El universo y personajes de Shingeki no Kyojin le pertenecen a la malvada llama asesina, digo a Hajime Isayama. Yo sólo juego con ellos.

Esta es la primera vez que haré una colección para un reto externo –el ABC del amor no cuenta- además… ¡es mi amado Zekasa! Antes he escrito sobre esta pareja muy brevemente, en Interminable fue muy sad y en Kiwi muy intenso, palabras de Sasha SV3, no mías. Y después de la salida del capítulo 105 y la abundancia de fan art de Zeke y Levi, volvió mi descontento, ¡¿por qué nadie mira el Zekasa teniendo tanto potencial?! ToT

En fin, mis ganas fueron mayores y heme aquí, haciendo lo único que puedo hacer por mi crack shipp.

Esto se trata de un RETO OTP –que el ZekexMikasa no es mi OTP, aún- de la página de Facebook de Attack on Fanfics. Serán 10 one shots recopilados en este fic que mostraran en diferentes situaciones a la pareja.

Si ya me conocen -o han leído el ABC- saben más o menos que esperar, si es la primera vez leyéndome… les recomiendo acercarse una taza de té y unas galletitas, que esto se pondrá bueno.

Dedicado a mi estimada Sasha SV3 por apoyar mis locuras crack.

Fic situado en un AU. Casi abuso del OoC -con breve explicación de su actitud-. Obviamente es un Zekasa en esencia, pero contiene la mención de ZekexFrieda y un breve sketch Rivamika al terminar.

Sin más, ¡nos leemos al final!

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Primera "cita"

Movía el pie con ansiedad. Por inercia, se llevó la mano derecha al rostro y comenzó a mordisquearse la uña del pulgar hasta que el sabor del esmalte negro le provocó asco. Tragó saliva con nerviosismo después de colocar las manos sobre su regazo.

Tenía que calmarse, sí, eso es lo que debía hacer.

Pero, maldición, la sola idea de quedarse con él por lo que resta del día apagaba más de una neurona, al grado de casi fundir su cerebro.

Está bien, estaba exagerando.

Sintió que un mechón de cabello obstaculizo su visión, comenzó a jugar con él, enrollándolo en su dedo índice con impaciencia.

¿Cómo había terminado en esa situación?

Para entenderlo, hay que remontarse al pasado;

Era todavía invierno y se notaban los estragos de la fría temporada, cuando el llanto de un bebé inundó la habitación. La madre cargó a la pequeña envuelta en una manta rosa; el bultito cumplía -según los doctores- el criterio de un bebé completamente sano.

Un pequeño niño cabellera rubia insistió en entrar y conocer a la pequeña.

—Zeke, espera un poco.

—Está bien, déjalo pasar, Carla —pidió Yuu, todavía abrazando a su hija—. ¿Quieres conocer a Mikasa? —preguntó con calidez. El niño de diez años frunció el ceño ante la mención del nombre.

—¿Mikasa? —cuestionó extrañado. Después se encogió de hombros, antes de asentir. Recordaba que su vecina tenía una gran panza, como la que tenía su mamá Carla en ese momento, sin embargo, ya no estaba y en su lugar estaba esa bola rosa que cargaba. Con ayuda de Grisha y Razo, logró subirse a la cama y contemplar al bebé que yacía en los brazos de Yuu—. Es fea —comentó arrugando la nariz, provocando una risa por parte de los adultos y un tirón de orejas, cortesía de Carla.

Okey, no tan atrás.

Todo se remontaba a unos seis años atrás, tal vez más, tal vez menos.

Mikasa sintió los latidos de su corazón golpeando sus oídos. Cada vez que el aire entraba en sus pulmones, sentía un pequeño ataque de taquicardia.

Maldita fuese la hora en que Zeke fue tan malditamente agradable con ella, alimentando las fantasías de una inocente niña.

Maldito fuese por besarle la frente, despeinarle el cabello y asentir ante su propuesta, asegurándole que cuando tuviese la edad suficiente, podrían casarse, porque claro, era ilegal casarse cuando ella tenía diez y él le doblaba la edad.

Y eso desembocaba a la situación actual.

Cedió a la necesidad de sacar el espejo -que le pidió prestado a Sasha- para confirmar el maquillaje -que le aplicó Historia- seguía en su lugar.

¿Por qué Mikasa "apatía generalizada a todo lo rosa y femenino" Ackerman se encontraba portando un detestable vestido azul cielo -cortesía de Sasha- mientras esperaba ansiosa en el centro comercial?

La respuesta era más compleja de lo que habría deseado.

Observó nuevamente el móvil, respondiendo rápidamente el mensaje de su mejor amiga, donde le hacía saber que su cita todavía no llegaba.

"Eso sucede cuando llegas media hora antes", le había respondido.

No podía argumentar nada contra esa lógica.

Soltó un suspiro y decidió relajarse. Todavía tenía tiempo antes de que el muchacho llegara a su encuentro y necesitaba conservar todo su autocontrol para ese momento.

Golpeteó de forma sistemática los dedos sobre la mesa. Ya no sabía qué hacer.

—¿Mikasa? —Se sobresaltó al escuchar la gruesa voz de Zeke. Por un segundo se olvidó cómo respirar cuando se giró para ver a su cita—. ¿Esperaste por mucho tiempo? —Las palabras carecieron de sentido en ese momento. Se limitó a negar, sintiéndose tan tonta de callar—. Lamento la tardanza —se disculpó de todas formas, regalándole esa sonrisa que robó su corazón cuando apenas era una niña—. Eren no debe de tardar en llegar. Le dije que pasaba por él, pero no quiso —ante la mención de su mejor amigo, Mikasa frunció el ceño.

—¿Eren? —inquirió observando al mayor; Zeke se veía tan deseable con su barba perfectamente cuidada, aunque los lentes opacaban su rostro, conocía mejor que nadie los orbes ámbar que se ocultaban tras los cristales; esos preciosos ojos capaces de desnudar su alma.

Aunque se sorprendió cuando lo vio fruncir el ceño.

—Sí, Carla quiere que le compre un traje aprovechando que buscaremos tu vestido. En sus palabras, así matábamos dos pájaros de un tiro.

Para eso necesitas dos tiros. Y yo, que Eren no se entrometa más.

Porque, pese a que Zeke se esforzarse en ser el mejor hermano mayor, llevando a Eren a los partidos de béisbol -deporte que Eren odiaba-, acompañarlo a conciertos como chaperón y permitirle -de mala gana y con supervisión- beber en ciertas ocasiones, aun siendo menor de edad. Era el ejemplo del hermano perfecto. Y el idiota de su mejor amigo no sabía apreciarlo, a diferencia de ella.

Si tan siquiera, Levi, su primo, tuviera la mitad de disposición y amabilidad del guapo Zeke, otro cuento sería. Pero no, el desgraciado enano prefería hacerla rabiar hasta que esta se le iba a golpes, sin importarle los quince años de diferencia entre ambos.

Mikasa revisó su móvil, avisándole a Sasha que su cita había llegado y suplicándole que entretuviera a Eren todo el tiempo que pudiera para que no interrumpiera su salida.

—Vamos —cedió la muchacha, desanimada al ver su maravillosa primera cita estropeada.

—Por cierto —habló el rubio, después de ofrecerle el brazo para escoltarla—; te ves hermosa, Mikasa.

Aquel cumplido calentó el interior de la adolescente, provocando que cientos de mariposas revolotearan en estómago; un apabullante sonrojo se instaló en sus mejillas y desvió la mirada.

—Gr-gracias —abrió los ojos desmesuradamente al darse cuenta del tartamudeo tan impropio en ella. La risa tan discreta a su lado, le proporcionó la confianza que perdió ante su descuido.

—Por un segundo, Miki, parecías una chica de tu edad. Es agradable saber que debajo del maquillaje oscuro, los libros y las faldas negras, puedes desenvolverte y ser una adolescente más.

Tan fuera de personaje, así se sintió Mikasa después de escuchar el apodo que le había dado Zeke cuando era pequeña.

Se sentía tan fuera de sí, tan desleal de sí misma e hipócrita, debido a la actitud tan tonta que ese hombre provocaba en ella…

Pero, maldición, podría acoplarse a los vestidos, el maquillaje ligero y las zapatillas, si con ello era digna de las atenciones del joven de veintiséis.

Recorrieron el centro comercial, charlando de todo y nada; Mikasa lo cuestionaba sobre el trabajo, y él sobre la escuela.

Se detuvieron frente a un escaparate que atrapó la atención de Mikasa; se colocó frente al cristal y por un fugaz momento, fue capaz de verse usando ese precioso vestido blanco. Cerró los ojos un instante y se imaginó vistiéndolo, caminando a lo largo del corredor en una iglesia del brazo de su padre, al final del pasillo, la esperaba Zeke Jeager con un traje negro que solo lo volvía más apetecible a sus ojos.

—Sólo porque es el privilegio de Razo, de lo contrario, estaría complacido de entregarte el día que desees compartir tu vida con otra persona.

Y un nudo se instaló en el estómago de Mikasa ante esa posibilidad.

No. No. NO.

Ella quería que él fuese quien la esperara al final, para desposarla.

Frunció los labios y se apresuró a espantar esos horribles pensamientos. Sería positiva y disfrutaría de su cita.

—Vamos allá —señaló una tienda más adelante—. Historia dijo que ahí podría encontrar vestidos hermosos.

—Historia —musitó Zeke, siguiendo a Mikasa sin protestar. La adolescente lo observó, perdido en sus pensamientos. Lo tomó del brazo con más fuerza, recordándole que estaba ahí, con ella—. Te refieres a Historia Reiss, ¿no? —Se limitó a asentir de mala gana—. No te enceles, pequeña —la calmó, sonriendo. Detuvo su andar para besarle la frente con afecto—. Tengo una compañera, Frieda Reiss, que siempre habla de su media hermana, Historia. Me pareció curioso que fuesen las mismas, es todo.

Diez minutos después se encontraba dentro de la tienda. Mikasa se desvestía para probarse un precioso vestido rojo que la enamoró desde que posó sus ojos en él. Incluso las dependientes hacían hincapié en cuanto favorecería su figura.

El vestido se deslizó por su cuerpo, como un guante hecho a la medida. Se observó frente al espejo un par de segundos. No era vanidad, pero se veía preciosa. Al momento de subir la cremallera se encontró con un desagradable problema; no alcanzaba a subirla y necesitaba ayuda externa. Entreabrió la puerta un poco, esperando ver alguna dependiente, pero la mirada de Zeke fue su respuesta.

—¿Ya terminaste? —cuestionó, despegando su atención del móvil para enfocarla completamente en ella.

—Necesito un favor —pidió avergonzada. Zeke asintió—. ¿Podrías venir un segundo? —Frunció el ceño antes de levantarse. La puerta se abrió y Mikasa le dio la espalda, quedando de frente al espejo y señaló el cierre—. ¿Lo subes por mí?

A través del espejo, siguió cada uno de sus movimientos. Notó cómo tragó saliva al verla y sus ojos se cruzaron por un breve instante. Las ásperas manos de Zeke provocaron un estremecimiento en todo su cuerpo cuando éstas apenas tocaron su espalda. Sintió la tela deslizarse por su espalda y atrapó la mirada hambrienta mal disimulada que el mayor le daba.

—T-te queda bien —aseguró. Mikasa asintió, en acuerdo con él. Empero, las manos de él nunca se separaron de su cintura, subiendo y bajando por esa curvatura tan marcada por la prenda. Se detuvo antes de llegar a los pechos de la adolescente, saliendo de golpe de su estupor y notando su error—. Esperaré afuera —porque dudaba ser capaz de seguir manteniendo su autocontrol un segundo más si seguía tan cerca de ella.

La joven se contempló por unos minutos más. El cuerpo de niña plana había quedado atrás para darle paso a las curvas de una mujer.

Definitivamente se llevaría ese vestido.

Zeke esperaba impaciente fuera del probador. El teléfono vibró, lo revisó, notando que había dejado de responderle a su novia por estar ayudando a la niña que es como una hermana para él.

Porque eso era Mikasa, ¿no?

Entonces, ¿por qué se atrevió a tocarla de la forma en que se toca a una mujer que desea? ¿Por qué sentía el fuego arder dentro de él al imaginarse quitándole la molesta prenda y teniéndola debajo de él? ¿Por qué mierda se sentía como la peor escoria que había tocado la tierra?

Porque Mikasa era su hermanita. Por eso.

No. Mikasa NO era su hermana.

En ese momento maldijo a los padres de ella, a los suyos y a todas las personas que le inculcaron que él debía de protegerla.

Se suponía que debía de alejar a puños y patadas a cualquier idiota que osara tocar su virtud y corromperla, en ese caso, ¿qué sucedía si ese idiota era él? ¿Qué pasaba con él si deseaba llenar de besos su desarrollada figura?

Sacó la cajetilla de cigarros mientras se encaminaba a la salida. Necesitaba más que un par de cigarrillos para calmar el incendio que amenazaba con destruir su poca salud mental.

—¡Zeke! —Y escuchar su nombre saliendo de sus labios, impregnándola de una sensualidad que no debería notar, es que detuvo su andar—. ¿Dónde vas? Tenemos que pagar el vestido.

—¿Ya has elegido? —se sorprendió de la rapidez. Podía recordar perfectamente las horas que pasaba junto a Frieda cuando la acompañaba de compras y esperaba fuera de los vestidores solo para que su novia dijera que ninguno era de su agrado.

—Sip —la palabra salió tan natural, que Zeke se preguntó en qué momento la niña de grandes ojos grises, precioso cabello largo y sonrisa de diamante, se convirtió en una señorita capaz de despertar hasta su más bajo instinto—. El vestido rojo me ha gustado mucho. Estoy segura de que mamá y tía Carla lo adoraran igual que yo.

Él no estaba tan seguro. Ya podía escuchar la voz de su padre, regañándolo por permitir que comprara tal prenda, sin embargo, al cuerno con ellos, Mikasa era libre de elegir que vestir; ni Levi ni él habían gastado horas entrenándola en vano.

—Lo que quieras, enana —respondió, guardando los cigarros y acompañándola a la caja. Alcanzó a escuchar varios comentarios mal intencionados por parte de las dependientes cuando sacó la tarjeta de débito para pagar la prenda.

—Que chiquilla más suertuda al tener a ese bombón a sus pies.

—Lo que logran algunas cuando son jóvenes. Si te digo que eso de los suggar daddy's está en su apogeo.

—Apenas debe de rondar los dieciocho, ¿no? ¡Espera! ¿Será todavía menor? Ya sabes que ahora ya no se sabe con esos gustos extraños que se cargan.

—No me importaría si ese bombón me duplica la edad. Recuerda lo que dicen sobre la edad y la experiencia. Seguro que le cobrará con creces ese vestido. No es nada barato.

—¡Pues la envidio totalmente!

Se dio cuenta que Mikasa había escuchado todo cuando notó como los hombros de la muchacha comenzaron a temblar. Esas arpías no sabían medirse.

—Hora de irnos —avisó, apenas le devolvieron la tarjeta, Mikasa recibió el vestido, aunque era muy obvio el bajón de ánimo que tuvo. Soltó un suspiro antes de rodearla con un brazo y atraerla a su cuerpo, para abrazarla con fuerza. Caminaron de esa forma por el centro comercial en dirección del estacionamiento, hasta que un gruñido, proveniente del estómago de Mikasa, la delató—. Mejor vamos a comer antes.

Caminaron hasta el área de comida. La adolescente mantenía el semblante serio, situación que molestaba a Zeke; ella no tenía por qué sentirse mal. ¡Era como su hermano! Que esas brujas mal interpretaran su relación era problema de ellas, no había razón para que los afectase.

—Quiero comida china —comentó Mikasa, regalándole una sonrisa melancólica. La abrazó con más fuerza para depositar otro beso en su frente.

—Lo que Miki desee.

Buscaron el establecimiento y el olor a especias atacó sus fosas nasales. No comprendía como su vecina podía amar esa comida, sí, tenía un buen sabor, pero no era su platillo favorito. Mikasa se adelantó para buscar una mesa mientras él pedía y pagaba la comida. Cinco minutos después, Zeke cargaba una bandeja con dos platos y un par de tés.

—Arroz y pollo a la naranja para la señorita —anunció, colocando el plato frente a ella—. Y té de jazmín.

La charla volvió; más amena y natural. Y por primera vez, Zeke fue consciente de la sonrisa tan resplandeciente que Mikasa le otorgaba; la forma que sus ojos brillaban cuando hablaba apasionadamente de los libros que leía y cómo fruncía el ceño si se disgustaba.

¿Por cuánto tiempo se perdió de la compañía de tan maravillosa mujer?

Empujó el pensamiento al fondo de su mente, por ahora, se limitaría a disfrutar el tiempo con ella, luego volvería al departamento que compartía con Frieda y la normalidad lo abrazaría.

Terminaron de comer y esta vez, fue Mikasa quién lo tomó de la mano para entrelazar sus dedos, recargando la cabeza en su hombro.

—Me la pase de maravilla, Zeke —agradeció sincera y él se permitió respirar con tranquilidad. Al menos la hizo pasar un buen momento, aunque…

—Eren no vino —comentó, notando la ausencia de su hermano. Lo entendía, a Eren le fastidiaban las compras—. Ya tendrá que vérselas con Carla —recordando las palabras de Mikasa, agregó—. También la pase bien, Miki. Tenía tiempo que no salíamos juntos.

Nuestra primera cita —Aquello desconcertó totalmente a Zeke provocando que se detuviera de golpe, sobre todo cuando la adolescente se colocó frente a él, se puso de puntitas y le plantó un beso. Por más que una voz dentro de su cabeza le gritaba lo incorrecto, inmoral y sucio que era la situación, fue su cuerpo el primero en actuar por instinto, envolviendo los brazos en la delicada cintura de ella, pegándola más a su cuerpo y disfrutando del cálido contacto.

Habría profundizado el beso, si alguien no hubiera tirado de Mikasa, arrancándola de sus brazos, para después atestarle un puñetazo en la nariz, rompiéndosela.

—¡¿Qué demonios piensas que haces, Jeager?! —La voz de Levi mantenía un tinte de ultratumba, que por un segundo, Zeke pensó que vería a su difunta madre en el cielo—. ¡Es una niña, maldición! —Gritó enfurecido.

—Levi, me lastimas. —Esas palabras lograron calmar fugazmente al primo de la chica, quien disminuyó la fuerza del agarre.

—Guarda silencio, Mikasa —advirtió soltándola. Tomó del cuello de la camisa al mayor de los Jeager; a la mierda, no importaba los centímetros que fuese más bajo, lograba intimidarlo al grado de que esa diferencia no importaba—. Vuelves a tocar un solo cabello de ella, acércate a menos de tres metros o siquiera respirar el mismo aire, y ten por seguro que te sacaré la mierda a golpes y después haré que te la tragues, ¿capischi?

Zeke asintió. Anteriormente -para su desgracia- había comprobado que Levi Ackerman tenía una fuerza desproporcional a su altura, porque fue capaz de romperle un brazo y algunas costillas durante un altercado por diferencia de opiniones. Solo el profundo aprecio que tenía por los señores Ackerman, es que no metió una orden de alejamiento.

—Vámonos, Mikasa. —La chica le veía con desesperación, pero sabía que lo mejor era seguir las indicaciones de Levi. Le dedicó una última mirada a Zeke, antes de bajar la mirada resignada.

Al cuerno con su primo, regresó sobre sus pasos para darle un beso de despedida en la mejilla al mayor de los Jeager.

—Lo siento —murmuró, para después separarse y correr tras Levi.

Maldición, ¿eso había sido una cita?

"Nuestra primera cita"

Las palabras de Mikasa resonaban dentro de su cabeza, provocando un constante eco.

Una sonrisa estúpida adornó sus labios.

Por otra cita así, un puñetazo del enano es un pago justo. Joder, moría por volverla a besar. Ya hablaría con Frieda porque dudaba sacar pronto a la pequeña Ackerman de su sistema.

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Mikasa se había mantenido en silencio desde que subió al auto de su primo. De vez en cuando, lo fulminaba con la mirada. Se cuestionaba porque no le rompió un brazo cuando pudo, aunque si lo pensaba bien, su fuerza nunca se compararía con la de él, así que probablemente en lugar de parecer vencedora, terminaría humillada.

—¿Qué hacías colgada del simio ese, eh, Miki? —cuestionó cuando frenó en un semáforo rojo.

—Maldición, Levi, sabes cómo odio que me llames así.

—Mientras no sea tu adorado simio, todo te molesta —resopló—; ¿cuándo vas a dejar de tragarte el cuento de que es un príncipe, eh? Ya. No. Eres. Una. Niña.

—No le gritaste eso a Zeke —respondió, sintiendo el coraje arder por sus venas—. Coherencia, por favor, gnomo del mal.

Levi presionó el volante debajo de sus manos. Le molestaba haber encontrado a Mikasa enredada con su némesis... Que además le llevaba diez años. ¡Todavía ni siquiera era mayor de edad! Prefería verla liarse con alguien de su edad. Eren y Armin eran los únicos que cumplían ese requisito; el primero le desagradaba casi tanto como el mayor, más cuando se enteró que estaba enamorado de su prima. Y el rubiecito, no era tan mal partido, un muchacho bastante centrado que podría hacer feliz a Mikasa.

Pero no, la niña los prefería mayores. Lo que le recordó otro punto.

—¿Y de qué mierda se supone que estás disfrazada, eh? ¿Una niña buena? Por favor, Mikasa, no me hagas reír ni te engañes a ti misma.

—¡¿Y a ti en qué te afecta que haya decidido usar un vestido?! ¡¿O usar zapatillas?! ¡¿Cuál es tu maldito problema, Levi?! —El aludido frenó de golpe, contuvo la respiración un segundo antes de volver a poner en marcha el automóvil; debía de contenerse. Recordar la imagen de Mikasa besando a Zeke fue lo único que necesito para estacionarse improvisadamente.

—¡Qué no eres tú! —Las palabras le salieron como gritos que él habría deseado guardar—. ¡La verdadera Mikasa prefiere las prendas negras y el maquillaje oscuro! ¡Elige unas cómodas y horrorosas botas negras sobre unas zapatillas! ¡La Mikasa que yo conozco no finge para que un tipo se fije en ella!

—¡Pues lamento romper el estereotipo que tienes de mí!

—Te equivocas —las palabras apenas salieron como un susurro—; te rompes a ti misma intentando encajar en un molde que no te pertenece. —Y sin reprimirse más, se quitó el cinturón de seguridad y se abalanzó para besarla. La sorpresa paralizó a Mikasa al sentir los labios de su primo sobre los de ella, al intentar protestar, la experta lengua de Levi se introdujo en su boca. Buscó la manilla de puerta para abrirla. No le importó casi caer de espalda -gracias al cinturón que la protegió- pero sirvió para separarse lo suficiente de Levi.

—Nunca. Vuelvas. A. Hacerlo. —advirtió limpiándose la boca con asco. Se quitó el cinturón de seguridad y sacó el vestido de la parte trasera del auto—. Si te atreves a intentarlo una vez más, te romperé las piernas además de decirle a papá. —Y cerró de golpe la puerta.

Habría dado lo que fuese para que Levi nunca hubiera aparecido ese día; tantas cosas que se habría evitado…

Caminó desanimada; le haría alguna brujería a su primo para volverlo impotente o calvo. Se tocó los labios; definitivamente el beso de Zeke la hizo flotar por primera vez, mientras Levi la arrastró de golpe a la tierra.

De verdad esperaba que no se entrometiera más en su vida y que la dejase ser feliz con su primer amor.

¿Y qué importaba que Zeke no fuese un verdadero príncipe?

A ella le bastaba con que la tratara como una princesa; que la cuidase, protegiera y preocupase por ella.

Sonrió ante una idea fugaz tras recordar su origen y los cuentos que su madre solía contarle;

"El príncipe y la mestiza".

A decir verdad, no sonaba tan mal, que hasta título de un cuento parecía.

Síp, lo adoptaría para contar su historia con Zeke cuando tuvieran sus mocosos.

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Le comentaba a Sasha que tenía una idea muy clara de lo que quiero abordar con cada situación del reto, porque, no inventen, ¡es una grandiosa oportunidad!

Aunque quise mantenerlo como un ZekexMikasa en su estado más puro, mi vena rivamika terminó traicionándome y haciendo el guiñó que acaban de leer. Sin embargo, esto se mantendrá centrado en el Zekasa, para no crear falsas esperanzas.

Ojala les haya gustado esta pareja con peculiar y se queden con ganas de seguir leyendo los siguientes capítulos.

¡Hasta la próxima!