Podríamos ser cualquier cosa que eligamos creer.

Podríamos romper paredes, podríamos mover montañas.

Podríamos volar lo suficientemente alto, luchar y jamás caer.

—¿Cómo se supone que tu vas a defenderme? —cuestionó la anciana despectivamente— ¡Exigí claramente que me enviaran ninjas calificados! —el estómago del chico de traje verde se retorció, ¿por qué tuvieron que enviarlos a esa misión?— ¡Unos patéticos genin! —sintió vergüenza, ojalá la tierra lo tragara.

La misión no era muy difícil, debían de escoltar a esa irritante anciana hasta una aldea en los limites del país del fuego, ella llevaba consigo un arma de un valor muy escaso monetariamente y un gran valor sentimental. No parecía que fueran a tener inconvenientes, pero para su desgracia, las cosas no fueron así.

Se habían detenido para descansar a orillas de un lago, la misión no llevaría más de dos días, pero la mujer se había quejado de un dolor de cadera y pidió (de manera muy poco amable) que se detuvieran. No habían pasado ni diez minutos cuando se vieron rodeados de cinco ninjas que querían llevarse aquella arma que poseía la anciana, y las pertenencias que cargaban.

Lee asumía que la culpa había sido suya (o al menos eso creía)

Sus pertenencias permanecian prácticamente intactas, no se habían llevado más que los ungüentos medicinales que Tenten cargaba consigo. El problema había sido que la anciana se había visto obligada a forcejear con uno de los ladrones cuando el adolescente de cejas pobladas fue paralizado por algún tipo de jutsu, sus compañeros y sensei llegaron tarde, la anciana se encontraba en el lago, pataleando.

—¡Y tú muchacho! ¡Eres una vergüenza! —había sido cubierta por una manta, se encontraban aún en el mismo lugar, siendo víctimas de aquella mujer que sólo se había encargado de subestimarlos desde que partieron de su aldea— ¡Un ninja que solo puede usar taijutsu! Bah, estupideces, no llegarás a nada en la vida muchacho.

—¿Quién diablos se cree usted para decir eso? —exclamó Tenten, dando un paso hacia delante, llamando la atención de su sensei quién parecía haber estado ausente desde aquél ataque— ¡Lee es un gran ninja!

—¿Cómo te atreves niñita? —parecía indignada.

—No me quedaré con la boca cerrada mientras denigra a mi amigo —los ojos chocolate contemplaron al susodicho—. Sus pertenencias están sanas y salvas, no hemos fallado en la misión, él no ha fallado.

—¡Ja! Mocosa. Disculpate.

—¿Disculparme?

—Señora —la voz tranquila de Gai sorprendió a sus alumnos, ¿aquel tipo efusivo podía actuar de forma madura?—. Ninguno de mis alumnos debe disculparse, la única que debe hacer eso es usted. No ha parado de agredirlos desde que partimos, y no dejaré que lo siga haciendo.

—¡Yo estoy pagando por su servicio! Los trataré como se me da la gana.

—Quedese con su dinero —los tres observaron a su maestro con asombro, ¡los estaba defendiendo! —. Pido cortésmente que se disculpe con todos, especialmente a Lee.

La mujer permaneció en silencio, con el rostro rojo de la irá. Que muchachos más maleducados, pensó, pero desde luego que su edad no le permitiría llegar a la frontera sola con tantos ladrones vagando por el territorio.

—Lo...lo siento —murmuró, Gai sonrió como si nada hubiera pasado, comenzando a caminar— ¡En marcha mis pupilos! ¡Que su llama de la juventud no se extinga!

Retomaron su camino, Neji se posó juntó él y colocó su mano sobre su hombro derecho, Lee no supo como interpretarlo, pero al ver la sonrisa de la castaña que se asomaba desde el otro lado, supo que es lo que quería decir: eran un equipo y se apoyarían.

Una sensación de grandeza lo invadió, volarían alto, muy alto; aunque cayeran, volverían a intentarlo. Pero siempre juntos.