Pero antes, les presento una nueva historia que me ha estado rondando la cabeza desde hace un buen rato. Espero sus comentarios y sugerencias. Disfruten la lectura!!!
PRIMERA PARTE:
'EL PARQUE'
Haruka miraba las nubes. Yacían, puras y blancas, de cabeza en el lago, como si fueran cisnes. También los árboles de anchas ramas estaban próximos al lago. Se inclinaban unos sobre otros, erguidos con las raíces muy cerca de la orilla. El agua se veía oscura, pero las nubes brillaban de luz.
Él amaba la luz. Podía sentarse durante horas tan sólo para observar los reflejos. En ocasiones movía la mano como si quisiera tocarlos, para dibujar sus formas en el aire.
Por lo general el lunes era día de ir al parque, pero algunas veces otros días se volvían días de ir al parque. Todo dependía de 'El Hombre'.
El sábado era día de golpiza. Era el peor. Ese día las campanas en el interior de su cabeza sonaban más fuerte que nunca. Por lo general esperaba hasta que dejaban de sonar y entonces se alejaba arrastrándose y se escondía.
Los domingos El Hombre se quedaba en cama todo el día, durmiendo, y el niño se sentía a salvo. Por la tarde, cuando El Hombre despertaba tambaleante y maldiciendo, Haruka permanecía afuera hasta que lo veía salir con paso vacilante hacia la cantina. entonces regresaba furtivamente a la casa y subía a acostarse.
Los días de golpiza Kira, su madre, se portaba como siempre lo hacía, silenciosa y asustada. A veces se atrevía a defender a su hijo y entonces El Hombre de verdad se enojaba y lo golpeaba aún más porque, cómo le repetía con frecuencia, él no era su hijo.
Si la golpiza era fuerte, el pobre niño no asistía a la escuela el lunes. Se iba al parque, donde todo estaba tranquilo y nadie le gritaba. Podía sentarse junto al lago y soñar todo el día.
Por encima de todo le atraían los árboles y el agua. Algunas veces solía poner los brazos alrededor del liso tronco de un árbol, y simplemente se quedaba ahía, abrazándolo, sintiendo cómo esa fuerza se transmitía hacia su propio débil cuerpo. Pero entonces el gruñón cuidador del parque llegaba y le gritaba.
- ¡No te atrevas a destruir mis árboles!- y lo alejaba de un empujón.
Aunque Haruka no podía escucharlo con claridad, los gritos hacían que le doliera la cabeza, de modo que se alejaba a vagabundear por el sendero cercano al lago.
Ahí encontro a un hombre. Un pintor. Estaba sentado en un banquito con un caballete frente a él y una caja con tubos de colores a su lado. El niño se quedó mirando las pinceladas del hombre y la manera mágica en que los reflejos del agua y las ramas de los árboles y la luz surgían en el lienzo.
El hombre dejó de pintar y miró a Haruka. Vió la hermosa curva de su cabeza rubia y los extraordinarios ojos verde oscuro. "Una belleza imperfecta", pensó, y de inmediato se preguntó por qué se le había ocurrido que era imperfecta.
- ¿Te gusta la pintura?- preguntó.
Haruka no podía escuchar la pregunta, pero sabía que aquel hombre intentaba comunicarse con él. El niño levantó la mano y trazó la línea de los árboles sobre el lienzo.
El pintor vió algo fijo y estático en el rostro del chico, y un pensamiento lo asaltó. Sacó un carboncillo, arrancó una hoja de papel de su bloc de bocetos y se los entregó al niño. El muchacho movió el carboncillo entre sus dedos y luego hizo un trazo incierto sobre el papel.
- Eso es. ¡Dibuja! Veamos qué puedes hacer.
Haruka miró el árbol, y luego comenzó a copiar lo que veía. Trabajaba con rapidez, y el árbol crecía; negro y hermoso, brotaba de la página en blanco. El hombre lo miraba y no podía creer lo que veía. Aquel hermoso y callado niño podía dibujar como un maestro.
Haruka continuó hasta que el árbol estuvo terminado, luego le ofreció el dibujo al hombre. Mientras dibujaba, una paz maravillosa invadió su mente y pudo escuchar con total claridad.
- Para tí- le dijo.
El artista sonrió y lo aceptó. Haruka le devolvió la sonrisa. Por un momento el hombre permaneció sentado mirando al muchacho con asombro y compasión, observó que la radiante y cansada sonrisa revelaba el conocimiento del dolor.
"Cielos", pensó, "¿qué le pasará a este muchacho? Es como un ser de otro planeta en el mundo equivocado. Esa belleza ardiente y triste, esa perplejidad y el ansia por comunicarse... ¿qué es lo que te ha hecho la gente pequeño?"
- ¿Mañana?- dijo en voz alta y con claridad. Y luego, hablando lenta y cuidadosamente, mirando al niño de frente, añadió:- Estaré aquí mañana.
Haruka asintió. Luego miró hacia el cielo para precisar la posición del sol. Tenía que irse. Lo aguardaban en casa de un momento a otro. Su madre esperaba que él hiciera la cena y aseara un poco la casa. Ella quería irse pronto a jugar lotería.
Y luego tenía que hacer su recorrido del periódico. Le prestaba una bicicleta y depositaba diarios en los buzones. Le pagaban, pero tenía que entregarle el dinero a El Hombre, por supuesto.
- Toma estos- dijo el pintor.
Le entregó dos carboncillos y cuatro hojas de su bloc. Haruka logró emitir un "¡Gracias!" y, acunando todo en las manos, salió corriendo por el sendero.
Al llegar a su casa, escuchó la aprehensiva voz de su madre, dándole instrucciones apresuradas.
- Termina la cena y asea la cocina. Yo ya limpié las recámaras- dijo la mujer delgada y de cabello castaño.
Haruka movió la cabeza. El zumbido en su interior le hacía difícil escuchar lo que la gente le decía. Su propia voz le sonaba extraña y retumbante... como un grito. Odiaba los gritos. El Hombre gritaba. Su madre le respondía a gritos.
- No lo golpees. No ha hecho nada ¿No es cierto, Haruka?- y cuando él no respondía al "¿No es cierto , Haruka?". Golpe.
El Hombre lo miraba furioso.
- ¡Contesta cuando te hable tu madre!
Haruka miraba a El Hombre perplejo, preguntándose qué se suponía que debía decir.
- No puedo soportar verlo ahí sentado con esos grandes ojos como de vaca din hablar jamás- gritaba El Hombre.
Luego tomaba a Haruka por los hombros y lo sacudía.
- ¡Oye, tú¿Por qué no dices algo?
El problema era que el niño tenía un defecto imperdonable a los ojos de El Hombre. Era demasiado apuesto. El cabello rubio le caía en un flequillo sobre unos ojos verdes muy grandes y sumamente expresivos. La nariz era recta y los labios delgados y bien definidos. De alguna manera aquello lastimaba a El Hombre y, como se sentía herido, lo odiaba y se ponía furioso.
- ¡Deja de
mirarme así!- gritaba El Hombre.
- Lo siento-
murmuraba el chico, titubendo ante los retumbos en su cabeza. Y luego
repetía: - Lo siento señor.
- ¡Yo haré
que lo sientas!- la mano de El Hombre caía de nuevo
sobre él, con fuerza.
Haruka se repetía una y otra vez: "No importa... el dolor no importa. El parque estará tranquilo".
Y cuando regresó del parque ese lunes, después de conocer al pintor, las cosas no se veían tan mal. Su madre, Kira, se puso un vestido brillante y se fue a jugar lotería. El Hombre estaba de buen humor. Cenó y salió. Haruka terminó los quehaceres de la casa lo más rápido que pudo. Cuando ya estaba completamente solo, sacó el papel y el carboncillo que le había dado el hombre del parque y comenzó a dibujar.
Los martes, en la escuela, le preguntaban donde había estado. Había aprendido a no ser muy específico.
- No me sentía
bien- murmuró.
- Deberías traer una nota.
Él miraba
sin comprender.
- Una nota, Haruka.
- Lo olvidé- dijo
mientras asentía.
Haruka estaba totalmente perdido en la escuela. La mayor parte del tiempo se sentaba y dibujaba cosas en las hojas de los cuadernos. Nunca les prestaba atención a los maestros, excepto cuando escribían en el pizarrón. Entonces copiaba todo con cuidado, pero no podía responder ninguna pregunta. Al final lo dejaban en paz y continuaban esforzándose por meter un poco de conocimiento en las cabezas de chicos menos ingratos.
El patio de juegos lo aterrorizaba. La gritería se hizo más fuerte. Le dolían los oídos. Bandadas de muchachos lo rodeaban, ladrando como perros:
¡Haruka
es un tonto, Haruka es un tonto!
¡No
entiende nada pronto!
¡Haruka es
tan bobo, siempre está en el limbo!
Limbo. Haruka distinguió esa palabra. Aquel libro de mitos hablaba del limbo. Un lugar crepuscular. Un sitio de sombras. Un lugar silencioso. "Creo que me gustaría el limbo". Sonrió.
El círculo de caras dudó. Ante aquella sonrisa cegadora y seráfica, se sintieron desconcertados. De pronto, el grito de un maestro los hizo retirarse, pues el descanso yo había terminado. Arrastrando los pies y con la mirada baja, Haruka regresó al salón de clases.
Al día siguiente el pintor estaba en el parque. El muchacho corrió a encontrarlo. El hombre sonrió y Haruka le devolvió la sonrisa. El pintor arrancó una hoja del bloc de bocetos y le entregó un carboncillo.
- Bien. Ahora, siempre que puedas dibuja en grande y con trazos vigorosos.
Haruka lo miró y entendió lo que le explicaba.
El niño se puso a dibujar con rapidez. Dibujó al hombre encorvado sobre su caballete. Vestido con un grueso sueter café y pantalones vaqueros manchados de pintura. Cabello gris e hirsuto, brillantes ojos bajo espesas cejas y finas patas de gallo en las esquinas.
Cuando terminó el dibujo, Haruka se lo ofreció con timidez. El hombre casi se lo arrebató emocionado.
- ¡Pero esto es espléndido!- exclamó, en los ojos sonrientes asomaba algo muy parecido a la admiración. Luego se volvió y miró fijamente el rostro de Haruka- Eres un artista¿sabes? Y cómo todos los artistas, debes firmar tu trabajo.
Haruka lo comprendió. Cuidadosamente escribió en el emborronado papel la palabra "HARUKA". No añadió nada más.
- ¿Eso es todo?- preguntó el hombre al tiempo que sonreía.
Haruka asintió. No podía explicar que Soun era el apellido de su madre. El de El Hombre era Hiroshi. Pero ninguno de esos era el de Haruka. En lo más profundo de su mente recordaba a un hombre sonriente y corpulento, su padre... y que era piloto. Él se marchó, o Kira, la madre de Haruka, lo abandonó... no podía recordar exactamente quien se fue, pero pensaba que sus dibujos provenían de aquel hombre alto, alegre y con la risa en los labios al que conoció cuando era pequeño.
A la mañana siguiente, El Hombre regresó del partido de futbol muy borracho y de mal humor. Su equipo había perdido.
Haruka estaba preparando la cena cuando El Hombre entró tambaléandose por la puerta. Kira se encontraba en el salón donde se jugaba a la lotería-
- ¿Qué demonios haces con esa cacerola?- gritó El Hombre- ¡Otra vez frijoles!
Enfurecido, El Hombre avanzó unos pasos y vociferó.
- ¡Quiero una cena decente!- arremetió contra Haruka, arrebatándole de las manos la cacerola, y los frijoles cayeron formando una masa caliente y pegajosa sobre los pies del niño. Una parte cayó también sobre los pies de El Hombre. Éste rugió de rabia.
Haruka se quedó petrificado. No trató de defenderse ni de escapar. No pudo.
El Hombre avanzó hacia él, desabrochándose el cinturón de cuero con hebilla de metal y bramando como un toro.
Haruka despertó en el piso. Le dolía todo el cuerpo. Su madre estaba inclinada sobre él, llorando.
- Ya pasó, querido, él ya se fue- luego preguntó- ¿Qué fue lo que te hizo¿Te sientes capaz de caminar?
Como pudo su madre lo ayudó a subir las escaleras y llegar a la cama.
- Mami- dijo
Haruka, pero sólo el hablar era una agonía. Sintió
que la cabeza le iba a estallar del dolor.
- Esta bien, Haruka.
No te preocupes. Todo estará bien.
Su madre se pasó
la mano por el desgreñado cabello castaño y miró
impotente la desaseada habitación. Él lucho por
incorporarse. - Voy a levantarme- murmuró. Su madre lo detuvo.
- No, no. Tú quédate aquí. Yo arreglaré
las cosas- luego exclamó con voz ahogada- ¡Oh, Dios mío¿Qué voy a hacer?
El niño vió
sus lágrimas; luego levantó la mano hasta el rostro de
su madre en un gesto amable y cansado.
- Lo siento- dijo en un
susurro- Lo siento.
Como Haruka faltó a la escuela durante más de una semana, el personal se lo informó a Mazao Toriyama, el encargado de la asistencia escolar, quien a su vez, llamó a Sayaka Miyamoto, que estaba a cargo del servicio social, para tener una reunión.
- ¿Existe
algún indicio de que tenga dificultades en su casa?- preguntó
Mazao. Sayaka suspiró.
- Muchos. Nada positivo. Es muy
retraído. Los maestros se quejan de que no hace nada
constructivo en clase. No responde cuando se le habla. Salta al
escuchar ruidos fuertes y falta casi todos los lunes.
- ¿Falta?
Mazuo Toriyama reconoció el patrón de conducta
- Me suena
familiar- dijo- Algún tipo de violencia en casa. El temor a
menudo hace que los niños parezcan extremadamente tontos. ¿Ya
visitó la casa?
- Todavía no. Pensaba ir mañana.
- Será mejor ir hoy- dijo Mazao. Sayaka estuvo de acuerdo.
Sayaka llamó a la puerta pero nadie acudió. Caminó rodeando la casa hasta la parte trasera, encontró una puerta sin llave y entró.
El desorden en la cocina era indescriptible. Había enormes pilas de platos sucios, comidaque se echaba a perder sobre la mesa y una pila de ropa sucia en un rincón. Sayaka llamó a Haruka pero no obtuvo respuesta. Cruzó la diminuta sala para después trepar escaleras arriba.
Haruka yacía en una especie de letargo. No se daba cuenta de si alguien entraba o salía. El cuerpo le dolía demasiado como para moverse, así que no trató de darse vuelta. En algún lugar lejano, más allá, podía ver árboles, con las ramas moviéndose suavemente encima de su cabeza, y sus pies, que ardían por las quemaduras que le produjeron los frijoles calientes, se encontraban sumergidos en agua fría mientras él contemplaba el cielo.
- ¿Cielo?-
se preguntó, y un zumbido retumbó en su cabeza. Trató
de sonreír y repitió- Cielo.
- Sí, Haruka-
dijo Sayaka con suavidad- Te conseguiremos un poco de cielo.
