaría sus cuerpos hasta desaparecerlos por completo, así que no tenía porqué preocuparse porque hallaran los cadáveres, subió a su motocicleta y emprendió la marcha.

Fue sobre el muelle, pasando por otras bodegas desiertas en ese embarcadero abandonado que los pescadores ya no frecuentaban porque era el desagüe de las fábricas. El hipódromo estaba en esa ruta, entonces lo del establo cobraba sentido.

El lugar era tranquilo, y de cualquier forma era imposible no ver una enorme criatura peluda, color negro de ojos rojos. Estaba oscuro, la criatura ya lo había visto pero no hacía ademán de quererlo atacar, solo jadeaba, enseñaba sus dientes.

—No es bueno…— murmuró Shisui comprendiendo que si no lo había atacado era porque estaba… pensando…

Despacio acercó la mano al faro de la motocicleta para levantarlo e iluminar. La bestia se irguió sobre sus patas traseras recibiendo la luz sobre su cuerpo del que colgaban pedazos de piel, dejando entre ver carne putrefacta, algunos vendajes mugrientos.

—Doble especial…

Debió saltar para evitar que le cayera encima y rodó otro tramo para toma runa prudencial distancia, no obstante el otro ya se había girado lanzando las garras para rebanarle, las evadió por poco, pero ya estaba disparando sabiendo que era inútil la carga de plata, no era un licántropo ordinario, además de ser un monstruo sarnoso, daba la estúpida casualidad de que ya estaba muerto y su cuerpo reanimado no reaccionaba ni al dolor ni a la maldita alergia.

Había que quemarlo, y sus cenizas mezclarlas con sal.

Pero no tenía con qué incendiarlo y menos sal a la mano. Lo que en sí era más que nada su culpa ya que era obligatorio cargarla como "equipo básico".

Sabiendo que necesitaba esperar a Itachi que cargaba con todos esos artilugios, decidió hacer tiempo corriendo, si se mantenía en espacios pequeños no habría problema por la enorme diferencia de velocidades en las que él sin duda perdería en carrera a campo abierto.

Justo estaba por entrar al primer callejón formado por dos bodegas cuando la enorme criatura cayó al frente suyo abriendo su hocico a un tamaño descomunal.

Itachi frenó la motocicleta cuando descubrió la de Shisui en el piso con las luces encendidas. Bajó sacando una garrafa de la mochila del equipaje y su pistola en la otra. Escuchó el poderoso rugido y corrió hasta donde provenía.

Shisui estaba en el suelo, sangrando profusamente desde la cabeza. La bestia le miró y saltó sobre él, pero Itachi arrojó la garrafa y disparó incendiando, el líquido inflamado salpicó el enorme cuerpo y las llamas se abrazaron a su pelaje con rapidez. Itachi pasó de largo hasta donde su primo yacía agonizante con la mitad de su cara desgarrada.

—Shisui…

— ¿Eché todo a perder?

—Sí.

—Lo sabía, algo no me olía bien…— dijo con dificultad, luchando con el dolor.

—Sabías que no podías estar solo con el arma

—¿Qué importa ya? Anda Itachi, acaba con esto, hoy hay luna roja es cuestión de tiempo antes de que cambie…

Itachi asintió, levantó su pistola y disparó en la cabeza, la bala entrando por el único ojo que ún le quedaba, después lo arrastró hasta su motocicleta, usaría la gasolina para quemarlo, no había sido mordido por un lobo ordinario…

Miró a todos lados, donde debiera estar la hoguera con el asesino de su primo, no había nada, ni siquiera un cadáver.

Fin de capítulo uno

{๏{Lau Ltima}๏}