DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

I

Te amaré —


— "Te quiero, te quiero, te quiero.
Aquí es donde comenzaremos.

Te quiero, te quiero, te quiero.
Así es, te lo volveré a decir mañana.

Lo haré." —

Aishiteru kara Hajimeyou; Miyavi —


El ajetreo de la ciudad le llegó distante a través de la ventana de su habitación, mientras veía cómo el techo sobre ella comenzaba a aclarar lentamente. Sentía mariposas en el estómago y había dormido muy poco pensando en ese día. La alarma de su móvil no la sorprendió, pero sí le indicó que era hora de que comenzara a levantarse. Colocó el agua en el hervidor eléctrico y luego se dio una ducha, saliendo del baño en el momento exacto en el que el aparato terminó de calentar el líquido. Se sirvió desayuno, aunque poco probó debido a los nervios que no la dejaban comer.

Dejó más de la mitad de la comida en la cocina y se dirigió a su habitación para buscar qué colocarse. Mientras escogía una blusa adecuada, su móvil nuevamente comenzó a emitir sonidos y a vibrar, indicándole que los mensajes de texto estaban llegando uno tras otro. Tomó el aparato y leyó con prisa a su amiga, quien parecía estar tan nerviosa como ella.

"¿Ya despertaste? Recuerda que te llevará fuera de la ciudad, deben salir temprano."

"No olvides desayunar, no sería bueno si te sientes enferma durante su salida."

"Oh, ¡por favor, dime que te pondrás la blusa que dijimos ayer! Es perfecta para la ocasión."

"Responde en cuanto puedas, no quiero angustiarme esperando tus mensajes. Te quiero~!"

Soltó una risita, apresurándose en teclear una respuesta para dejar tranquila a su amiga y, de paso, pedirle que no se le ocurriera mandarle textos durante el resto del día.

"Tranquila, ya desperté, me duché y desayuné. Ahora estoy arreglándome, vistiéndome tal como quedamos de acuerdo ayer. Gracias por la preocupación."

Miró la pantalla un segundo antes de decidir mandarle el último mensaje, previo a su salida.

"Miroku pasará por mí en unos minutos, así que no creo que le preste mucha atención a mi teléfono el resto del día. Te llamo por la noche, te quiero~"

Tecleó el botón de enviar y dejó nuevamente el móvil sobre su cama, luego se vistió la blusa que su amiga le había recomendado y terminó de maquillarse – sólo la sencilla sombra rosa sobre sus párpados y un brillo suave en los labios, algo sutil como siempre – para comenzar a acomodar su cabello. Tras probar un par de peinados, optó por dejarlo suelto, mirando el resultado final satisfecha. Sólo esperaba que a su acompañante también le gustara.

Se sentó en el sofá de la sala y esperó, pensativa. Miroku había sido su mejor amigo desde la secundaria, a pesar de que ahora no era capaz de recordar exactamente en qué momento dejó de ser para ella el chico fastidioso y mujeriego y se convirtió en su confidente y consejero. Sólo sabía que había conocido al verdadero Miroku: un chico que era cálido, cariñoso, preocupado, maduro y sobreprotector, cualidades que no dejaba que muchos notaran. A diferencia de otras mujeres, ella nunca le había seguido el juego de las miradas coquetas y palabras seductoras; pese a ello, ambos se habían dado cuenta que sentían una atracción diferente entre ellos, una especie de magnetismo que ninguno podía explicar muy bien. Al principio, ella había intentado ignorarlo, pensando que jamás sería aceptada de esa forma porque Miroku siempre se fijaba en chicas totalmente opuestas a ella y, además, temía que nunca pudiese superar lo mujeriego que era él. Para su sorpresa, después de una fuerte discusión con una exnovia que no dejaba de fastidiarlo y que lo había llevado a ingerir alcohol de más, y tras haberla llamado como último recurso para que fuese a buscarlo y lo llevara a casa, él mismo había admitido que sentía cosas por ella. Cosas que no podía explicar, sensaciones a las que no podía ponerle nombre, porque se parecían a lo que había sentido por otras mujeres antes, pero no eran lo mismo.

"No me malinterpretes… pero creo que no me gustas como las demás chicas. Eres diferente, Sanguito."

Sonrió al recordar las palabras sinceras, una declaración que ella prefirió ignorar porque pensó que sólo había sido producto del alcohol, e incluso temió que significaran que jamás la vería como mujer. Sin embargo, al día siguiente cuando él despertó recostado en su regazo mientras ella dormitaba en el sofá, descubrió que todo era cierto. Miroku le había acariciado la mejilla, luego le dio las gracias por haberlo ido a buscar y cuidarlo la noche anterior, y por último le sonrió con tranquilidad mientras decía esas palabras que lo habían cambiado todo.

"Recuerdo lo que te dije anoche, cada palabra es verdad. Pero si tú prefieres olvidarlo…"

Ella le había tomado la mano para impedirle que se marchara, un tanto incrédula aún. Sus ojos habían buscado los de él un segundo antes de negar levemente, presionando un poco más su agarre.

"No quiero olvidarlo, porque no eres el único que se siente así."

La sonrisa segura y coqueta no se hizo esperar. "Entonces, pensaré qué hacer al respecto."

Y al día siguiente, la invitó a salir. Su mensaje fue recibido claramente: una salida sólo de ellos dos, lejos de la ciudad y las interrupciones para que pudiesen hablar y aclarar qué pasos darían a continuación. Eso había ocurrido hacía tres días, y hoy era el día planeado.

Sango sabía que eso probablemente terminaría con ellos como pareja, lo intuía con cada fibra de su ser, pero eso no la tranquilizaba en absoluto. A pesar de que Miroku no sería su primer novio, no podía decirse que tuviesen la misma experiencia y temía no ser suficiente para él. Además, tenía la desventaja de conocer el historial amoroso del muchacho, lamentablemente para ella, y no podía evitar ponerse celosa de antemano. Y, por si fuera poco, su padre consideraba que Miroku no era el tipo de hombre con quien ella debería estar.

Tenía todo en contra, pero aún así quería esforzarse. Porque prefería saber que lo había intentado, antes de vivir con la incertidumbre. Y porque nadie podía ver el futuro, quizá eso terminara bien después de todo.

Tres golpes en la puerta la interrumpieron. Miró la hora en el reloj de pared y sonrió: la puntualidad era una de las cualidades innatas del moreno. Abrió la puerta, encontrándose con un hermoso ramo de rosas blancas y unos ojos azules alegres tras ellas.

— Buenos días, Sanguito. Espero que te gusten — le dijo, en tanto ella las recibía.

— Están preciosas, gracias.

— No más que tú, pequeñita — sonrió galante, mientras observaba el leve sonrojo ante el cumplido que comenzaba a teñir las mejillas de ella —. Estás hermosa.

— G-Gracias… — Sabía que él le coquetearía, se suponía que estaba acostumbrada a ese juego, pero esta vez era distinto. Para evitar ponerse más nerviosa, tomó el aroma de las flores un segundo antes de buscar un florero en donde dejarlas —. El ramo es un lindo gesto. Las dejaré en agua antes de que nos vayamos.

— De acuerdo.

Colocó las rosas en un florero con agua y luego tomó sus cosas para dejarse guiar por su compañero, los nervios cosquilleándole el vientre y las ansias picándole las palmas. Miroku tomó una de sus manos con cariño, presionándola suavemente en un gesto de seguridad, como si quisiera decirle que todo estaría bien. Sango sonrió, un poco más tranquila. Confiaba en él y sabía que no tenía de qué preocuparse.

La llevó hasta el Parque Meiji no Mori Takao, un lugar que quedaba a una hora de viaje desde la ciudad y que contaba con la atmósfera pacífica e íntima que él consideraba necesaria para que ambos fuesen sinceros. Recorrieron la zona con calma, disfrutando del ambiente de tranquilidad que estaban teniendo y relajándose, Miroku logró sacarle varias carcajadas a la chica mientras se aventuraban entre los espesos árboles buscando los caminos para llegar a los distintos puntos principales del parque. Sango podía sentir cómo la mirada del ojiazul se fijaba en ella más seguido de lo que estaba acostumbrada, observándola con una intensidad que la hacía aguantar la respiración, porque era como si estuviese viendo su alma de esa forma.

No estaba dentro de sus planes escalar el monte Takao, ya que eso les hubiese llevado todo el día y Miroku deseaba mostrarle otros lugares a Sango antes de que la jornada llegara a su fin. Por lo mismo, la llevó a uno de los extremos del parque desde donde podían apreciar sin dificultad la montaña como su último destino, pidiéndole que se sentara a su lado y observaran la puesta de sol desde ahí. Fue un espectáculo hermoso, la muchacha quedó maravillada con la imagen: los rayos dorados se filtraban entre el follaje de los árboles que cubrían la superficie del lugar, el destello de los reflejos proyectándose en el cielo y la espesura le daban la sensación de estar en un lugar mágico. Apoyó la cabeza en el hombro de él, con una sonrisa en el rostro y un sentimiento cálido recorriéndola.

— Muchas gracias, Miroku — murmuró, mientras sentía cómo él la abrazaba por la espalda con cariño —. Ha sido un día maravilloso.

— No es nada, preciosa… pero el día aún no acaba y creo que todavía nos falta algo.

Sango sintió ahora con más fuerzas el cosquilleo en su abdomen, algo que la había acompañado todo el día, pero tan leve que había sido capaz de ignorarlo la mayor parte del tiempo, en esos momentos se hizo tan presente que su corazón se aceleró.

— ¿Algo? — Preguntó sin querer mirarlo, conociendo la respuesta de antemano.

— Sí, la razón por la que salimos hoy — él estrechó el abrazo, acercándola un poco más hacia sí —. ¿No lo recuerdas? Aunque, si prefieres, podemos olvidarlo y simplemente volver a casa-

— Te dije que no quiero olvidarlo — no supo de donde sacó voz para responderle, sentía que el corazón iba a salírsele del pecho —. Pero si tú quieres…

— No te habría traído hasta aquí si esa fuese mi intención — él interrumpió la excusa que su compañera estaba comenzando a formar para evitar el tema, a pesar de que sabía que quería salir de esa situación pronto —. ¿No crees?

— Lo sé, lo siento…

— No te disculpes — se acomodó para mirarla de frente, las luces que estaban cerca para indicarles el regreso al camino iluminaban suavemente su rostro, dándole un tono pálido que lo hacía sentirse como en una especie de sueño —. Está bien, comprendo tus nervios… después de todo, no es algo a lo que sea ajeno.

Ella sonrió levemente, él no aparentaba estar nervioso, pero acababa de admitirlo directamente.

— De acuerdo, entonces… tenemos que hablar, ¿no?

— Sí, porque ese día dije cosas sin pensar. Debo disculparme por ello, creo que pudiste haber malinterpretado el mensaje. Y lo último que quiero es que haya malentendidos entre nosotros.

Si Sango estaba nerviosa antes, en ese momento superó toda experiencia previa. Sintió un nudo en la garganta y un peso en el estómago, mientras buscaba palabras para no parecer una idiota ilusionada ante esa declaración. Si ella había malinterpretado las cosas, entonces Miroku no sentía lo mismo y sólo se estaba haciendo falsas ilusiones. Apretó los puños como un reflejo y desvió la mirada, tratando de evitar que él viera lo afectada que estaba.

— N-No te disculpes, debí darme cuenta. Supongo que aún soy muy ilusa en estas cosas, a diferencia de ti. Lamento haber creído que sabía lo que querías decir, fue mi error. ¿Podemos volver?

Aguantó las lágrimas, se sentía estúpida. ¿Cómo pudo pensar que él terminaría viéndola de esa forma, como a una chica? Definitivamente, eso estaba mal… Tendría que haberlo supuesto. Intentó separarse de él y ponerse de pie, la cercanía le estaba haciendo daño. Pese a su esfuerzo, Miroku no le permitió lograr su objetivo, sosteniéndole las manos con seguridad.

— Sigues malinterpretando todo — su voz estaba tranquila, aunque parecía levemente molesto —. Pero es mi culpa. Creo que contigo cerca, mi cerebro no funciona de forma apropiada — sonrió de medio lado antes de continuar —. Me gustas, Sango, y mucho, pero no es el mismo tipo de atracción que he sentido por otras chicas. Es algo más que físico, eres más que una chica bonita. Eres fuerte, inteligente y vaya que tienes un carácter complicado… Eres diferente, y eso me asusta porque no había sentido esto antes, por nadie más. Y no es algo reciente, llevo meses preguntándome qué significa. Parece que ya encontré la respuesta.

Le acarició el rostro, limpiando con su pulgar una lágrima que se había escapado de los ojos de Sango, producto de la mezcla entre los nervios, el miedo, la ansiedad y la alegría. Se acercó a ella, acortando la distancia lo suficiente para encontrar sus labios, besándola de forma cálida, cariñosa y suave. La castaña correspondió el gesto un poco insegura y temerosa al principio, pero dejándose guiar por su acompañante y por esa extraña sensación que ahora la invadía, haciéndole sentir en las nubes. El tiempo pareció detenerse a su alrededor, y ahora Sango entendía que esa sensación no era sólo un cliché de historias melosas ni chicos exagerados.

No estuvo segura si el beso duró segundos o minutos, sólo supo que cuando Miroku decidió separarse de ella, sus mejillas estaban rojas y ese cosquilleo en el estómago seguía persistente, impidiéndole mirarlo a la cara producto de los nervios. Él le acarició suavemente la mejilla, Sango pudo incluso adivinar la tranquila sonrisa que cruzaba sus labios en esos momentos. Quiso decir algo, intentó buscar las palabras adecuadas, pero no las encontró. Sentía que, cualquier cosa que dijera, terminaría arruinando la magia del momento y no quería estropearlo todo, siempre lo hacía y era algo que otros chicos ya le habían reclamado.

— La respuesta es que te quiero, Sango. Y mucho.

Sintió su rostro arder aún más mientras una tímida sonrisa se apoderaba de su boca, al tiempo que él levantaba con suavidad su rostro para que ella lo mirara a los ojos y notara el brillo cálido que transmitían.

— Y-Yo también te quiero, Miroku… — Balbuceó y su voz se escuchó un poco rasposa, tan inapropiada para dar esa respuesta. Se reprendió mentalmente por eso, aunque seguía sintiendo la garganta un poco seca, seguro era producto de los nervios. — L-Lo siento…

— ¿Por qué te disculpas? No seas tontita… no has hecho nada mal — él soltó una ligera risita, restándole importancia a lo que ella había considerado como un error, luego le besó la frente y volvió a mirarla a los ojos, esta vez con un leve sonrojo también en sus mejillas, algo tan sutil que Sango pensó que podría estárselo imaginando —. Preciosa, tú… ¿aceptarías ser mi novia?

No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Miroku, el chico más mujeriego y galán que conocía, le estaba pidiendo noviazgo en la primera cita? Sospechaba el curso que tendría todo desde que él la había invitado a salir, pero pensó que esa pregunta tardaría un poco más en llegar. Él solía salir con sus pretendidas durante un tiempo, tanteando terreno y evaluando si la relación podía pasar a ser algo más serio. Ella siempre le criticaba eso, porque consideraba que todo lo que hacía antes de considerar una relación como un noviazgo, era precisamente eso.

— ¿L-Lo dices en serio? ¿No es porque yo siempre te he cuestionado que no le tomes el peso a tus relaciones desde el principio? No quiero que hagas esto para no molestarme…

— Sango, ya te lo dije: eres diferente, y de una manera que me encanta. Pero pareciera que no terminas de creerlo. ¿De verdad piensas que habría hecho todo esto para que simplemente termináramos saliendo? Como si no hubiese esperado lo suficiente todo este tiempo, ¿ahora pones en duda mis intenciones? Por un momento, pensé que estábamos hablando el mismo idioma y-

Lo interrumpió un sorpresivo movimiento de la castaña, quien impulsivamente lo calló con un beso efusivo, no muy duradero, pero sí lo suficiente como para dejarlo sin palabras ante lo inesperado e impredecible del acto. Definitivamente, la muchacha nunca dejaría de sorprenderlo.

— Perdón… es extraño estar en este lado del asunto. Estoy acostumbrada a ser la amiga que intenta ponerte los pies sobre la tierra, no la novia que provoca que andes en la luna.

— Bueno, si sigues reaccionando así, no me molestaría que tus besos me callaran cada vez que quieras — la sonrisa de Miroku ahora fue pícara, gesto que no pasó desapercibido por ella.

— No intentes aprovecharte de la situación… no voy a dejar que te pases de listo sólo porque ahora seamos novios.

— Lo sé, y no sabes cuánto me gusta que sea así — le apretó suavemente una de sus mejillas, como quien dijera "qué tierna es esta niña", y luego frunció un poco las cejas, cayendo en cuenta de algo —. ¿Eso fue un sí, verdad?

— Idiota.

No necesitó más respuesta que esa y le encantaba que fuera así. Ninguno de los dos lo había considerado antes, pero se entendían a la perfección desde que comenzaron a ser amigos, incluso muchas veces Miroku no comprendía porqué los demás decían que Sango era complicada – aunque sí llegaba a pensarlo cuando discutían, especialmente porque casi siempre era a raíz de alguna de sus novias y ella negaba estar celosa; ahora sabía que eso no era cierto y todo tenía sentido.

Se puso de pie y le extendió la mano para ayudarla a levantarse, retomando el camino principal para regresar a la ciudad y llevarla a casa. Llegaron hasta el vehículo de él y se subieron para iniciar el trayecto, Sango más callada de lo habitual debido a que aún no lograba procesar del todo lo que acababa de pasar. ¡Eran novios! ¡Después de años de negar que sintiera algo por su amigo, ahora era su pareja! Sonrió levemente, se sentía extrañamente bien y eso le gustaba, era como haberse sacado un peso de encima o quitado la venda de los ojos. Ahora estaba siendo sincera y, para su fortuna, él correspondía sus sentimientos. Muchos de sus temores eran injustificados, porque Miroku la quería a pesar de lo mucho que la conocía. Y eso era lo mejor de todo.

Cuando llegaron a su casa, le costó despedirse de él, como si hubiesen perdido demasiado tiempo esos años. Sin embargo, el ojiazul le aseguró que seguiría siendo su novio aunque se separaran por unas horas. Sango soltó una risita con el comentario, agradeciéndole que fuese tan atento con ella y, luego de volver a probar sus labios durante bastante rato, al fin se separaron para ir a descansar y, de paso, terminar de ordenar sus ideas, controlar la emoción naciente y, porque no decirlo, hablarlo con sus amigos. InuYasha y Kagome estarían ansiosos por saber lo que había ocurrido, sin lugar a duda.


— ¡¿TE PIDIÓ NOVIAZGO EN LA PRIMERA CITA?!

La voz llena de emoción y sorpresa de su amiga junto con los ojos felices fueron algo que ella esperaba, después de todo habían hablado las posibilidades todos esos días y nunca pensaron que él propusiera esa idea esa misma tarde. Con lo bien que lo conocían, ambas creyeron que necesitaría un par de citas más para animarse; no tanto como con otras chicas, pero tampoco consideraron que sería tan rápido.

— Bueno, sí… Dijo que me quería mucho, que le gustaba y me preguntó si quería ser su novia.

— No puedo creerlo… Supongo que le dijiste que sí, ¿verdad?

— Bueno, creo que podría decirse que sí, a pesar de todo — Sango pareció meditarlo, la forma había sido muy atípica, pero aún así, Miroku era oficialmente su novio.

— No me extrañaría saber que en realidad el modo fue totalmente inusual, al igual que tu respuesta. ¡Me alegro tanto por ustedes! Ya era hora…

La castaña sonrió, tenía el mismo pensamiento: era tiempo de que ambos fueran sinceros, y con eso también felices.

— Lo sé. Sólo espero que las cosas sigan así de bien, ya sabes… no me gustaría perderlo por alguna estupidez…

Kagome la miro confundida, extrañada ante su rostro temeroso. ¿Acaso no estaba feliz? ¿Por qué debía pensar en ese tipo de cosas?

— No deberías pensar en eso. Están recién comenzando, debes disfrutarlo y ser feliz. No entiendo porque te afliges ahora…

— Son muchas cosas, Kagome… Primero, está el hecho de que Miroku es Miroku: coqueto por naturaleza, atrevido, pervertido y bueno… con toda esa experiencia detrás. Luego, tenemos su historial amoroso, ¿y si alguna chica decide aparecerse y hacer algún problema? Yo no tengo mucha paciencia y soy celosa, tú lo sabes… y, por si fuera poco, no soy el tipo de chica con el que él suele salir. ¿Y si termina aburriéndose de mí? ¿O resulto no ser tan interesante o sexy o sensual, como a él le gusta? ¡Imagina que después no le atraiga o termine hartándose! Yo-

— Estás exagerando. Miroku sabe exactamente cómo eres y así te quiere. Además, dudo que se esté arriesgando para echarlo a perder por alguna tontería…

— ¿De verdad lo crees? — Ante la pregunta de Sango, Kagome asintió segura. — Supongo que tienes razón… Pero eso no quita uno de los mayores problemas: mi padre lo detesta.

— Tu padre no detesta a Miroku. El odia la idea de que sean novios. Pero no puede impedirlo, ambos son bien grandecitos y saben lo que hacen. Y cuando tu padre vea lo feliz que te hace Miroku, lo aceptará.

— ¿De dónde sacas tanto optimismo? — La castaña sonrió, pensando que debía darle la razón esta vez a su amiga. — A decir verdad, creo que es cierto. Debería estar tranquila, todo va a salir bien, ¿no?

La azabache le hizo un gesto de "¡ya verás que sí!" mientras terminaban de servirse su copa de helado. Sango suspiró, deseando que todo fuese como su amiga se lo planteaba, ya que lo que menos necesitaba ahora era estresarse por ese tipo de problemas. Ya iba en su segundo año en la Academia de Policía y todas las exigencias estaban al doble, por lo que debía concentrarse en eso sin otras distracciones. Y Miroku también era consciente de ello, por lo que esperaba que sus temores sólo fuesen infundados.


¡Hola~! Aquí traigo un proyecto que nació de repente -como casi todo lo que hace mi musa desconsiderada- y que en realidad será algo largo. Llevo un par de capítulos avanzados y varios más planeados, así que probablemente, sea actualización seguida -o eso quiero creer. Tengan fe.

Quiero agradecer a Nuez por siempre estar ahí, apoyándome con mis locas ideas y ayudándome a sacarlas a flote. Eres un sol, hermosa.

Nos leemos en el siguiente -espero que sea antes de Navidad xd-

Besos y abrazos~

Yumi.