LOCURA
Cap.1
El cielo se mostraba completamente nublado, amenazando con fuertes vientos que una tormenta se avecinaba a la ciudad y no tenía aspecto de culminar dentro de poco, lo cual formó una mueca de fastidio en aquel rostro tan pálido mientras que su mano permanecía en el volante y otra de éstas peinaba las hebras oscuras de su cabello
Odiaba los malditos días lluviosos…tenía la manía de ponerse melancólico y cansado en dichos momentos…era demasiado tedioso, y más por el destino al cual se dirigía ahora. Aquel lúgubre lugar y aquel espantoso clima hacían una pésima combinación.
Y para culminar su suerte…ese era el lugar en el cual trabajaba…
Las llantas de su convertible rojo sangre se embarraban con el lodo de aquel camino rural, pues para seguridad de las personas y los internados, mantenerlos a distancia de la sociedad era lo más correcto
Varios topes se cruzaron contra su camino, piedras y alimañas que intentaban refugiarse para no mojarse. Ningún ave estaba a la vista, todos los seres vivientes pertenecientes al bosque que había alrededor de aquella vereda se habían refugiado apenas escucharon el primer relámpago caer
Con aquel cambio climático tuvo que disminuir un poco la velocidad, llegando a su destino casi al doble de tiempo en lo que lo hubiese hecho en tiempo favorable
Un gran edificio se levantaba en frente de sus ojos permitiendo que toda su escultural figura se empapara, observándolo detenidamente. Era una estructura de gran tamaño de color arena con varias ventanas rectangulares y pequeñas en cada uno de los pisos de aquel lugar; en la entrada había una puerta de vidrio que se abría automáticamente por un sensor infrarrojo y adentro no se veía más que el color blanco tapizando todo.
Para algunos aquel color tan brillante podría traerles incluso desesperación, pero raramente, a la mayoría de los internados podía traerles paz…
Introdució una de sus manos a su pantalón mientras se dirigía al interior a paso lento, donde una mujer de largos cabellos rubios y ojos avellana le esperaba en la entrada, vestida con una falda larga blanca, medias del mismo color, una camisa negra de cuello de tortuga y una chaqueta blanca, además de un par de zapatos cerrados color negro, la cual sonreía muy suavemente mientras sostenía unos papeles entre sus brazos
-Buenos días, Doctor Anderson-saludó la joven mujer con una suave sonrisa, a lo que el recién llegado sonrió suavemente, aunque con algo de fastidio, por la que ella no pudo evitar el comentario-¿Fastidiado por la lluvia?
-Me conoce, doctora Lancraft-Ambos comenzaron a avanzar, mientras un joven de cabellos dorados algo cortos y ojos azules apareció en el camino de ambos doctores, pasándole una toalla al mayor
-Tome, es mejor que se seque doctor, o pescará un resfriado
El mayor tomó aquella toalla, retirando las gotas de agua que mojaban su cabello azabache y las que rodaban por su piel blanca, además de su camisa azul marino y su camisa negra, colocándose también la bata que le había pasado el joven muchacho
-Gracias Heiderich-kun. ¿Cómo van los reportes con la salud de los pacientes?-Comentó mientras iban paseando por los pasillos encontrándolo llenos de doctores y enfermeras que seguían cada quien con sus labores
-Al parecer, la mayoría se encuentra estable, los que necesitan medicamento ya les ha sido proporcionado, el tratamiento de igual manera…-explicaba la chica mientras repasaba los reportes que la gente le había dado
-¿En el área 121…?-cuestionó con naturalidad, a lo que la dama contestó con un suspiro largo
-Sigue rehusándose a comer, dormir o tomar su medicamento, señor…-murmuró ésta apenas con un hilillo de voz, a lo que él tan sólo bufó por lo bajo
-¿Sigue en la misma posición?-sus acompañantes asienten-¿repite las misma palabras?-asentimiento-¿Sus ojos siguen opacos?-otra afirmación.
Pronto llegaron a la oficina del doctor, tapizada de color arena con un escritorio en ésta y un gran ventanal, distinto al resto del edificio, un librero con varios libros acerca de medicina, un mueble individual y uno para dos personas, una mesita de caoba en medio y un sillón de cuero negro frente a su escritorio, en el cual tomó asiento y cruzó sus manos, recargando su barbilla sobre éstas
-No puedo creer que ese niño haya pasado más de 5 años sin comer o beber nada…es como si estuviese en coma. Pero sin ningún aparato conectado a su cuerpo que le permita sobrevivir…-murmuró mientras centraba sus ojos azulen en sus dos mejores ayudantes
Sus acompañantes tan sólo se mantuvieron en silencio al ver al doctor reflexionando ante el asunto…era un caso demasiado serio y no estaban seguros de poder solucionarlo
-Alguien… ¿ha intentado volver a entrar para atenderlo…?-Cerró sus ojos con suavidad, evitando moverse de la posición que había tomado
-Doctor, usted mismo ordenó tras el accidente que hubo con el ingreso de una joven enfermera a aquella área… que nadie más entrara en la habitación 121-repitió el ojicerúleo, captando la atención del mayor, quien tan sólo se colocó de pie, volviendo a caminar hacia el marco de la puerta seguido por sus dos subordinados
-Doctor, no me diga que…-trató de formular la rubia, pero fue interrumpida por el pelinegro
-No podremos revisarlo tan sólo observando su comportamiento-acotó él en camino al área mas restringida del lugar, captando la atención de la mayoría de la gente que operaba en el hospital psiquiátrico-Hemos dejado pasar cinco años con el mismo procedimiento, ya es hora de cambiar
Los pasos rápidos de aquellas tres personas resonaban por los pasillos casi desiertos del edificio, dirigiéndose presurosos al ala mas desierta de todo el lugar, donde había un enorme ventanal que dejaba ver el interior sin que el paciente se diese cuenta de lo que ocurría
Se pararon en frente de aquel lugar, observando una recámara enorme completamente tapizada de blanco, con una repisa de metal que contenía los alimentos y las medicinas de aquella persona. También había una cama con sábanas blancas y una silla en el centro de la habitación, bajo una luz que caía en la figura sentada en aquel mueble
Era un joven completamente peculiar: de cabellos largos color dorado, los cuales caían graciosamente sobre sus hombros y su espalda además de varios flequillos cubriendo su pálido y hermoso rostro; unos ojos ambarinos asemejados a los de un felino…completamente perdidos…sumidos en un mundo distinto al que estaba ahora…; un cuerpo delgado, casi esquelético, había perdido su tono tan brillante a causa de la falta de alimento en tantos años, mas no por eso dejaba de ser hermoso y apetecible; una bata blanca médica que cubría su figura y dejaba ver como uno de sus brazos y una de sus piernas eran mecánicas, algo que sin duda llamó la atención pues nadie poseía tecnología suficiente en ese lugar para hacer un automail como aquellos
Aquel jovencito estaba hecho bultito sobre la silla, abrazando su propio cuerpo sin dejar de murmurar palabras en japonés, lanzando maldiciones hacia su propia persona, deseando morir pero no teniendo el suficiente valor como para ello; o al menos eso entendían
Cerca del ventanal, había una puerta, a la cual el médico se acercó y giró la perilla bajo la mirada alterada y preocupada del resto de los médicos, no tardando en adentrarse y caminando lentamente hasta quedar a pocos centímetros del cuerpo que no se había inmutado en nada
Unos sonidos mutuales salieron de su garganta para intentar captar la atención del chico, mas parecía que no servía, pues el niño seguía sumido en sus propios pensamientos, lo que exasperaba un poco al pelinegro
Suspiró cansadamente antes de analizarle con mayor exactitud…Era un espécimen sorprendente, digno banquete de reyes, cuerpo que tentaba a pecar a cualquier persona dándole el cielo terrenal…un ángel caído del cielo a un mundo corrupto en el cual se encontraba indefenso, con sus alas lastimadas impidiendo que escape…Esa era la manera en la que él le veía…
-¿¿Ed…ward…?-murmuró de manera casi inaudible, recordando el nombre en el expediente que le había sido entregado de aquel chico, al parecer fue en los pocos días que se encontraba conciente
El rostro de aquel chico de cabellos dorados se elevó casi de inmediato al reconocer aquel timbre de voz, encontrándose con la persona que menos esperaba…pero si él ¿¿…cómo…? No se suponía…que él le había…¿¿asesinado?
Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, sorprendiendo a aquel hombre y haciéndole sentir completamente triste, más al aparecer una sonrisa tan enternecedora en aquellas facciones y ver como el chico se desenvolvía de su capullo para bajarse de la silla le hicieron entender que no era tristeza ni miedo, por lo cual su rostro se tranquilizó
-Taisa…Musntang…-murmuró el más pequeño lanzándose encima del doctor para sorpresa de éste y sus subordinados, sintiendo como los delgados brazos se enredaban en su cuello-Sigue vivo…estoy…tan contento…
Ocultó su cabecita en el pecho ajeno, dejando a todos completamente estupefactos, en especial a aquel que rodeaba al niño sin comprender aún porque le había llamado Mustang…Ya vería…por aquellos momentos tan sólo disfrutaría de la cercanía y brindaría al rubio el calor que su cuerpo había parecido perder desde su internado
TCB
