SUMARY: Rin se había sentido vacía antes de haber conocido a Sesshomaru, pero ahora que le ha perdido para siempre, aquel sentimiento ha renacido hasta el punto de llegar a la autodestrucción.
Parejas principales: Sesshomaru x Rin
Parejas secundarias: Inuyasha x Kagome; Miroku x Sango
Género: Drama, tragedia y romance
Aviso importante a los lectores: Sé que muchos estaréis con ganas de que actualice mis otros fics, pero ya os aviso de antemano que este fic se me ocurrió repentinamente una mañana, y durante día y medio me puse con él finalizándolo en ese lapso de tiempo. El asunto es que pretendía subirlo como oneshoot, pero son 32 páginas. En pocas palabras, en ese día y medio, me sentí súper inspirada, escribiéndolo en tiempo récord y que además está finalizado. Lo subo en tres capítulos para que no os sea tan pesada la lectura. Espero que lo disfrutéis como yo al escribirlo.
Fecha de finalización: Viernes, 04 de octubre de 2013
Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, sino a su creadora Rumiko Takahashi.
VACÍA
by: Atori
Twoshoot
Una mujer suspiró tras haber recogido la última planta medicinal y colocarla en su canasta. El hermoso atardecer se pronunciaba en el horizonte, y que solo podía apreciarse en aquel manto verde bañado en diversos colores alegres, propia de la época de guerras civiles en la que había decidido quedarse. No podía mentir que su época actual estaba llena de ventajas que carecía la era Sengoku, como era la tecnología y la medicina avanzada. Sin embargo, en contraposición, tenía la oportunidad de disfrutar de aquellas maravillosas vistas que en la actualidad no podía observarse, gracias a los enormes edificios que el ser humano había construido a lo largo del tiempo.
Volvió a suspirar y tras levantarse de aquel claro, se sacudió las hierbas que se habían quedado adheridos a su hakama rojo. La mujer no dudó en pensar que por el momento, lo mejor era disfrutar de aquellos paisajes que aquella era le ofrecía, y sobre todo, de la vida que había escogido y que todavía no existía razón para arrepentirse de su decisión.
Caminando de regreso a la aldea, la mujer recordó que lo único que echaba en falta era a su gentil madre, a su adorable hermanito y a su extravagante abuelo. Había pasado tantos años desde que les había dicho adiós, que a veces se sentía preocupada y deseosa de saber cómo les había ido la vida. Pero ahora ya era imposible saberlo. El pozo devora huesos ya no le permitía viajar al pasado cuando quisiera, como lo había hecho antes.
Una hermosa melodía la sacó de sus amargados pensamientos. La mujer levantó la cabeza para prestar atención. Allí, frente a la cabaña donde ella habitaba, se encontraba la persona por la que había abandonado a su familia, Inuyasha. Un medio demonio con el que había compartido millones de aventuras, y del que se había enamorado inevitablemente. Aunque su historia romántica había estado llena de confusiones, dolor y lágrimas, al final había resultado mejor de lo que ella se hubiera esperado. La amarga y la dura separación que habían tenido tras el fin de sus aventuras, había avivado el sentimiento de amor que se profesaban mutuamente. Había sido ella fue quién había dado el paso para ir a su época y quedarse a su lado para siempre.
La mujer sonrió observando como el hanyou no había cambiado nada, tanto física como en carácter. Inuyasha se encontraba mirando con un asombro de flipado, como a su lado, una joven adolescente le cantaba al pequeño que tenía en brazos. La mujer amplió la sonrisa, cargándola de emoción al ver a ese pequeño infante que había traído al mundo. Su pequeño. Su hijo y el de Inuyasha.
Subiendo sus ojos oscuros, se encontró con el semblante dulce y tierno de aquella muchacha, donde los años también habían pasado para ella, y de qué manera.
La primera vez que había conocido a aquella jovencita, había sido una niña pequeña que, para rareza de Inuyasha y de ella misma, iba felizmente con Sesshomaru, aquel que por aquellos tiempos había sido un demonio cruel y despiadado que aborrecía a la especie humana y sobre todo a su marido Inuyasha. Sin embargo, según el punto de vista de la mujer, tenía la absoluta seguridad que había sido aquella niña, ahora ya adolescente, quién había conseguido cambiar a aquel demonio de frío corazón a uno que toleraba, en cierta medida a la raza humana y a Inuyasha. Sino, ¿por qué se había molestado en tenerla consigo cuando ella era pequeña? ¿Por qué corría a salvarla cuando ella estaba en peligro? ¿Por qué, después de dejarla en la aldea con ellos, aparecía cada semana puntualmente para verla y obsequiarla con hermosos kimonos y joyas como si la estuviera cortejando?
Si en aquel tiempo le hubiesen dicho, que Sesshomaru pisaría un pie en una aldea humana para traerle regalos a una niña humana, se habría carcajeado a gusto por el buen chiste.
Claro que aquello tenía sus consecuencias. Como aquella jovencita seguía conservando la misma inocencia que había tenido de niña, sumados a su dulzura y a un corazón bondadoso hacia todos sin excepción, y los ropajes exquisitos, la convertía en una muchachita hermosa con millones de pretendientes, que Inuyasha se encargaba de espantar. Sabía como se las apañaría Sesshomaru si alguien desconocido se acercara a su princesita, como así lo denominaba el hanyou.
La joven adolescente levantó la vista, como si se diera cuenta de su presencia y agitó la mano efusivamente.
-Kagome-sama.
-Ya he vuelto.
Kagome se acercó hasta ellos. Inuyasha que había estado sentado en el suelo, se levantó para cogerle el canasto con las hierbas medicinales.
-Todo bien con Ryu, ¿verdad, Rin? –cogiendo a su cachorro, donde tenía los rasgos característicos de su padre, desde sus orejitas perrunas hasta sus ojos dorados. Lo único distinto a Inuyasha, era el color de su pelo que era negro.
-Y tanto –comentaba Rin con emoción-. Ryu es un encanto de niño. Es tan tierno y tan adorable, que cuando se lo digo a Sesshomaru-sama, él me comenta que no puede creerse que Inuyasha-sama sea el padre.
-¡Keh! Eso es que tiene envidia de que de él nunca saldrán cachorros tan monos como los míos –saltó Inuyasha, que sino fuera porque el youkai no estaba presente, le devolvía las palabras pero a golpe de espada.
Kagome y Rin se miraron y rieron sin poder evitarlo. Sintiéndose ofendido, Inuyasha se adentró en la cabaña con el canasto soltando maldiciones hacia las dos mujeres.
-Seguro que Inuyasha-sama sabe que el hijo de Sesshomaru-sama sería precioso, por eso se ha puesto así.
-Cierto. Hay que reconocer que Sesshomaru no está mal físicamente. Muchas chicas de la aldea piensan lo mismo y hasta me han confesado que te tienen envidia por ser tan especial para Sesshomaru –le dijo Kagome con un guiño.
Rin amplió su sonrisa, adornándolo con un adorable color carmín sobre sus mejillas, desvelando a Kagome, lo que desde hacía tiempo llevaba sospechando.
Por supuesto que al principio, tanto a ella como al resto de sus amigos, les había resultado extraño, por no decir raro, que una niña como ella estuviera de buena gana con un demonio tan despiadado como lo era Sesshomaru. Y Rin hubiera seguido, incluso aún ahora con él, de no ser por la intervención de la fallecida Kaede.
Según lo que Inuyasha le había contado, la anciana Kaede le había sugerido a Sesshomaru, que el lugar de una niña como Rin, era con los de su especie. Rin era tan pequeña, que necesitaba aprender cosas, que los demonios no podrían enseñarle. Rin se había puesto terca y había llorado al no querer quedarse con Kaede y con los humanos. Inuyasha le había contado también, que después de que Sesshomaru aceptara la oferta, Rin se había escapado y se había escondido en el bosque. La joven había pensado ingenuamente, que si lo hacía, preocuparía a Sesshomaru, dejándole con la incógnita si ella estaría bien protegida en una aldea humana. Sin embargo, había sido el propio Sesshomaru quién la había encontrado, a pesar de que aquel día había llovido a cántaros y borrado todo rastro. Tras una larga conversación, de la que Inuyasha ni nadie sabía, Sesshomaru había logrado convencerla para que se quedara con los de su especie.
Como a los pocos días Sesshomaru había acudido a verla, trayéndole un regalo, algo de lo que ella no se sorprendía, todos habían deducido que Sesshomaru le había hecho la promesa de visitarla de vez en cuando. Además, y de lo que todos tenían conocimiento, es que Sesshomaru le había dicho a la anciana Kaede que Rin se quedaría, hasta que ella fuera mayor de edad y pudiera decidir sobre sí misma.
Y aunque según el calendario de la época moderna, a Rin le faltara dos años para tener los dieciocho, Kagome intuía que su decisión sería la de quedarse con Sesshomaru. Solo bastaba verla con Sesshomaru o cuando se hablaba de él, o cómo se acicalaba a conciencia antes de sus visitas, para imaginar que no soportaría estar lejos de aquel youkai de supuestamente corazón frío.
Le recordaba tanto a ella en su juventud, que por eso la animaba y la apoyaba en aquel amor que sentía. Lo sentía por Kohaku, que al parecer sentía algo más que amistad por la joven, y también sentía tener que separarse de su niñera y madrina de su hijo, pero sabía por experiencia propia, que no poder estar con la persona querida, podría llegar a la autodestrucción.
-Sesshomaru ha de estar a punto de llegar, ¿no? ¿Por qué no vas ya a esperarle?
Y eso aumentó el entusiasmo y los colores de la joven tan parecida a los de ella. Sin duda estaba completamente enamorada del demonio.
-¡Sí! –y antes de marcharse, se arregló el pelo con las manos, estiró el largo kimono rosa de mariposas verdes para que no tuviera ninguna arruga y dio un paso hacia atrás para que la observara de cuerpo entero- ¿Me veo bien?
-Te ves preciosa –le contestó la mujer con una sonrisa maternal.
-Gracias, Kagome-sama. ¡Hasta luego! –y Kagome no pudo reprimir una risa, la misma que soltó su hijo, quién con sus manitas estiradas hacia arriba, se despedía de ella.
-Le estás comiendo la cabeza con ilusiones y lo vas a lamentar –le dijo Inuyasha a sus espaldas, apoyado contra el marco de la puerta.
-¿Qué quieres decir, Inuyasha?
-¿Acaso crees que Sesshomaru con su odio hacia los humanos y hacia mi padre por perder la vida por una humana, se convertirá en la pareja de Rin?
-Pero Rin ha cambiado muchísimo a Sesshomaru y lo sabes, Inuyasha. Además, algo me dice que Sesshomaru siente algo muy especial por ella.
Y aunque Kagome tenía la ferviente creencia en lo que decía, Inuyasha se sentía inseguro. Conocía muy bien a Sesshomaru y como se enorgullecía de sí mismo, y a pesar de haber cambiado muchísimo, dudaba que se rebajara a aparearse con una humana.
Ya le había dado el aviso a Kagome, y aunque debiera dárselo también a la jovencita, le era incapaz de romperle el corazón. Puede que fuese hanyou, pero era demasiado sensible a los corazones sentimentales de las mujeres humanas. Sobre todo, si las mujeres se parecían a Kagome.
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Rin corría a través del espeso bosque con exuberancia y alegría. Aunque eso no era indicado para una muchacha de caros kimonos, donde podría pasar por alguna princesa. Soltó una risita, al recordar cómo la llamaba Inuyasha, "La princesa de Sesshomaru". Sonaba tan bien que no podía esperar a demostrarle que podía ser una princesa digna de un príncipe como lo era él.
Al atravesar toda la espesura del verde bosque, llegó al comienzo de la montaña, lugar desde donde Sesshomaru descendía de los cielos y caminaba hacia la aldea.
Lo vio a lo lejos y la sonrisa salió por sí sola de sus labios, al tiempo que gritaba su nombre.
-¡Sesshomaru-sama! –saludándolo energéticamente con la mano.
Aunque Sesshomaru siempre acudía todas las semanas a verla, a Rin siempre le parecería una eternidad. Solo hubo una vez que había acudido antes de los siete días, y ese había sido cuando Kaede había fallecido.
Durante el funeral de la sacerdotisa Kaede, Sesshomaru había acudido repentinamente. Eso había supuesto una sorpresa en Rin y en todos los allí presentes. Rin, que estaba siendo consolada por el brazo amigo de Kohaku, había preferido refugiarse en los brazos de Sesshomaru y llorar la muerte de aquella anciana tan bondadosa que la había querido como a una nieta. A pesar de que Sesshomaru no le había correspondido con un abrazo o con palabras consoladoras, a Rin le había bastado con que estuviera ahí y que se quedara con ella toda la noche, velando su sueño y despertándola cuando ella parecía pasarlo mal. Sesshomaru la había cuidado en aquella noche que supuestamente pensaba que pasaría sola, y también lo había hecho en los días posteriores, hasta el momento en que ella ya volvía a ser la misma chica alegre y risueña que todos conocían.
Cuando Sesshomaru tocó el suelo, Rin corrió hacia él con ánimo hasta mantener la distancia prudencial. Se moría por recibirlo con un abrazo, sin embargo no tenía el valor de hacerlo, a pesar de que ya había corrido a sus brazos durante el funeral de Kaede. Pero aquella había sido una situación excepcional, donde no pensaba en las consecuencias ni en lo que sentía por él, solo en la necesidad de que la consolara la persona en quién más confiaba.
-Me alegro de volver a verle, amo. ¿Qué tal se encuentra?
En vez de ofrecerle una respuesta, Sesshomaru le dio el paquete que portaba bajo su brazo derecho y que Rin no tardó en rasgar con gran emoción. Siempre que Sesshomaru venía, le daba un nuevo regalo, casi siempre kimonos, que no tardaba en lucir en aquel día para mostrárselo a Kagome.
El regalo de aquella semana fue otro nuevo kimono para su colección. Su estampado de flores de cerezo con detalles en mariposas lo hacían un kimono hermoso y apropiado para la estación de primavera en la que estaban.
-Muchas gracias, Sesshomaru-sama, es precioso –dedicándole la mejor de sus sonrisas.
El rostro del youkai era inexpresivo, casi frío, sin soltar ninguna mueca de felicidad o de tristeza, algo a lo que Rin ya estaba acostumbrada y que le parecía natural.
-¿Cómo están Jaken-sama y Ah-Hun?
-Rin tenemos que hablar.
Rin torció la cabeza hacia un lado con la incógnita pintada en la cara. Normalmente, su amo le contestaría con una afirmativa y ella empezaría con su monólogo sobre cómo le iba en la aldea o lo adorable que era su sobrino.
Pero si Sesshomaru quería hablar con ella… ¿Y si fuera que le dijera su decisión de quedarse con él o con los de su raza?
La emoción que sintió fueron imposibles de describir, así como la alegría de marcharse antes de lo previsto con Sesshomaru. Le daría pena abandonar a Inuyasha, a Kagome y a su querido ahijado Ryu, pero ella quería estar todos los días con Sesshomaru-sama, demostrarle su cariño y amarlo hasta el fin de sus días. Sabía que se mostraba muy optimista con el asunto, demasiado, por eso es que se había preparado para el rechazo. Si lo hiciera, seguramente sería por lo distintos que eran y su aversión hacia la raza humana, por lo que Rin ya tenía preparado una solución para ello. Si su amo no quería relacionarse con los humanos, ella se convertiría en un demonio para estar a su lado para siempre. Aún no sabía cómo, pero con la ayuda de Kagome, buscaría el método.
-Rin –comenzó Sesshomaru con su voz neutra-, a partir de mañana dejaré de verte.
La sonrisa y la emoción en la humana fue muriendo poco a poco hasta dar paso al asombro y la incredulidad. Su estado de ánimo descendió de tal manera, que no supo arrancar con la típica pregunta, "¿Por qué?"
Sesshomaru como si lo adivinara, procedió a darle la respuesta. Tenía la obligación de hacerlo, después de todo, ella había formado parte de su vida, aunque para él fuese un lapso corto, pero suficiente en la vida de un humano. Por lo que cortar sus vínculos de repente, era algo que la joven tenía derecho a saber.
-Has crecido, te has hecho fuerte y pareces estar muy cómoda entre los tuyos. Ya no hay razón para que siga cuidándote.
Rin pareció reaccionar ante esas palabras. O sea que Sesshomaru la había estado viendo como una carga.
Bajando la vista y tratando de contener las lágrimas que comenzaban a asomarse, Rin trató de mantener la compostura y confesarle que lo amaba, que quería estar a su lado.
Respirando con dificultades, por lo duro que le resultaba tragarse las lágrimas y mostrarse fuerte, Rin trataba de ordenar en su mente las palabras para decírselo. Pero todo en ella era un caos, y solo atinó a decir.
-Usted me prometió que cuando fuese mayor, podría elegir si quedarme con usted. ¡Me lo prometió! –dicho en un tono que reflejaba la desesperación.
Sesshomaru cerró los ojos con pesadez, luego los abrió mostrando aquel mutismo donde no dejaba entrever a nadie lo que realmente estaba sintiendo.
-No sería apropiado que estuvieras conmigo, ahora que he elegido a una hembra.
El mundo de Rin se detuvo de golpe. No supo si también había dejado de respirar, solo sabía que Sesshomaru había encontrado a una hembra. Una hembra. Una esposa. Y a ella no la tenía en cuenta en su mundo. Estaba dándole el adiós definitivo. Todo porque había encontrado a una esposa. Se repetía constantemente.
-Eso… Eso quiere decir… ¿Qué va a casarse? –preguntó lenta y dolorosamente.
-Así es como lo llamáis en vuestro mundo humano.
Rin tenía la mente en blanco y la boca abierta. Estaba preparada para el rechazo. Había barajado millones de opciones, siendo la diferencia de sus razas y de edades la más prioritaria. Había estado buscando soluciones a todas ellas, incluso consultado a Kagome para que la ayudara. Pero entre todas sus opciones, no había estado la que él se casara con otra mujer. Como siempre estaba pendiente de ella, había caído en la petulancia de que ninguna otra podría alcanzar el corazón de su querido amo.
-Ah… -y no sabía qué decirle, pero estaba claro que confesarle sus sentimientos no era lo apropiado-. Me alegro muchísimo por usted, amo. Siendo así, entonces, entiendo que me quede. No hay problema –dedicándole una sonrisa forzada. Por vergüenza y por orgullo, debía aparentar que estaba bien y que él no supiera nunca de sus sentimientos. ¿Para qué si había encontrado a otra?
-… -Sesshomaru la vio por largo momento y sin decir nada más, se dio la vuelta-. Mañana traeré a Jaken y a Ah-Hun para que te despidas de ellos.
-Claro, claro. Sin problema –esforzándose por no llorar viendo como la despedida era más real.
El youkai de la misma manera que llegó, se marchó volando. Rin seguía asomando una sonrisa forzada y aguantando las ganas de llorar. Aunque Sesshomaru estuviera a larga distancia, olería sus lágrimas. Debía aguantar hasta que llegase a la aldea de Inuyasha. Tenía que aguantar.
Recogió el paquete con el kimono, quizás el último que le regalaría y emprendió el camino de regreso.
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Cuando Rin llegó, Kagome charlaba amenamente con su mejor amiga Sango sobre las maravillas de su hijo y lo tranquilo que resultaba, todo lo contrario a los siete hijos de la exterminadora, donde desde las gemelas hasta los más pequeños, el del medio y los trillizos, la volvían loca.
-Mira, ahí está Rin –le dijo la exterminadora.
-¡Rin! –exclamó Kagome con alegría- ¿Qué tal te ha ido?
-Veo que Sesshomaru te ha dado un nuevo kimono –aportó Sango, observando el gran bulto bajo el brazo.
Rin las miró por unos momentos. Los deseos de llorar se habían hecho patentes con la cantidad de pensamientos que había tenido durante el camino de regreso: Sesshomaru dejaría de verla y se enfocaría en otra mujer. Sería a esa mujer a quién le daría hermosos kimonos. Sería a esa mujer con quién compartiría su futuro. Sería a esa mujer con quién tendría hijos. Sería con esa mujer con la que compartiría durante años una larga vida juntos. Sería por esa mujer, que él había decidido dejar de verla.
-Eso parece –contestó la joven, forzando la voz para que no notara que estaba quebrada como su alma.
Pero su tono pareció convencer a Sango, pero no a Kagome que de repente la había mirado de forma extraña. Debido a la mirada inquietante de Kagome, Rin no tardó en excusarse con lo primero y escabullirse del lugar. No quería explicarles que Sesshomaru ahora estaba con otra, hoy no. Solo quería estar sola.
Kagome la había seguido con la mirada preocupada. Por unos momentos, se había tele transportado al pasado, viéndose a sí misma, deprimida, a punto de llorar, después de ver como Inuyasha había besado a Kikyo ante sus propios ojos.
Ese apuro tan inesperado y poco inusual había sorprendido a Sango. Kagome le pidió que la esperara y se dirigió a la cabaña de la joven. Estaba segurísima que algo malo le había pasado con Sesshomaru. ¿Acaso Rin le había confesado sus sentimientos y él la había rechazado? Aunque así fuera, ella había sido testigo de su tenacidad en seguir amándole, pasara lo que pasara.
Cuando llegó a la puerta cerrada, se detuvo en seco al escuchar el llanto amortiguado de Rin. Sus sollozos eran desgarradores, que le llegaban al corazón y le producía la misma pena que Rin padecía. Estaba a punto de abrir la puerta y consolarla, hasta que al final desistió. Mirando hacia a un lado, se encontró con Inuyasha, quién ya había olido sus lágrimas. En su cara, aparte de la preocupación, tenía escrito, Te lo dije.
Suspiró y todavía con la puerta cerrada, murmuró.
-Rin-chan, mi puerta siempre estará abierta para ti.
Y se marchó, dejándola sola con su llanto, como parecía desear.
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Al día siguiente…
Kagome miraba su desayuno sin comerlo. Con Ryu durmiendo e Inuyasha comiendo silenciosamente, se ofrecía un ambiente demasiado tranquilo. Algo inusual porque tanto los desayunos, como las comidas y cenas siempre estaban cargados con la alegre presencia de Rin y su charla interminable sobre las anécdotas que había vivido junto a Sesshomaru, donde algunas les resultaban increíbles para la pareja. Pero esa mañana, al igual que la noche anterior, ella no había acudido a su cabaña. Inuyasha no necesitaba de Kagome, para saber que la jovencita se encontraba indispuesta. Él mismo había olfateado la sal de las lágrimas y escuchado los gemidos lastimosos de la menor. Sabía que Sesshomaru le había dicho o hecho algo horrible, y aunque se encontraba enfadado con él, la impotencia de haber escuchado aquel llanto, podía más con él.
Vio como Kagome dejaba la taza llena sobre el suelo de madera.
-No sé si debería ir –dijo de repente.
-Déjala, parece que ahora se ha tranquilizado. Seguro que se ha quedado dormida de tanto llorar –llevaba unas horas, muy pocas al decir verdad, que la joven había dejado de gimotear y de llorar de desgracia.
A Inuyasha le había preocupado que aquel llanto se prolongara durante tanto tiempo. Incluso había llegado a pensar en verla y consolarla con insultos hacia Sesshomaru para animarla. Pero algo le decía que eso empeoraría la situación.
-Sigue en la cabaña, ¿no?
-¡Claro que sí! ¿Acaso dudas de mi olfato? –repuso ofendido.
-Menos mal –suspiró aliviada, temiendo que hubiera cometido alguna locura. Después de la escapada que había hecho de niña, antes de quedarse en la aldea, no le sorprendería que hiciera algo parecido o incluso peor. Estaba tan sola, sin la compañía de nadie, que muchas cosas horribles podrían cruzar por su mente. Además, Sesshomaru, en cierta forma, había sido quién le había dado la vida y protegido durante su infancia y adolescencia, cuidándola en la distancia.
Realmente no entendía qué pudo haber pasado para que Rin quedara tan devastada.
Kagome notó como Inuyasha se tensó, incluso el pequeño Ryu había abierto los ojos comenzando a protestar para que le hicieran caso.
La mujer no tardó en cogerlo, al tiempo que le preguntaba a su marido qué ocurría.
-Es Sesshomaru. Está aquí.
-¿Cómo? –eso no tenía sentido. El youkai acostumbraba a venir a la aldea una vez por semana. ¿Sería por lo que Rin tenía?
-Y no viene solo –advirtiendo la presencia de aquel pequeño sapo pesado y toca pelotas, que no daba entendido cómo Sesshomaru lo tenía en su equipo. Aunque lo de Rin también era un misterio, por lo que a veces solo podía pensar que su agradable hermano fuera un masoquista de primera.
Inuyasha salió de la cabaña seguido de Kagome y del bebé que tenía en brazos y ahí vieron a Sesshomaru con el demonio sapo y al youkai de dos cabezas que raras veces habían visto, pero que había servido como medio de transporte para Rin años atrás.
Aunque Sesshomaru fuese un demonio conocido para los aldeanos, donde algunas jóvenes no podían mentir que fuese atractivo, todavía seguían guardando recelo y miedo. Era por eso, que todos estaban escondidos en el interior de sus cabañas. Los cabezas de familia, preparados por si sacaba su espada diabólica capaz de arrasar con todo.
Solo Miroku y Sango junto a los siete niños, se mantenían en la puerta de la cabaña, observándole con la misma impresión que Inuyasha y su familia.
-¿Qué haces aquí, Sesshomaru? –preguntó Inuyasha.
El youkai ignoró al hanyou, y sus ojos ámbar se centraron en la cabaña donde Rin vivía. Al instante, la puerta se abrió y allí aparecía Rin. Para sorpresa de Inuyasha y Kagome, la joven aparecía natural sin ningún atisbo de lágrimas. Llevaba un kimono de flores de cerezo que jamás habían visto, por lo que dedujeron que habría sido el kimono que Sesshomaru le había regalado ayer.
-Buenos días, Sesshomaru-sama. Hola, Jaken-sama. Hola, Ah-Hun.
-¿Rin-chan? –susurró Kagome extrañada por su actitud.
-Creo que le será más cómodo tanto para usted como para Jaken, que estemos lejos de la aldea. Enseguida vuelvo, Kagome-sama.
De verdad que Kagome no entendía nada. E Inuyasha era otro igual. Solo podían observar atónitos, como Rin guiaba a los tres demonios al interior del bosque.
Si no fuera por las palabras dichas por Rin, cualquiera pensaría que Sesshomaru había venido para llevársela con él.
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Fueron pocos minutos cuando Rin regresó. Inuyasha, Kagome, Miroku y Sango se habían reunido en la puerta de la cabaña del primero con millones de teorías. Tanto Inuyasha como Kagome se habían cuidado de no contarles el lamento de Rin. Esperaban que ella misma se los explicara.
-Rin-chan, ¿qué está pasando? –no tardó en preguntar Kagome.
El rostro de la joven era el mismo que el de antes. Todo en ello natural y sin mostrar que había estado llorando toda la noche.
-Nada malo, Kagome-sama.
-Entonces, ¿por qué vino Sesshomaru con ese pesado de Jaken? Él no acostumbra a traerlo y tampoco a venir dos días seguidos –cuestionó Inuyasha.
-Ah… Eso es porque hace tiempo que no veía a Jaken-sama.
-De verdad que tienes un corazón muy grande para apreciar a ese pequeño y molesto demonio –murmuró Miroku rascándose la sien sin entender el afecto de esa joven.
-Jaken-sama no es tan malo como parece ser –sonreía Rin-. Perdonadme, pero pasé una noche muy mala y estoy muy cansada.
Kagome la vio de nuevo marcharse a su cabaña. A simple vista no quedaba ningún tipo de depresión en ella.
-Rin-chan, ¿en serio que estás bien? –preguntó Kagome.
Rin se volteó y le ofreció una sonrisa tranquila.
Parecía que se había recuperado, pensaba la sacerdotisa. Lo único que podía especular es que el día anterior, habría visto algo que habría malinterpretado y Sesshomaru había acudido ese día para aclarárselo.
Todo parecía haberse solucionado, entonces, ¿por qué no se sentía convencida?
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La intuición de Kagome se había hecho cierta a partir del día siguiente.
Había comenzado cuando Inuyasha se había despertado alterado al percatarse la falta de Rin en la cabaña. Fue salir al exterior, que se tranquilizó al percibirla en el interior del espeso bosque. Tras avisar a Kagome, había salido en su búsqueda y cantarle las cuarenta por andar tan temprano en un lugar tan peligroso. En cuánto la vio, se había sorprendido al verla sentada, con los pies junto a su pecho, apoyada contra un árbol y mirando la nada. Percatándose de su presencia, Rin se había girado para sonreírle brevemente. Una sonrisa breve y casi forzada. Sin decir palabra, se había levantado y emprendido el camino hacia la aldea con un Inuyasha que la miraba con un mal presentimiento.
Aquel día, solo fue el prólogo de los cambios de Rin.
Ella desayunaba, comía y cenaba en casa de Inuyasha y Kagome, pero no decía palabra, solo soltaba una breve sonrisa como si silenciosamente quisiera tranquilizarles de que todo estaba bien. Tampoco quería cargar a Ryu. Y el resto del día, se la pasaba interna en el bosque, sentada en el mismo lugar y en la misma posición como si estuviera esperando a alguien. Kagome le preguntaba la razón y si se encontraba bien, a lo que ella respondía con una afirmativa, así como a sentirse más segura dentro del bosque junto a la naturaleza que tanto le encantaba.
El siguiente cambio se produjo al cuarto día.
A pesar de que a Inuyasha y a Kagome les resultara raro que repitiera el mismo kimono durante tres días seguidos, no le habían tomado demasiada importancia. Habían aludido que a Rin le había gustado tanto, que era por eso que lo usaba una y otra vez. Pero en aquel cuarto día, verla con un viejo kimono como los que usaban los aldeanos, era señal de extrañeza. Bien sabido era que ella tenía decenas por no decir centenas de kimonos, prácticamente uno para cada día del año. Todos ellos hermosos y elegantes. Por lo que no comprendían porque usaba un viejo y usado kimono. Y además, ¿por qué había vuelto a andar descalza como cuando era niña? Sesshomaru le había proporcionado calzado adecuado para protegerla de futuras infecciones, y ahora Rin no lo utilizaba. Rin les había dicho que así se sentía más cómoda para andar por el bosque y que no tenía sentido usar prendas tan extravagantes en una aldea pobre como era aquella.
El siguiente cambio significativo se produjo al octavo día y de manera más notoria.
Sesshomaru no había visitado a Rin el día anterior y Rin había dejado de darles excusas. Solo sonreía breve y forzosamente. Aquello ya era evidente de que algo no andaba bien. Kagome intentó sonsacárselo, pero Rin negaba con la cabeza y sonreía, como si no quisiera hablar más.
Al décimo cuarto día, Inuyasha y los demás comenzaron a intuir lo que había pasado. Además, se añadía un nuevo cambio en la vida de Rin.
Habían pasado catorce días sin noticias de Sesshomaru, por lo que todos comenzaban a sospechar que el youkai se había despedido definitivamente de la joven. Eso explicaba muchas cosas. Kagome comprendiéndola, había querido abrazarla y consolarla, pero ella se había deshecho con suavidad de aquellos gestos, sonriendo como llevaba acostumbrando. E igual que las veces anteriores, se internó en lo más profundo del bosque. Aquel día, Rin no llegó a la hora de la cena. Y cuando Inuyasha y los demás, fueron a verla, ella volvía a negar la cabeza y a sonreír ligeramente. Verla así desgarraba a Kagome, porque le daba la impresión que se esforzaba y trataba de ocultar su pena para que nadie la compadeciera.
Pensó en cómo debería sentirse Rin cuando supo que Sesshomaru ya nunca más vendría, imaginó el dolor que debió de sentir y recordó cómo fue que por su culpa, por alentarla, ella había caído en semejante estado.
Inuyasha también se sentía apenado, más que nada, porque su advertencia había resultado cierta. Si supiera que la joven acabaría así, la habría avisado y hasta prohibido que siguiera viendo a Sesshomaru, aunque tuviera que encerrarla y enfrentarse al youkai para impedírselo.
Al primer mes, Rin era una muchacha completamente irreconocible.
La teoría de que Sesshomaru jamás la volvería a ver, se iba convirtiendo en una cruel realidad.
Si antes Rin no asistía a las cenas, poco después fueron también los desayunos, hasta terminar en no compartir alimentos con Inuyasha y su familia, y pasarla desde el amanecer hasta el anochecer en el bosque.
Luego estaba el hecho de que parecía haberse quedado muda. Ellos en infinidad de ocasiones, trataban de animarla, de abrazarla, de todo lo que estuviera en sus manos, pero ella siempre los rechazaba. Rechazaba la compañía de todos cuando se acercaban al bosque para estar con ella. Y un buen día, dejó también de mostrar esa sonrisa forzada y todas las sonrisas que acostumbraban a ver.
Siempre sola en el bosque, inexpresiva, mirando la nada, rechazando la compañía de todos. Extrañamente solo admitía la de Kirara, y de algún pequeño animal que se le acercaba. Ante esos seres, parecía mostrarse cariñosa al acariciarles o darles alguna cosa de comer que encontraba por ahí. Daba la impresión de haberse convertido en una vagabunda que solo se preocupaba por los seres que no hablaban como ella.
Observando aquel comportamiento, Inuyasha y los demás habían decidido que Kirara se quedara con la joven para que la protegiese. Por lo menos, hasta que supieran porqué Sesshomaru había decidido apartarla de su vida.
-¡Es que te juro de verdad que me importa un bledo lo que sea! –rugió Kagome harta e impotente de no poder hacer nada por la joven. Estaba al límite de todo aquello.
-¡¿Te crees que a mí no me molesta lo que pasa?! ¡Pero Sesshomaru parece haber desaparecido que no lo doy encontrado! –había protestado Inuyasha frustrado al no poder encontrarlo por ninguna parte.
Ante ese estado, Inuyasha y los demás habían compartido la idea de buscar a Sesshomaru y que él arreglara aquello, aunque fuese a tortas.
-Shippo y Kohaku están recorriendo todas las tierras en búsqueda de alguna pista, pero de eso hace mucho tiempo –comentó Miroku con preocupación.
-¿Y si Sesshomaru ha muerto?
Los ojos de los tres presentes se pusieron sobre la exterminadora.
-Pensadlo, para un demonio no es difícil saber cuándo va a morir y si no lo damos encontrado por ninguna parte, no se me ocurre otra cosa que pensar. Quizás se lo haya confiado a Rin porque es alguien importante para él –aunque le pesara decirlo.
-No –contestó Inuyasha con determinación-. Si algo le hubiera pasado a Sesshomaru, yo lo intuiría –apoyando una de sus garras sobre Tetsaiga.
-Inuyasha –murmuró su mujer. Puede que su marido se llevara a muerte con Sesshomaru, pero lejos de todo esa discordia, ambos se profesaban un lazo fraternal muy profundo, aunque jamás quisieran reconocerlo.
-¡Kagome! –fue el grito de alguien en la lejanía.
La aludida y el resto reconocieron la voz de Shippo. Saliendo de la cabaña, no solo se encontraron con el demonio zorro, sino también con Kohaku, ambos empapados por la lluvia que ese día parecía no tener fin.
-Hemos descubierto algo increíble –fue esta vez Kohaku el que habló tan alterado, que preocupaba a los cuatro presentes.
-¡Sesshomaru ha contraído matrimonio con una youkai! –reveló el kitsune.
Fueron Inuyasha y Kagome quiénes se quedaron más asombrados por la noticia que la pareja del monje y la exterminadora.
-Ya entiendo. Como no es muy normal para un demonio con pareja visitar a una mujer humana, se ha despedido de Rin para siempre –objetó Miroku.
-Pero eso no explica porqué Rin ha llegado al extremo de apartarse de nosotros –le siguió la exterminadora sin entender- Puedo entender que le afectara, pero no que nos rechace.
-A no ser que estuviera enamorada de Sesshomaru, ¿verdad? –preguntó Kohaku, dirigiéndose a Inuyasha y a Kagome, aunque más bien era una afirmativa-. Vosotros sabíais que ella amaba a Sesshomaru-sama.
-¿Cómo que enamorada? –repitió Shippo a punto de troncharse por lo absurdo que sonaba-. Si Sesshomaru es siniestro y malvado, mientras que ella es un ángel adorable.
-Pero con ella era distinto –defendía Kagome-. Y ella nunca conoció esa faceta, porque él siempre la protegía.
-Entonces, ¿es verdad eso? –volvía a preguntar Sango incrédula. Sabía que Sesshomaru consideraba a Rin como prioridad, pero no que ella sintiera amor por él.
-La obligué a que me lo dijera porque se le notaba.
-Demasiado –aportaba Kohaku con disgusto.
-Eso significa, que Sesshomaru y ella fueron… -pensando en el apareamiento.
-No, Miroku. Nunca sentí nada de Sesshomaru en ella –aclaró Inuyasha.
-Eso quiere decir que ha sufrido un fracaso amoroso –comprendía ahora la exterminadora-. Pero sigue siendo demasiado extremista.
-Rin me contó en una ocasión –comenzó Kohaku con amargura-, que después de ver morir a su familia, los aldeanos comenzaron a repudiarla y ella acabó por sentirse vacía y solitaria hasta que conoció a Sesshomaru-sama –pausó para agachar la cabeza y recordar cómo ella emocionada le había contado el resto del relato-. Me dijo que él había sido la primera persona en entender su silencio y en dejarla ser como era. Ella se había sentido tan feliz de que por fin alguien pudiera comprenderla, que recuperó el habla después de que él la reviviera con Tenseiga.
-Ya entiendo –dijo Kagome impresionada-. Para Rin, Sesshomaru no solo ha sido el comienzo de una nueva vida, sino el hecho de que alguien distinto a ella la entendiera, hizo que abriera su corazón y a confiar en él y en los de su especie. Y ahora que ya no está, ha experimentado un retroceso.
-Y como Kirara y los animales no hablan, se siente identificada con ellos –completó Inuyasha.
Comprendiendo el problema, ya sabían la solución.
-Ahora solo queda encontrar a Sesshomaru y que haga algo –dijo Kagome decidida.
-Ah, Kohaku y yo descubrimos su fortaleza –aportó Shippo-. Está entre las nubes en un lugar del norte.
-Inuyasha, vámonos. Haremos entrar a razón a Sesshomaru por las buenas o por las malas –Kagome no quería perder más tiempo. No aguantaba un día más ver a su amiga así.
Justo cuando Kohaku estaba por decir algo, avistó a Kirara en su forma gigantesca.
-¿Kirara? ¿No estaba con Rin?
La gata se había acercado al grupo alterada, gruñendo y haciendo gestos alterados como si quisiera explicar algo con palabras.
-¡¿Algo malo le ha pasado a Rin?! –era lo único que Sango podía deducir con aquello.
-¡Inuyasha! –llamó Kagome a su marido espantada del terror, como si él tuviera la respuesta.
El hanyou, gracias a su sentido demoníaco, había entendido a Kirara. Rin, en un descuido de la felina, se había marchado de su lado y cuando Kirara se había dado cuenta, y por culpa de la lluvia había perdido su rastro.
Con aquel presentimiento que había sentido días atrás, latiéndole con fuerza, Inuyasha concentró sus sentidos, dispuesto a encontrar a la muchacha extraviada. Cerró los ojos y trató de ignorar las lágrimas de preocupación de Kagome o los gritos exaltados de los demás. Podía encontrarla, tenía que encontrarla. El olor a sangre, lo alertó por completo. No dijo nada, simplemente corrió y se internó en el bosque.
El resto no tardaron en seguirle. Algunos a pie como Miroku y Kohaku, el resto, montados a Kirara.
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Cuando Kagome y los demás llegaron, Inuyasha estaba sentado sobre sus pies desnudos. Su cuerpo tapaba el cuerpo de Rin, por lo que no veían nada.
-¡Inuyasha! –bajó Kagome de Kirara, rogando a todos los dioses que no estuviera muerta.
El resto también se acercó y al ver a Rin, todos se quedaron congelados. Inuyasha sostenía el cuerpo de Rin, y trataba de aguantar la ira demoníaca que crecía dentro de él, al tiempo en el que maldecía a Sesshomaru por haber sido indirectamente responsable de ello.
-Rin-chan –susurró Kagome con lágrimas en los ojos. A paso lento se iba acercando a la joven, temblando cuerpo entero.
Ver a la muchacha muerta no era tan terrible como ver aquello.
Rin aún estaba consciente, pero sin llorar por lo que le había pasado, ni siquiera parecía asomar alguna mueca de dolor, y eso que había montones de razones. Desde su kimono viejo y usado totalmente roto, hasta los cortes por casi todo el cuerpo y los sinfines golpes que había sufrido en la cara, deformándola por completo, perdiendo todo aquel atractivo. Aunque lo que más llamaba la atención era el líquido rojo que salía de su entrepierna.
Kagome se llevó una mano a la boca y las lágrimas ya descendieron de sus mejillas. No pudiendo más, atrajo a Rin contra sí y lloró por ella.
Pero nuevamente, Rin quería deshacerse de su abrazo, algo que Kagome no permitía, por lo que Rin comenzó a forcejear con fuerza para liberarse de aquel abrazo como si sintiera miedo. Miedo de Kagome.
-¡Kagome, suéltala! ¡Se está asustando!
Kagome se quedó blanca al percatarse de los temblores. La vio y sus ojos empañados en terror, la dejaron bloqueada.
Rin se apartó de ella y sumergida en su mundo vacío, se puso en pie con dificultades. Los restos del kimono cayeron al suelo, exponiendo más su desnudez. El líquido carmesí, caía a chorros, aunque no tanto. Pero ella no pensaba en ello, mejor dicho, no pensaba en nada. Solo en regresar a su solitaria y vacía cabaña. Era de noche y ningún aldeano estaría fuera. Eso era lo único que le preocupaba.
Inuyasha se sacó su kimono y con el cuidado de no tocarla para no alterarla, se lo colocó encima.
-¡Basta ya! –susurró Kagome llena de lágrimas- ¡Esto ya ha ido demasiado lejos! –gritando con todo lo que sus pulmones daban
Inuyasha no podía estar más que de acuerdo. Sabía que la violación era algo bastante común en aquella época, pero cuando ves a varios hombres abusando de alguien que conoces y usando las armas, provocaba una ira imposibles de controlar. Que dieran gracias a su sangre humana, que sino los hubiera asesinado.
-Miroku, Sango, Kohaku –cargando a Kagome a su espalda-, que ninguno de vosotros se separe de Rin por nada en el mundo. Nosotros vamos a buscar a Sesshomaru.
-Shippo, por favor cuida de Ryu –le pidió Kagome y emprendieron el camino.
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Sentada en su futon, Rin miraba el color de aquel gran kimono que la tapaba cuando dormía. Rojo y negro. No pertenecía a la colección de kimonos que le había regalado Sesshomaru, de hecho, aquel kimono lo había encontrado por ahí. Después de la despedida del youkai no quería ver ni usar nada suyo. Eso le haría recordar y llorar amargamente, cuando la situación era estúpida.
Aunque estuviera enamorada de él, ¿es que él también lo estaría de ella?
Las cosas no eran así, y ella lo había aprendido de la forma más cruel posible.
Le había perdido para siempre y ya no tenía nada por lo que vivir. Pero tampoco podía quitar la vida que él le había regalado en dos ocasiones.
¿Por qué se había tomado tantas molestias en revivirla si suponía una carga?
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-Solo te tuvo contigo para que todos vieran el poder de Tenseiga.
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¡No!
¡No quería recordar las palabras de aquella mujer!
¡Tenía que olvidarlo!
-¿Rin?
La muchacha alzó la cabeza y girándose hacia un lado se encontró con Kohaku. El joven la observaba con pena y desgracia, sosteniendo bajo el hombro una muda nueva, en una mano una jarra de agua y en la otra un remedio medicinal.
-Mi hermana me ha dicho que te tomes esto –dándole la hierba-. Dice que así evitarás quedar… -pero la palabra no pudo ser dicha.
Rin le observó inexpresiva, y luego nuevamente al rojo negro de su kimono.
-Rin –frustrado, Kohaku se acercó hacia ella y le cogió la mano. Rin se sintió asustada por ese acto y quiso retirarla, pero Kohaku no le ponía las cosas fáciles-, escucha, Sesshomaru se fue, te abandonó por otra.
–…–fueron esas palabras, las que hizo que dejara de forcejear.
-Es un demonio como cualquiera que no le importa la vida humana. Por eso, no tienes que pensar que todo está perdido. Tienes amigos que te quieren… y yo… también. Yo te quiero más que ellos.
-… -Rin le miró como si no reconociera al muchacho que tenía a su lado.
-Has estado tan cegada por él, que no te dabas cuenta, pero yo ya no aguanto cómo te estás destrozando por alguien que no te merece.
-… -Rin volvió a mirar el kimono.
-¡Por favor, date cuenta Rin! Si significaras algo para Sesshomaru, te estaría vigilando y habría evitado que fueras violada por otros.
-…
-Por favor, Rin, vuelve a ser la chica de antes. Por favor –implorando con lágrimas, apretándole la mano.
-…
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Definitivamente el lugar que Sesshomaru había establecido como su nuevo hogar, había estado muy apartado y escondido de donde estaban ellos, aunque debían reconocer que era enorme y ostentoso. Sin embargo, ahora, tanto Inuyasha como Kagome no tenían tiempo para maravillarse de la grandeza de su hogar.
Subiendo las largas y numerosas escaleras que llevaban a la puerta principal, tuvieron la presencia de una hermosa daiyoukai esperándoles en el último escalón.
De porte elegante y cargada de ropajes que simbolizaban la realeza, aquella youkai los miraba con el ceño fruncido. Sus ojos azules como el hielo parecían atravesarles, en especial a Kagome, como si fuese una amenaza.
-Os ordeno que os vayáis de mi casa antes de que tenga que manchar mis garras con seres inferiores.
Inuyasha arrugó la frente, descubriendo que esa debía ser la nueva esposa de su medio hermano. No dudaba que era hermosa. Aunque su cuerpo era cubierto por todas esas capas de ropa, tenía la piel de porcelana, con el uso del maquillaje justo para embellecerla. Sus ojos eran azules y fríos y su melena era de un color rubio platino que le llegaba hasta el suelo y que lo tenía adornado con perlas. Toda una belleza, pero antipática y desagradable, justo como Sesshomaru cuando lo habían conocido por primera vez.
En definitiva, estaba claro que Sesshomaru jamás había sentido nada por Rin, pues no hacía falta compararlas para ver que eran como el día y la noche.
-Hemos venido a ver a Sesshomaru –dijo su mujer con el odio creciente ante esa mujer.
-¡Ju! –apartando un mechón de su larga cabellera tras la oreja, en un gesto presuntuoso- Lo siento por vosotros, pero no se encuentra en palacio, casi nunca está, excepto por las noches. Y desde luego, no pienso dejar que unos seres inferiores como vosotros, me estropee una noche con Sesshomaru.
-¡Pues si te crees que nos vamos a marchar por las buenas, estás equivocada! –gritó Kagome decidida en sus palabras.
E Inuyasha ya estaba con la mano sobre el mango de la espada. Aunque no le gustara luchar contra mujeres, aquella sería otra de las tantas excepciones con las que había luchado. La mujer sonrió con impertinencia, dispuesta a concederle la batalla.
-¿Qué ocurre aquí?
Y aquella voz fue suficiente para detener el duelo y que se enfocaran en el recién llegado.
-¡Sesshomaru! –exclamó la mujer youkai feliz al ver a su marido escalones más abajo- ¡Estos dos parásitos han invadido nuestro hogar! Parece que quieren hablar contigo.
El youkai miró a la mujer y luego a su hermano donde su odio era más vivo que la primera vez que se habían conocido.
-Sentí un olor extraño por mis dominios, y eras tú Inuyasha. Parece que has venido a decirme algo.
El sonido seco fue lo que resonó en aquel palacio.
La mujer youkai se había quedado estupefacta a lo que había pasado, lo mismo que Inuyasha, donde todo su odio y enfado se habían esfumado dando lugar a la sorpresa. Sabía que su mujer estaba muy furiosa, pero no hasta el punto de abofetear a Sesshomaru.
-¡Miserable! ¡ERES UN MALDITO MISERABLE!
Sesshomaru extrañado no solo por su insolencia, sino por sus palabras, observaba a la mujer inexpresivo.
-Tú… Tú… ¡HAS DESTROZADO LA VIDA DE RIN!
-¡Pero…! -la mujer youkai tembló de ira al ver como una mísera humana le había levantado la mano e insultado a su marido. Con los ojos brillándole, su aura demoníaca comenzó a incrementarse, llamando la atención de Inuyasha- ¡¿CÓMO TE ATREVES?!
-¡Kagami, silencio! –ordenó Sesshomaru dirigiéndose a su mujer, quién no pudo evitar sentirse acongojada y a disminuir su aura demoníaca, luego Sesshomaru se enfrentó a Kagome- ¿Qué le ha pasado a Rin?
-¡LA HAS DESTROZADO! ¡PRÁCTICAMENTE LA HAS MATADO POR DENTRO Y POR FUERA! ¡POR TU CULPA, ELLA…! ¡Ella…! –recordarlo era terrible. Pronunciarlo era repugnante. Y pensar que no había derramado lágrima, la destrozaba.
Ver a la mujer de su medio hermano, Sesshomaru contuvo la calma. Se enfocó en Inuyasha, esperando de él una respuesta.
-¿Qué le ha pasado? –exigió saber.
-Ella… -no podía decirle que había sido violada. Viendo a la mujer que había escogido como esposa, tan distinta a Rin, no tenía sentido ninguno contárselo, cuando seguramente no le daría importancia-. Ha perdido las ganas de vivir.
-¿Ha manifestado deseos de suicidarse?
-¡Claro que no!
Inuyasha no podía creerse lo que su hermano le había preguntado. Daba la impresión de que si Rin llegara a ese extremo, él quizás haría algo. Y solo quizás, porque con aquella calma tan frívola ante sus palabras, ya imaginaba que tenía que sacar su espada para obligarlo a que fuera con ellos a la aldea.
-Solo ha pasado un mes. Ya lo superará –decretó subiendo los escalones para dirigirse hacia su esposa, quién sonreía satisfecha por las palabras de su marido.
-¡¿Eso es todo?! –preguntó Inuyasha alucinado- ¡SESSHOMARU ELLA HA DEJADO DE COMER! ¡NO HABLA NADA Y YA NO SONRÍE!
Sesshomaru detuvo su paso. Un recuerdo fugaz surcó en su mente. Aquella Rin que había visto en el bosque y que había pretendido salvarle la vida.
-¡SE PASA SOLA EN EL BOSQUE! ¡NO QUIERE ESTAR NI CON KAGOME NI CON NADIE!
Realmente aquellos síntomas eran los mismos que cuando la había conocido por primera vez. En aquel tiempo, ella era una vagabunda, sucia, pero que le había prestado su ayuda, dentro de todo lo que estuviera a su alcance.
Sin embargo, lo que todavía seguía perenne era aquella sonrisa dedicada en aquel rostro deformado que jamás supo porqué había sido. Una sonrisa tan dulce, tan sincera, tan inocente que ese simple gesto fue lo que le había dejado cautivado.
-…
-¡SESSHOMARU!
La había conservado consigo, porque quería descubrir por qué le llamaba tanto la atención aquella sonrisa, a pesar de considerar la opción de dejarla en alguna aldea humana. Pero nunca lo hizo, hasta que Kaede se lo había propuesto.
En realidad, la opción de dejarla había sido algo que le había disgustado, por la simple razón de que quería seguir viendo día tras día, aquella sonrisa que solo le dedicaba a él. Pero, como su orgullo era más grande, había acabado accediendo a la oferta de aquella anciana.
En consecuencia, Rin se había ido corriendo lejos del lugar. La espesa lluvia habría dificultado su rastro para todos los que estaban allí, menos para él.
Solo le habían bastado cinco minutos para haber dar con su paradero.
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La lluvia era copiosa, dolorosa y fría para cualquier ser humano. Y para Rin no debería ser la excepción. No era extraño haberla encontrado refugiada bajo el hueco de un grueso árbol. Tiritaba y se abrigaba con sus manos, pero también podía oler la sal de sus lágrimas.
-Rin, sal de ahí –a pesar de haberla encontrado, el hueco era demasiado pequeño para que él pudiera sacarla a la fuerza.
-¡No quiero! –soltó como la niña pequeña y terca que era- ¡Usted no me quiere a su lado! ¡Así que me quedaré aquí y moriré!
La palabra muerte vinculadas a Rin era algo que no gustaba para nada al demonio. Y lo comprobó en sus carnes cuando casi la perdía de verdad. Pero gracias a su madre, la niña había resucitado y había visto aliviado ese dulce sonreír que tanto le encantaba.
-Rin, deja de decir tonterías.
-¡Para usted siempre son tonterías! –repuso ofendida por la conmoción que sentía- ¡No me quiere! ¡Hala, pues yo tampoco le quiero! ¡No le quiero! ¡Le odio!
-…
Sesshomaru se sentía impresionado consigo mismo por el impacto que le habían causado esas palabras. Le habían resultado venenosos como los tentáculos de Naraku clavándose en el cuerpo.
-Sesshomaru-sama… -para su sorpresa, la niña había salido de su escondite mostrando arrepentimiento y dolor- Lo siento… ¡Lo siento mucho! –echándose a correr hacia él y lanzándose a sus brazos- ¡Lo siento! ¡No quería decirle eso! ¡Lo siento! ¡Perdóneme! ¡Por favor!
Un suspiro silencioso escapó de los labios del youkai. La niña lloraba y escondía sus lágrimas en su pecho.
No quería verla llorar, lo ponía furioso.
-Rin, deja de llorar, mírame y escúchame.
La niña haciendo un esfuerzo por acatar las órdenes de su señor, trató de contener las lágrimas.
-Hagamos un trato, tú te quedas con los de tu especie y cuando seas mayor podrás elegir si quieres quedarte conmigo.
-¡Pero…!
-Rin, esa anciana tiene razón. Debes aprender cosas que ni yo ni Jaken puede enseñarte.
-Pero… -apenada por la lógica en esas palabras y a punto de llorar.
Sesshomaru cerró los ojos y los abrió de nuevo.
-Vendré a verte una vez cada siete días.
Rin lo miró como si viera el rayo de sol tras las densas nubes.
-¿Lo dice de verdad?
El demonio asintió.
-¿De verdad que vendrá a verme? ¿De verdad?
La mueca del demonio fue fastidiosa. Aunque soportara a su humana, odiaba cuando se repetía con tonterías.
La idea de que fuera a verla, parecía animarla.
-Pero de verdad que venga a verme, ¿eh? Prométamelo.
La mueca en Sesshomaru se hizo más latente, bajó a la niña al suelo, pero ella siguió empeñada en que se lo prometiera.
-¡Sesshomaru-sama, prométamelo o me quedo aquí para morirme!
Obstinada como solo ella era y astuta, a sabiendas que no le permitiría semejante atrocidad, Sesshomaru cedió a hacérselo prometer. No había nadie a los alrededores que lo viera, así que su orgullo quedaba salvado.
-Te lo prometo.
-¡Con el dedo meñique! –exponiendo el suyo propio.
¡LA NIÑA ESTABA LOCA SI PENSABA QUE LO HARÍA DE ESA FORMA INFANTIL Y ABSURDA!
Pero un estornudo de su parte, volvió a hacerlo desistir. No había nadie, se recordó.
Junto su meñique con el suyo y ella lo agitó un par de veces.
-Promesa, promesa, si se rompe se lamentará.
Tan absurdo y tan humillante que daba gracias a que Jaken o Inuyasha no estuvieran presentes.
-¡Muchas gracias, Sesshomaru-sama!
Pero en compensación tuvo esa sonrisa que tanto encantaba. Inconscientemente, sonrió él también.
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Durante años había cumplido aquella infantil promesa de visitarla. Incluso la había hecho una visita antes de lo previsto. Había sido cuando la anciana Kaede había fallecido. Lo había sentido en el aire, como la lluvia que lloraba por su protegida.
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Sesshomaru observaba el lugar, donde lo mayoría de los allí presentes lloraban por esa vieja sacerdotisa. Rin no lo hacía, solo miraba con un gran vacío en sus ojos la muerte de aquella humana que la había cuidado. El exterminador estaba a su lado, abrazándola y tratando de consolarla. Eso le produjo una rabia controlable a ojos de su hermano. Había ayudado que Rin se diera cuenta de su presencia, se soltara de Kohaku y corriera hacia él, liberando ese llanto que había estado guardando, para que el demonio no hiciera ninguna locura.
Él sabía muy bien que ella no lloraba ante los demás. Lo hacía sola, guardándose la pena o ante alguien como él, que no la consolara. Tenía la maldita costumbre de rechazar las palabras consoladoras que la gente le ofrecía. Pero en fin, eso le aseguraba de sentirse único ante ella.
Aquella noche se había quedado a su lado, hasta que dejase de llorar. Y por primera vez en su vida, se había internado en una cabaña humana. La pobreza estaba por todos los lares, y aunque no era el momento de expresarlo, no podía evitar pensar que si estuviera en el nuevo palacio que estaba construyendo y con él, estaría mucho más cómoda.
Fue en esa noche, observando a Rin dormir que Sesshomaru deseó otras cosas más reveladoras.
Sesshomaru le había dicho, por no decir ordenado, que dejase de llorar, explicándole que la muerte era algo inevitable en la vida de todo ser vivo. Ella, inmediatamente había pensado en si en él también sucedería.
Sucedería sí, pero jamás había llegado a planteárselo. Tan acostumbrado a la larga vida, que nunca pensó que algún día su vida podría tener fin. Luego, tras ver a la muchacha que se mostraba disgustada y preocupada, pensó en ella muerta como el ciclo indicaba.
-Es innecesario pensar en la muerte, cuando puedes aprovechar el momento con cosas mejores –le dijo.
Ella lo pensó como si le hubiera revelado el misterio más grande del mundo.
-Tiene razón –asomando su sonrisa sincera y pura-. Es mejor aprovechar el momento que pensar en cosas inevitables.
El youkai asintió complacido.
-Duerme –le ordenó.
-¿Se quedará conmigo hasta mañana? –aunque fuese una petición, Sesshomaru no podía negarse ya que ella le había cogido la mano, obligándole a que se quedara.
-Duerme –volvió a decir.
Viendo como el youkai se acomodaba a su lado, Rin amplió su sonrisa.
-Buenas noches, Sesshomaru-sama –cerrando los ojos.
Con la sonrisa pintada en la cara, a Sesshomaru pareció que estaban en aquellos tiempos en que ella viajaba con él. Disfrutar de aquella sonrisa le tranquilizaba tanto, que no supo cuando o cómo, que su mano libre ya había viajado hacia su mejilla, acariciándola, sintiendo la misma suavidad que cuando la había tocado en aquella ocasión hace años. Ella suspiró encantada por esa caricia y moviéndose ligeramente, Sesshomaru tuvo una visión muy clara de su cuerpo, descubriendo cómo Rin había dejado de ser una niña. Apartó la mano bruscamente al sentirse tentado de querer explorarlo.
Sonriendo con amargura, Sesshomaru se percató de muchas cosas.
La molestia hacia Kohaku.
Que le hubiera dicho que le odiara.
Su insistencia en querer verla sonreír.
Su madre lo iba a matar cuando supiera que al igual que su padre, se había enamorado de una humana.
CONTINUARÁ…
Notas de la autora:
Realmente esta es una idea de la que me siento orgullosa. Como dije en las notas iniciales, este fic se me ocurrió durante la mañana de un sábado mientras me iba despertando. A la mente se me vino el hecho de un Sesshomaru que le dijera el adiós definitivo a Rin, aunque originalmente no tenía pensado que fuera tan dramático. Vamos que planeaba que se despidieran con una noche juntos, pero eso no me convencía y pensando y pensando rápidamente fui desarrollando esta idea, metiéndome de lleno en ella, donde en ningún momento vacilaba sobre lo qué poner o cuánto borrar. Lo tenía todo claro. Estaba tan entusiasmada con la idea, que incluso cuando volví del trabajo por la noche (el único momento en que paré fue para ir a trabajar) seguí escribiéndolo hasta las cinco de la mañana. Realmente me ha dado un subidón de inspiración.
Pues espero, y deseo realmente que os haya gustado esta idea, donde no sé si os habéis dado cuenta de que he añadido una técnica narrativa que no suelo usar casi nunca.
Por otro lado, os diré y GARANTIZO que la semana que viene este fic será actualizado y finalizado.
Ahora os dejo con las dudas de porqué si Sesshomaru está enamorado de Rin porqué le dijo adiós y se buscó una nueva esposa.
Nos vemos la semana que viene.
'Atori'
