Agosto, 2008.

-¡Cuánto tiempo sin verte!-exclamó sorprendido y con el rostro más maduro. Su sonrisa, sin embargo, era la misma de la cual me enamoré.

¡Cuánto tiempo sin verte! Exclamó cordial, cinco años nos separaban del momento en el que lo conocí.

Cinco años estuve sintiendo su ausencia, buscándolo en los rincones sabiendo que no lo iba a encontrar; intentando armar su rostro en mi cabeza, ya difuminado por el paso del tiempo.

Dentro de esos cinco años había escuchado sobre su vida, había visto su espalda entre la gente, lo había escuchado llamarme en sueños.

La sonrisa se congeló en mi rostro al verle, mis piernas se adormecieron y mi barbilla comenzó a temblar.

-¡Si!-intenté sonar entusiasta-¡Un montón de tiempo!-Sentí mis ojos humedecerse al observarlo frente a mí.

¿Es que no podía sentirlo? ¿No escuchaba mi corazón despertando de un profundo letargo?

Y ahora lo tenía al frente mío y no sabía qué decir ni como comportarme. ¡Tonta y más tonta! Me recriminé, iba a desperdiciar el único momento a su lado por mi nerviosismo.

Bajé la mirada un momento para evitar sonrojarme, lo escuché reír y fue como volver al momento en que lo conocí.