El precio de vivir, la negativa de sobrevivir.

Fandom: Once upon a time.

Pairing: Rumpelstiltskin&Belle

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Derechos reservados a Disney, Once upon a time, Grimm, Perrault…

El camino de hojas secas.

A la hija de sir Maurice le gustaban las reuniones familiares pero no las de su propia familia, y tenía que vivir con ello cada domingo del año. Bella no era muy dada a exteriorizarse más de lo necesario por lo que para los de su sangre, ella era como algo que estaba ahí y que no se debía dar mucha importancia.

Su padre ignoraba estos detalles, ya que cada uno sabía la parte que le tocaba fingir. Pero la chica tenía otro modo de ver las cosas, se sentía desplazada y rara. Para más desventura, Gaston formaba parte de la parentela pues era hijo del mejor amigo de su tío, el cual repetía sin cesar:

—Ojalá mis hijas no estuvieran ya comprometidas, porque os casaría con ellas, muchacho. Con las dos.

"Ojalá estuviera yo comprometida para no tener que casarme con él." Pensaba Bella a menudo. O mejor, no tener que contraer matrimonio con nadie. Lo único que quería era leer, leer, leer las vidas que no era capaz de vivir.

A pesar de eso, se esforzaba porque la considerasen como a una igual, y esa era la razón por la que aquel tedioso domingo aceptó ir con ellos para nadar en el río, más bien para verlos nadar en el río, ya que no era capaz de meterse en el agua; su cuerpo se negaba a aprender.

Se hallaba sentada en la orilla mientras dibujaba a los dos grandes pointers moteados que chapoteaban mejor que ella y jugaban alrededor de sus primas; resultaba difícil pasarlos al papel. A decir verdad, lo suyo era la lectura, aunque también gustaba de trazar bocetos.

—Bella, ¿qué haces? Métete en el agua, hace calor.

—Nadar no es mi punto fuerte, pero gracias… —Replicó a su prima Margaret con la sonrisa más amplia que pudo esbozar.

—¿Entonces para qué has venido, prima? Ni siquiera entablas conversación con nosotros. —La morena de ojos castaños le devolvió la sonrisa a Bella en un intento de parecer agradable, cosa que no consiguió ya que el tono de su voz la delataba.

Bella notó que salpicaban gotas en su cuaderno, así que se vio obligada a levantarse y alejarse solo unos pasos del grupo. Sus tíos y primas la miraron mal, incluso los perros se quedaron observando mientras un silencio incómodo se apoderaba del ambiente. Aquellos eran los momentos que más odiaba, los momentos en los que la ignoraban por completo y de pronto, sin saber por qué, captaba la atención de los presentes. ¿No podían simplemente seguir con sus juegos?

De cualquier modo, la familia volvió a darle la espalda para centrarse en sus cosas, su padre casi nunca le insistía y en cierto modo daba las gracias por ello. Sabía cómo era ella con las personas, era inútil obligarla a estar cómoda si no podía entablar confianza con nadie, pero no sospechaba que su hija se encontrara tan… sola, rodeada de tanta gente.

Después de un "ahora vuelvo" que nadie escuchó, fue alejándose del grupo lentamente. Había guardado el cuaderno de dibujo en su faltriquera de cuero; como era un día de campo no llevaba un atuendo demasiado complejo, sino algo fresco y con lo que le permitiera moverse.

A medida que iba avanzando dejaba de escuchar las risas de su familia y los ladridos de los pointers, y cada vez prestaba más atención a los pájaros y cigarras que sustituían el rastro de humanidad. Siempre que buscaba la soledad le embargaba una aflicción extraña que le hacía humedecer los ojos; entrar en contacto con la natura le venía realmente bien, pero le dejaba más espacio para pensar sobre lo monótona que era su vida.

Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que se había alejado demasiado, hasta que un pájaro la alarmó al alzar el vuelo desde la rama de un gran sauce. Bella miró a todas partes y a ninguna a la vez; había bifurcaciones de caminos y todo le parecía similar. "No te preocupes, nada podría ir mejor. Tal vez perderte es lo único interesante que te haya pasado en mucho tiempo." Pensó la muchacha mientras seguía adentrándose más y más en el bosque y se aferraba a su faltriquera.

No tenía miedo, más bien era la adrenalina, sobretodo en el momento en el que cogió un camino casi bloqueado por macizos y ramas de espino, rasgándose levemente el pantalón y topándose frente a una verja oxidada.

—Esto no me puede estar pasando. —susurró con media sonrisa en los labios. Seguidamente avanzó por el camino, pisando las hojas que hacían ruido al crujir. Llevó las manos al hierro oxidado de la cancela y, con algo de esfuerzo, consiguió abrirla y colarse. El camino de hojas seguía extendiéndose a su paso, así que cada vez se sentía más ansiosa por llegar a quién sabía dónde. Tal vez el camino se cortara o simplemente nunca tuviera fin, pero sus dudas se despejaron al encontrarse frente a un enorme caserón que aparentaba haber sido abandonado tiempo atrás.

—Caserón no es la palabra adecuada, es un… castillo. Un castillo muy antiguo. —se dijo para sí misma. La fascinación se convirtió en intriga y la intriga en inseguridad. Al ver la oscuridad y la presencia de la edificación llegó a pensar que no era buena idea seguir con aquella locura, pero sus actos no podían ser contenidos; empujó uno de los portones mas fue imposible moverlo. Buscó otras alternativas, como trepar o hallar entradas secretas, pero no ocurrió algo hasta que decidió dar media vuelta para marcharse. El silencio dejó paso al crujido de la entrada al abrirse y Bella, asombrada, se adentró rápidamente en el sombrío recibidor.

—¿Hola? —saludó a la nada. Esperó respuesta durante unos segundos, pero solo le contestó su propio eco. No descartaba la posibilidad de que allí habitara alguien, pues aunque era un lugar lleno de polvo y huecos oscuros, también tenía pinta de estar perfectamente amueblado; ni rastro de abandono o partes de mobiliario roto. Lo único que sabía la muchacha era que había encontrado un tesoro y que, sin duda, iba a explorarlo.

Desconocía el tiempo que había pasado curioseando por el castillo, aunque como era tan grande no había podido verlo todo antes de que comenzara a caer el ocaso; además, por extrañas razones había encontrado puertas imposibles de abrir, como si algo le impidiera acercarse, era como… una fuerza que le obligaba a abandonar todo ápice de curiosidad cada vez que se topaba con dichas puertas.

Resignada, bajó hasta el último escalón y se quedó allí sentada para descansar, dejando paso a un silencio que le permitía escuchar el viento a través de las ventanas.

—¿Disfrutando del agradable murmullo de MI territorio, querida? —Una voz masculina, pero bastante aguda para serlo salió de las profundidades del pasillo del piso superior y se apagó como un rumor que rozó la oreja de Bella. Ésta reaccionó bastante rápido pero aun así no consiguió ver nada fuera de lo común; allí no había nadie. Sin embargo, la curiosidad pudo de nuevo con la joven; emocionada pero temerosa se levantó y fijó la vista en cualquier rincón que pudiera darle algún vestigio de vida.

—He podido escucharos, no os escondáis por favor…

—Claro que me has escuchado, ¿por qué iba a hablar sino es para que alguien me oiga? —Esta vez sonó con más claridad pero mostraba un deje de hostilidad que a Bella le hizo fruncir el ceño. Acto seguido, el origen de la misteriosa voz se dejó caer a sus espaldas con un ruido seco. Le daba la impresión de que el hombre que se mostraba ahora ante ella había saltado desde algún sitio para asustarla, de todas formas le asombró más su aspecto que el hecho en sí.

No era como los seres supuestamente deformes y tremebundos que leía de vez en cuando en los libros de terror, pero tenía algo oculto en sus extrañas cuencas penetrantes que le alertaba de un posible peligro. Se fijó en que, tanto su ropa como su piel se asemejaban a escamas. Las de su cuerpo eran muy tenues, pero brillaban en tonos verdes, grises y dorados, mientras que las de su atuendo parecían extraídas de un dragón carmesí. Bella creyó que era una mezcla entre humano y reptil pero… sin saber por qué lo comparaba más con un duendecillo cruel.

—¿E-es esta vuestra morada? Lo siento, por fuera parecía abandonada así que me tomé la libertad de explorar…

—Lo de que has venido a husmear lo he percibido desde que has aplastado la primera hoja mustia de mi jardín. —interrumpió el anfitrión levantando un dedo.— La cuestión es, ¿por qué no te has ido ya?

La pregunta la descolocó, tenía muchas razones para no marcharse de allí pero no confiaba en que el desconocido entendiera su necesidad por las nuevas correrías. Definitivamente, no quería irse sin saber más de aquel tipo y de su vacío castillo.

—Bueno… es complicado… Soy una especie de aventurera del mundo real, pero…

—…el mundo real te resulta aburrido. —El "duende" asintió con la cabeza, se colocó tras ella y sacó un pañuelo del bolsillo de su jubón escamado. Acto seguido, lo agitó suavemente a la altura de la nariz de la chica. —¿Quién te ha dicho que un mundo sea más real que otro? Comprobemos si eres capaz de jugar sin volverte una perturbada.


Es la primera vez que publico un fanfic así que espero que os haya sido de agrado y que no haya resultado tedioso. Cada dos semanas iré publicando un nuevo capítulo (a no ser que se me resista), no estoy segura aún de cuán extensa será la historia, espero que no demasiado.

Vivid al máximo.