Historia dedicada a danyscreamsx por ser mi compañera al mojarnos con TVD y platicar y debatir de ello como si fuera un tema de vida o muerte.

The Vampire Diaries/Diarios De Vampiros no me pertenece. Solo la trama es mía y alguno que otro personaje de mi propia invención.

Hola! Publicando mi primera historia Delena. Siempre he querido escribir acerca de ellos y de hecho tengo varias historias empolvadas en mis documentos, pero no se porque no lo he hecho. Espero que disfruten de este primer capitulo y me dejen una pequeña opinión.


Infidelidad

El día de su boda. Probablemente el mejor día de su vida… y también el peor. Se casaba con Stefan Salvatore, el amor de su vida, el hombre al que había amado por más de diez años. Era increíble como todo aquello se había convertido en esto y ahora, estarían juntos por la eternidad.

Sellaron la ceremonia con un beso y ella volteó a ver a los invitados, sonriendo, regocijándose. Y ahí lo vio, era él; esos ojos, ese cabello, esa mirada y esa sonrisa arrogante y estúpida que con el tiempo había aprendido a odiar. La oveja negra Salvatore estaba parada al final de las sillas que se habían instalado en el jardín de la mansión de huéspedes Salvatore. ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué se aparecía después de años y justamente en su día? Evitó no voltear a ver más en esa dirección y fingió una sonrisa tan grande que todo mundo ahí se la creyó. Caminó con Stefan de la mano mientras que todos aventaban pétalos de rosas blancas y los niños pequeños soplaban burbujas al cielo.

Eran finales de Septiembre y no pudieron haber escogido una mejor fecha para celebrar la boda. La mansión Salvatore era muy grande y el jardín que escondía detrás, era el lugar perfecto y mágico para celebrar una ceremonia de ese tipo. La pareja bailó el primer baile sonriendo y robándose besos. Su madre estaba orgullosa, su padre también, y sus hermanos la veían como la princesa que ella se sentía que era.

―Te ves hermosa ―le susurró Stefan al oído haciéndola sonreír como siempre.

―Me lo has dicho ya diez veces o más hoy.

Él sonrió contra su cabello.

―No dejare de hacerlo ―le besó la frente haciéndola suspirar y recargar su cabeza en su hombro.

―Te amo ―le susurró ella topándose con la mirada de la oveja negra.

Tragó en seco después de escuchar un yo más de parte de su ya esposo.

Cuando el baile terminó, su padre bailó con ella, después su hermano Jeremy, varios primos de ella y de Stefan, algunos tíos y al final, él se acercó a ella haciendo que muchos ahí se preguntaran que era lo que él hacía de vuelta en Mystic Falls.

Stefan pegó sus ojos al centro de la pista y vio cómo su hermano tomaba la espalda baja de su esposa. ¿Qué hacia allí? ¿Cuándo había llegado?

―Te ves hermosa, Elena ―le dijo él sonriendo.

Ella tensó la mandíbula.

― ¿Qué demonios haces aquí? ¿No ves todo lo que estas causando? ¿Por qué tuviste que regresar hoy? ¿Por qué justamente hoy? ―habló entre dientes con una bonita sonrisa fingida.

El soltó una risita que la irritó.

― ¿Esa es la forma de saludar a tu cuñado? ―le preguntó dándole una vuelta que la tomó desprevenida―. ¿Qué ha pasado con la Elena dulce y linda que solía estar enamorada de mí?

Ella quiso pegarle una cachetada fuertemente.

―Quiero que salgas de mi boda, Damon. Quiero que salgas de nuestras vidas. Quiero que nunca te vuelvas a aparecer por aquí.

El volvió a reír causando que un rojo lleno de rabia se extendiera por las mejillas de la chica Gilbert.

―Mmm, eso no va a ser posible ―ella frunció el ceño―. Llegué a Mystic Falls y esta vez es para quedarme.

― ¿Y dónde piensas quedarte? Stefan y yo viviremos en esta casa.

―Una casa que todavía me pertenece a mí también ―le recordó el con voz de sabiduría.

Ella se mordió los labios con impotencia y sintió que él se alejaba de ella para ver a Stefan abrazarlo con mucho cariño delante de ella.

― ¿Dónde estabas? ―le preguntó Stefan viéndolo con devoción.

Él sonrió.

―Por ahí, por allá ―se encogió de hombros―. Felicidades ―le dijo dándole una palmada en la mejilla suficientemente fuerte para que Elena se preocupara un poco―. Ya era hora de que la hicieras tu esposa.

Stefan sonrió.

―Gracias, hermano. Estoy muy feliz de que estés aquí ―le dijo con sinceridad.

Stefan regresó a los brazos de Elena y Damon salió de la pista de baile siendo seguido por varios ojos de ambas familias.

―No puedo creer que este aquí ―le dijo Stefan a Elena―. Pensé que no lo volvería a ver jamás.

Ella sobó su espalda.

―Está aquí. Es lo importante ―le sonrió.

Stefan asintió y terminó de bailar la pieza con su esposa. Todos aplaudieron y después un poco de música empezó a tocar y varias parejas pasaron a bailar a la pista. Ellos dos se dirigieron a la mesa de recién casados donde se encontraban solos y vieron todo desde ahí.

― ¿Qué te parece? ¿Es bonito, cierto? ―preguntó él pero ella estaba perdida en sus pensamientos―. ¿Estás bien, cariño? ―preguntó él llamando su atención.

Ella abrió y cerró sus ojos una y otra vez.

―Si… solo estaba pensando en tus padres ―dijo bajando su mirada―. Me hubiera gustado tenerlos aquí ―le sonrió.

Stefan esbozó una sonrisa apenas visible y asintió.

―A mí también, amor. A mí también.

Su día completo se había arruinado. ¿Qué hacia el ahí? ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué quería? No sabía nada y no sabía que pensar cuando le veía sonriéndole como el canalla que era. Maldito cerdo descarado. Damon Salvatore había sido su perdición cuando ella había sido solo una pequeña; le había amado como a nadie jamás amó, ni siquiera a Stefan. Damon había sido el primer hombre de su vida. Los hermanos Salvatore siempre se habían relacionado con ella de una forma u otra, a veces ella y Stefan estaban juntos y después solo eran muy buenos amigos. A veces, Damon y ella estaban juntos pero nadie lo sabía. Era un secreto que ellos habían mantenido guardado por más de una década. Siempre la habían compartido aunque un hermano nunca hubiese estado al tanto de ello. Y Elena había cargado con la culpa por más de lo que podía recordar. Con el tiempo, había aprendido a olvidarlo y a no pensar en ello. Se había acostumbrado al hecho de que Damon y ella habían mantenido una relación ilícita y llena de algo que con Stefan nunca encontró.

Pero Damon no venía solo para quedarse a vivir en esa casa que también le pertenecía a él. Elena lo conocía bien, Damon tenía otros planes, planes que sabía la involucraban a ella y planes de los cuales no quería enterarse nunca jamás. Su vida con Stefan era buena, era tranquila, era feliz y él la trataba como a una reina. A pesar de que el trabajara mucho, siempre trataba de estar ahí para ella. Con dos años de estar comprometidos, habían decidido por fin casarse. Stefan había recibido el trabajo de sus sueños en una editorial y había obligado a Elena a no trabajar.

―Está bien si solo yo trabajo, mi amor ―le había dicho Stefan.

Elena había hecho una cara, se había molestado y le había reprochado.

― ¿Crees que me la voy a pasar haciendo nada aquí en la casa?

―Quiero que estés aquí para mí. Me haría feliz. No quiero tener que verte trabajar.

Elena había guardado silencio y él la había terminado por abrazas. Al final, Elena terminó aceptando con la condición de que eventualmente ella tendría que trabajar al igual que él, aunque no fuera al principio de su matrimonio. Stefan había aceptado gustoso sus condiciones y ella por fin se había hecho a la idea de ser una bonita y joven ama de casa. Eran jóvenes, Stefan no tenía nada más que veintisiete años y ella apenas había cumplido veinticinco. Elena amaba a su esposo, en realidad lo hacía, pero ella había compartido un pasado apasionado con Damon y ahora que él regresaba no sabía a donde le iba a llevar su regreso.

La boda había terminado y Elena y Stefan se iban cuatro días a Miami. Stefan no podría pasar una luna de miel larga ya que solo le habían dado dos días de descanso. Lamentablemente, solo pudieron pasar un fin de semana porque la editorial llamo a Stefan y él tuvo que atender. Elena había comprendido aunque había ocultado su decepción con una bonita sonrisa y ahora regresaban a una casa en la cual Damon había empezado a vivir de nuevo.

―Me alegra tanto que estés aquí, Damon ―le había dicho Stefan ya con varios días de haber regresado de Miami―. No sabes lo feliz que estoy de que puedas estar aquí para Elena. El trabajo me consume mucho y ella se queda en casa sola todo el día.

Damon sonrió como demonio.

―Claro, será solo temporal. Sé que esta es tu casa ahora.

Stefan negó.

―Claro que no, hermano. Esta casa es de los dos y es suficientemente grande. No me molesta que vivas con nosotros, te he dicho que es mejor para mí. Ya sabes, por Elena.

Damon asintió con una cara seria que prometía muchas maldades aunque Stefan no se diera nunca por enterado.

Para Stefan, Damon era el hermano mayor perfecto. Había sido el que le había defendido de los brabucones y había sido su defensor y apoyo en todo momento. Y cuando sus padres murieron, Damon estuvo junto a él más que nunca. Pasados dos años, se fue. Le había explicado que pasar un tiempo a solas era necesario para él. Stefan había comprendido y le había dejado ir. De los dos, Damon siempre había sido el que menos afecto sabia demostrar, había sido un chico de mamá y había sido un chico del cual su padre esperaba de más. Giuseppe Salvatore había dejado caer grandes expectativas en Damon y al no poder cumplirlas le había visto con desdén sin darle segundas oportunidades. Así que Damon se había refugiado en su madre quien le había recibido con los brazos abiertos. Stefan lo sabía, sabía lo duro que era para Damon demostrar algún tipo de emoción que tuviera que ver con afecto. Siempre era sarcástico, con un humor negro e irónico que usaba para esconder lo poco que sabía expresarse afectuosamente.

No había tenido noticias de él en mucho tiempo aunque si le envió la invitación de la boda a sus oficinas en Nueva York. Damon había pasado a obtener las riendas del negocio familiar y pasaba mucho tiempo de viaje. Era un hombre ocupado, director de una empresa de publicidad y relaciones públicas. Había sido gracias a él que a Stefan se le había sido ofrecido el puesto en la editorial. Era un Salvatore y los Salvatore tenían mucho poder y prestigio. Stefan había decidido permanecer fuera de ese estilo de vida. Era algo muy ostentoso y lleno de vida social que no le agradaba demasiado. Elena le había apoyado y Damon manejaba sus acciones dándole el porcentaje correspondiente de las ganancias.

― ¿Por qué es que has regresado? ―preguntó Stefan ofreciéndole un trago del bourbon que sabía su hermano tanto gustaba.

Damon se encogió de hombros.

―He decidido tomarme unas pequeñas vacaciones, pero siento que ha sido un mal momento. Tú empiezas tu vida de casado con Elena y yo…

Stefan lo calló de nuevo.

―Qué va. Eres mi hermano y Elena te adora. Además tu habitación y la mía están suficientemente lejos ―sonrió vagamente haciendo reír a Damon quien asintió comprendiendo.

Damon llevaba viviendo una semana o más en la casa Salvatore, casa que todavía le pertenecía y que hacía recordar a Elena cada vez que ella lo veía asesinamente. Para Elena no era fácil ver a su antiguo amor en la casa que ahora compartía con su esposo. Vivir con Damon era lo peor del universo, peor que su miedo irracional a los insectos, a los truenos y a la idea de un apocalipsis.

Damon no la dejaba de ver y aprovechaba cuando Stefan estaba lejos para sonreírle como maniaco.

―Bueno, ya está bien de tantas miradas y sonrisas estúpidas ―le reclamó una vez que Stefan había salido a trabajar.

Damon sonrió como el maldito bastardo que era y meneó su cabeza de un lado a otro.

―Tks, tks, tks. No es forma de hablarle a tu cuñado ―dijo siendo cínico.

Elena estampó su pie y salió de la cocina, dejando solo al pelinegro.

―Vamos, Elena ―le siguió―. ¿No me vas a decir que no te alegras ni un poco de verme?

Ella paró en seco y volteó a verle.

―Dios, ¿estás de puta coña? ―exclamó molesta―. ¡Claro que no! ¿Cómo preguntas eso después de todo lo que pasó?

Él se puso serio de repente.

― ¿Y qué es lo que pasó? Lo único que recuerdo es que un día decidiste hacerte novia del imbécil de mi hermano y dejarme.

Elena hizo las manos puñitos y se contuvo de decir muchas cosas.

―Eso no fue lo que pasó ¡y lo sabes!

― ¿Enserio Elena? Porque eso es lo único que recuerdo ―le dijo entre dientes y acercándose más a ella.

Ella gruñó.

― ¿Sabes qué? No pretendo volver al pasado ―suspiró―. Lo que pasó, pasó y se acabó.

El rio amargamente.

― ¿Eso crees, nenita? Pues estas muy equivocada. Te he dicho que llegué para quedarme. No vine a pasar tiempo de calidad con mi hermanito preferido. Vine por ti, Elena.

Ella cerró su garganta impidiendo que cualquier palabra saliera de su boca. Se amontonó una cantidad grande de aire y después fue expulsada como si un balón le hubiese sido estampado en el estómago.

―Estas enfermo. Soy una mujer casada ―dijo con dificultad―. Con tu hermano ―recalcó―. ¿Cómo podrías hacerle eso a tu hermano?

El rio, como si aquello le causase profunda gracia.

―Lo hacíamos antes.

Ella vio hacia otra parte, sintiéndose sucia.

―Eso fue hace mucho y tú y yo terminamos todo lo que hubo entre nosotros.

―Yo no terminé nada. Lo terminaste tú.

―De igual manera, ya no hay nada. Agradecería que te fueras de aquí, Damon.

―Nop. Me quedaré, estoy aquí para robarle la novia a mi hermanito ―sonrió.

Ella arrugó el ceño.

―Soy su esposa ―dijo entre dientes.

El lanzó una carcajada sabrosa.

―Sigues siendo mía, Elena. Siempre lo has sido.

Eso le causó serios estragos a la chica quien alcanzó a sentarse en uno de los sofás de la sala porque las piernas empezaron a fallarle. Levantó su mirada y le vio con casi odio. Era algo muy parecido al odio, pero no llegaba a serlo.

―Convenceré a Stefan de cambiarnos de casa.

El levantó una ceja.

―No, no lo harás.

―Lo haré. Esta noche. Está ganando un muy buen sueldo y podemos comprar otra casa y tú te podrás quedar aquí para toda la eternidad si es que así lo deseas.

―No lo convencerás.

―Claro que lo haré. Stefan apoya mis decisiones porque somos una pareja que toma en cuenta las opiniones del otro.

―Valora más la opinión de su hermano favorito que la tuya. Créeme.

― ¡No lo hace!

―Lo hace, Elena. Lo conozco mejor que tú; el chico me adora. No durara ni un segundo en retractar esa decisión si yo le pido que se quede.

― ¡Por qué harías tal cosa!

―Porque te quiero aquí, conmigo ―le dijo de nuevo acercándose a donde ella estaba sentada― Porque regresé por ti y no me iré hasta llevarte conmigo a Nueva York.

Ella se le quedó viendo como si él fuese un loco.

― ¡Eres un cabrón enfermo! Si Stefan supiera el tipo de hombre que eres…

―Lo sabe ―se encogió de hombros ―Lo que no sabe es que empleo mi profesión contigo ―le guiñó un ojo.

―Insoportable. Esa es la palabra. Eso es lo que eres. No puedo creer que Stefan sea tan ciego como para no darse cuenta de cómo me ves y…

El rio, interrumpiéndola.

―No te muerdas la lengua, Elenita ―soltó él, lleno de diversión y haciéndola respirar con dificultad―. Eres igual o peor que yo… ¿ya se te olvido todo lo que hacíamos cuando tú eras novia de mi hermano? ¿Quieres que te recuerde algunas cosas? ―sonrió haciéndola soltar lágrimas.

― ¡Deja de atormentarme, Damon! ―gritó exasperada―. Amo a Stefan, a él, lo amo a él.

Damon no dijo nada y se le quedó viendo por largo rato.

―Me amas más a mí ―se fue de ahí dejándola sola, desconsolada y llorando como hacía mucho no lo hacía.