Disclaimer: Todo personaje pertenece a J.K. Rowling, ninguno es mio, solamente la historia. Espero que la disfruten ^^

Era una mañana particularmente fría en el castillo. El hombre de cabellos negros y piel blanquecina abrió lentamente sus ojos al contacto del aire gélido que se colaba por una ventana semiabierta de su dormitorio. Dio un bufido y se incorporó con la misma lentitud que se había despertado. Al acercarse a la ventana, los vellos de su cuerpo se tensaron por el frio, haciendo que aparecieran pequeños bultos donde antes estaban sus poros, recorriendo su espina dorsal que en ese momento se encontraba desprotegida, pues acostumbraba a dormir sin nada más que pantalones cortos de algodón. Empujó el cristal de la ventana haciendo que se cerrara de golpe. Pudo observar como pequeños copos de nieve se amontonaban en el alfeizar convirtiéndose en un colchón de hielo. ¿Nieve en esta época del año? – Pensó el hombre. Realmente era una mañana como no la había habido en mucho tiempo.

Se vistió con elegancia, como siempre lo hacía en el castillo. Abotonó una impecable camisa color negro sobre su pecho y se metió en un par de pantalones formales del mismo color. Se calzó un par de zapatos de cuero lustrados perfectamente y se cubrió con su gruesa capa de invierno, que ondeaba de manera imponente y grácil cuando su portador caminaba, y que le validaba el apodo de "murciélago de las mazmorras".

Aún era temprano, el desayuno no sería servido hasta dentro de dos horas. Eso quería decir que no había ningún chiquillo despreciable corriendo por ahí, o grupos de niñas chillando. Tenía los pasillos del castillo para él por unas horas, por lo que decidió que sería el momento ideal para dar un paseo por el lugar. Salió de las mazmorras sin preocuparse demasiado por guardar silencio, después de todo, estaba seguro de que él era el único despierto a esas horas. Efectivamente los pasillos estaban desiertos, y a excepción del eco de sus propios pasos y su capa rozando su ropa, no se escuchaba sonido alguno. Se encontraba tan a gusto, sin nadie que retara su autoridad, que lo cuestionara, que se empeñara en mantener una conversación con él. Solo, como a él le gustaba. Sus pasos lo llevaron hasta los pasillos exteriores del castillo, que daban a un gran jardín trasero, por los cuales se colaba la nieve formando pequeños montones de blancura en el suelo. La nieve caía en pequeños copos, moviéndose armoniosamente mientras a través de algunos de ellos se colaba la tímida luz del amanecer. Sin darse cuenta, una pequeña sonrisa curvó los labios del profesor de pociones. Era algo digno de ver, y es que un hombre como Snape, tan elegante y perfeccionista, sabía identificar la belleza y prestarle atención a las cosas hermosas.

Estaba disfrutando de la sutil danza de los copos de nieve cuando una figura que se movía en los jardines del palacio lo sacó de sus pensamientos. Al principio pensó que sería algún animal del bosque prohibido, pero por cómo se movía, dudó de su primera impresión. Se aceró un poco más para observar mejor, y se dio cuenta de que no era un animal, sino una persona. Y no cualquier persona, probablemente era un estudiante de Hogwarts, pues frente a él había un camino de huellas humanas que se dirigían hacia donde estaba la figura negra. La capa era fácil de ver entre tanta blancura, pero cuando se aceró a ver mejor quién era el loco que se aventuraba a salir a la nieve con tales temperaturas, pudo distinguir una cascada de cabello rizado y castaño que se asomaba sobre la capa sin protección alguna.

-Granger… -Dijo el hombre casi en un susurro. Aquella maraña de pelo era inconfundible para el profesor. La chica no se había percatado de que no estaba sola, y continuaba caminando pesadamente, tan rápido como sus piernas y el profundo mar de nieve le permitían. Con cada paso que daba, sus pies se hundían hasta las rodillas, pero no parecía importarle mucho. Estaba empeñada en alcanzar un rosal que se encontraba casi a veinte metros de distancia.

-¡Granger! – dijo el hombre, ahora casi gritando. - ¿Acaso está loca? ¡Salga de ahí inmediatamente!

La chica se paró en seco y palideció al distinguir la voz de quien la llamaba. Se dio la vuelta y sus temores se hicieron realidad: ahí estaba Snape, con su cara de autosuficiencia y desprecio que, Hermione estaba segura tenía reservada para ella. Dudó por un momento si moverse, ya estaba tan cerca, y haber caminado esa distancia no había sido nada fácil…

-¿Se puede saber por qué no se mueve? – Le gritó Snape con una voz cargada de sarcasmo - ¿Acaso espera que vaya hasta allá por usted?

Hermione abrió la boca para replicar algo, pero solo acertó a abrirla un poco sin emitir palabra y volver a cerrarla, casi como un pez fuera del agua. Snape rió de manera burlona.

-Vaya, veo que el gato le comió la lengua Granger. – Dijo, divertido. - Afortunadamente lo que necesita para salir de ahí son sus piernas y no sus palabras, así que muévase de una vez.

Estaba contra la espada y la pared, si no se regresaba corría el riesgo de que su profesor restara quién sabe cuántos puntos a Gryffindor y de obtener un castigo… Y si se regresaba ahora, tendría que esperar otro año completo para conseguir el ingrediente que le faltaba para la poción que estaba haciendo. En una decisión precipitada, le dio la espalda a su profesor y dio unos cuantos pasos torpes en dirección al rosal que estaba cada vez más cerca de ella. Si tan solo se acercaba un poco más, podría lanzar el hechizo accio y conseguir las espinas de aquella rosa tan rara…

-¿¡Qué cree que está haciendo Granger!? – Gritó Snape, colérico. Si algo no toleraba era que retaran su autoridad. - ¡Vuelva acá de inmediato! –Se adentró en la nieve, sin importarle mojar su ropa que llevaba tan impecable. -¡10 puntos menos para Gryffindor!.

Hermione ya estaba a unos cuantos pasos del rosal, y dijo muy bajo ¡Accio espinas del rosal!. Estas se desprendieron y fueron a dar en un pequeño frasco que estaba sujetando entre sus manos, lo cerró y lo guardó en el interior de su capa. Escuchó a sus espaldas los gritos del profesor de pociones, quien no se escuchaba precisamente feliz de verla. Bien, ahora sí que la he liado… pensó. De pronto tuvo una idea que en ese momento le pareció brillante. Apuntó su varita hacia sí misma.

-¡Desmaius! – Dijo casi en un susurro para que Snape no la escuchara.

La chica cayó de espaldas en el frio y suave colchón de nieve, ante los ojos atónitos y preocupados del hombre de cabello negro. Su corazón dio un vuelco, y aceleró el paso hacia la chica que ahora yacía tirada en medio del frio. Cuando llegó hacia ella, retiró los copos de nieve que caían sobre ella con un delicado movimiento de sus manos. Tomó su rostro entre sus manos y notó como sus mejillas estaban sonrosadas por el frio. Sus pestañas eran largas y se curvaban en un coqueto rizo castaño, al igual que los de su cabello. Su nariz pequeña y respingada era el complemento perfecto para aquellos labios carnosos y apetecibles que ahora se veían maltratados por el frio. El podría haberse quedado contemplándola todo el día, pero la chica ahora estaba inconsciente, y él debía hacer algo. Pero, ¿qué podría hacer? La Señora Pomfrey estaría dormida aún y no había manera de llevarla a la enfemería…

Al diablo – pensó Snape - ¿Acaso no soy un especialista en pociones? A lo mejor solo tiene una baja de defensas por el frio… - se dijo para consolarse. – será mejor que la lleve a mi despacho…

Y así lo hizo el hombre de cabellos negros. La tomó delicadamente en sus brazos, uno bajo sus piernas y el otro sosteniendo su espalda, para que la chica no cayera en ningún momento. Cuando se disponía a darse la vuelta, se fijó en el rosal. Una rosa azul con los pétalos congelados estaba en el centro de la mata, rodeada de pequeños botones de color morado que aún no reventaban. La diferencia de la rosa que había florecido con las demás era que no tenía ninguna espina en su tallo. Snape abrió los ojos con una expresión de sorpresa impropia de él. Miró con reproche a la joven.

-Ay, Granger – le dijo, consciente de que ella no lo escuchaba. - ¿A quién estás queriendo enamorar, chiquilla?

Se sonrió a sí mismo mientras caminaba de regreso al palacio. Granger era una joven muy hermosa, y no debería utilizar artimañas como una poción de amor para querer enamorar a alguien. A una chica como ella sólo le bastaría mover un poco las caderas o las pestañas para traer loco a cualquiera. Él lo sabía a la perfección, pues incluso él, un profesor quien se supone que no debe fijarse en esas cosas, había notado los cambios en el cuerpo de la ahora mujer que sostenía en sus brazos. Durante el año pasado, sus piernas habían dejado de ser dos palos delgados para verse torneadas en unas formas más femeninas, al igual que sus caderas y sus pechos. Incluso su cara había cambiado, y si bien aún conservaba una mirada inocente en sus ojos melados, por veces se dejaban ver ciertas expresiones maduras y felinas en el rostro de la joven. Sí, definitivamente, Granger podría traer loco a cualquiera, incluso a su profesor de pociones. Dio un largo suspiro mientras caminaba por las mazmorras. Ahora tenía a una de las muchachas más hermosas de Hogwarts en sus brazos, y él debía fingir que la odiaba.

Desde que comenzó a notar esos pensamientos inapropiados acerca de la chica, algunos años atrás, se había prometido a sí mismo tratarla con mayor frialdad que al resto de sus alumnos. Cuando ella lo miraba con sus ojos avellana, el se sentía morir en su interior. Era quizás la única persona que en todos esos años había logrado penetrar en su corazón, y eso era algo que Snape no podía permitir. No se podía dar el lujo de sentirse atraído por alguien, mucho menos por alguien mucho menor que él, aunque había que aceptarlo... nunca había visto a alguien tan inteligente y hermosa como Hermione Granger. Bueno, quizás alguien, hace mucho tiempo...

Flashback

-Sev,¡vamos! - dijo una chica pelirroja de ojos verdes a un chico delgado y pálido de cabello negro que caminaba lo más rápido que podía detrás de su animada amiga.

-V..voy lo más rápido que puedo, Lily - le respondió tímidamente. - Casi vas corriendo..

La pelirroja se paró a esperar a su amigo esbozando una cálida sonrisa. Estaba sonrosada por el calor de haber corrido.

-Tienes razón - le dijo tendiéndole una mano - vamos.

El joven Severus tomó la mano de su amiga y ésta echó a correr, casi arrastrando a su amigo tras de ella.

Fin flashback

Severus salió de una especie de trance en el que estaba cuando vio el rostro de la chica que tenía en sus brazos. Estaba lleno de calma, y esa calma se transmitió a su cuerpo como una ola de calor, casi sin querer.

Hola, jeje me presento... soy nueva en esta página y una gran fanática de la historia de J.K. Rowling en general..y me gusta mucho esta pareja en específico ^^ así que me decidí a hacer un fic sobre ellos, espero que me dejen reviews o comentarios, así continúo la historia.. :P y si tienen algun reclamo o sugerencia, todo será muy bienvenido, muchas gracias si leíste este capítulo, y posiblemente sepan más de mí ^^ quizás actualize dentro de unos días pues estoy de vacaciones por ahora. Muchos saludos a quien lea esto :D