Esto es para el reto *Personajes fuera de tiempo, creando What If s*, del foro 'Hasta el final de la Pradera'. Por una parte, siento el retraso, por otra, este es el what if más grande que se me ha ocurrido.

Los personajes son de Collins, y yo, tratando de imitarla, he escrito en primera persona a Katniss. Espero que se le parezca.


¿Jugamos?


Hemos decidido dividirnos en tres grupos; en primer lugar saldrán Cressida y Pollux, tras ellos iremos Gale y yo, y por último, lo hará Peeta. Antes de abandonar la casa de Tigris, le quito las esposas y le doy un beso en la mejilla; luego sigo a Gale.

Fuera está la guerra; gritos, disparos y gente corriendo en todas las direcciones. Hay agentes de paz intentando conducir el tráfico humano. Es en vano, porque la masa de personas aterrorizadas es imprevisible. Los tiradores de las azoteas parecen rebeldes e intentan derribar a los agentes. La nieve y sus uniformes blancos se manchan de sangre y de pólvora.

Avanzamos pegados a una pared con la intención de llegar a la mansión de Snow. Vamos vestidos con la ropa y las pelucas que nos proporcionó Tigris, así que deberíamos pasar desapercibidos entre la marea humana. Atravesamos un par de manzanas de esa forma, eludiendo el fuego cruzado entre rebeldes y agentes de paz. Eso, sumado al humo de las vainas que se disparan a su paso, hace que la visibilidad sea prácticamente nula. El sonido me nubla la mente y el miedo hace que empiece a disparar en todas las direcciones, sin ver quién hay en frente. Disparo a todo menos a Gale, a quien siento a menos de un paso detrás de mí.

Es fácil darse cuenta de que las vainas están matando a tantos refugiados como las balas. Cada una es distinta; ráfagas de luz cegadora que dejan cadáveres hechos de ceniza, nubes de humo blanco que asfixian, grietas en el suelo que se abren, se tragan a la gente y vuelven a cerrarse. Todavía no he visto mutos en la superficie. Todavía.

Gale y yo nos protegemos en los portales, bajo las cornisas o en los huecos de las escaleras de los edificios, pero seguimos avanzando. En la siguiente manzana vuelven a dispararse vainas. El Capitolio está minado. Me pregunto si es necesario detonarlas desde algún lugar para que se pongan en marcha, ¿habrá un panel con un mapa del Capitolio, y un Vigilante al mando, como en los Juegos? Si es así, Snow está matando a sus ciudadanos sin ningún miramiento. Tampoco es que me extrañe.

Justo cuando intentamos atravesar una calle entre edificios, el asfalto empieza a vibrar bajo mis pies. Tiembla, es como una onda sísmica que se extiende a lo largo de la calzada. El sonido de piedras rompiéndose resulta ensordecedor. Vuelvo la vista buscando a Gale, que me agarra el antebrazo. "Corre", me dice, y yo me permito mirar al frente una última vez antes de dar media vuelta. Los adoquines, el pavimento y los edificios de la manzana se inclinan hacia dentro formando un cráter. La gente cae y se precipita hacia el fondo.

Gale sigue tirando de mi muñeca mientras corremos en cualquier dirección. Hay tanto humo y polvo en el aire que no vemos nada de lo que tenemos en frente. Chocamos con una pared de personas, les derribamos, caemos un par de veces. Intento zafarme del agarre de Gale porque ralentiza la huida, pero me sujeta con fuerza. Cuando lo consigo, él se detiene un segundo, me mira a los ojos, me agarra la mano y continúa corriendo, conmigo a rastras. Presiona tan fuerte mis dedos que es posible que me haya roto algún hueso, pero la adrenalina me impide sentir dolor; le devuelvo el apretón y corro, dejándome guiar por Gale.

La grieta inicial comienza a expandiese. Una ligera vibración antecede al brazo que abre el suelo por la mitad. Corremos al límite, con la grava desprendiéndose justo después de levantar los talones del suelo. Todo lo que queda tras nosotros se hunde en el vacío. Corremos sin rumbo y tan rápido como podemos, pero el abismo que nos persigue es aún más rápido. La calle se inclina cuesta arriba y el sonido del asfalto quebrándose lo envuelve todo. Cuando el ángulo que forma está a punto de lanzarnos a la enorme grieta del suelo, Gale se agarra a la cornisa de un edificio y yo quedo suspendida en el aire con la única sujeción de sus dedos. Debajo de mí no queda nada, aparte de un nauseabundo olor a muerte.

Estoy gritando y ni siquiera me doy cuanta hasta que siento el arañazo en la garganta que causa mi voz. Los dedos se me resbalan de la mano de Gale a causa del sudor. No encuentro solución; ya me siento muerta, precipitándome al vacío, descendiendo a las entrañas de tierra, cuando mi cuerpo comienza a balancearse. Aprovecho el impulso y agarro con la mano libre el brazo de Gale. Por un instante me siento segura, pero mi cuerpo sigue descendiendo. La tela de su uniforme es mi tabla de salvación, así que me aferro a ella con todas mis fuerzas. Gale me está gritando algo, pero no logro entenderle, sólo veo el miedo en su cara, contorsionándose, diciendo mi nombre.

Ambos hemos dejado caer los fabulosos arcos que nos había fabricado Beetee, y si salimos de esta, estaremos desarmados y completamente vulnerables, aunque no es muy probable que salgamos de esta.

La desesperación se ha vuelto a apoderar de mí y estoy a punto de renunciar a la vida cuando noto que mi cuerpo asciende. Miro hacia arriba y veo un guante blanco sujetando el brazo que sostenía a Gale en la cornisa. Luego otra mano. Tiran de nosotros hacia arriba.

La alegría del rescate es breve, porque al segundo tenemos a dos agentes de paz frente nosotros, apuntándonos con sus armas. Gale y yo quedamos paralizados al contemplar esos uniformes blancos, volviendo la cabeza al agujero en el asfalto, y cruzando miradas de desaliento entre los dos. Inmediatamente pienso en la jaula de noche y el pequeño compartimento que Cinna diseñó en el traje de Sinsajo, pero me doy cuenta de que mi amigo no tiene la suya, se la dio a Peeta; tampoco puede hacer estallar las flechas que todavía cuelgan en su espalda, los agentes no lo iban a permitir. No puedo abandonarle ahora, así que permanezco inmóvil, demasiado asustada para decir nada.

No es que tenga que hacerlo. Los individuos que nos han rescatado nos giran y nos obligan a avanzar por el tejado, con cada una de sus armas clavada en cada una de nuestras espaldas. Ninguno de los dos nos resistimos, nos limitamos a caminar hacia el frente, guiados por ellos.

No tardan en aparecer nuevos agentes de paz, y en este caso resulta evidente que nos han reconocido. Comentan algo sobre el Sinsajo y su primo mientras nos esposan las manos.

Lo siguiente que noto es un fuerte golpe en la cabeza.


Cuando empiezo a recuperar la consciencia, noto que tengo brazos y piernas amordazados. Busco a Gale pero allí no hay nadie más, sólo yo y paredes de un blanco inmaculado. No tengo claro cuánto tiempo ha pasado desde que nos cogieron, aunque algunos flashes recorren mi memoria: agentes de paz muy exaltados y hablando entre ellos; Gale intentando resistirse y recibiendo otro golpe igual que el mío; alguien pinchándome vías en la muñeca izquierda, y el líquido entrando en mis venas. Me siento como si llevase días dormida, con todo el cuerpo entumecido.

Lo único que sé con certeza ahora mismo es que estoy atrapada. Snow debió bailar salsa al saber que tiene al Sinsajo. Es probable que Coin le marque el ritmo, si se entera. Me estremezco pensando en lo que van a hacerme para sacarme información, y se me seca la boca cuando recuerdo que también tienen Gale. ¿Y Peeta? La última vez que lo vi, parecía centrado y dispuesto a armar barullo si alguien nos reconocía. Solo espero que haya sido sensato y esté de vuelta en el refugio de Tigris. Espero no lo tengan a él también. Peeta sí que tiene la píldora y no dudará en tomársela. No podría soportar las refinadas torturas del Capitolio una segunda vez.

Paso las siguientes horas – o días, no lo tengo claro – en una especie de duermevela inducido por lo que sea que me han enganchado al brazo. No es morflina, pero la sensación es similar. Te deja estático y vacío, sin fuerzas para pensar. Si van a torturarme, espero que lo hagan con una buena dosis de esto en mi torrente sanguíneo. No siento nada físico; ni hambre, ni sueño, ni frío. En realidad no es tan malo. Se me pasa por la cabeza que tal vez se me permita morir así, pero enseguida aparto el pensamiento. Tengo que prepararme para lo peor. Snow no es precisamente compasivo.

Después de una cantidad indefinida de tiempo, uno de mis breves estados conscientes converge con el momento en que alguien entra al cuarto donde me tienen atada. Es un hombre, y es del Capitolio, sin duda. Lo sé por sus pómulos más arriba de lo normal y por su piel estirada y brillante, aunque va vestido con una sencilla indumentaria médica.

Abro mucho los ojos cuando se acerca a mí y empieza a comprobar mis constantes vitales. Él hace caso omiso de mi mirada inquisitiva y continúa haciendo su trabajo. Comprueba el monitor, intercambia un par de bolsas con líquido de las que se conectan con mis brazos y se marcha.

Me pregunto si lo que me están metiendo no será veneno rastreavíspulas para dejarme tan loca como a Peeta, aunque me parece poco probable, ya que supongo que lo que querrán será sacarme toda la información posible de los rebeldes. Puede que el veneno lo reserven para Gale con el fin de que me odie e intente asesinarme, sólo para hundirme un poco más.


La siguiente vez que despierto sigo tumbada en una camilla, aunque ya no estoy en la habitación blanca. Reconozco el lugar: es la sala en la que el equipo de preparación me había 'mejorado' antes de cada una de las arenas. Ahora están haciendo lo mismo, aunque, claro, no es mi equipo de preparación. Son completos desconocidos, pero por sus comentarios, no parecen mucho más inteligentes.

No sé para qué hacen esto. ¿Van a llevarme de nuevo a un plató de televisión? ¿Qué ha preparado Snow para mí esta vez? Intento mentalizarme de que en breve volveré a encontrarme con Caesar Flickerman y su tupé azul brillante.

Mis sospechas se confirman cuando empiezan a vestirme con un bonito vestido, blanco y emplumado. Se parece mucho al que Cinna hizo para mí antes del Vasallaje de los Veinticinco. Recogen mi pelo igual que el dulce Cinna lo hizo en aquella ocasión, enmarcando los ojos con un perfilador negro. Me veo en el espejo y no reconozco a nadie. Estoy pálida y parezco frágil. ¿Es este el aspecto que pretenden que tenga? ¿Necesitan un Sinsajo abatido, deshecho y con un vestido de novia para mostrarle a Panem?

Une vez que estoy lista me conducen por unos pasillos por los cuales no había pasado antes. No son los mismos que atravesé cuando me dirigía a las entrevistas, ni tampoco hay ningún ascensor de cristal. Esto no es el centro de capacitación, sin embargo, la sala de puesta a punto parecía idéntica.

Llagamos a una habitación enorme, y efectivamente está llena de equipos preparados para una emisión en directo. Hay muchas cámaras, pero pocos operarios, aunque hay bastantes tipos vestidos de blanco, con batas y uniformes médicos. Y está Caesar, tal y como había imaginado. Sinceramente, no sé cómo van a conseguir que la voz salga de mi garganta; no creo que pueda hacer ningún sonido después de tanto tiempo sin hablar. De hecho, lo más probable es que no diga una palabra. Eso haré. No abriré la boca.

Observo todo lo que hay a mi alrededor mientras me llevan hasta una silla, no un sofá como las otras veces. Es una silla lujosa, de diseño capitolino, con dos grandes reposabrazos metálicos. También me doy cuenta de que, aparte de los equipos de grabación, hay otro tipo de artefactos. Están llenos de luces parpadeantes, botones, y unas tiras de papel continuo con agujas-lápices dibujando un par de prolongadas líneas rectas de color azul. Detecto dos artilugios de ese tipo.

Me obligan a sentare en la silla y empiezan a colocarme ventosas en los brazos y en la parte del pecho que el vestido deja al aire. Luego me ponen un par de ellas en la base del cuello, justo por encima de la clavícula, y otras dos en las sienes, una a cada lado. No acabo de entender por qué se han molestado en vestirme así para luego llenarme de ventosas conectadas a cables. Sigo la dirección de los cables con los ojos y me doy cuenta de que éstos, a su vez, están conectados a las máquinas del papel continuo. Cuando han terminado, se me acerca otro hombre, el cual no viste de blanco, y coloca un micrófono en el escote de mi vestido palabra de honor.

Levanto la vista y me fijo en la disposición extraña de los aparatos y las cámaras. Hay una silla idéntica frente a la mía; me pregunto si será para Caesar, aunque lo dudo, porque también veo una butaca tapizada con terciopelo rojo justo a mi lado. Caesar se encuentra de pie, le están retocando el maquillaje en estos momentos. Es evidente que se ha percatado de mi presencia, aunque no me ha dirigido la palabra, ni siquiera un gesto, un saludo.

Entonces lo veo aparecer desde la parte trasera de la sala. Viene directamente hacia mí. Tiene el mismo aspecto contenido de siempre, como si el mundo fuera incapaz de alterar su mirada de serpiente venenosa. Se para a mi lado y me mira directamente a los ojos.

"Estoy encantado de volver a verla en persona, Katniss Everdeen".

Se me hiela la sangre, no obstante, hago un esfuerzo por responder.

"No me cabe la menor duda, presidente Snow".

He hablado. No tengo idea de cómo lo he conseguido. Mi voz ha sonado grave, casi desafiante, y no estoy segura de que ese sea el mejor enfoque, dada mi situación. Snow se acaricia el poblado pelo blanco de la barbilla y continúa observándome con atención.

"Si he de serle sincero, mi querida señorita Everdeen, no pensé que esto fuera a salir así. Pero cuando mis asesores me comunicaron a quienes habíamos atrapado, vi claro cuál habría de ser el siguiente paso a seguir. Sería perfecto si el amor de su vida hubiera estado con usted, ¿no le parece? Lamentablemente a él no lo hemos encontrado. ¿Qué tal le va a Peeta, señorita Everdeen? ¿Le ha hablado de su fabulosa experiencia en el Capitolio mientras usted jugaba a ser el Sinsajo?".

Ignoro la provocación. No tienen a Peeta. Me permito un momento de alivio, e intento tragar la saliva que no tengo. Snow continúa;

"Sin embargo, creo que el primo nos servirá. ¿Tú qué opinas, Katniss?".

Tardo un segundo en reaccionar a sus palabras. Tienen a Gale, ¿qué van a hacerle?, ¿qué van a hacerme a mí? Esta vez no puedo alegar que él no tiene nada que ver, o que él no ha hecho nada, porque es obvio que lo ha hecho. Ideó una trampa para el Hueso – aunque de ese detalle es posible que Snow no esté al tanto. Pero aparece junto al Sinsajo en un sinfín de propaganda rebelde, y en los montajes del 8, derribando a dúo naves del Capitolio. Está claro que no va a librarse. Aun así, lo intento;

"Él no ha hecho nada".

Se me quiebra la voz.

El presidente Snow esboza una sonrisa satisfecha. Realmente parece encantado de verme.

"Por supuesto, querida. Él no ha hecho nada, pero para asegurarnos tengo una sorpresa preparada para vosotros dos". Hace una pausa y gira la cabeza. "Que traigan al chico".

Vuelvo medio cuerpo ante el ruido de la puerta de detrás. Dos agentes de paz sujetan a Gale, uno de cada brazo, a pesar de tiene las manos esposadas. En su caso, no se han tomado la molestia de acicalarlo para la ocasión. Sigue con el uniforme del Distrito 13.

"¡Gale!", grito su nombre, me retuerzo en el asiento haciendo que se me desprendan un par de ventosas. Un hombre y una mujer acuden raudos para sujetarme y recolocarlas en su sitio.

"¡Katniss! ¿Estás bien?, ¿qué te han hecho?", se apresura a responder. También se retuerce e intenta soltarse, pero dos agentes de paz y unas esposas son un obstáculo excesivo. De todas formas sigue intentándolo hasta que empiezan a golpearle. Le ha sacudido en la cara y ahora le sangra el labio.

"Sí, definitivamente el primo servirá", comenta de nuevo Snow. Los pequeños ojos le brillan cuando le miro con el rabillo de un ojo, pues soy incapaz de apartar los míos de Gale. ¿Dónde lo han tenido? ¿Qué le han hecho? Tiene un aspecto horrible.

"Tranquilizaos, chicos", dice Caesar Flickerman, quien ya se halla acomodado en la butaca roja, perfectamente maquillado y ajustándose el micro en la solapa. "Vamos a empezar enseguida".

Los agentes conducen a Gale hasta la silla que está en frente, e inmediatamente un grupo de personas se abalanza sobre él. No veo lo que le hacen, solo sus batas blancas, en cambio sí que escucho las quejas de mi amigo, y el forcejeo, los golpes. Cuando se retiran veo a Gale cubierto de cables. En los brazos y en las sienes como los míos, pero también por todo el pecho, ahora sin camisa, y sobre la cabeza. Vuelvo a mirar a Snow tratando de encontrar respuestas. Él se encoge de hombros.

"No te asustes, Katniss. Sólo se trata de un pequeño juego, y a ti se te da bien jugar, ¿no es cierto?".

Ha empezado a tutearme. Está sereno y confiado. Por alguna razón, la tranquilidad del presidente hace que lo odie todavía un poco más. No creía que eso fuera posible.

"Hoy vas a tener la oportunidad de sincerarte con Panem, Katniss. ¿No te parece eso algo fabuloso? Se acabaron las mentiras. Podrás explicarle a todo el mundo lo que ha pasado los últimos dos años. Cómo te enamoraste ciegamente de Peeta e hiciste todo por salvarle".

"¿Qué?", pregunto desconcertada.

"Verás, es muy sencillo. Caesar te hará las preguntas. Tú sólo tienes que decir la verdad. Si sale bien, estoy seguro de que Peeta y tú querréis invitarme a vuestra boda. La oficial, no esa de pega que decís haber celebrado en el 12. Pero si mientes, Katniss… Si mientes, achicharramos a tu primo".

Parpadeo un par de veces. Todavía no acabo de entender en qué consiste todo esto. Las últimas palabras de Snow me hacen eco en la cabeza mientras trato de procesarlas.

Si mientes… achicharramos a tu primo.