Antonio veía la luz de la luna en esa tierra silvestre y perdida mientras escuchaba la calma del ambiente, solo interrumpida por el ¿canto? de las lechuzas. Su reloj marcaba la medianoche.
Había estado esperando ya por un buen tiempo a su amante, se estaba impacientando... Justo cuando pensaba en irse, notó a una figura lejana llegar. Sonrió cuando vio a Arthur. Se veía de la misma manera que en el pasado. Vestía pantalones negros y una camisa blanca suelta en cuello de uve. En su elegante abrigo, los patrones de símbolos dorados brillantes y sus guantes negros resaltaban su figura. Una pluma decoraba su sombrero, e incluso llevaba un parche en el ojo. Sonrió con seguridad propia.
-¿Qué son estas cosas? - El español preguntó, mientras le abrazaba.
-Me recuerdan a los tiempos antiguos..., Sr. Armada Invencible.
-Oh... - refunfuñó, y luego lo atrajo hacia sí mismo para darle un poderoso beso - Estúpido... Era el clima. Si no hubiera sido la tempestad, habrías perdido - Le dijo persuasivamente.
-No eres tan bueno en el mar - Giró los ojos, al tiempo que daba un beso en el cuello al español.
-Pero en otras cosas, lo soy... - Se acarició el pelo, y llamó a los labios de Arthur a un baile, tomando la iniciativa.
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