Piper POV
Aquella noche no podía dormir. Sabía que Alex estaba a punto de entrar en prisión otra vez por mi culpa. Eso me removía algo por dentro que no estaba segura de poder describir, era una mezcla entre nervios agradables y miedo. Tenía ganas de abrazarla, de mirarla, de oler su piel…
No le había contado a nadie que había provocado que Alex volviera.
Llegó la mañana y sentí una cosquillas en la oreja…
-Chapmaaaan… - dijo una voz familiar.
Abrí los ojos y allí estaba Nicky molestando, para variar.
-¿Qué pasa?
Se ríe y dice: -Estamos haciendo apuestas, a ver quién consigue tirarse a la nueva. Y creo que nos vas a ganar…
¿A la nueva? ¿Y a qué se refería con eso último? Había entrado Alex esa misma noche y no me había enterado… Intenté hacer como que no entendía.
-¿Qué? ¿Quién es la nueva?
-Ven.- Me dijo Nicky, y me agarró del brazo levantándome de un tirón de la cama.
Estaba tan nerviosa que ni pensé qué cara ni qué pelos llevaba, solo pensaba en ella.
Me llevó hasta el comedor y miré mesa por mesa rápidamente… No estaba. ¿A quién estábamos buscando? Nicky me condujo hacia la mesa donde se sientan Yoga Jones y la monja. Había alguien más pero estaba de espaldas y no sabía distinguirla. Tenía un peinado corto, bastante moderno.
Nos sentamos en su mesa y vi cómo Nicky esbozaba una sonrisa de oreja a oreja.
-Esta es Carlin. Carlin, Chapman. Al parecer tenéis varias cosas en común.
La miré. Era increíblemente atractiva. Tenía los ojos claros y unos labios gruesos que me llamaban la atención.
-Hola…- le dije sin dejar de mirarla a los ojos - ¿Qué es eso exactamente que tenemos en común?
-Al parecer las dos hemos acabado aquí por nuestras exnovias- dijo sin quitarme ojo. De repente vi cómo me sonreía. Dios, tenía una sonrisa preciosa.
Nicky interrumpió: -Sí, Vause se fue de aquí hace unos meses, y la rubita que tengo al lado no lo ha pasado bien desde que se fue, ¿verdad Chapman?
Alex. Se me había olvidado. ¿Nicky estaba intentando hacerme débil para que Carlin se apiadara de mí? No lo entendía.
-¿Qué? Nah… - respondí incrédula. -¿Y cuál es tu nombre? – volví mi atención a la nueva.
-Me llamo Stella. – seguidamente me hizo un guiño.
En ese momento sentí que tenía que ser mía.
