-¿No te parece fabulosa?
-Sí.
-¡Oh, y mira las cortinas, son una preciosidad!
-Las cortinas…
-Hemos sido muy afortunados al encontrar este piso a tan buen precio, ¿verdad, Gray?
-Realmente ha sido una suerte, sí.
-Oye, me apetece que estrenemos el dormitorio…
-¿Oh, enserio?
Gray cogió a su novia en brazos mientras ella besaba su cuello apasionadamente. Él se dirigía hacia la cama y una vez delante, la soltó sobre el colchón y la desnudó sin contemplaciones.
Gray se acababa de mudar a un apartamento en el centro de la ciudad con su novia de casi tres años, Yuki. Ambos eran jóvenes, muy atractivos y con una belleza notable, por lo que hacían muy buena pareja. Además se conocían casi desde niños.
Yuki trabajaba en la empresa textil de su padre en un alto cargo, al cual había accedido el año anterior, nada más tener 18 y terminar sus estudios básicos. Gray en cambio se tomó un año de descanso tras la preparatoria y ahora, con 19, se matriculó en la universidad de la ciudad para el primer curso de carrera, que iba a empezar en breve. A parte por las noches trabajaba ocasionalmente en una pequeña oficina de seguridad, pero solamente durante el verano. A su novia no le hacía mucha gracia que Gray trabajara por la noche, pero solo con su sueldo no podían vivir teniendo que pagar el alquiler a partir de ahora, así que lo pasaba por alto, pero siempre le sugería en cuanto surgía la oportunidad que podría buscar otro empleo.
-Ahora que vas a entrar en la universidad deberías pensar en dejar de trabajar por la noche, puede afectar a tus estudios.- decía ella a menudo.
Esa misma tarde decidieron ir a dar una vuelta por su nuevo barrio.
-Mira que no nos hemos movido de ciudad, pero esta zona apenas me suena.- dijo Yuki mientras contemplaba las fachadas y ventanas.
-Yo hacía muchos años que no venía por estas calles.- le contó Gray.- Solía venir por aquí con mis amigos.
Iban felizmente cogidos de la mano por el medio de la calle, llena de peatones y de mesas de heladerías.
-¿Te apetece un helado? Hay que aprovechar que el verano ya ha terminado casi.- propuso Gray.
-Oh, estupendo.- respondió Yuki mientras se sentaba en una mesa de la terraza, dejando que Gray entrara a comprar los helados.
A los 10 minutos regresó con dos cucuruchos de vainilla y chocolate.
-Toma.-le dio él.
Pasaron lo que les quedó de tarde terminándose el helado muy acaramelados y terminando su paseo por la zona. Luego fueron a su nuevo piso, se dieron una ducha juntos y cenaron algo ligero que Yuki cocinó.
-¡Podemos subir a la azotea y ver las estrellas!- dijo ella entusiasmada.
-Te encantan los tópicos, ¿verdad?- se burló él.- Ver las estrellas, ¿eso quién lo hace?
-¡Eh, deja de meterte conmigo! Si no vienes conmigo iré yo sola.
-Adelante.- retó Gray con media sonrisa.
Ella dudó unos instantes y luego ronroneó detrás de Gray mientras cruzaba los brazos por el cuello de su novio.
-Venga…
Él se levantó y acompañó a Yuki a ver las dichosas estrellas.
Una vez bajo el cielo se asomaron a la barandilla y también vieron la actividad de la ciudad.
-Se nota que es tiempo de reemprender las cosas.- comentó Yuki.
Gray la rodeó con un brazo.
-¿Cuántos días quedan de vacaciones?- preguntó él.
-¡¿Y me lo dices a mí?! Deberías saberlo ya, ¿no sabes ni cuándo empiezas tus clases?
-¿Y qué hay de ti? ¿Tú no sabes cuándo vuelves a la empresa?
-Ya me avisará mi padre, no es necesario ir mentalizada ni nada de eso.- bromeó su novia.
Gray no hizo ningún comentario al respecto, pero sabía que Yuki poco hacía en su trabajo. Solo estaba allí por ser la hija de quien era, no por su talento casi inexistente en la materia de las financias de ningún tipo. El caso es que nunca se atrevió a preguntarle cuál era su función exacta allí, porque no sabría responderle seguro. Pero eso a él le tenía que dar igual.
-Mañana iré a la universidad a revisar los horarios.
-¿Quieres que te acompañe?
-Yuki, por Dios, no voy a perderme. Me iré temprano, y sé lo poco que te gusta madrugar. Estaré aquí antes de que te des cuenta.
-¿Vas a coger el tren?
-No creo, cogeré la moto.- resolvió él.
A Gray le encantaba ir en moto. Le hacía vivir en un verano eterno, sin preocupaciones ni responsabilidades, con todo el tiempo del mundo, aunque en realidad no fuera así. Fuera como fuese, disfrutaba.
-Ve con cuidado.
-Que sí. ¿No querías ver las malditas estrellas? Pues deja de darme la charla y levanta la cabeza.- bromeó Gray propinándole un beso en los labios.
La mañana siguiente amaneció con el cielo despejado, y Gray intentando no hacer apenas ruido se vistió y salió del piso, directo hacia su plaza de aparcamiento donde estaba su moto color azul oscuro. Se puso el casco y la hizo rugir, yéndose con el estómago vacío por no haber querido hacer ruido innecesario mientras se preparaba el desayuno, ya se pararía en alguna cafetería cercana.
Antes de partir se miró el reloj de pulsera y vio que todavía no eran ni las 8:00… y calculaba que tardaría como tres cuartos de hora hasta llegar, puede que menos.
A las puertas de la universidad había un par de grupos de lo que parecían estudiantes, esperando a que les dieran paso. Seguramente serían alumnos acabando de completar sus matrículas, asignaturas y puede que comprobando horarios también, quién sabe.
Una joven de ojos y cabellos azules, ataviada de un gorro se acercó también, algo desorientada, mirando un folleto que sostenía fuerte entre sus manos.
-Di-disculpad…-dijo a unos chicos.- ¿Sabéis si se puede entrar?
-Oh, abren a las 9:00, porque todavía es horario de verano, tendrás que esperar un poco.- le respondieron.
Ella les dio las gracias y se sentó en un banco cercano, releyendo por décima vez el folleto promocional de la universidad.
Gray llegó a la hora prevista y se vio en el mismo caso. Se acercó a la entrada y preguntó.
-Tú también debes ser de primer año, ¿no?- le contestaron.- Aquella chica de allá también está muy perdida. Abren en un rato.
Gray ladeó la cabeza y vio a la joven nerviosa de antes.
"Es evidente que tienen que haber alumnos desorientados de primero, idiotas, no vayáis de sabelotodo." pensó irritado. Esos chavales no le habían causado una buena impresión, así que se dirigió hacia los bancos para hacer tiempo.
-¿Me puedo sentar?- preguntó Gray intentando parecer educado, sin demasiado éxito.
La joven se sorprendió al verle frente a ella.
-Claro…
-¿Eres nueva también?
-¿Nueva?
-Me refiero a que si eres de primer año, ¿qué podría ser sino?
-Oh, sí, soy de primer año, y también me acabo de mudar a esta ciudad... Soy dos veces nueva.
-Yo también me he mudado, pero solo de apartamento, sigo en la misma ciudad después de todo…
-¿No te gusta?
-Oh, no es eso. Supongo que no está mal… ¿Hace mucho que has llegado?
-Dos días. Me ha costado mucho encontrar la universidad, pero no solo eso… Creo que no sabré cómo regresar a casa.- se dio cuenta ella de repente.
Gray rio, creyendo que estaba bromeando, pero su cara indicaba que iba totalmente enserio.
-¿Dónde vives? El barrio digo.- preguntó Gray.
Ella se lo dijo y él se quedó pensando, pero las puertas de la universidad se abrieron.
-¡Mira, ya abren!- notó la chica aliviada.
Ambos se levantaron y se dirigieron a la entrada.
-¿Vienes a matricularte?- preguntó Gray.
-Sí. Todavía no he tenido tiempo.
-¡Pero las clases van a empezar en nada! ¿No es un poco tarde para inscribirse? Yo estoy en lista desde poco antes del verano.
-¿Quieres decir que… no podré estudiar aquí? ¿No habrá plazas?
-¡No! No he dicho eso, tranquila.- la calmó él.- Mira, allí está la recepción.
-Sí…Voy a ir.
-Buena suerte, yo voy a ver el tablón de anuncios a ver si encuentro mi horario.- se despidió él.
Ella le agradeció y se dirigió temblorosa a inscribirse.
Gray estuvo más tiempo de lo que creyó buscando su maldito horario. Al cabo de veinte minutos dio con él.
-Joder, por fin.
Lo revisó y comprobó que empezaba en tres días. Luego miró las asignaturas y se alegró saber que los viernes no tenía clases. Pero no solo su curso, todos los de primero tenían el horario distribuido de la misma forma, habiendo asignaturas comunes entre varias carreras.
Gray hizo algo de tiempo mirando el resto de información que había colgada del tablón, aunque no era demasiada, evidentemente porque el curso todavía no había empezado.
Cuando pasaron unos minutos la chica que había conocido fuera y había ido a inscribirse se topó con él.
-¡Hey!- saludó Gray.- ¿Cómo ha ido, ha habido suerte?
-¡Sí!- dijo ella muy contenta.- Lo he conseguido.
-A todo esto, ¿en qué carrera estarás?
-Literatura clásica.- respondió ella.
-¡No me digas! ¡Yo estoy en literatura clásica también! La verdad es que matricularse en esa carrera es muy fácil, no hay casi nadie que quiera estudiar eso. Hay plazas de sobra.
-Sí, ya lo sé… Aún así estaba algo preocupada por si no podía entrar.
-Genial. Bueno, pues un placer, ya nos veremos por clase…- se despidió Gray.- ¿No me has dicho cómo te llamas?
-Oh no, lo siento. Yo tampoco sé tu nombre…
-Yo me llamo Gray.
-Yo soy Juvia, un placer.
-Lo recordaré. Bueno, lo dicho, hasta la vista, Juvia.
-Adiós.- se despidió ella también.
Gray avanzó hacia la salida, pero Juvia se quedó allí de pie, sacando algo de su pequeña mochila en su espalda. Era un mapa, y lo miraba con aire preocupado, dándole vueltas y mordiéndose el labio inferior. Gray la observó y se vio obligado a recular.
-Deja que te lleva a casa.- le ofreció.
-¡Oh no! No, por favor, no quiero molestarte. Ya encontraré el camino, no es necesario.
-La calle en la que vives está muy lejos de aquí y si no tienes mucha idea vas a quedarte todo el día dando vueltas perdida.
-Pero tú tendrás cosas que hacer.
-En absoluto, no me cuesta nada. Además, iba a parar a desayunar algo en alguna cafetería, ¿te apetece?
Juvia no sabía cómo reaccionar.
-Venga Juvia, vamos.
-Muchas gracias, Gray.- le agradeció seriamente.
Juvia le siguió y se sorprendió al ver que se detuvieron delante de donde estaba aparcada la moto.
Gray abrió el asiento y de él sacó dos cascos, ofreciéndole uno a Juvia.
-¿Iremos en moto?
-¿Te da miedo?
-No, no es eso…- estaba algo avergonzada al subir a una moto con un hombre que acababa de conocer.
-¡Juvia!- gritó alguien acercándose apresuradamente.
Ella se dio la vuelta sorprendida y se encontró con la mirada de Gajeel a escasos pasos de ella. Vestía con una cazadora de cuero negra y algunas tachuelas, con una funda de guitarra a la espalda.
-¿Dónde vas? Te estaba buscando.
-¡Gajeel! No me acordaba que teníamos que vernos aquí.
-Aquí no, en la puerta de la universidad, te he estado esperando allí durante un rato. Debemos terminar de comprar tus cosas. – Gajeel apenas miró a Gray, solo se dirigía a su amiga.
-Tengo que irme Gray.- le dijo a él entonces.- Me acabo de mudar con Gajeel y bueno, las mudanzas siempre traen trabajo…
-Oh claro. Pues os dejo tranquilos, nos veremos en clase.- se despidió Gray subiendo a su moto.
-Sí, hasta el lunes.- se despidió Juvia también sacudiendo su mano.
Gray se marchó.
-¿Quién era ese?- preguntó Gajeel entonces.
-Creo que será mi compañero de clase.
-Oh, ¿así que también será un muermo como tú?
-¿Un… muermo? ¡¿Crees que soy un muermo?!
-Hay que serlo para perder el tiempo en la universidad… Y más para estudiar esa cosa, ¿cómo se llama?
-Literatura clásica, no es nada del otro mundo, Gajeel. ¿Por qué siempre te empeñas en ridiculizar todo lo que hago?
-¿Yo hago eso? Anda, no me jodas, deja de ofenderte por todo.
-Como sea, ¿por qué llevas tu guitarra?- notó Juvia.
-Ah, esto, bueno… Cuando terminemos las compras tengo que ir a trabajar un par de horas al Panther.
-Pero si vas a trabajar al bar, ¿cómo vuelvo yo a casa? ¡No me he ido con Gray porque daba por hecho que iríamos juntos!
-Sí, ya lo sé, pero el trabajo es el trabajo. Puedes tomarte algo mientras yo termino, le diré al barman que te de copas gratis.
-¿Quieres que acabe borracha?
-¡Pues te pides un zumo de melocotón, joder!
Gajeel estaba alzando la voz y enrojecía por momentos.
-¿No será que en realidad querías que te viera actuar y no sabías cómo pedírmelo?- adivinó Juvia, dando en el blanco.
-Cállate ya, idiota, si no nos damos prisa llegaré tarde.
Los dos emprendieron la marcha hacia el centro de la ciudad, la avenida donde estaban la mayoría de los comercios de todo tipo.
-¿Por dónde empezamos?- preguntó Juvia sin saber hacia dónde dirigirse.
-Tú sabrás, la que te mudas a mi piso eres tú, yo no necesito nada.
-Ya lo sé, pero yo no conozco la ciudad.
-Pues va, di qué te hacía falta.
-Unas sábanas, una lámpara de noche, una pequeña estantería, utensilios de baño… No sé qué más, pero teniendo en cuenta que solo poseo una maleta con ropa me harán falta más cosas.
-Maldita sea, Juvia, si ni tú misma lo sabes… Sabes que puedes utilizar mis cosas sin problemas, ¿verdad?
-Sí, ya lo sé, pero no quiero abusar más de ti, Gajeel. No dejas que te pague nada de alquiler, me estás ayudando a situarme en la ciudad… No puedo pedirte más.
Gajeel resopló y dejó el tema de conversación. Él en el fondo le estaba agradecido a Juvia, de que se hubiese mudado con él, dejando así de estar solo.
