Aviso: Secuela del fic Life Unexpected. Los personajes y todo lo que reconozcan pertenece a JK Rowling.
1. Estrellas de Verano.
Esas últimas semanas había aprendido a apreciar las noches estrelladas mucho más que ninguna otra, no estaba seguro de por qué, solo había algo especial en simplemente acostarse ahí, sobre el césped, con la mirada fija en los brillantes astros que adornaban el cielo, bastaba para darle esa paz momentánea que recientemente escaseaba tanto.
En especial en noches como esa, cuando sus padres estaban lejos.
Harry inhaló con fuerza y acomodó más el brazo que estaba usando como almohada, procurando no dejarse llevar por las oscuras emociones que querían asentarse en su pecho y hacerlo temer, sin necesidad. No la había, al menos no en ese momento. James y Lily estaban bien, donde fuera que estuvieran, no tenía que preocuparse, porque estaban juntos.
Él también estaba bien, a pesar de todo, al menos se sentía a salvo en ese lugar. Posiblemente porque de ser peligroso Lily le habría prohibido terminantemente salir al jardín y aunque esa noche ella no estuviera, Remus era el encargado de hacer cumplir su voluntad, y como no había tenido problema, Harry suponía que era seguro hacerlo.
Agradecía muchísimo su presencia ahí, Sirius y Mar habían estado muy ocupados discutiendo por la ridiculez de turno como para fijarse en que el chico al que debían estar cuidando había salido. No eran exactamente los mejores para el trabajo.
Sí, ahí estaba bien, y lo seguiría estando al menos por unas horas más, hasta que el momento de dormir llegara y con él, las pesadillas que lo habían acompañado fielmente durante todo ese mes.
Su corazón se saltó varios latidos y sintió un repentino vacío en el estómago. Hubiera dado cualquier cosa para no tener que dormir, o al menos para no repetir el mismo sueño una y otra vez. Las pociones hacía mucho que habían dejado de funcionar y sabía que no importaba cuantas modificaciones su madre les hiciera, ya no volverían a hacerlo. Nada parecía ser suficiente para apartar de su mente todos esos recuerdos.
Aparentemente, su subconsciente parecía determinado a no dejarlo olvidar lo que había pasado en ese cementerio a finales de junio, lo aterraba pensar que a partir de ese momento, cada vez que cerrara los ojos, sentiría de nuevo ese dolor paralizante, el de su cicatriz, su pierna y la maldición cruciatus, todos al mismo tiempo, como si separados no hicieran suficiente daño. Quería poder dormir sin tener que escuchar la risa demente de Bellatrix, sin observar de nuevo a todos esos mortífagos rodeándolo y a Lord Voldemort regresando, haciendo realidad todos sus temores.
No sabía por cuanto tiempo más podría soportar el seguir reviviendo ese momento en el que había sentido que perdería a sus padres para siempre.
Tragó saliva y se removió incómodo en el césped, tratando de encontrar tranquilidad en las estrellas, en el hecho de que aquellos solo eran sueños. Seguía repitiéndose, casi como un mantra, que estaba bien, que estaba a salvo y que ahí nada iba a pasarle, lo mismo con sus padres.
Aunque saber donde se metían cuando no estaban con él habría mejorado muchísimo las cosas.
Ese día, Lily le había asegurado que volverían para la hora de la cena, la cual ya había pasado, y aunque nadie parecía perturbado al respecto, Harry no podía evitar preocuparse.
Desde luego, los demás sabían donde estaban, él no tenía idea.
—Quiero saber. —Le había exigido a su madre, una mañana durante el desayuno, siete días atrás.
Lily levantó la mirada y clavó sus ojos verdes en los idénticos de su hijo. Harry sintió como se le apretaba el pecho al notar las líneas de cansancio que surcaban su rostro, clara señal de que estaba durmiendo igual, o peor, que él.
Y a pesar de todo, encontró la fuerza para sonreírle con cariño.
— ¿Qué cosa, tesoro? —Le preguntó con dulzura, haciendo que la rudeza inicial del chico bajara varios niveles.
—Lo que hacen cuando no están aquí. —Explicó Harry, suavizando su tono en comparación a la primera vez que había hablado. —Ustedes y los chicos, ¿Qué hacen?
Su madre suspiró y su sonrisa tembló, se inclinó sobre la mesa y tomó las manos del chico entre las suyas.
—Ya te lo dijimos, estamos protegiéndote.
—Por favor. —Resopló él, irritado, soltándose de su agarre con brusquedad y echándose hacia atrás en su silla. —No tengo cinco años ni soy un idiota.
—Yo no estoy implicando que lo seas...
— ¡Entonces no me trates como tal! —Exclamó el chico, subiendo el volumen de su voz más de lo necesario.
—Harry. —Escuchó la voz de su padre justo por detrás de él. Lo vio de reojo y se encontró con que había detenido sus infructuosos intentos por hacer la comida para voltearse y dedicarle una mirada severa. —No le hables así.
— ¡Pero es que ella…!
—No me interesa. —Le cortó James con rotundidad. —No hay excusa para que uses ese tono.
Harry estuvo a punto de soltar un comentario mordaz relacionado con su continúa necesidad de defender a Lily todo el tiempo. Pero logró morderse la lengua a tiempo, deteniéndose de decir algo de lo que luego se arrepentiría.
Como últimamente hacía demasiado.
—Tesoro, escúchame… —Le pidió su madre, sin perder el tono dulce, pero adquiriendo una mirada suplicante. —Sé que te preocupas y te adoro por eso, pero créeme cuanto te digo que no tienes por que, nosotros estamos bien.
— ¿Entonces por qué no quieren decirme a donde van? —Quiso saber Harry, viéndola fijamente, tratando de adivinar la respuesta que ella se negaba a darle. — ¿Es porque es peligroso, cierto?
—Tenemos nuestras razones, ya te lo hemos dicho. —Intervino James, suspirando. Dejó su trabajo a la mitad y se acercó a ellos para sentarse junto a su hijo. —Hablamos de esto cuando empezó el verano, íbamos a decirte solo lo que necesitaras saber.
—Pero aún no me han dicho nada. —Puntualizó Harry, dejando ver su disgusto al respecto. Rotó la mirada de su madre a su padre. —Y tú me prometiste que no me tendrían en las sombras.
Para Harry era tan fácil leer a James como lo era con Lily, que tuvieran las mismas expresiones era un punto a su favor. Su padre sabía mentir, pero solo cuando quería hacerlo, cuando no, era como un libro abierto.
Por eso pudo adivinar que no cumplir su promesa no era algo que le estuviera gustando, más bien lo atormentaba, y por un momento cultivó la ilusión de que tal vez iba a contarle, su mirada le dijo que lo estaba contemplando.
—No lo veas de esa forma, Harry. —Se apresuró a intervenir Lily, nerviosa, leyendo las intenciones de su marido tan bien como lo había hecho su hijo. —Sí vamos a decírtelo, pero cuando llegue el momento, antes de eso…
—No es necesario, sí, lo sé. —Completó el chico, haciendo una mueca de desagrado—Ya me aprendí el discurso, tranquila.
No había sido su intención que las palabras le salieran tan afiladas y amargas como al final salieron, y se arrepintió de inmediato al ver como la expresión de Lily se contraía, dejándole saber que la había lastimado.
Padre e hijo se tensaron al mismo tiempo, y Harry estuvo casi seguro de que el corazón de James había dado el mismo salto desagradable que el suyo, ambos odiando demasiado ver esos sentimientos en el rostro de la pelirroja.
—Está bien, entiendo. —Le aseguró rápidamente, suavizando el tono y la expresión, haciendo su mayor esfuerzo por sonreírle. —Me contaran todo apenas puedan, ¿verdad?
—Claro que sí, tesoro. —Contestó Lily, sonriéndole de vuelta tan bien como pudo— Te prometo que así será, ya verás.
Harry asintió, odiando no poder estar tan seguro de esa promesa como le hubiera gustado. No quería desconfiar de su madre, y en el fondo no lo hacía, pero sabía que era capaz de cualquier cosa solo por protegerlo. Lo cual, muchas veces, era un arma de doble filo hasta para él.
—No sigas preocupándote por nada de esto, ¿de acuerdo? —Le sugirió James, adquiriendo un tono más animado. Le dio una palmada amistosa en la nuca antes de ponerse de pie. —Preocúpate por toda la tarea que tienes y de la que aún no llevas ni la mitad.
—Por eso y por que mi desayuno no se queme demasiado. —Añadió Harry, tratando de no entrar en el tema de sus tareas y de seguir con el ambiente bromista. —O por completo.
— ¿De que hablas? Si lo estoy haciendo excelente, ¿verdad, Lily?
—Claro… —Intentó apoyarlo ella, pero pareció cambiar de opinión cuando elevó el cuello para ver lo que hacía y se encontró con algo que no le gustó mucho. —Aunque esa avena no debería estar de ese color… James, siéntate, yo lo termino…
El recuerdo de la mirada ofendida de su padre lo hizo reír por lo bajo, al igual que lo había hecho entonces. Había sido un tierno intento de quitarle trabajo a Lily, pero los tres estaban de acuerdo en que ella era la única capaz de impedir que murieran de hambre.
Pero en fin, a Harry en serio le hubiera gustado saber donde se encontraban sus padres en ese momento, no importaba que le dijeran que no se preocupara, de todas formas lo hacía, así como ellos hubieran hecho con él, por eso le parecía tan injusta su negación a contarle la verdad.
De repente, el conocido sonido de las atronadoras carcajadas de Sirius interrumpió sus pensamientos. Irremediablemente se tensó, esperando escuchar el grito de dolor que seguía cada vez que su padrino trataba de bromear mientras peleaba con su madrina, pero éste nunca llegó.
Se relajó y esbozó una pequeña sonrisa, si Sirius se había reído y Mar no le había echado una maldición, ni lo había golpeado, entonces ya la pelea había terminado.
Convencido de que ya había pasado demasiado tiempo ahí, sintió como su espalda empezaba a pasarle factura por todo el rato acostado en el suelo, se levantó del césped y empezó a caminar de regreso a la casa.
El jardín de la antigua mansión que sus abuelos le habían cedido a él y a sus padres era increíblemente grande, toda la propiedad lo era de hecho. Como solía hacer, Harry lo admiró todo detenidamente, permitiéndose imaginar como habría sido su infancia jugando libremente, y sin miedo, por todas esas hectáreas.
Volvió a entrar por las puertas de vidrio que daban paso al que supuestamente era el salón pequeño de la casa, que de hecho era más grande que la sala principal del apartamento de James y de Sirius. Había otros salones, más elegantes y espaciosos, pero como nunca había más de seis personas ahí, solían usar ese.
— ¿Ya terminaron? —Preguntó el chico, cerrando la puerta tras de si, dándose cuenta de que adentro estaba muchísimo más fresco.
—Sí, finalmente. —Le respondió Remus con serenidad, sentado en el sofá con un libro en las manos. —Aunque ya no los escucho y no se si eso debería preocuparme.
—Me ofrecería a ir a revisar que están bien, pero honestamente me da miedo. —Confesó Harry, medio en serio medio en broma, dejándose caer en el sofá frente a él. — ¿Cómo puedes leer con todos esos gritos?
—Yo crecí con Sirius, Harry, leer en paz no era una opción. —Le dejó saber con un largo suspiro, desviando su atención del libro para ver al chico. —Pero igual, a la próxima seré yo quien salga corriendo al jardín para no tener que escucharlos.
—Te hubiera invitado, pero alguien tiene que quedarse por si Ophi se despierta. —Le dijo Harry con una sonrisa, posando la mirada en la puerta por donde se llegaba a las escaleras que guiaban al piso donde estaba durmiendo la niña. —No es prudente confiar en que escucharan si empieza a llorar.
—Sería irresponsable pensar lo contrario. —Concordó Remus, divertido. —Aunque hay que darles crédito, al menos silenciaron el cuarto desde adentro para que ella no escuche nada.
—Lily los obligó a hacerlo, a ellos nunca se les hubiera ocurrido. —Señaló el chico rodando los ojos. Mencionar a su madre provocó que la punzada de preocupación volviera a clavarse en su estómago. —Oye, ¿sabes cuando volverán?
—Seguro llegarán en cualquier momento. —Le aseguró él con una sonrisa tranquilizadora a la que Harry decidió aferrarse. —Ya no deben tardar.
—Dijeron que estarían aquí para la cena.
—Un retraso puede ocurrirle a cualquiera, no tiene por que significar algo malo. No te preocupes, ¿de acuerdo?
Naturalmente, Harry hubiera peleado un poco más, pero insistir en que sus padres no volvían porque algo les había pasado no era exactamente algo que lo llenara de júbilo, prefería mil veces solo creer en la palabra de Remus. Después de todo, solo eran unas cuantas horas.
—Seguro ya estás cansado, tal vez sea hora de que te vayas a dormir. —Sugirió Remus, ojeando el reloj sobre la pared. —Mañana…
—Será otro día de quedarme encerrado aquí y no hacer nada. —Completó Harry sin darle tiempo de terminar, esbozando una sonrisa que no tenía nada de gracia. —No es como si tuviera mucho que descansar.
—No necesariamente tienes que hacer nada. —Le dedicó una mirada significativa y enarcó una ceja. —Podrías terminar finalmente toda la tarea que te mandaron.
—Ya te dije que voy bien, no me falta tanto. —Mintió el chico, desviando la mirada para que no se notara. —Solo unos ensayos y ya.
—También crecí con tu padre, Harry, intentar engañarme no tiene caso. —Lo descubrió él, soltando una risita por lo bajo. —Si hay algo que no entiendas solo pídeme ayuda y lo resolveremos. Créeme, lo mejor será que termines rápido para que puedas seguir disfrutando de tus vacaciones.
Tuvo en la punta de la lengua otro comentario inteligente sobre que podía perfectamente terminar todas sus tareas, pero igual sus vacaciones serían un asco, y casi lo dejó salir, pero en ese momento Sirius atravesó la puerta con una sonrisa satisfecha y divertida.
—Listo, ya la contenté. —Anunció ruidosamente, lanzándose bruscamente en el sofá justo al lado de su amigo, obteniendo una mirada severa de éste. —No sé ni para que se molesta, si sabe que no se resiste a mis encantos.
—Sonaba bastante resistente hace rato cuando no dejaba de gritarte lo imbécil que eres. —Señaló Harry, tratando inútilmente de reprimir una sonrisa divertida.
—Bah, esa es solo su forma poco ortodoxa de demostrar que no puede vivir sin mí. —Aseguró Sirius, desestimando el comentario del chico. —La verdad es que no engaña a nadie.
—Yo diría que nos engaña bastante bien. —Opinó Remus, entornando los ojos y volviendo la atención a su lectura. —Y espero que hayan limpiado bien la cocina o Lily nos matará a todos.
—No generalices, solo nos matará a nosotros, a su niño consentido no le tocaría ni un pelo. —Se burló él, viendo a Harry con una sonrisa bromista.
—Ahora por eso no intervendré cuando intente asesinarte. —Bufó el chico, echándose hacia atrás en su asiento.
— ¿Limpiaron bien o no?
—No molestes, Remus. Lo intentamos, pero esa maldita cocina es inmensa, si quería tenerla de punta en blanco no debió permitir que los padres de James se llevaran a todos los elfos.
—No empieces con eso otra vez. —Le pidió Remus con un suspiro cansado. —Ya sabes como es Lily, le gusta mantener su casa ella misma.
—Lo cual es difícil tomando en cuenta que casi nunca está aquí. —Murmuró Harry casi para él mismo, pero lo suficiente alto para que ellos escucharan.
—Está tanto como puede, Harry. —Le recordó Remus con una sonrisa comprensiva. —Pero ya te lo han dicho, tienen…
—Cosas que hacer, ajá. —Volvió a interrumpirlo el chico, fastidiado al ver que le salían otra vez con lo mismo. —Todos las tienen, ya eso lo tengo claro.
—Se lo advertí a James mil veces y nunca me escuchó. —Se lamentó Sirius con un suspiro dramático, aunque no sonaba tan bromista como acostumbraba. —Tarde o temprano iban a terminar malcriándote.
—Déjame en paz. —Le espetó Harry con más brusquedad de la necesaria. —No soy malcriado, solo quiero saber donde están.
—Eso lo entendemos, Harry, pero lo que tienes que saber por ahora es que tus padres…
—Están ocupándose de algo importante que te dirán en el momento correcto. —Terminó Sirius, más con ironía y burla que otra cosa. —Sabrá Merlín cuando será eso…
— ¿Qué cosa importante? —Intentó presionar Harry, emocionado, como cada vez que Sirius parecía estar a punto de hablar de más.
—Como dijo Sirius… —Respondió Remus antes de que su amigo pudiera hacerlo, dedicándole una mirada severa. —James y Lily te lo dirán cuando sea el momento.
Harry entornó los ojos, como pocas veces hacia mientras hablaba con Remus, y volvió a recostarse en el respaldar del sillón, cruzándose de brazos.
—Saben, no es justo ser el único en este lugar que no tiene idea de lo que está pasando.
—Eso no es cierto, Ophelia tampoco lo sabe. —Bromeó Sirius, ganándose dos torcidas de ojos. — ¿Qué? Es cierto, y no la ves quejándose.
—Sí, seguramente hasta ella está más enterada que yo. —Resopló el chico, tan fastidiado de todo aquello que empezaba a considerar si eso podía ser cierto. —Si entendiera algo tú se lo contarías.
—Tal vez. —Aceptó su padrino, encogiéndose de hombros con tranquilidad. —Pero luego Mar me asesinaría sin pensarlo, y nadie quiere eso. Así que mejor así.
—Yo que tú no me tomaría tan en serio eso de nadie. —Lo molestó Remus, volviendo a mirar el reloj antes de soltar un suspiro. —Bueno, ya es hora de que me vaya.
— ¿Qué? Pero si ya es muy tarde. —Objetó Harry, viéndolo con el ceño fruncido. — ¿Por qué no pasas la noche aquí? Siempre lo haces.
—Me gustaría, Harry, pero hoy no puedo. —Se excusó el aludido, poniéndose de pie y recogiendo sus cosas. —Tengo que ir a hacer…
—Cosas importantes, ya. —Terminó el chico de mala gana. —Tienen que empezar a ser más originales, ya aburren.
—Vamos, chico, no seas tan duro con él, siempre se necesitan ánimos cuando vas a una cita…
— ¿Tienes una cita? —Le preguntó Harry a Remus, irguiendo el cuello debido a la sorpresa.
—No, no tengo una cita. —Aclaró éste, fulminando a su amigo con la mirada.
—Eso es lo que quiere que creamos. —Se mofó Sirius con una sonrisa sugerente.
— ¿En serio? ¿Vas a dejarlo a él a cargo de mí? —Bromeó Harry, ojeando a su padrino con escepticismo.
—No, te dejo a ti a cargo de él. —Corrigió Remus, siguiéndole la broma con una sonrisa. —Procura que no queme la casa, que Mar no lo mate o que pierdan a la niña, ¿está bien?
—Ja, ja, muy graciosos. A mí no me ven quejándome por que tengo que aguantar a este mocoso malcriado y a…
Un dramático y conocido sollozo que provenía del piso de arriba le impidió terminar su oración a la vez que rompía con el ambiente más o menos calmado de la noche.
— ¡Sirius! —Escucharon gritar a Mar desde la cocina. — ¡Sube a ver que quiere!
—Pues… Quiere a su mamá, ¿Qué más puede querer?
— ¡No me jodas, idiota! ¡Sube!
—Eh, en este momento estoy ocupado, Mar. —Inventó Sirius, levantándose de un salto, notablemente incómodo. —Tengo que acompañar a Remus a que se aparezca.
— ¡Remus perfectamente puede utilizar la chimenea! —Replicó Mar, empezando a sonar enfadada. — ¡Anda de una maldita vez!
—En verdad sí pretendía salir por la chimenea.
— ¿Por qué no quieres subir? —Inquirió Harry, extrañado.
—Porque la última vez que estuvo despierta comió, así que ahora toca cambiarle el… —Se estremeció antes de terminar la oración y sacudió la cabeza con una expresión de asco. —Aún no me siento preparado para algo así. Vámonos, Remus.
—Sí sabes que tendrás que hacerlo en algún momento, ¿no? —Quiso saber su amigo, entornando los ojos pero dejando que lo guiara a la puerta.
—Y hasta que ese momento llegue yo te seguiré acompañando a que te aparezcas…
Harry rodó los ojos mientras ellos atravesaban la puerta y unos segundos después los siguió, solo que cambió de dirección para dirigirse a la cocina.
—No me digas que en serio se marcho. —Le pidió Mar, entre dientes, cuando lo vio abrir la puerta.
—Lo hizo, pero tranquila, ya subo yo. —Se apresuró a asegurarle Harry, no queriendo ser el receptor de su enfado.
—No es tu deber cuidarla. —Le recordó con suavidad, aunque en lo siguiente que soltó volvía a sonar enojada. —Es de ese inútil.
—Lo sé, pero ya se fue así que tú sigue aquí y yo voy.
— ¡Gracias, cariño! —Le gritó ella, una vez que el chico volvió a cerrar la puerta. — ¡Y dile a Sirius que puede llevar su almohada al mueble porque ahí es donde dormirá!
El chico rió por lo bajo y se dirigió a las escaleras, empezando a sentirse perturbado por el llanto de la niña que cada vez era más desesperado.
Con el paso de los años, Harry había aprendido a verle el lado bueno a las horribles experiencias que había pasado viviendo en hogares de acogida que poco tenían de un hogar real. Durante esas vacaciones, especialmente, había empezado a apreciar la época en la que había vivido en una casa donde los padres lo tuvieron de niñero para su hijo biológico más pequeño. Gracias a eso, algo sabía sobre bebés y finalmente lo ponía en práctica.
Y lo hacía con la importante diferencia de que Ophelia era una niña que de hecho le agradaba. No le sorprendía que todos en esa casa estuvieran babeados por ella, era realmente encantadora.
Como Sirius había predicho, necesitaba que le cambiaran el pañal, y en cuanto Harry lo hizo fue suficiente para que dejara de llorar y empezara a reírse divertida de las cosas que el chico le decía.
Él le sonreía sinceramente mientras marchaban de regreso a la cocina, la verdad era que se ofrecía a cuidarla cada vez que podía porque hacerlo le ayudaba a que se le pasara el mal humor que constantemente cargaba. Lo cual no era de extrañar tomando en cuenta que en todo el verano, Ophelia era la única persona en esa casa que no lo había hecho enojar ni una vez.
—Listo, ya volvimos. —Anunció Harry mientras volvían a entrar a la cocina. —Puedo quedarme con ella un rato, si no has terminado…
—No se si terminé o que, pero ya no pienso seguir limpiando. —Resopló Mar, recogiéndose el cabello en una cola de caballo y caminando hacia ellos. —Si a Lily no le gusta puede terminar ella misma.
—Sí, eso es lo que Sirius dijo. —Recordó Harry, sonriendo divertido y entregándole a su hija. —Por cierto, aún no ha regresado así que no pude decirle lo del sofá.
—Tranquilo, se enterará solo cuando no pueda entrar a la habitación más tarde. —Le contó ella, haciendo reír a Harry al ver como le sonreía a la niña a pesar de lo que había dicho. —Gracias por cambiarla, eres de mucha más ayuda que él.
—Vamos, eso no es del todo cierto…
—Es lindo que intentes defenderlo, Harry, pero eso no sirve conmigo. —Le cortó Mar con una mirada significativa. —Es un inútil y eso lo sabemos.
—Bueno, eso sí. —Concordó el chico, no pudiendo negarlo aunque quisiera. —Pero al menos lo intenta, siempre la está cargando y eso. Tienes que admitir que siendo él hay que darle crédito.
—Está bien, le daré crédito para que no pienses que soy demasiado cruel.
—Lo eres, pero se lo merece la mayoría del tiempo. —Admitió Harry con un encogimiento de hombros.
—Al menos estamos de acuerdo en eso. —Rió Mar, guiñándole un ojo con complicidad.
Harry rió por lo bajo y aprovechó que estaba distraída hablando con su hija para mirarla y darse cuenta de que las mismas ojeras y marcas de cansancio que se habían adueñado del rostro de Lily también hacían acto de presencia en el suyo.
Siendo perfectamente honesto, Harry tenía que admitir que sus ganas de cuidar a Ophelia no se debían simplemente a que ésta le cayera bien, también lo hacía porque sabía que Mar estaba igual de atareada que el resto, pero con la diferencia de que ella tenía una bebé que atender, lo cual no debía ser fácil, mucho menos contando con Sirius como apoyo.
Igual estaba enfadado con ella, tanto como con los demás, porque tampoco había soltado prenda en todo el verano, pero aún así tenía consideración.
—Bueno, creo que podemos clausurar la cocina por hoy. —Decidió ella, dejando que Ophelia se entretuviera metiéndose un mechón de su cabello a la boca. —Vamos a esperar que tus padres lleguen… —Estaba a punto de empezar a caminar a la salida cuando pareció recordar algo. —Casi lo olvido, te llegó una carta mientras subías, está en el mesón.
—Oh, está bien, espérame en el salón mientras la busco…
Mar asintió y salió de la cocina justo en el momento que Harry se daba la vuelta para ir al mesón que ella le había indicado, ese donde dejaban todas las cartas que entraban por la ventana de la cocina, preguntándose quien podía haberle escrito, no estaba esperando nada en particular.
Y precisamente por eso, su corazón dio ese ridículo salto, al que aún no se acostumbraba, cuando tomó el sobre con su nombre y reconoció de inmediato la caligrafía. No habían pasado muchos días desde la última vez que la había visto, pero igual se encontró sonriendo estúpidamente mientras se recostaba de la encimera y abría el sobre para leer.
"No te imaginas el día que tuve. Me duele la cabeza, los pies y quiero acostarme a dormir por lo que queda de verano. Se que siempre estás quejándote por tener una familia 'disfuncional', pero si la funcionalidad se basa en cenas con tíos insoportables que no dejan de hacer preguntas incómodas, pues no tienes nada que envidiarme. Las discusiones de Mar y Sirius no son nada comparado con lo que yo acabo de vivir, ¿de acuerdo?
Me preguntaron por ti, por cierto… Bueno, no dijeron directamente tu nombre, pero hicieron la típica pregunta que no puede faltar en una cena familiar, así que fue como si preguntaran por ti.
Ah, y si vas a responder esta carta con alguna ironía sobre que al menos yo puedo salir de mi casa, por favor ahórratelo, no eres el único que puede quejarse y hacer dramas, deja algo para los demás.
En fin, estoy demasiado cansada así que mejor voy al punto para poder ir a dormir. Solo te escribía para decirte que quería verte así que se me ocurrió que podía pasarme mañana temprano, un rato al menos, se que fui hace como tres días, pero… Bueno, solo dime si quieres que vaya y si puedo hacerlo, llegaré después del desayuno.
No puedo decir que fue una noche perdida, me regalaron un trozo enorme de pastel de manzana, te llevaré. ¡Está delicioso!
Te veo mañana, un beso.
Hannah."
Incluso cuando terminó de leer la carta, Harry no pudo despegar los ojos de la penúltima línea durante unos buenos diez segundos.
Los labios empezaron a picarle y la idea de verla provocó que su pecho se hinchara con emoción, así como le había pasado toda la vida, solo que, obviamente, el significado había cambiado radicalmente.
Tomó un pedazo de pergamino que encontró cerca y una pluma para responderle de inmediato, recordándole lo ridículo que era que siguiera pidiéndole permiso a esas alturas para ir a visitarlo, como si alguien fuera a poner alguna objeción… O como si no fuera a estar en casa.
No entendía como podía pensar que no querría verla, cuando sus visitas habían sido el único rayo de luz en todo ese encierro. Sabía que muchas veces no había sido el mejor acompañante, en ocasiones ni ella era capaz de quitarle el mal humor, pero, como siempre, era demasiado buena para quejarse, lo que lo hacía sentir horrible la mayoría del tiempo.
La verdad era que ella había sido uno de los pocos contactos que había tenido con el exterior, había salido muy pocas veces y por un período de tiempo demasiado corto como para realmente socializar. Las cartas de Ron y Hermione también habían ayudado, pero estas no habían dicho demasiado sobre nada, se limitaban a contarle sobre lo que estaban haciendo con su tiempo libre, pero tampoco eran de ayuda para responder la pregunta que no dejaba de rondarle la mente.
¿Qué había pasado en el mundo mágico desde que Voldemort había regresado? Al parecer, todos se habían puesto de acuerdo para que él, de todas las personas, no se enterara de nada.
Respiró hondo y sacudió la cabeza, no queriendo seguir amargándose más, ya era demasiado tarde para eso. Selló la carta y se la entregó a la lechuza que la chica había mandado con su carta, esperando que la leyera antes de irse a dormir, aunque conociéndola seguro ya lo había hecho.
Volvió al salón pequeño y enarcó una ceja al encontrar a Mar sentada en el sofá, a punto de dejarse ganar por el cansancio, pero con Ophelia sobre sus brazos demasiado despierta para permitírselo.
—En serio puedo cuidarla un rato. —Insistió Harry, llegando junto a ellas y sentándose en la plaza libre del sofá. —Yo aún no tengo sueño.
—Yo tampoco. —Mintió ella descaradamente, ganándose una mirada escéptica que decidió ignorar. —No te preocupes, igual tengo que esperar a que James y Lily vuelvan, no se por que demonios tardan tanto.
—Pues yo menos. —Murmuró el chico, subiendo las cejas con ironía.
—Si quieres ayudarme en algo, por favor no empieces con esto. —Le pidió Mar con un suspiro, a lo que él decidió acceder, solo porque no quería fastidiarla. — ¿Quién te escribió?
—Hannah, preguntándome si podía venir mañana después del desayuno.
—Como si alguien fuera a decirle que no. —Resopló ella, entornando los ojos, y repitiendo los pensamientos anteriores de Harry. —Que bueno que venga, así te hace compañía un rato.
Harry sonrió y asintió, concordando con ella, agradeciéndole secretamente como cada vez que mencionaba el nombre de la chica en su presencia.
Hablar sobre Hannah era un desafío en esa casa, Sirius siempre se burlaba, y sus padres trataban de no parecer demasiado interesados, pero de alguna manera eso terminaba siendo peor. Mar y Remus eran los únicos con los que podía referirse a ella sin volverlo todo un evento ridículo y vergonzoso.
—Tal vez podrían ir a pasear un rato. —Sugirió Mar, tratando de evitar que Ophelia se llevara el puño a la boca, a lo cual ella no parecía dispuesta. —Ir a comerse un helado o algo…
—Claro, no me han dejado salir en todas las vacaciones y de repente me van a dar permiso de ir a una heladería. —Ironizó Harry, creyendo pensar que era una posibilidad pero sabiendo que era ridículo. —Eso suena a algo que Lily haría.
—Quién sabe, puede que ande de buen humor y no tenga problema. —Supuso Mar, haciendo que Harry se preguntara si el cansancio estaría hablando por ella. —Y no hables como si no hubieras visto el sol en un mes, saliste con nosotros la semana pasada.
—Al hospital, porque ellos no estaban y ustedes tenían que llevar a Ophi a consulta. —Le recordó el chico poniendo los ojos en blanco. —No fue exactamente la salida más divertida de la historia.
—Ey, eso es muy injusto, te llevamos a ver tiendas y Sirius nos hizo rentar esa película que después vimos en el departamento.
—Solo me dejaron entrar a una tienda y hasta tú dijiste que la película fue mala. —Se quejó Harry, dándose cuenta de lo malagradecido que había sonado eso y apresurándose a repararlo. —Yo se que lo intentaron, y no es que la haya pasado mal...
—Ya, tienes razón, fue una película terrible. —Admitió Mar con una mueca de desagrado. —Harry, entiendo como te debes estar sintiendo, tener niñeros es lo peor del mundo y a tu edad supongo que debes estar a punto de quemar la casa con todos nosotros adentro.
— ¿Se me nota tanto? —Preguntó por lo bajo, dejando salir un suspiro pesado.
—A veces sí. —Mar rió por lo bajo, colocando los dedos en las palmas de su hija y dejando que ésta los moviera como le diera la gana. —Y se que Lily es un fastidio, pero parte de esto de quererla muchas veces es pretender que no te saca de quicio.
—James lo hace ver tan fácil. —Bromeó Harry, dejando salir una risita.
—Él está perdido hace mucho tiempo, su caso no cuenta como ejemplo. —Lo desestimó Mar con un encogimiento de hombros. Subió la mirada de Ophi a Harry y sonrió. —Voy a hablar con ella, ¿de acuerdo?
—Te lo agradecería muchísimo. —Confesó Harry con una gran sonrisa, no queriendo ilusionarse pero sin poder evitarlo. Sabía que no conseguiría grandes cambios, pero uno pequeño serviría.
—No tienes que agradecerme, si con esto logro caerte mejor que Sirius estoy feliz de ayudar. —Dijo ella, más en serio que en broma, arrancándole una carcajada a su ahijado.
—No sé con cual de los dos mocosos estás hablando pero quiero que sepas que en ambos casos es imposible. —Intervino Sirius, captando la atención de los tres mientras entraba al salón.
—Y hasta aquí llego nuestra paz. —Se lamentó Mar, aún viendo a Harry.
—Bah, si sabes que se te ilumina la vida cada vez que me ves entrar. —La molestó con una enorme sonrisa arrogante, a lo que Mar respondió con una mirada asesina que no lo afectó. —No creas nada de lo que diga esta señora, pequeña, la verdad es que no puede vivir sin mí.
Harry observó, divertido, como Mar entornaba los ojos en el momento que Ophelia se echaba a reír y empezaba a mover los brazos, emocionada, sin dejar de ver a Sirius.
— ¿Lo ves? La niña sí demuestra sus verdaderos sentimientos. —Presumió él, incrementando su sonrisa. —Por otra parte, quiero que todos noten como ella es la verdadera afectada y la única que no se enfada por todo el asunto del pañal.
—Porque aún es muy chica para entender que de las pocas obligaciones que tienes, no cumples ni la mitad. —Lo acusó Mar, apartándolo con el pie para frenar sus intentos de acercarse a ellas.
—Ah sí, Mar me pidió que te dijera que dormirás en el sofá esta noche. —Soltó Harry de repente, tratando de ocultar su diversión.
—Pues me parece bastante injusto tomando cuenta que no he hecho nada. —Se quejó el aludido, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.
—Que no hagas nada es exactamente el punto.
—Por favor, no puedes estar tan molesta conmigo.
—Te darás cuenta de que sí más tarde mientras duermas aquí tú solo.
Normalmente las discusiones de esos dos eran un fastidio y terminaban dándole dolor de cabeza, pero había veces, como esa, en que todo era tan ridículo que Harry simplemente se quedaba callado viéndolos, entretenido.
—No eres tan cruel para dejarme durmiendo solo en este lugar tan grande. —Fingió horrorizarse Sirius, evidentemente sin tomar en serio su amenaza. — ¿Qué estás enseñándole a la niña?
—A lidiar con los hombres inútiles que lamentablemente van a rodear su vida. —Respondió Mar, rodando los ojos.
—Bueno, si no quieres que duerma en la habitación no lo haré. —Aceptó él, sorprendiéndolos a ambos.
— ¿Entonces sí te quedarás en el sofá? —Inquirió Harry, impresionado.
—Por favor, chico, yo tengo más dignidad que eso. —Afirmó con solemnidad y una seriedad que casi pasó por verdadera, hasta que soltó el resto. —Dormiré en la caseta de perro que hay en el jardín.
Harry no supo si el ataque de risa que tuvo a continuación fue debido a ese ridículo, pero inesperado comentario, o a la expresión de Mar mientras intentaba controlar la expresión de su rostro y fruncir los labios para detener la carcajada que, eventualmente, se le escapó.
— ¡Ja! No puedes ni resistirte a mis chistes y esperas que crea que me harás dormir aquí. —Exclamó victorioso, tumbándose sobre el sillón de enfrente. —Debes admitir que te has ablandado, McKinnon.
—Cierra la boca. —Le ordenó ella, perdiendo la fuerza debido a la expresión divertida que ya no podía disimular. —Te detesto.
—No lo hace. —Le aseguró Sirius a Harry, guiñándole un ojo sin dejar de sonreír.
Harry siguió riendo y puso los ojos en blanco, sin necesitar ninguna prueba para comprobar aquella afirmación.
Más tarde esa noche las pesadillas se hicieron esperar, dándole una falsa sensación de seguridad que le permitió dormir tranquilo durante unas horas.
Pero al final volvieron, siempre lo hacían.
Como casi todas las veces, se despertó sudando frío y con el corazón latiéndole con violencia en los oídos, amenazando con salirse de su cuerpo de un momento a otro. Abrió los ojos de golpe, incrementando por un segundo el dolor de la cicatriz, el cual aminoró cuando, sin que le diera tiempo de enfocar la mirada, percibió una caricia suave y tranquilizadora rozándole la mejilla.
—Shh, tranquilo… —Le susurró con suavidad una voz conocida. —Fue solo una pesadilla, está bien, todo está bien…
Parpadeó varias veces, tratando de despertarse por completo y de adaptarse nuevamente la realidad, pero especialmente, luchando para absorber y comprender esas palabras.
Tragó saliva y movió la cabeza, sintiendo como lo invadía una oleada de alivio al encontrarse con el rostro de su madre.
—Ya despertaste. —Le dejó saber Lily, con una sonrisa amorosa. —Todo está bien, estás en casa.
Harry suspiró y subió una mano para aferrarse a la que ella tenía en su rostro, queriendo sentirla tan presente como pudiera.
Esa era la parte agridulce de sus pesadillas. Por una parte, sabía lo nerviosos que ponía a sus padres cada vez que se despertaba gritando a mitad de la noche, ya había dejado de ser vergonzoso porque pasaba demasiado seguido, pero igual no le gustaba hacerlos pasar por eso.
Sin embargo, lo único que lograba calmarle un poco el miedo a irse a dormir era saber que, sin importar la hora, sus padres estarían ahí para despertarlo y devolverlo a la realidad.
—Hola. —Lo saludó ella con suavidad, aún le sonreía pero sus ojos reflejaban su preocupación.
—Hola. —Alcanzó a decir Harry, con la voz ronca, intentó sonreírle devuelta, pero sin lograrlo. —Volviste.
—Claro que sí, se que te dije que estaríamos aquí para la hora de cenar pero… Bueno, hubo un inconveniente.
— ¿Y James? —Preguntó el chico sin poder esconder su ansiedad. — ¿Vino contigo?
—Sí, está abajo, está bien. —Le aseguró su madre con voz tranquilizadora. —Iba a subir a verte, pero estuvo todo el día con una esposa y la otra demanda atención.
Harry soltó una risita, por el alivio más que por la gracia.
Estaban bien. Sus padres estaban bien y estaban en casa.
— ¿Qué tal estuvo todo por aquí? —Quiso saber Lily, acariciándole el cabello. — ¿Te portaste bien?
—Siempre. —Respondió él con una pequeña sonrisa. —No pasó nada fuera de lo normal, Remus me ayudó con la tarea, cuidamos a Ophi, Mar y Sirius pelearon y después se arreglaron…
—Ya, lo de todos los días. —Completó su madre con una risita un tanto amarga. —Lamento que estas vacaciones no estén siendo más divertidas.
Harry quiso decirle que no se preocupara, porque no era su culpa, pero si no estuviera siendo tan sobre protectora y le permitiera salir, o al menos volar su escoba más de dos metros, pues todo estaría mejor.
— ¿Y ustedes que hicieron? —Decidió preguntar, queriendo cambiar el tema.
—Oh, no mucho. —Le aseguró ella con un encogimiento de hombros, quitándole importancia. —Teníamos que resolver unas cosas, no quiero aburrirte con los detalles.
Sintió como su corazón perdía un latido. Conocía lo suficiente a su madre como para saber que eso había sido un "hacíamos algo peligroso pero no quiero preocuparte".
La ya usual sensación de indignación y enfado que lo invadía cada vez que le ocultaba algo al respecto, volvió a hacerse presente. No entendía hasta cuando iba a seguir mintiéndole y ocultándole las cosas, como si él no fuera lo suficientemente inteligente para darse cuenta.
Quiso reclamárselo, como hacía cada vez que podía, pero no tenía energías suficientes para discutir con ella, y le parecía una incongruencia hacerlo cuando aún seguía aferrado a su mano.
— ¿Con quien me quedaré mañana? —Inquirió entonces, soltándola finalmente y aguantando la respiración mientras esperaba la respuesta.
—Con nosotros, estaremos aquí todo el día. —El chico botó aire, aliviado al saber que sus padres estarían en casa. — ¿Quieres que hagamos algo?
Muchas cosas que no vas a permitirme.
—Hannah vendrá en la mañana. —Le informó él, recordando la carta que la chica le había enviado.
—Ah… —Lily esbozó una sonrisa divertida, y subió las cejas. — Entiendo.
—No, no lo haces. —Bufó él, fastidiado, sonrojándose ligeramente. —Y no empieces.
—Pero si no he dicho nada.
—Ajá. —Harry entornó los ojos, deseando internamente que se comportara al día siguiente. —Y en la tarde cuando se vaya… —Vaciló un segundo, pensando en la mejor manera de preguntar lo siguiente. — ¿Crees que… pueda jugar quidditch? Solo un rato.
—Harry…
—Por favor, estaré con James, no me pasará nada. —Le rogó el chico, poniendo su mejor cara de suplica. —En septiembre entraré en el equipo y casi ni he practicado.
—Sí lo has hecho…
—No sirve si no me dejas volar más de un metro. —La interrumpió, intentando no sonar muy hostil. —Mamá, por favor…
Observó como la expresión severa de Lily se suavizaba ante eso.
Sabía perfectamente que llamarla así era un punto sensible para ella y nunca lo hacía para conseguir algo… O casi nunca. Se excusaba pensando en lo mucho que quería y necesitaba practicar, además de cómo estaba a punto de ahogarse de aburrimiento.
—Mañana nos sentamos los tres y decidimos, ¿de acuerdo?
Harry esbozó una mueca de fastidio y chasqueó con exasperación, pero al final asintió, sabiendo que eso era mejor que nada y con la pequeña esperanza de que James lo ayudara un poco con eso, él tenía que entender.
—Prometo que encontraremos algo divertido. —Comentó Lily, aunque de haberle dado más seguridad a esa afirmación, Harry tal vez hubiera fingido creerle. —Aún nos queda un mes…
—Sobre eso… —Saltó de inmediato el chico, recordando de repente un tema que tenía días queriendo volver a sacar. — ¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto, ¿Qué ocurre?
—Es que, quería saber si… —Calló por un momento, no sabiendo como sería la mejor manera de abordarlo sin que ella se cerrara. —Los… Los pasajes para el viaje son para dentro de dos semanas.
Sus esperanzas se esfumaron tan rápido como habían llegado, se las llevó ella en el momento que tensó su expresión, dejándole saber perfectamente cual iba a ser la respuesta.
—Y pues… Quería saber si… ¿Vamos a ir o no?
—Eso… Lo hablamos después, ¿si? —Decidió ella, sonriendo sin ganas y sin atreverse a verlo directamente a los ojos. —Ya es tarde, lo mejor será que descanses.
Harry gruñó y puso los ojos en blanco, decepcionado, y enfadado, por todas las excusas que Lily se empeñaba en ponerle.
—Bien. —Soltó de manera cortante, arropándose más y acomodándose en su cama para dormir. —Buenas noches.
La escuchó suspirar con pesadez y de inmediato se sintió culpable, seguramente había tenido un día largo y cansado como para que ahora él viniera con sus niñerías. En su defensa, Harry podía decir que también estaba bastante cansado de todo y una respuesta directa en todo el verano habría servido.
—Está bien, te veo en la mañana. —Le susurró Lily con dulzura, antes de acercarse a él y darle un beso en la mejilla a la vez que le pasaba una mano por el cabello. —Buenas noches, tesoro, te quiero.
Aunque no era lo que quería, se encontró suavizando su expresión y relajando el cuerpo, no sintiéndose tan molesto como para rechazarle el gesto.
—Y yo a ti, mamá.
La sintió sonreír contra su mejilla antes de volver a besarlo y separarse de él para levantarse finalmente de la cama.
—Si vuelves a despertarte sabes que puedes ir a nuestra habitación.
Harry asintió con una pequeña sonrisa, a pesar de saber que sus pesadillas no lo aterraban lo suficiente como para escabullirse a la habitación de sus padres a media noche como si tuviera cinco años.
Ya era suficientemente malo que ellos entraran a revisarlo cada vez que se despertaba gritando. Aunque no lo hubiera querido de otra forma.
Una vez que la puerta de Harry estuvo cerrada, Lily suspiró con fuerza y se dio la vuelta, recostándose de ésta y cerrando los ojos, clavándose las uñas en las palmas para poder controlar las ganas de echarse a llorar que sentía acumuladas en la garganta, listas para salir a la primera oportunidad.
Sentía que la cabeza le iba a explotar y tenía los músculos agarrotados, había sido un día largo y cansado, como lo eran todos últimamente, y a todo el estrés vivido se le sumaba esa lucha diaria para frenar el empeño de su hijo por obtener más información.
La culpa se la estaba comiendo lentamente, lo hacía un poco más cada vez que tenía que mirarlo a los ojos y evitar sus preguntas, inventar excusas para no tener que decirle lo que en verdad estaba pasando. No soportaba que la viera con esa mirada de decepción y enfado que ponía cada vez que salía el tema, era más fuerte que ella y cada vez se sentía más sobrepasada por la situación.
El único consuelo que tenía se lo daba el saber, conscientemente, que tenía suficiente razones para lo que estaba haciendo, para elegir cuidadosamente qué contarle y que guardarse para después. Lo hacía por él, para cuidarlo, era tan simple como eso.
Pero Harry no lo entendía, y en el fondo, no podía culparlo.
— ¿Ya se durmió?
Como era usual, aquella voz llegó en el momento perfecto, justo cuando estaba a punto de hundirse en ese foso de pensamientos negativos y sentimientos lúgubres, lista para ser ese bálsamo de paz y buenas energías que necesitaba casi a diario.
Abrió los ojos y desvío la mirada hacia él, sonriendo casi por inercia, como si solo verlo fuera suficiente para que sus comisuras actuaran de manera independiente.
—No, acabo de salir. —Susurró ella, suspirando y estirando una mano hacia él. —Seguro le tomara un rato, pero al menos ya se calmó.
—Qué bueno. —Suspiró James, tomando la mano que su mujer le tendía y dándole un suave apretón antes de ponerse frente a ella. — ¿Quieres que entre y me quede con él un rato?
—Conociéndolos a ambos, van a entretenerse y al final no se dormirá. —Lily soltó una risita y entornó los ojos, dejando que la ternura que le provocaba imaginarse la escena se colara dentro de ella. —Déjalo descansar, ya mañana podrán hablar.
—Está bien. —Aceptó él, pasándose una mano por el cabello, adquiriendo una expresión cautelosa antes de volver a hablar. — ¿Y te dijo que soñó?
—A estas alturas, seguirle preguntando es una redundancia. —Lily subió las cejas con ironía y esbozó una sonrisa agria, tratando de deshacer el nudo que se le hizo en el estómago.
James se acercó más y la abrazó, a lo cual ella no se opuso por nada del mundo. Pensar en las pesadillas de Harry era lo único que necesitaba para sentirse totalmente descompuesta, no era necesario que le preguntara de qué se trataban. Ella tenía las mismas.
—Lo siento, pregunta estúpida. —Se disculpó él, apretando los brazos alrededor de su cintura, sabiendo como la hacía sentir el tema.
—No te preocupes. —Le pidió ella, colocando las manos en sus brazos y acariciándolo distraídamente. Se quedó callada un momento antes de volver a empezar. —Quiere que jueguen quidditch mañana.
—Creo que eso lo quiere siempre. —Opinó, tratando de no lucir tan entusiasmado ante la idea como ella sabía que se sentía. — ¿Y que le dijiste?
—Que lo hablaríamos mañana los tres, pero no creo que sea tan mala idea…
— ¿De verdad?
—Sí, algo tengo que hacer para no matarlo de aburrimiento. —Se lamentó la pelirroja, preguntándose por que Harry no podía ser un poco más parecido a ella y preferir quedarse adentro leyendo un libro. —Pero no se lo dije porque tal vez estés cansado y prefieras…
—No, para nada. —Saltó James de inmediato, sin siquiera dejar que terminara la oración, habiendo olvidado su intento de no dejar ver su interés. —Estoy perfecto, por supuesto que puedo jugar con él.
—James, necesitas descansar y no quiero…
—Lo haré, de verdad, dormiré un par de horas más y estaré fresco y listo para todo.
Ella rió por lo bajo y le dio un suave empujón con las manos, seguía tratando de entender como un deporte podía emocionarlos de aquella manera.
—Es como si tuviera dos hijos, de verdad. —Comentó divertida, sacudiendo la cabeza y fingiendo estar horrorizada. —No vuelen muy alto, ¿de acuerdo?
—Pero, Lily, si esa es la mitad de la diversión. —Se quejó él, ganándose una mirada severa que rápidamente lo hizo recular. —Era una broma, no iremos alto, te lo juro.
—Eso espero. —Musitó la pelirroja. Se mordió el labio y guardó silencio, pensando si decirle lo otro que había hablado con su hijo. Al final decidió hacerlo, como todo. —También… Me pregunto por el viaje.
James no le respondió de inmediato y ella casi se arrepintió de haberlo comentado, conociendo perfectamente como se sentía él al respecto, y sabiendo que era una de las pocas cosas en las que se les estaba haciendo imposible ponerse de acuerdo.
—Sabes que le hace mucha ilusión… —Murmuró su marido, como quien no quiere la cosa.
—Claro que lo se. —Saltó ella de inmediato, más hostil de lo necesario.
— ¿Y que le dijiste?
—Que lo hablaríamos después. —Contó, deseando no tener que hacerlo, porque sabía como terminaría y eso la mortificaba. —Y tenemos que hacerlo.
— ¿Quieres que lo hagamos ahora?
—No, tenemos que estar los tres.
—Si tú y yo llegáramos a un acuerdo primero, luego sería más fácil hablarlo con él. —Apuntó él, dedicándole una mirada significativa que Lily se negó a encontrar.
—Sí, tienes razón. —Admitió ella, antes de suspirar y sacudir la cabeza. —Pero esta noche no, estoy demasiado cansada.
—Está bien. —Aceptó James, atrayéndola más hacia él y depositando un beso en su frente que la derritió. —Mañana, ¿si?
—Mañana. —Acordó Lily, a pesar de que la idea no la enloquecía, pero a esa hora era mejor que pelear. Levantó la cabeza para mirarlo a los ojo y hacer un pequeño puchero. —Ahora, llévame a la cama, por favor.
—Encantado. —Le dedicó una enorme sonrisa que a Lily le dio tiempo de admirar antes de que él se acercara y le diera un beso rápido. —Pero te acuesto y a dormir, porque estoy molido y no creo que…
—No te soporto. —Chasqueó Lily, sonrojándose y volviéndolo a empujar. —Ahora voy sola, permiso…
—Ni lo sueñes. —James rió por lo bajo y volvió a besarla, esta vez con más detenimiento antes de separarse. —Ven, vamos a dormir.
Ella cedió y dejó que la tomara de la cintura y la guiara a la habitación en la que habían dormido desde su primer día en esa casa. Su casa.
Suspiró y recostó la cabeza de su hombro, permitiendo que su presencia, y el hecho de que ya habían vuelto, la calmaran.
Otro día había pasado y por ahora, todo seguía bien.
A Marlene la maternidad la había ablandado, de eso a Sirius no le quedaba ni la menor duda.
Claro, aún era la misma histérica que no dudaba en pegarle la varita al cuello si soltaba demasiadas estupideces en poco tiempo, pero también se había vuelto más paciente, atenta y hasta cariñosa. Especialmente cariñosa.
Siempre había pensado que ese tipo de tratos demasiado seguido podían ponerlo incómodo y al principio no había tenido muy claro como sentirse al respecto, pero ahora tendrían que maldecirlo si alguna vez llegaba a quejarse. No habría tenido sentido intentar negarlo, en el fondo sabía que le gustaba y lo hacía porque no era empalagoso ni ridículo, era la medida perfecta y le encantaba.
Por eso no pudo evitar sonreír como un idiota cuando se acostó en la cama y ya ella lo estaba cubriendo con su cuerpo, abrazándolo y recostando la cabeza de su pecho.
—Por favor, al menos puedes esperar a que me acueste. —La picó él, sonriendo con arrogancia y empezando a acariciarle el cabello. —Ya vemos de donde lo sacó la niña…
—Cállate. —Le ordenó Mar, murmurando contra su pecho. —Mañana tenemos que hacer guardia todo el día, déjame dormir.
Sirius soltó un gruñido grueso al recordar eso. No entendía como era posible que acabaran de terminar su maldito día libre y siguiera tan cansado como la noche anterior.
— ¿Esta mierda siempre cansó tanto? —Inquirió de mala gana, pasándose una mano por el rostro con brusquedad. —Porque yo no lo recuerdo así.
—Estás más viejo. —Señaló Mar, echándose a reír. —Ahí está la diferencia.
—Nah, eso no es. —Desestimó él, considerándolo demasiado absurdo. —Es esa mocosa que se encarga de drenar todas mis energías.
—No puedes culparla por todo, Sirius.
— ¿Por qué no? Tú me culpas de todo a mí.
—Porque tú eres un imbécil, ella es una niña.
—Ya verás como va a llamarme imbécil antes que papá y tú tendrás toda la culpa.
—Entonces deja de comportarte como un imbécil si no quieres que te llame así. —Resolvió ella, encogiéndose de hombros. —Y no culpes a mi hija por tu vejez.
— ¿Si sabes que tenemos la misma edad, cierto?
—Pero si a ti te encantaba presumir que eras mayor que todo el mundo…
— ¿No te ibas a dormir? —Bajó la mirada para encontrar la suya y enarcar las cejas con sugerencia. —Porque si cambiaste de opinión, aún puedo mostrarte que ciertas partes de mí no han envejecido ni un día…
—Encantador. —Le cortó Mar con serenidad, y sin embargo le dio un pellizco en el costado. —Pero como siempre dice Remus, mientras menos traumas podamos dejarle a la niña pues mejor.
—Vamos, si no haces tanto ruido como acostumbras no se tiene porque traumar… Auch. —Se quejó cuando ella volvió a pellizcarlo, esta vez con más fuerza. —No entiendo por que siempre tienes que usar la violencia.
—Tú lo ameritas. —Fue toda la explicación que Mar dio, entornando los ojos. —Ya déjame dormir.
—Bueno, como quieras. Veremos que dices mañana…
—Mañana también dormiremos aquí. —Empezó a decir ella, pero se calló de golpe y lo miró dudosa. — ¿Cierto?
Sirius suspiró y le desvío la mirada, acariciándole la espalda lentamente, y guardando silencio, retrasando el momento de volver a tener la misma discusión de todas las semanas.
—No me ignores. —Exigió Mar con la voz firme.
—Hace tres días que no me paso por allá. —Soltó Sirius de golpe, hablando rápidamente para salir de eso de una vez. —Tengo que ir.
—A James y a Lily les toca salir temprano pasado mañana. —Le recordó ella, incorporándose para obligarlo a que la viera a los ojos. —Tengo que ir al departamento o quedarme aquí.
—Puedes volver antes de que ellos se vayan. —Intentó, sabiendo de antemano la respuesta. —O la puedes dejar con Remus…
—Pensé que estábamos hablando en serio.
—Lo estamos. —Le aseguró Sirius, resoplando y sacudiendo la cabeza. —Pero no se cuantas veces tendremos esta maldita conversación. Tengo que quedarme ahí mañana, punto.
—Bien. —Aceptó ella, haciendo una mueca de desinterés pero quitándosele de encima y rodando hacia su lado de la cama. —Pero esta vez yo no iré, punto.
Sirius cerró la mano en un puño y se la llevó a la frente, tomando una bocanada de aire para tratar de mantener la compostura y no volver a pelear. Se escapaba de todo su entendimiento la razón por la cual Mar tenía que ser tan terca.
—Eres insoportable, ¿sabías eso?
—Sí, ya lo sabía.
—Hablas como si yo disfrutara esto. —Le espetó él, volteándose para quedar de frente a ella. —Te informo que no es así.
—Haces un buen trabajo demostrando lo contrario.
—No me jodas, Marlene. —Exclamó exasperado, perdiendo la paciencia como cada vez que se ponía así de obtusa. —Sabes que no duermo en esa maldita casa por gusto…
—Pero claro que no, eso solo cuando estoy ahí para follar, de resto…
—No voy a discutir contigo. —Zanjó él de inmediato, dedicándole una mirada firme que no llegaba a ser enojada. —No cuando sabes que odio esto tanto como tú.
Por un momento ella le mantuvo la mirada, hostil y furiosa, buscando la pelea que él se negaba a darle. Entendía porque lo hacía, y en el fondo no podía culparla, él mismo lo hacía infinita cantidad de veces.
A los pocos segundos, Mar pareció entender que esa no era la forma en que iban a terminar la noche y relajó visiblemente las facciones. Le desvío la mirada y chasqueó la lengua, tratando de disfrazar de fastidio sus verdaderas emociones.
—Lo odio solo porque Ophelia no me va a dejar dormir. —Mintió entre dientes, tan descaradamente que él no pudo evitar sonreír.
—Voy a fingir que te creo. —Le dejó saber, acercándose más a ella y volviéndola a abrazar, ignorando sus intentos por impedírselo. —Y que lo que te enfada no es tener que pasar la noche lejos de mí…
—Si pensar eso te ayuda a dormir mejor por las noches. —Bufó ella, rindiéndose finalmente y dejándose abrazar. —Pues bien por ti.
Sirius sacudió la cabeza y entornó los ojos, pensando que tal vez no estaba tan cariñosa como él pensaba.
Escondió el rostro en su cuello y suspiró con fuerza, queriendo grabarse su esencia, más de lo que ya la tenía, siempre la necesitaba cuando tenía que dormir solo en ese lugar.
No quería volver a esa maldita casa de mierda, mucho menos tener que quedarse la noche completa, pero nunca podía ausentarse demasiado tiempo. Odiaba tener ese deber, pero se había comprometido con Dumbledore y no podía fallar.
Lo único que quería era quedarse ahí, acostado con Mar, abrazándola, disfrutando de esa tranquilidad que le proveía aquel lecho que habían ido construyendo poco a poco, resguardándose en esa paz que empezaba a parecer imaginaria con todo lo que se estaba cocinando en el mundo exterior.
Pero había alguien que no estaba tan entusiasmada con contribuir con dicha paz.
Ambos suspiraron con cansancio al escuchar el llanto que demandaba atención desde la cuna en la esquina de la habitación.
—Te toca. —Dijeron ambos a unísono.
—Yo le di el biberón. —Recordó Sirius, esperando que eso fuera suficiente para que no lo obligara a levantarse. —Así que es tu turno.
—Pero yo le cambié el pañal, eso cuenta por dos turnos.
—No es cierto, Harry lo hizo.
— ¿Cómo demonios sabes eso?
—No se a ti, pero mi ahijado me cuenta todo. —Se separó para verla a la cara y sonreírle victorioso. —Así que anda a atender a tu hija.
—Eres un imbécil. —Se quejó ella, desenredándose de sus brazos para poder ponerse de pie. —No se cual es tu maldito problema, si igual vas a tener que dormirla.
—Pero no es lo mismo que me la traigas a tener que levantarme. —Explicó él, sentándose para poder verla. —Ahorro más energía de la que crees.
—Sabes, Ophi, en el fondo te entiendo perfectamente. —Lo ignoró Mar, hablándole a su hija mientras la sacaba de la cuna. —Si yo tuviera un padre así de inútil también me la pasaría llorando.
—Dile lo que quieras, igual los tres sabemos que me prefiere a mí. —Ladeó la cabeza y le sonrió con arrogancia. —Dámela de una vez.
—No, te jodes. —Se encogió de hombros, convenientemente olvidando su regla de no decir malas palabras frente a la niña. Ophelia había dejado de llorar y soltaba ruiditos de comodidad mientras su madre la mecía sobre su hombro. —La voy a dormir yo.
—Pero se despertará más tarde…
—Exacto. —Mar le sonrió con impostada inocencia, casi de manera cruel. —Y entonces será tu turno.
—Pero… ¿Por qué eres tan enferma? —Quiso saber, abriendo los ojos con horror. —Te recuerdo que no eres la única que tiene que ir a hacer guardia mañana.
—Y yo te recuerdo que no soy la única que tiene que desvelarse cuidando a tu hija. —Replicó Mar, viéndolo de manera significativa. —No te harían mal unas ojeras parecidas a las mías.
—No es mi culpa tener una piel más resistente que la tuya. —Se encogió de hombros y se dejó caer de nuevo sobre el colchón, perdiéndose la mirada asesina que ella le dedicó. —Te he dicho que no tienes que levantarte, si la dejas llorar un rato Lily termina viniendo.
—Que idiota eres. —La escuchó resoplar y pudo visualizarla perfectamente poniendo los ojos en blanco. — ¿Y que demonios hablas? Si tú eres incapaz de dejarla llorar.
—Solo porque después de treinta segundos su llanto se vuelve insoportable. —Soltó como excusa, casi creyéndoselo. —Aún no busco quedarme sordo, gracias.
—Es tan tierno que intentes hacer excusas cuando nadie te cree. —Se burló Mar, haciéndolo levantar la mirada para responderle, pero ella no le dio tiempo. —Mira su cara, hasta ella sabe que estás diciendo estupideces.
Se dio la vuelta para darle la espalda y que él pudiera verle la cara a Ophelia, que luchaba para evitar que sus párpados se cerraran, no queriendo caer en los intentos de su madre por dormirla, pero fallando.
— ¿No te parece que tiene unos ojos hermosos? —Esbozó una sonrisa arrogante y enarcó una ceja. —Me pregunto de quien los habrá sacado…
—Del mismo idiota que le heredó la necesidad crónica de atención. —Atajó Mar, volviéndose nuevamente y cambiándola de posición para acunarla contra su pecho. —Aún no puedo creer que se despierte solo porque quiere que la carguen…
—Yo no puedo creer que tenga que hacer un escándalo por eso. —Comentó Sirius, suspirando y frotándose los ojos con las manos. —Mientras más rápido aprenda a hablar más felices seremos todos.
—Déjala en paz. —Le ordenó ella, sentándose en el filo de la cama sin quitarle la mirada de encima a la niña. Se mantuvo un momento en silencio antes de volver a hablar, casualmente. —No me gusta cuando hay que dejarla todo el día.
—No estará sola. —Le recordó Sirius, tratando de no pensar demasiado en el tema. —Lily y James estarán aquí, y Harry también, afortunadamente, así alguien la salva de tanta cursilería...
—Hannah vendrá a verlo, así que no cuentes con eso. —Susurró Mar, paseando distraídamente un dedo por la mejilla de Ophelia. —Ojala fuéramos más, sería menos trabajo…
—Ya escuchaste a Ojoloco, pronto se unirá más gente. —Intentó tranquilizarla él, sintiendo como el cansancio empezaba a colarse en su voz. —Supongo que serán dos personas como máximo, pero es mejor que nada…
—Sí… Sirius, hablando de eso, hay algo que quería… ¡Auch!
— ¿Qué pasa? —Levantó la cabeza rápidamente al escuchar su quejido de dolor.
— ¡No me jales el cabello! —Exclamó Mar, dedicándole a Ophelia una mirada que pretendía ser severa. La niña solo la veía, sin soltar el mechón de pelo que había cogido en su mano. —La primera vez fue tierno, ahora solo es doloroso y…
—Divertido. —Rió Sirius, ganándose una mirada hostil que ignoró olímpicamente. —Vamos, mejor que jale el tuyo que ni lo cuidas que otro que evidentemente sí es tratado como es debido.
—Yo sí me cuido el cabello, solo no estoy obsesionada con él, lo cual es totalmente diferente. —Explicó a la vez que trataba de liberar sus rizos del fuerte agarre de su hija, quien parecía negada a dejarlo. —Cuando te crezca más espero que dejes de jalar el mío.
—A este paso creo que eso tomará mucho tiempo. —Bromeó él, poniéndose cómodo para ya ir a dormir. — ¿Qué ibas a decirme?
—Que… —No alcanzó a terminar la oración, pareció pensarlo mejor y se quedó callada, con la mirada reflexiva puesta en Ophelia. Después de unos segundos, suspiró y continuó. —No es nada, lo hablamos después.
— ¿Segura?
—Sí, déjalo. —Desestimó ella, poniéndose de pie para rodear la cama y sacando su varita del bolsillo. —Y vamos a dormir o mañana pareceré una muerta en vida.
—Yo puedo hacerte parecer más viva cuando quieras. —Aseguró Sirius con una sonrisa sucia, que perdió credibilidad por su expresión somnolienta. —Y ella aún no se duerme.
—Ya se, pero no eres el único que puede contribuir a crearle malos hábitos. —Suspiró con pesadez. Se subió a la cama y apagó la luz. —Buenas noches.
—Aw, en el fondo no ibas a dejar que me despertara.
—Solo porque si llora me despierta a mí también. —Bufó ella, acomodándose y colocando a la niña en medio de los dos. —Y ya dije: buenas noches.
Sirius rió por lo bajo y se tragó cualquier comentario desubicado.
Estaban tan cansados que no habían pasado más de cinco minutos cuando ya los dos se habían quedado dormidos, flotando entre los balbuceos que soltaba Ophelia y la incertidumbre de si aquella confortable y cálida escena pasaría pronto a ser una parte normal de sus vidas en vez de una noche robada a la realidad que empezaba a oscurecer todo afuera de las paredes de esa casa.
De las nuevas rutinas a las que todos habían tenido que adaptarse ese último mes, para Remus, la más difícil estaba siendo esa, tener que hacer guardia afuera del Ministerio.
Como era su costumbre, no se lo había mencionado a nadie ni una vez, no queriendo tener que agregarle sus quejas al montón de preocupaciones que sus amigos cargaban encima, James lidiando con todo lo relacionado con Harry y los secretos que tenían que guardar de él, esos de los que el chico empezaba a cansarse, y Sirius teniendo que equilibrar el quedarse en Grimmauld Place algunas noches y otras con Mar y Ophelia, y a todo eso, se le sumaba tener el asunto de Peter todavía demasiado fresco.
Un peso muerto e incomodo alojándose en su pecho lo obligó a desestimar el recuerdo de inmediato, recordándole que aún no era un pensamiento seguro, seguía trayendo demasiados sentimientos encontrados. Así que decidió seguir en lo suyo, retrasando el momento de salir del callejón donde se había aparecido y desde el cual llevaba rato espiándola atentamente, a una distancia prudencial. Correcta.
Suspiró con fuerza y se ajustó la gabardina, preguntándose por que tenía que hacer tanto frío en una noche de verano y por que, de todas las personas de la Orden, la habían tenido que asignar a ella como su compañera, nadie le quitaba de la cabeza que Sirius había hablado con Ojoloco para que pasara, su amigo era así de inconsciente y molesto. Casi parecía no darse cuenta de que, sin su necesidad crónica de meterse donde nadie lo llamaba, las cosas de por si eran extraordinariamente difíciles.
Sabía que verla desde ahí, entre las sombras de ese oscuro callejón, no era lo más normal o apropiado que se le podía ocurrir, pero no lo hacía sentir tan culpable ni asqueado consigo mismo como sí lo hacía cuando estaba cerca de ella, cuando se dejaba llevar por sus impulsos y se permitía cruzar la línea que él mismo intentaba trazarse, pero que la chica insistía fervientemente en borrar.
Miró el reloj en su muñeca y esbozó una mueca al darse cuenta de que tenía casi veinte minutos parado ahí, sin la suficiente valentía para acercarse, y aunque aún no había logrado reunirla, sabía que su tiempo para esconderse había acabado. Así que se ajustó el abrigo y emprendió el camino al sitio que habían escogido para montar vigilancia, donde ella ya lo esperaba.
—Veinte minutos tarde. —Advirtió Tonks cuando lo vio llegar, dejando que su sonrisa eliminara cualquier intención de reprimenda. —Pensé que me ibas a dejar esperando.
Por un instante efímero, Remus se permitió resguardarse en la calidez que su enorme y luminosa sonrisa era capaz de irradiar. Lo que más quería era regalarle una propia, la mejor que pudiera esbozar, pero se obligó a limitarse y responderle con la misma simpatía que lo haría con un extraño.
—Lo siento, me retrasé en casa. —Mintió, parándose a su lado, pero tratando de mantener una distancia prudencial. —Sirius y Mar tuvieron una discusión.
—Cuando no. —Soltó una risita y puso los ojos en blanco. —Deberíamos empezar a contar las veces que no lo hacen, habría más suspenso.
—Estoy de acuerdo. —Asintió Remus, tranquilamente, antes de desviar la mirada hacia el edificio frente a ellos. — ¿Qué tal ha estado todo?
—Tranquilo, nada que reportar. —Le contó ella, mirando hacia el mismo punto y encogiéndose de hombros. —Solo unos cuantos trabajadores entrando y saliendo, nadie extraño.
—Eso es bueno, Ojoloco estará aliviado.
—Yo lo dudo. —Confesó la chica, Remus vio de reojo como fruncía el ceño. —Tenemos muchas semanas esperando que algo pase y nada, se va a poner paranoico.
— ¿Más? —Se atrevió a bromear él, enarcando una ceja.
—Sabes a lo que me refiero. —Desestimó ella, moviendo una mano de manera vaga. —Tanto silencio lo va a preocupar, dirá que hay algo extraño en que aún no hayan intentado nada.
—Yo pienso que es normal que estén esperando, pero si tú lo dices. —Aceptó, sin poder retener una sonrisa divertida. —Por algo eres su favorita.
— ¡Eso no es cierto! —Exclamó Tonks, colorándose profundamente. —Si siempre me está regañando y refunfuñando por todo lo que hago.
—Esa es la única forma que conoce de mostrar aprecio, tienes que darle crédito.
—No soy su favorita. —Repitió ella, sonrojándose incluso más. —Déjalo.
Remus se encogió de hombros y volvió a posar la mirada en el edificio del Ministerio, agudizando el oído a la espera de algún movimiento extraño y aferrando la varita en su bolsillo por precaución.
Agradeció el silencio que se hizo después de eso, así era muchísimo más fácil mantener las cosas en un nivel apropiado, además que le permitía disfrutar de su presencia sin sentirse extremadamente culpable al respecto.
Era un silencio seguro y reconfortante, pero de esperar que se mantuviera habría sido un idiota demasiado crédulo, no podía permitirse olvidar que la chica parada a su lado seguía siendo familia de Sirius, y que la tranquilidad no era un término con el que se sintieran a gusto.
Cosa que ella se aseguró de confirmar unos diez minutos después.
— ¿Y por que estaban discutiendo esta vez? —Inquirió Tonks con interés. Evidentemente cansada de aquella quietud. —Sirius y Mar, ¿Qué les pasó?
—Tonterías, como siempre. —Le contó Remus con un suspiro, rodando los ojos. —Primero fue porque Sirius guardó la vajilla de diario en el cajón donde está la de lujo, y después porque no quería cambiarle el pañal a la niña.
— ¿A quien le importa donde va la vajilla?
—A nadie, pero Mar no quiere estresar a Lily así que trata de mantener la casa en orden cuando ella no está. Sirius encuentra divertido hacerlas enojar a ambas.
—Es un suicida, eso nunca estuvo en duda. —Rió la chica, provocando que las comisuras de los labios de Remus temblaran ligeramente, deseando poder elevarse. —Y un idiota también, no puede ser que aún se niegue a lo del pañal.
—Estamos hablando de Sirius, ¿Qué es lo que te sorprende? —Quiso saber, dejando escapar una risita incrédula.
—Que Mar aún no lo haya matado, básicamente. —Bromeó ella, divertida. —No entiendo como se mete tanto contigo, si es igual de cobarde.
— ¿Disculpa? —Soltó Remus de golpe, girándose para verla, confundido. — ¿Esto que tiene que ver conmigo?
—A que eres igual de tonto. —Se burló la chica, caminando hacia él, desapareciendo la distancia que hasta ese momento habían mantenido. —A él le asustan los pañales y a ti cargarla. Empiezo a creer que el único que no le teme es James.
—No me asusta cargarla, lo he hecho… Solo me siento más cómodo no haciéndolo. —Dio por toda explicación, preguntándose cuando dejarían de molestarlo con lo mismo. —Y James está demasiado ocupado comprándole cosas en cada juguetería que ve como para temerle.
—Pues te recomiendo que te apresures a imitarlo, o empezara a creer que su tío Remus no la quiere.
Él dejó salir un suspiro pesado, pero escogió no comentar nada al respecto. No se trataba de eso, desde luego, Ophelia era la hija de Sirius y Mar, además de ser una niña encantadora, era imposible no quererla, pero aún era demasiado pequeña y frágil, y esos eran puntos críticos para él, por lo que prefería mantener su distancia.
—Si se parece a Sirius tanto como creo que lo hará, será difícil que crea que alguien no la quiere. —Comentó en broma, tratando de aligerar su humor.
—Ese es un buen punto. —Concordó Tonks, sin dejar de sonreír. —Aunque creo que ella sí estará en lo cierto, es tan linda que enamora a cualquiera. Mamá no puede esperar a la próxima reunión que tengamos en la Orden, ya asumió que va a cuidarla cada vez que eso ocurra.
—Dudo que Mar vaya a fiársela a otra persona. —Opinó Remus, con sinceridad. —Así que dile a Andrómeda que puede quedarse tranquila.
—Bien, así dejará de atormentarme con el tema. —Se tranquilizó la chica. No agregó nada de inmediato, pero adquirió una expresión cautelosa y dubitativa antes de volver a hablar. —Sabes, un día deberías pasar un rato, por mi casa, podrías cenar y hablar con mis padres…
Remus se tensó de inmediato, visualizando perfectamente como ella daba se preparaba para dar los pasos que siempre la llevaban más allá de la línea que él dibujaba, pero esa vez no pensaba permitirlo.
—Sí, tal vez. —Se limitó a comentar, de manera tajante, sin rechazarla pero tampoco aceptando. —Quizás un día lo haga.
—Eso sería fantástico. —Exclamó ella, sin disminuir la sonrisa emocionada que le recordaba cruelmente lo joven que era. —Les encantaría conversar contigo, les caes muy bien…
—Yo creo que exageras. —Intervino él, tratando de frenar la marea de entusiasmo que era esa chica. —Hemos charlado solo un par de veces.
—Eso no importa, yo se que se llevaran muy bien… ¿Qué te parece la semana que viene?
—Estamos demasiado ocupados. —Le recordó Remus, dando un paso hacia atrás tan disimuladamente como podía, volviendo a crear distancia. —No creo que sea lo más prudente estar pensando en cenas.
—Bueno, tampoco estaba pensando en una cena de gala, pero algo pequeño…
—No creo que sea buena idea, Tonks. —Le cortó finalmente, con más hostilidad de la necesaria y odiándose por eso. —Mejor… Mejor olvídalo.
No supo si la oscuridad estaba afectando su vista, pero casi pudo jurar que el rosa del cabello de la chica perdió brillo en el momento que él le soltó aquello. Lo que sí no pudo malinterpretar, fue la expresión herida y decepcionada que surcó su rostro, obligándolo a desviar la mirada, sintiendo un amargo peso en el pecho.
— ¿Por qué? —Quiso saber ella, con un hilito estrangulado de voz.
—Porque no. —Se limitó a decir Remus, esperando que eso fuera suficiente explicación. —No es correcto.
—Estás siendo ridículo. —Le espetó ella, resoplando con irritación. —Y no entiendo por que… Ya lo sé todo, Remus.
Que se lo recordara no ayudó en nada, en cualquier caso solo lo hizo sentir peor.
—Ya lo sé todo. —Repitió Tonks, dando un paso hacia él de manera precavida. — ¿Por qué insistes en apartarme de ti?
—Porque el que lo sepas no cambia nada. —Susurró él, arrastrando amargamente las palabras, casi como si le doliera pronunciarlas.
—Pero claro que no, ¿Por qué debería cambiar algo? —Preguntó la chica, cambiando arbitrariamente el sentido de sus palabras, con una dulzura que lo enloquecía. —A mí no me importa...
—Pues debería. —Afirmó Remus, negado a creer cualquier otra cosa. —Eres demasiado joven para entender lo que esto significa…
—Soy una mujer adulta que resulta ser auror del Ministerio, no soy tan joven. —Atajó Tonks con firmeza, levantando la barbilla envalentonada. En un momento menos tenso, Remus hubiera sonreído. —Y en cualquier caso, ¿es mi edad lo que te preocupa? ¿O es tu condición? Decídete.
—Son ambas. —Determinó él, casi deseando que un mortífago apareciera para que aquella conversación parara. —Y muchas cosas más por las cuales tienes que detener… Lo que sea que estés intentando hacer.
—Yo no intento hacer nada. —Soltó, fingiendo inocencia de manera bastante pobre.
—Sí lo haces, y tienes que parar. —Insistió Remus, pensando si serviría de algo si se lo rogaba.
—Entiendo, pero si tanto deseas que lo haga, ¿Por qué no le has pedido a Ojoloco que te cambie la guardia?
Esa pregunta lo tomó desprevenido y lo obligó a voltear bruscamente el cuello para poder verla, lastimándose en el proceso. Ella sonrió orgullosa al ver que lo había pillado.
—Sí, eso creí. —Anunció, victoriosa.
—Ojoloco tiene muchas cosas que hacer. —Improvisó él, sabiendo que posiblemente no le creería. —No quiero molestarlo con tonterías.
—Ya, seguro que es eso. —Ironizó ella, sin molestarse en ocultar su sonrisa. —Excelente respuesta.
—Tonks, hablo en serio. —Le dijo Remus, en su último intento de la noche por hacerla cambiar de opinión. —No te crees ilusiones de algo que no pasará.
—Descuida, no lo haré. —Le aseguró la chica, guiñándole un ojo antes de volver su atención al punto que debían cuidar. —Entonces, ¿apostamos a que esta será otra noche de ver como nadie intenta robar nada del Ministerio?
Remus suspiró y sacudió la cabeza, entendiendo perfectamente el doble sentido del primer comentario, conociéndola lo suficiente para saber que no se daría por vencida.
Y odiándose a si mismo, porque en el fondo, no quería que lo hiciera.
¡Hola, mis amores!
Después de esta pausa de mes y medio, finalmente la universidad me ha dado un respiro para poder volver con ustedes y traerles el inicio de esta nueva historia. ¡Los extrañé mucho! Se que objetivamente poco tiempo, pero después de la costumbre de estar por aquí al menos una vez a la semana, se sintió como una eternidad.
No todo fue malo, ya que la ausencia me sirvió para terminar de pulir los detalles de esta segunda parte, y me alegra decir que logré llenar la mayoría de los huecos que quedaban por ahí, lo que significa que ya la historia esta prácticamente lista! Sin embargo, tengo que pedirles un poco de paciencia, ahora estoy de vacaciones navideñas y tendré tiempo de retomar el ritmo de actualización, pero en enero volveré a mi horrible horario universitario y se me va a complicar todo. Prometo tomar cualquier hueco disponible para escribir los capítulos y no dejarlos tanto tiempo a la espera, pero es posible que me atrase muchas veces, esperemos que no por demasiado tiempo.
Se que el capítulo no fue lo más emocionante del mundo, bastante aburrido de hecho, pero es el primero y básicamente sirvió para darles una idea de lo que ha pasado con los personajes desde donde lo dejamos en LU; poco a poco se pondrá más interesante, ya verán.
Creo que es todo, pero antes de despedirnos quiero tomarme un momento para recomendarles mi fic favorito en el mundo entero, se que algunos de aquí ya lo leen pero si no, tienen que hacerlo. Se llama Guerra y está escrito por Ceci Tonks, es de la primera generación y, bueno, creo que el título lo dice todo. Tiene un jily precioso y un blackinnon hermosamente adictivo, se los recomiendo con los ojos cerrados, no se arrepentirán. Si se pasan, denle un saludo a Ceci de mi parte(L)
Y ya, me despido por ahora, pero volveré tan pronto como pueda. Espero que les haya gustado y haya cumplido sus expectativas, se que algunas eran bastante altas y ojala no los haya decepcionado. Me emociona demasiado poder emprender esta nueva aventura con ustedes, ya quiero que lean TODO lo que tengo planeado, pero vamos poco a poco, ya habrá tiempo.
Como siempre, todas sus opiniones son recibidas y muy esperadas, así que no se reserven nada, usen la cajita de abajo para desahogarse. Les mando saludos y un beso enorme, nos leemos prontito, ¡bye! (L)
