¡Hola! Mi no muy grandiosa persona les trae más arcoíris al fandom (?). Secuela/Extra de mi otra historia "In Love".
Creí que la señorita inspiración se tomaría unas largas vacaciones, pero duraron poco. Y si sumamos que mi primer fic acerca de mi pareja favorita de Pokémon fue un poquito triste, tenía que descargar ternura en dosis tamaño familiar.
Para las que leyeron la historia: ¡Aquí lo prometido! Incluye el momento de la proposición, y la boda. También luna de miel e.e (Apronten algodones para sangrado nasal masivo) (?) Serán tres capítulos. ¡Aquí se viene el primero! Es decir, cuando uno de ellos le propone matrimonio al otro asdfg. Recuerden: Esta escena sucedería entre el penúltimo y el último capítulo :3
Disclaimer: Ni Hetalia ni sus personajes me pertenecen. No hago esto con fines de lucro.
Pareja: Escocia/Canadá. También otras~
Advertencias: Yaoi. Fluff. Palabritas en francés fáciles de deducir.
…
Era, aparentemente, un día como cualquier otro.
Hacía poco, la boda de Estados Unidos e Inglaterra se había llevado a cabo. Los dos se veían increíblemente felices. Incluso Escocia se contagió de la felicidad. Después de un par de copas y de amenazar al estadounidense junto a sus hermanos, disfrutó al máximo la fiesta. Arthur no era el rey de las fiestas, pero Alfred, sí lo era. Llevaba tiempo sin divertirse tan enormemente.
Días después, decidió que era su turno. Bueno, lo sabía desde hace tiempo. Sólo que no sabía qué hacer para proponérselo. Colocar el anillo en la copa de champagne estaba demasiado gastado. Además, ¿qué sucedía si se lo tragaba? Ya se imaginaba hablando con el médico:
"-Señor, tenemos un problema. Mi novio se ha tragado el anillo de compromiso. Oh, espera, olvidé decirle que él no sabe nada. Matthew, querido, ¿me perdonas? Lo diré como debo, ¿quieres casarte conmigo? Cuando encontremos la forma de quitarte eso, te lo quedas. No es mi culpa, fue Francia quien me lo sugirió. Si, amor, juro que quería arrodillarme, pero me lastimé la rodilla intentando ganarle a Irlanda en una carrera al bar…".
No, definitivamente no iría a hacer eso.
Pero le dolía la rodilla en serio. Maldito Cian y sus carreras al bar a mitad de la noche y con kilt puesto.
Suspiró, y se dejó caer en el sillón. Llevaba tiempo sin ver a Canadá. Lo extrañaba.
El timbre sonó. Arrugó la frente. Se preguntó quién podría ser. Sí, como buen vago, gastó su tiempo en analizar las opciones en vez de levantarse a abrir.
50% de posibilidades de que se tratara de alguno de sus hermanos. 20% Gales, 20% Cian, 10% Inglaterra. Éste último sólo eso, porque acababa de llegar de la Luna de Miel, y tal vez le dolía demasiado el trasero para desplazarse unos cuántos kilómetros.
20% de que sean vendedores. Aunque, si las niñas exploradoras vendían galletas, no le veían mal, tenía bastante hambre y pocas ganas de levantarse hasta la tienda más cercana.
20% de que se tratara de alguno de sus cuñados. 2% de que sean Estados Unidos o Nueva Zelanda, el primero por ganas de molestarlo y el segundo por molestarlo, pero sin intención. 18% que sea Francia. Para cotillear.
10% de otros. Entre esos, 9% Canadá. ¿Por qué un porcentaje tan bajo para el amor de su vida? Porqué no había avisado, y además, él sabía que el rubio llevaba tiempo con muchísimo trabajo. Si no, lo hubiera visto más seguido. El otro 1% pertenecía a cualquier otra nación de turno, con mucho tiempo libre.
Entonces volvió a suspirar, porque tanta matemática hace que le duela la cabeza, y abre la puerta pensando que lo único realmente motivador en sus opciones momentáneas eran las galletas con chispas de chocolate.
Bendito 9% del 10% de las posibilidades.
-¡¿Matthew?!- exclama y pregunta a la vez, ya que está sorprendido y confundido en partes iguales. También muy feliz, por supuesto. Al diablo las galletas.
El canadiense se abrazó a él.
-Estoy muy feliz de verte-le dijo el rubio, mientras enterraba la cabeza en el pecho del escocés, aspirando ese aroma tan adictivo para él.
-¿Qué haces aquí?
-A verte, por supuesto-contestó, sonrojándose un poco. Escocia sonrió ante eso, y le pasó una mano por la mejilla.
-Te extrañaba tanto.
-Tengo algo para contarte. Entremos.
-¿Ya te pones en modo chismoso? Y yo que pensé que las hormonas francesas sólo te hacían pervertido. Resulta que otra cosa que heredaste de Francis es ese interés por los rumores…
-No estoy interesado en rumores, simplemente me entero de las cosas, ¿sí?-lo regañó el norteamericano. El pelirrojo le sacó la lengua, y lo hizo entrar en la casa. Tomaron asiento en el sofá.
-¿Qué tienes para contarme?
Matthew se mordió la lengua. Al parecer, el creía que podría contarle fácilmente las cosas, pero parecía haberse arrepentido.
-No me dejes con la duda-pidió el británico.
-Tú… me amas, ¿no es así?
-¿A dónde se fue tu inteligencia y capacidad de deducción? Es la pregunta más obvia que has hecho, eso incluye preguntar si hacía frío afuera cuando las ventanas de quebraban de lo congeladas que estaban.
-¡Estaba recién levantado ese día!
-Luego discutimos eso. ¿Qué tienes para decirme?
-No me has contestado mi pregunta.
-Sabes que sí. No me hagas ser cursi Matthew. Te amo. Con todo el corazón, alma, cerebro, o de dónde sea que vienen los sentimientos. Te amo hasta la Antártida, Saturno, la galaxia de Andrómeda, un agujero negro o el infinito y más allá. Te amo… bueno, ya me entiendes, no quiero empezar con más cosas filosóficas y físico-cuánticas.
La nación americana se encontraba completamente sonrojada. Se mordió el labio y buscó los ojos verdes de Scott.
-Yo… hace tiempo quería decirte algo-comenzó el menor tímidamente. El europeo lo observó atentamente –Creo que… ar… es difícil-cortó, y se tapó con un almohadón.
Escocia rodó los ojos y le quitó el almohadón a su novio.
-Te amo… y… -volvió a intentar decir Matthew. El problema era que quería ver al mayor a los ojos mientras lo decía. Y se le olvidaba lo que iba a decir en cuánto cruzaba su mirada con la de Scott –Y… me preguntaba… si tú… ¡argh!-exclamó y se volvió a tapar la cara, ésta vez con las manos.
-Me desespera que no lo sigas. Aunque, en tu defensa, debo decir que eres jodidamente adorable –Apartó suavemente las manos de Matthew de su cara, dejándolas entre las suyas –Sabes que no diré nada. Te dejaré hablar. No pasará nada.
El escocés apretó con cariño las manos del rubio. Canadá tragó saliva, y volvió a tomar aire, clavando sus zafiros en las esmeraldas de Scott.
-Scott Kirkland… ¿Quieres casarte conmigo?
Lo había dicho.
Matthew se lo había dicho. Sin arrodillarse, sin copas de champagne, sin picnic romántico viendo el atardecer, sin voz de galán o príncipe azul convencido. Lo había dicho con el rostro de todas las tonalidades de rojo existentes, con la voz bajita, de forma un poco torpe, sentados en el sofá de su casa (testigo de muchas de sus muestras de cariños) y con las manos temblando entre las suyas.
Y fue perfecto.
Scott no supo bien que hacía. Apenas era consciente que tenía los ojos abiertos como platos, y la boca curvada en una sonrisa gigantesca. Sólo supo que apretó las manos de Matthew entre las suyas y acercó su rostro al de él.
-Por supuesto que sí, Matthew Williams.
Contestó eso, mientras unía su frente con la del rubio. Unió sus labios con los de él. Pudo sentir como le temblaba levemente la mandíbula, pero poco a poco lo hizo relajarse, entre besos y caricias.
Estaba a punto de desabrocharle el abrigo al norteamericano, cuando éste lo cortó.
-¡Espera! Olvidé esto-exclamó el americano. Buscó algo en su abrigo, y sacó una cajita azul. El pelirrojo se la quedó mirando, como si estuviera viendo un cuerno de unicornio traído desde el País de las Maravillas. Parpadeó, mientras veía como Matthew abría la pequeña caja, revelando su contenido.
Dos anillos dorados, finos, sencillos pero elegantes.
Eran tan… Matthew.
El menor quitó uno de los anillos, y lo colocó en el dedo anular de la mano izquierda de Escocia. El europeo se quedó atónito mirando su mano. Luego imitó la acción anterior del más bajo. Lo colocó también en la mano izquierda del canadiense.
Matthew sonrió con un sonrojo en sus mejillas, y entrelazó la mano del anillo con la de Scott. Podía observar el brillo de ambas joyas juntas. Scott también sonrió. Nunca esperó que el norteamericano fuera capaz de tomar la iniciativa así. Suspiró.
-¿Sabes? Yo llevaba queriendo hacer esto desde hace tiempo-admitió el escocés.
-Yo también. Bueno, de hecho… yo desde siempre soñé con esto. Nunca imaginé que llegaría el día en el que estaríamos así, en esta situación. Ya sabes, con las manos entrelazadas, con los anillos, diciéndonos que nos amamos y que nos casaremos algún día –el rubio suspiró –Estoy muy feliz. Todo gracias a ti.
-Me estás haciendo sonrojar-murmuró Scott con un leve rubor en sus mejillas –Sabes que amo verte feliz. Más si esa razón soy yo. Bueno, es normal, soy encantador.
-Tan egocéntrico como siempre.
-Te vas a casar con este egocéntrico.
-Es lo que más deseo.
Esta vez el rubor en las mejillas del escocés aumentó, haciendo juego con el color de su pelo. Hundió la cabeza en el pecho del canadiense. Matthew rió con el cabello de Scott haciéndole cosquillas en el cuello, y acarició los cabellos rojizos, sin soltar su mano nunca.
…
Extra:
-Mon dieu! ¡No lo puedo creer! Un mariage! Mon petit Matthieu va a casarse! Saint dieu! Magnifique!-exclamó Francis al enterarse de la noticia.
Se habían reunido en casa de Inglaterra para reírse un rato con las fotos de la boda. Estaba toda la familia Kirkland y compañía allí, y Scott y Matthew aprovecharon la ocasión para hacerles saber a todos de su compromiso.
Las ex colonias de Inglaterra que se encontraban en Oceanía los felicitaron animadamente. Estados Unidos miraba a los dos como si alguien le hubiera golpeado con un bate de béisbol en la cabeza. Como si su hermano le hubiera roto un palo de hockey en la cabeza. No reaccionaba.
Francia había sido otra cosa. Había gritado de forma afeminada pero sin dejar de ser macho, sólo como él podía hacerlo, y recitó la frase anterior. Luego, instantáneamente, comenzó a parlotear en francés acerca de lo mucho que había crecido Matthew, cosas sobre el poder del amour, y detalles cursis sobre la boda.
Los hermanos de Scott estaban casi como Estados Unidos. El primero en reaccionar fue Inglaterra, que le palmeó el hombro a su hermano mayor. Gales e Irlanda se miraron entre ellos, y pegaron un grito de emoción que aturdió a todos los presentes. Se lanzaron arriba de su hermano mayor a despeinarlo y decirle cosas como "Aww, el gran Scotty ya está grandecito".
Y Alfred se recuperó. Buscó la mirada de su hermano menor. Sonrió de oreja a oreja y se lanzó encima del norteamericano menor, gritando "Ya era horaaaaaaaaaaa".
…
¿Les gustó? Todavía quedan dos capítulos más, y actualizaré casi tan rápido como la vez pasada :3 Por cierto, leí por ahí que el anillo de compromiso va en el dedo anular izquierdo, y que cuándo se casan se cambia para el derecho. En fin, sólo les diré una cosa, la boda de Scott y Matthew será original. No extravagante, sólo un poco distinta a las demás (Ey, que para extravagante ya tenemos a los cuñados Francia y Estados Unidos en la familia xD).
