Buenas a todos Este es mi primer fic aquí. Como adicta al crepúsculo y a algunos grandes fics como Eterna Condena, Llamas en la noche y La chica en las sombras (sino mal recuerdo los títulos) que he ido leyendo por aquí, pues ahora me toca a mí dejar mi pequeño trocito en este apartado. He de decir que siempre me han fascinado los libros que hablaban sobre ellos y bueno, creo que de todo un poco ha ido saliendo este fic.

Aviso: son capítulos cortos con algún que otro largo. (la falta de inspiración hace estragos x3)

Espero que os guste!!

I

Despierta, ya casi hemos llegado- saltó Marie zarandeándome en mi asiento. Gritaba como loca, contagiada por una extraña sensación de alegría imaginándose cómo de feliz sería su vida ahora que nuestro cuarto compartido sería el suyo. Bueno, tal vez sea una mala hermana pensando tan mal de ella, pero no puedo evitar sentirme cínica y molesta: allí estoy, en un antro separado de toda civilización en el que tendré que alojarme durante nueve infernales meses a la espera de un graduado. No soy exagerada, soy realista. Una cárcel medieval transformada en inocente instituto sigue siendo cárcel por mucho que te esmeres.

Me levanté adormilada y alcé la vista para contemplarlo. Sencillamente era frío: torreones, gárgolas y la entrada tan desolada como una casa embrujada. No cabía duda de que mi estancia no estaría plagada de fiestas y mucho ambiente como en Saint Denis. No, verdaderamente éste sería un año para olvidar (y sólo había hecho más que empezar).

Al igual que yo, mi padre tenía descompuesta la cara en una absoluta expresión macabra. Mi madre nos había vendido el mismo cuento lleno de buenos presagios y grandes amigos que había conocido en sus tiempos jóvenes en aquel antro dejado de la mano del hombre. Y no era para menos su desconcierto: dejar a su inocente hija de diecisiete años abandonada en un pueblucho del norte de irlanda y, más aún, en aquella cárcel ruinosa, estaba acabando con todo su autocontrol. Lamentablemente, la matrícula estaba hecha y mi habitación reservada. Ese era el año de suerte de mamá y Marie.

debes haberte equivocado al girar. Esto está abandonado- comentó mordaz, consiguiendo de mi madre una mirada glacial. Él le devolvió el golpe con una sonrisa de esas que sólo le salen a él, una cualidad que le envidio, pues sólo papá parece controlar sus rabietas.

No. Es aquí. Comportaos- y sin decir nada más, cogió su bolso y nos dejo allí, con la radio a todo volumen de música de fondo.

Como cabía esperar, al cabo de cinco minutos mi madre volvió, acompañada de todo aquel que había conseguido encontrar (seguramente para devolverle el golpe a mi padre, algo en lo que falló estrepitosamente). En cuanto la alta figura de mi padre asomó fuera del coche, las dos monjas que nos recibían echaron un paso hacia atrás instintivamente. Marie y yo nos dirigimos una mirada de complicidad al tiempo que evitábamos reírnos. No era la primera vez que papá conseguía intimidar a alguien con su estatura y, con el paso de los años, había terminado siendo una broma íntima entre nuestra familia.

Sor Alicia, le presento a mi marido, James- dijo mi madre con el timbre de voz algo más alto de lo habitual, intentando romper la tensión en el ambiente. La monja más diminuta acudió al encuentro de papá y estrechó su mano, el doble de tamaño que la suya. La otra, de un rango inferior según sospeché, se mantuvo inmóvil en su sitio.

Encantada de conocerles, señor y señora Lair-. Tan pronto como el ambiente pareció relajarse, la mirada de la monja más alta chocó contra mí. Leí en sus ojos la orden de salir del coche, algo que acepté agradecida notando a Marie arrollarme a empujones para ver mejor la escena. Salí silenciosamente y me acerqué a mis padres preparando mi sonrisa falsa de mayor cordialidad.

Y ésta debe ser Minerva- comentó con jovialidad Sor Alicia examinándome de arriba abajo. Noté como sus ojos deparaban en mi pelo y en mis ojos, mostrando un cierto deje de desconcierto que poco pudo disimular.

No son lentillas. Sus ojos siempre han sido así- respondió mi padre antecediéndose a la pregunta. Le sonreí complacida antes de estrechar la mano de la monja, algo más confiada al notar su presencia cerca mía. La última vez hasta después de nueve meses.

Es un don hermoso, jovencita- halagó Sor Alicia antes de hacer un gesto a su compañera, la cual me lanzaba miradas interrogatorios buscando alguna singularidad en mí que no hubiese captado antes. Con una rapidez impecable cogió mi maleta y la arrastró inclinada hacia un lado hasta la entrada, perdiéndose de nuestra vista.

Esa era la señal de la despedida. Mamá me abrazó, papá me recordó por quincuagésima vez la lista de cosas que debía y no debía hacer y Marie me prometió no quemar mi cuarto en mi ausencia (algo de lo que dudé por completo). Casi no me di cuenta de todo aquello hasta que dejé de oír el ruido del motor, alejándose por el camino empedrado dando tumbos.

- Minerva, acompáñame. Te daré tu horario escolar y las llaves de tu habitación- dijo Sor Alicia dejando caer una mano sobre mi hombro como muestra de apoyo. No debía de ser la primera que entraba en shock al verse abandonada en una cárcel abandonada. Asentí y seguí sus pasos por las escaleras, aspirando el olor antiguo que despedía cada recodo de aquella vieja ruina. Una ruina que acabaría llamando hogar.

Entré en el despacho de Sor Alicia decaída. Todo aquel lugar era triste, lóbrego. Me había imaginado muchas obras de arte, escaleras de caracol inmensas y cristaleras de vivos colores que contrarrestaran mi primera y no por ello menos acertada impresión. Aquel lugar, por dentro, era como otro instituto. Los pasillos con su fila interminable de aulas, las paredes lisas y monótonas y ninguna decoración que corriese riesgo de ruptura en manos de estudiantes. Sólo la capilla, un diminuto lugar obligatorio en nuestro recorrido, denotaba el mínimo atisbo de cuidado. Tras una visita sin muchos comentarios al respecto, Sor Alicia me indicó el comedor y las plantas de estudiantes tanto para chicos como para chicas: la primera planta estaría llena de hormonas adolescentes y la segunda de testosterona. Por último, llegamos a mi habitación. El paseo había sido largo, algo que lamentaría cada mañana cuando tuviese que recorrerlo a toda pastilla para no llegar tarde, pero fructuoso. Había cierto afán de curiosidad por conocer a los demás estudiantes, a disfrutar del poco ambiente festivo que pudiesen ofrecer en comparación a la gran ciudad.

Me despedí de Sor Alicia educadamente y entré en mi cuarto a oscuras, presa de unas ganas locas por zambullirme en mis sabanas. No tardé mucho en cumplir mis deseos.

¿Interesante? Pues dejadme una review!!

Besos: Sao