Cinco días. Cinco días y podría irse a buscar los Horricrux. En realidad deberían ser cuatro, ya que Harry se haría mayor de edad en cuatro días, pero Ron le había suplicado que se quedaran un día más, para la boda de su Bill y Fleur. ¡Como si una boda fuera tan importante como buscar Horricrux! Pero Harry tampoco quería discutirlo, y entendía que Ron quería ir a la boda de su hermano, aunque dijera que lo hacía sólo por miedo a las represalias de su madre. Además, a menos que cambiaran de opinión, Ron y Hermione iban a acompañarlo en la búsqueda de los Horricrux, y sólo podía esperar, con un nudo en la garganta a que se acabaran estos cinco días que estaban siendo como un paraíso para él.
Cinco días. Cinco días para empezar su peligrosa misión, y lo único en lo que Harry podía pensar era en una pelirroja de ojos marrones como el chocolate y unos labios dulces y rojos que echaba de menos como si le hubieran quitado el aire.
¿Por qué? ¿Por qué no podía olvidarla? Era claramente lo mejor para ella. Harry sabía que la amaba y que la pequeña Weasley era una luz que había iluminado su oscuro camino, y por eso precisamente había decidido dejarla ir. Porque faltaban cinco días para que él se fuera en un viaje que podría durar años y que podía acabar fácilmente con su muerte. Y ella tenía un futuro, puede que con Voldemort no fuera demasiado brillante, pero por lo menos tenía esa opción.
Harry no quería por nada del mundo que sus sentimientos hacia Ginny Weasley la pusieran en peligro por culpa de su conexión con la mente de Voldemort, y por eso decidió cortar el problema de raíz: si no podía estar con ella y se obligaba a no pensar en ella, Voldemort no podría hacerle daño.
Pero el fallo en su maravilloso plan tenía nombre, y era precisamente Ginny Weasley.
La pelirroja no le estaba ayudando en nada a Harry en su plan para no pensar en ella y no ponerla en peligro. De hecho, aunque sabía que él algún día se iría, le parecía una tontería desperdiciar los momentos que tuviera con él. Y sabía que estaba en peligro por querer estar con él pero, ¿acaso no estaba todo el mundo en peligro? Estos eran tiempos muy difíciles y Ginny Weasley quería vivirlos como mejor pudiera y siendo lo más feliz que la situación le permitiera. Y ella lo tenía claro: lo que más feliz la podría hacer, es estar con Harry. Su Harry.
Por eso precisamente no tenía ninguna intención de ponerle las cosas fáciles al azabache. Si iba a irse, quería aprovechar tanto como pudiera estar con él, y si estaba empeñado en no estar con ella, tendría que haber alguna forma para sacarle esa idea de la cabeza. Y de ideas para eso, Ginny Weasley tenía unas cuantas…
—¡Hey! —saludó Ginny sentándose al lado de Harry en el sofá. Harry salió de sus pensamientos y levantó la cabeza para mirarla. Mala idea. Ginny llevaba el pelo rojo recogido en una cola alta que enseñaba su cuello y mostraba su piel suave, a la vez que desprendía un dulce olor. Un olor a flores que sólo hacía ella, y que lograba tener efectos calmantes en Harry a pesar de que él estuviera de los nervios con todo lo de la misión.
—Ginny.
—Vale, no hace falta que te pongas tan contento de verme… —bromeó ella en voz baja mientras cruzaba las piernas encima del sofá.
—¡No, no! Es decir… Lo siento. Me alegro de verte, en serio —dijo Harry incómodo. ¿Que no se alegraba de verla? El problema es que se alegraba demasiado.
—Lo entiendo, todos tenemos muchas cosas en la cabeza. Yo todavía no me puedo creer lo de Ojo Loco —murmuró Ginny con voz más seria —Era tan… él. No me puedo creer que haya muerto.
Harry miró al frente sin decir nada, volviendo a sumergirse en sus pensamientos. Se distrajo cuando notó la mano de la pelirroja acariciándole el pelo y la nuca con dulzura.
—Estás distraído. ¿En qué piensas? —preguntó Ginny levantando una ceja de forma deliciosa.
—En que si me sigues acariciando el pelo me voy a quedar dormido sin querer…—respondió Harry, que sólo pensaba en lo cansado que estaba. La mano de Ginny se quedó un momento quieta y lo miró sorprendida. Al menos desde el funeral de Dumbledore no se había vuelto a mostrar "cariñoso", en el sentido romántico de la palabra, con ella. Harry se dio cuenta de que estaba entrando en "terreno peligroso" e intentó apartarse un poco. ¿Por qué nunca pensaba antes de hablar? ¡Tenía que dejarla en paz! Aunque ella fuera lo único en lo que pensaba su cansada mente día y noche, y a él sólo le apeteciera mirar esos ojos marrones chocolate todo el día, todos los días.
Ginny, sin embargo, reaccionó a tiempo y aprovechó la situación:
—Bueno, se te ve muy cansado… —Intentó ocultar una sonrisa traviesa —Si quieres puedes echarte un rato, y yo puedo seguir acariciándote. Bueno, eso ha sonado un poco mal, pero me refiero a tu pelo —rió ella. Sonrió al ver la cara de duda que ponía Harry, pues sabía cómo le tranquilizaba que le acariciara el pelo, y a la vez cuantos recuerdos iba a traerle de esas siestas al lado del lago en Hogwarts en la que ella se pasaba rato y rato acariciándole.
—Sí, es decir, no... —balbuceó Harry— Debería irme... Creo que Ron me estaba buscando.
—Mi hermano puede sobrevivir un rato sin ti, no te preocupes —insistió Ginny— ¡Vamos, échate! —Cogió a Harry de los hombros y lo movió para que apoyara su cabeza en las piernas de ella. Tampoco es que Harry pusiera demasiada resistencia, pero se dio cuenta nada más se había tumbado que debería haberlo hecho. La vista que tenía de Ginny tan cerca, de sus labios sonriendo con triunfo, de su pelo pelirrojo recogido en una cola cayendo por su hombro… Era demasiado tentadora. Intentó incorporarse y evitarse problemas, pero Ginny no le dejó.
—¿Descansa un rato, quieres? En serio, necesitas relajarte...
Harry no estaba demasiado convencido de que medio tumbado encima de Ginny Weasley fuera a relajarse mucho, sobre todo si entraba algún miembro de la familia Weasley de repente.
Como siempre estaba equivocado. Lo supo en el momento en que los dedos de Ginny empezaron a pasearse por su pelo, acariciándole y dándole esos mimos que tanto ansiaba pero que se sentía culpable por estar recibiendo. Era por ella. Estar con ella le daba paz y le relajaba, como si estuviera en el lugar adecuado. Le despojaba de todos los otros pensamientos: los negativos, los oscuros, los pensamientos sobre su futuro, etc. Porque cuándo Harry estaba con la pequeña Weasley, no podía pensar en otra cosa que en ella.
No se dio cuenta y pasó el rato. Notó que alguien lo meneaba suavemente y sintió los labios de su pelirroja susurrándole al oído:
—Despierta, Harry... Te has quedado dormido.
—¿Q-qué? —preguntó Harry desorientado— ¿Cuánto llevo dormido?
—Una hora más o menos. Pero estabas inquieto. No parabas de moverte —sonrió Ginny. Ella ya sabía de sobras que Harry no podía calificarse con el adjetivo de "tranquilo", precisamente. Y eso sin contar el hecho que ella ya había dormido con él.
—Perdona, sólo estoy algo...
—¿Cansado? ¿Nervioso? ¿Agobiado? Lo entiendo —le cortó ella antes de que pudiera responder nada.
Harry, que seguía apoyado en las piernas de ella, se quedó unos segundos observándola. Había olvidado lo preciosa que era. O al menos, sus últimos recuerdos con ella no le hacían justicia a la verdadera belleza de Ginny. Ella le sonreía. Ya no le acariciaba el pelo, ahora sus manos habían bajado hasta las mejillas de él, provocando que Harry se relajara al sentir el tacto suave como una pluma de sus dedos.
—Siempre has querido llevar el peso de todo. Tienes la constante responsabilidad de cuidar de lo que te rodea.
—No es algo que haya elegido yo, Ginny. Pero alguien tiene que hacerlo —murmuró Harry con pesar.
—Pero tampoco aceptas ayuda de nadie. No es justo. Como todos deberías tener la opción de elegir.
—Ya, pero mi vida no es justa. Ya estoy acostumbrado a eso.
—¿Por qué siempre tienes que cuidar tú de todo el mundo? ¿No puedes dejar que te cuiden por una vez?
—Las cosas no funcionan así, Gin. Hay cosas que dependen de mí, que no he escogido yo, pero que tengo que hacer.
—¿Porque eres el Elegido?
—Sí. Y porque no conozco otra cosa. Nunca he tenido una vida normal, y posiblemente no la tendré. Pero si eso sirve para que otros la tengan… Para que tú la tengas, entonces valdrá la pena.
Ginny no dijo nada. Se quedó unos segundos acariciando la mejilla de él con la punta de los dedos.
—Hacía tiempo que no me llamabas así —murmuró finalmente.
—¿Así cómo? —preguntó confundido.
—Gin. Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba. Me llamabas así cuando era tu novia, ¿recuerdas?
Harry suspiró con pesar y se levantó de las piernas de Ginny. Claro que se acordaba. No había momento del día que no pensara en ello. Por más que lo intentaba, Ginny siempre acababa en su cabeza, y eso era lo que le daba más miedo. Que Voldemort se diera cuenta de lo importante que era para él.
—Ginny, yo... Te dije que hicieras tu vida sin mí. Es lo mejor, no quiero que te veas implicada en todo esto.
—Ya estoy implicada, Harry. ¿Qué es lo que no puedes entender? Voy a luchar a tu lado, no voy a quedarme parada sin hacer nada y nadie va a impedírmelo.
—Sí, yo sí voy a hacerlo —respondió Harry duramente— Necesito que te quedes en casa y estés protegida.
—¿Para qué? ¿Para qué necesito estar protegida si sé que tú estás en algún sitio lejano, luchando contra Voldemort, quizás muerto, y yo estoy aquí esperando como una tonta a que vuelvas?
Harry notó que la pelirroja temblaba de rabia. Se sentía impotente. No era una chica cualquiera. Ella quería luchar. Prefería morir a sentirse inútil en aquella guerra. Y también se sentía impotente en cuanto a su relación con Harry. Porque de la noche a la mañana, Harry la había dejado sin que ella pudiera decir nada al respecto. Se sentía un estúpido por haberle hecho eso a su querida pelirroja. Pero no había otra opción. Debía separarse de ella si quería mantenerla a salvo.
—Lo siento, no debería haberme quedado dormido —dijo Harry, que se levantó del asiento y se colocó bien su camiseta— Voy a ir a buscar a Ron y Hermione. Gracias por... el masaje, o lo que sea. Aunque no lo creas me ha relajado.
Ginny se levantó para seguirle, pero justo en aquel momento entró la señora Weasley en la habitación y le pidió ayuda a su hija para la cena. Harry aprovechó ese momento para salir de allí. Iban a ser unos cinco días muy duros. Lo que no sabía era qué le sería peor de soportar: no acercarse a Ginny o saber que en cinco días estaría alejado de ella.
¡Saludos a todos, queridos lectores!
Regresamos con este mini-fic de 5 capítulos Hanny. Esperamos que disfrutéis leyéndolo igual que nosotras disfrutamos escribiéndolo.
