Disclaimer: Los personajes presentes en esta trama son propiedad de JK y la Warner.


¡Quiero un Bebé!

Su vista se perdió en la calidez de la imagen que le ofrecía aquella señora en el parque. Un cochecito junto a ella mostraba unos cuantos centímetros de un par de brazos regordetes y chiquitos, con manitas diminutas protegidas por un par de guantes de conejito. Sabía que una preciosa criatura reía ahí, pues la señora no cesaba de realizar cuanta cantidad de expresiones graciosas se le ocurrían, mientras ella también se carcajeaba acorde con la alegría del bebé.

Quiso levantarse y acercarse, asomarse dentro de aquel cochecito y gozar de la expresión inocente de ese pequeño ser.

- Lamento muchísimo la tardanza – Hermione tomó asiento en el banco mientras liaba con su rizado cabello, mechones se le pegaban en la cara. – No sabía qué decirle a Ron para que dejara de preguntar.

- Descuida, recién llegué así que no llevo mucho esperando – sonrió Ginny, apartando la vista de la madre con su hijo. - ¿Nos vamos?

El frío que avasallaba Londres hizo que ambas mujeres ajustaran sus abrigos fuertemente sobre sus cuerpos. La calle llena de pequeños charquitos de agua las hacía caminar con sumo cuidado sobre las aceras, evitando resbalarse y así no hacer el ridículo.

- ¿Estás nerviosa?

- Yo… algo.

Caminaron por varios minutos sin decir nada más. Mientras avanzaban, tiendas de ropita de bebé y otros accesorios para niños y embarazadas llamaban la atención de una distraída Ginevra. Los castaños ojos de la pelirroja mujer no cesaban de taladrar las vidrieras llenas de cochecitos, mamelucos, biberones… una sensación inexplicable se removió en su interior, despertando el deseo que desde hacía meses yacía con fuerza dentro de ella.

- Llegamos – Hermione suspiró conforme ingresaba junto con Ginny a la clínica. – Esto es tan…raro – estaba asustada, la pelirroja lo percibía en su mirada y en el tono de su voz al hablar.

- Descuida, todo saldrá bien.

El lugar se hallaba decorado con infinidad de cuadros de nenitos recién nacidos y embarazadas que mostraban emocionadas el crecimiento de sus panzas. El interior de Ginny pareció volverse a contraer, acelerando su corazón y empañando sus ojos hasta nublarle un poco la visión.

-Buenas tardes. – Hermione sonrió amablemente, pese a los nervios. – Tenemos una cita con el doctor Johnsons justo a las…

-Su nombre, por favor – interrumpió la mujer, observando a la castaña por sobre sus gafas con excesivo aumento y montura gruesa.

- Hermione Granger.

- Hermione Granger… - susurró, buscando dentro de una delgada carpeta amarilla. - Hermione Granger, ¡muy puntual! el doctor la espera justo ahora. Por favor pase al consultorio y allí…

- ¿No quieres que te acompañe? – preguntó Ginny. No terminó de dejar hablar a la secretaria, siendo el trato apático recíproco.

- Gracias, Ginny, pero no… Esto creo que… quiero…

- Entiendo – suspiró mientras tomaba las manos de su cuñada entre las suyas. – Sabes que todo saldrá perfecto, ¿verdad? No tienes por qué estar nerviosa.

- Creo que en estos casos es algo inevitable – Hermione sonrió levemente. – Pero me siento bien, sea cual sea la noticia, todo estará perfecto. – la castaña liberó una gran bocanada de aire y se dejó guiar por la algo amargada secretaria hacia el interior del acondicionado consultorio.

Ginny la observó hasta que por fin desapareció tras una puerta, no raramente adornada con un enorme afiche de dos pequeños sonrientes y risueños. Se mordió el labio inferior, ansiosa por algo que no le estaba ocurriendo a ella. Su corazón dio otro vuelco y su pecho desarrolló un malestar lejos de ser soportable y llevadero. Quiso llorar de nuevo… lo evitó y decidió pensar en la algazara que se presentaría dentro de la familia Weasley si todo resultaba perfecto, esperaba que así fuera.

Después de pasados unos considerables minutos, casi una hora prácticamente, la puerta del consultorio se abrió de par en par, dejando pasar a una conmovida, emocionada, entusiasmada y llorona Hermione. Se levantó de su asiento raudamente y dando grandes y largos pasos apresurados, llegó hasta ella y la tomó de sus manos, algo temblorosas.

- ¿Qué pasó? – tras la castaña, Ginny pudo divisar al doctor quien examinó a su amiga. – Hermione… - la miró con sus ojos impregnados de ansiedad. – Hermione…

- Yo…

- Tú…

- Estoy embarazada – fue un susurro vago, seguido de un sollozo de alegría. – Embarazada, Ginny – presionó sus manos y sonrió anchamente, repleta de felicidad.

El grito que profirieron ambas mujeres fue lo suficientemente fuerte como para que la gente de otro estado lo escuchara sin ningún tipo de problema. La pelirroja abrazó con fuerza a su cuñada al mismo tiempo que apretaba los ojos para ella evitar las lágrimas. Estaba feliz por su amiga, sí que lo estaba, pero cierta partecita de su alma no podía evitar sentir una desazón insípida y desagradable.

La envidia era a veces inevitable.

- Todo esto…

- Ha sido lo mejor que me pudo pasar – habló Hermione, llevándose una de sus manos hacia su aún plano vientre. - Es demasiado pronto, pero ya quiero que se mueva.

Apenas salieron de la clínica Ginny ofreció invitar el almuerzo de ese día, decidiendo postergar la buena noticia para la cena de la noche siguiente. Ya imaginaba la fiesta que se armaría ante la llegada de un nuevo miembro a la familia. Un bebé era una bendición.

- Mi hermano se volverá loco de felicidad cuando le digas – declaró, a la vez que se llevaba a la boca un bocado de su ensalada. – Ahora, ¿adelantarán la boda?

- Tendría que hablar con Ron, es decisión de ambos – Hermione bebió con ganas de su jugo de arándanos y miró a su cuñada con un reluciente brillo en los ojos. Ginevra le sonrió con autenticidad, pero con el pinchazo de los celos aún punzando en su interior.

- Estoy muy feliz por ustedes, Hermione.

- No más que yo. Muchas gracias por acompañarme.

- No tienes que agradecer, me alegro muchísimo ser la primera en saber que pronto seré tía.

- En ocho meses y una semana, aproximadamente – rió la joven mujer. – Ya muero por saber cómo será. ¡Una preciosura!

- Niño o niña…

- Pelirrojo o castaño…

- Ojos azules o cafés…

- Con pecas o sin ellas… - se miraron antes de soltar un par de alegres carcajadas.

¡Bebés! Era lo que veían sus ojos mientras caminaba rumbo hacia su departamento después de dejar a Hermione. Bebés en sus carreolas, entre los brazos de su madre o sobre las espaldas de sus padres… ¡Bebés, bebés, bebés! Lo que sus sueños le mostraban y sus deseos arraigaban. ¿Porqué ahora ese anhelo tan inexplicable? Con veinticinco años podía decir que tenía todo lo que necesitaba y mucho más… pero ese vacío, esa opresión en el pecho que le incitaban a dar amor a una personita que no tenía, ¿de dónde llegó?

Mamás iban y venían de un lado a otro, con sonrisas risueñas y miradas joviales. Mujeres embarazadas circulaban alrededor más que de costumbre, y ella sólo podía imaginar lo que sería estar en esas condiciones. Las ganas sobrepasaban y los lamentos por no tener la oportunidad la arañaban por dentro.

"Muchas maravillas hay en el mundo, pero la obra maestra es el corazón materno"

Su madre proclamaba esa frase cada tanto tiempo cuando todos se reunían en la madriguera a desempolvar viejos momentos. Veía la felicidad en sus ojos y el orgullo avasallarla con alegría y felicidad. Quería experimentar eso; quería ser la heroína de alguien, la mejor amiga, la mejor consejera, el mejor paño de lágrimas, el mejor sostén, la mejor mujer…

¡Merlín! ¡Tan sólo quería un bebé!


Nota/a: ¡Nuevo fic! ¿Qué les parece la idea?

Espero sea de agrado para quien lo lea. Correcciones, sugerencias, críticas… los reviews ayudan muchísimo.

Pronto el próximo capítulo.

¡Gracias por leer!