Capitulo: 1

Descargo de Responsabilidad: queonda y ooOO-TheCrazyPixieGirl-OOoo no somos dueñas de Dragon Ball/Z/GT ni ninguno de sus personajes, esta historia fue totalmente creada para el entretenimiento de los fans de Dragon Ball y sin ánimos de lucro por ello. Por lo tanto Dragon Ball pertenece única y exclusivamente a Akira Toriyama y a Toei Animation.

Advertencia: Esta historia esta clasificada M por futuros lemmons y quizás unas escenas gore más adelante y demás. Ya fueron advertidos.

Disfruten: Queonda & PixieGirl


En medio del espacio, una gran e imponente nave explosionaba parte por parte. Mientras muchas naves de escape salían de ahí casi ilesas, otras se atascaban entre el desastre provocado en ese gran lugar. Aunque todo explotaba, muchos dispositivos de un tamaño importante no dejaban de disparar granadas aéreas y explosivos hacia la única nave que se alejaba a toda velocidad. Tenía la marca "F" de los reyes, lo que quería decir que esa nave pertenecía al que gobernaba la nave. Pero no necesariamente viajaba el gobernador en esa navecilla. Tenía forma circular, y un vidrio rojo permitía ver el espacio exterior desde adentro, pero no se podía ver nada de afuera hacia adentro.

Las armas que sobresalían de la gran nave no tardaron en explotar por los aires, dejando flotando sus partes por todo el espacio. La nave se alejaba, y, dentro del lugar que había explotado, un hombre no dejaba de gritarles a sus súbditos y trabajadores que hiciesen algo para evitar el escape, aunque ya era demasiado tarde. Entonces, gritando con toda su furia le dijo a un ayudante que ordenara captura universal del prisionero que había escapado de esa prisión espacial. Momentos más tarde la nave colapsó, y todos los integrantes del lugar murieron junto a la nave.

Muchos sayajins estaban habitando esa nave, pero a él no le importó. Todos eran su enemigo, nadie lo quería ver vivo, al igual que él los quería ver muertos a todos ellos. Sabía que pocos habían quedado vivos, calculaba que sólo cinco sayajins o unos cuantos más habían logrado escapar de esa explosión.

Dentro de la nave con la "F" marcada en un extremo, un hombre alto y fornido se acomodaba en su asiento afelpado. Colocó sus manos detrás de su cuello y cerró los ojos. Muchas cosas le estaban pasando, y se sentía explotar al igual que la prisión. Aunque al fin estaba a salvo, sabía que su enemigo mandaría una orden de captura para atraparlo. No había forma posible de estar libre, pero sí podía esconderse. Ya lo había hecho durante los últimos años, y así le iba. Pero sabía que esta vez podría burlar a las autoridades espaciales.

Aunque parecía como si todo le saliera mal, le encantaba lo que hacía. Jamás se hartaría de hacer lo que le gustaba, y ésta era una de sus cosas favoritas. Él era conocido por ser el ladrón profesional que todos odiaban y que muchos adoraban. Nadie podía atraparlo, y las autoridades universales lo consideraban un "enemigo publico peligroso". En muchos lugares se lo consideraba un asesino serial, en otros era alabado, pero a la vez, temido. Era rápido, fuerte y, sobre todo, silencioso. Las autoridades no sabían cómo atraparlo, no se les ocurría por dónde buscar y, cada vez que tenían la oportunidad de encontrarlo, él prácticamente se les escapaba de las manos.

Pero había algo que a ellos se les escapaba. Nadie, absolutamente nadie, sabía su verdadero nombre. Sólo una persona lo sabía, y ese era su hermano del alma, su compadre del crimen, Vegeta. Pero, además de él, nadie lo sabía. Sus enemigos lo conocían como "Clyde".

Ése era un apodo que se había ganado en la cárcel de la sexta Galaxia. Sus compañeros de cárcel lo llamaban así porque, supuestamente, tenía cara de llevar ese nombre en su sangre. Esa fue la última vez en la cual había estado en una cárcel de mínima seguridad. Ahora tenía una racha de venir acumulando pedidos de captura en cada galaxia que visitaba. Y todos esos pedidos tenían su motivo, y cada una de ellas era peor que la anterior.

Tenía pedidos de captura y/o de asesinato por robar el banco más importante del universo, por intento de asesinato al rey de un planeta importante, por tomar como rehenes a más de mil personas, por tener amoríos con las princesas de otros planetas -aunque no había amor en esas relaciones-, por golpear a un muy importante funcionario público, por matar al gobernador de la Galaxia del sur, y por cargos de robo a más de tres mil bancos y negocios ilegales en todo el gran universo conocido.

Todos lo tildaban de asesino, después de haber matado al gobernador de la galaxia del sur. Pero nadie sabía la realidad de lo que había pasado en ese día. Él no era un asesino, y jamás le había gustado matar gente. Todo ese día había sido un accidente, desde el robo hasta la onda de energía que había acabado con una muy importante vida. Pero, por alguna razón, ese día cambió la perspectiva del mundo para él. Se podría decir que eso fue algo que lo convirtió en lo que era ahora. Aunque en realidad había una razón mayor, pero no le gustaba recordarlo. Ese asunto era familiar.

Jamás se había quejado de ser un sayajin, es más, saber eso lo hacía sentir poderoso, pero su padre jamás le había dejado ser lo que quería ser, ser un hombre libre. Antes siempre había sido un chico bueno, jamás se peleaba con nadie, obedecía todas las órdenes como si estuviera en la armada espacial. Hasta tenía una beca asegurada para entrar a sus 15 años -esa era la edad en la cual se convertían en adultos los sayajines- en la armada espacial de Freezer. Pero los límites frenaban cada cosa que quería hacer. Siempre había tenido un impulso que no lo dejaba quieto en ningún momento del día, y solía hacer desastres sin quererlo. Cada vez que eso pasaba, su padre lo reprendía duramente y solía ponerlo en su lugar con golpes fuertes. Eso había comenzado a forjar una personalidad dura en él.

Luego de tantas órdenes que recibía de su padre, no pudo aguantar más, y a los quince, un día antes de entrar en la armada, se había escapado de su casa, decidiendo que desde ese día viviría como él quería vivir, sin leyes ni órdenes que lo marcaran.

Lamentablemente, a muchas personas no les gustó eso. Comenzó a ganarse mala fama cuando buscaba formas de "supervivencia". Por errores cometidos en su juventud, terminó entrando en la cárcel por su primera vez. Esa fue la última vez que vio a su padre, decepcionado y hasta avergonzado de que ese fuera su hijo. Cegado por el odio, el joven de sólo quince años utilizó a su padre para poder escaparse de ese lugar. Luego sólo lo miró, y salió corriendo.

Aún recordaba la última mirada que le había dado a su padre antes de irse. Él lo miró con pena, en cambio su padre lo miró con desdén y odio.

-Eres una vergüenza-le había dicho su padre ese último día -ojalá fueses como tu hermano.

Nunca más lo volvió a ver, pero consideraba que no era necesario tener a un padre. Prefería estar solo, sin ataduras ni contratos que lo unieran a algo y que le limitaran sus acciones.

Desde ese entonces había saqueado lugares para vivir. Eso lo emocionaba y divertía, no tanto como luchar contra alguien más fuerte, pero aún así le encantaba. Ahora que había asesinado al enemigo que lo había estado rastreando por años, ya se sentía libre. Pero aún así sabía que lo seguían buscando a muerte. Pero no había nadie capaz de detenerlo, su fuerza era increíble, y su sadismo era aún mayor. Con sólo mirar a alguien, esa persona ya se desmayaba. Era terrible, y no había lugar en donde no le temieran.

Exhaló fuertemente, y se deslizó por su silla. Tenía que buscar un nuevo sitio para esconderse, pero ya no había lugar en el cual no lo reconocieran. Su peinado era característico, pero no se lo cambiaría. Esa era su identidad y, cada vez que alguien reconocía ese cabello despeinado, temblaba. Eso le encantaba. Era más fácil que entregaran lo que tenían, y parecía como si las mujeres lo amaran más por cómo se comportaba.

Pero a él ninguna de ellas le interesaba. Todas eran terriblemente histéricas, y decían poder soportar la actitud del joven. En sólo cinco minutos, el sayan las mandaba a contar estrellas. Ninguna era lo suficientemente buena como para él. Estaba seguro de que no había mujer que pudiese atraer su atención, en ningún lugar del universo. Ninguna tenía... eso que él buscaba. Ninguna era fuerte, lista, rápida y sobre todo linda, como para poder centrar todos sus pensamientos en esa persona. Además, no quería estar atado a nada, por eso aborrecía las parejas y, sobre todo, los casamientos. Jamás estaría con nadie, y moriría soltero, como se lo había prometido.

Miraba las estrellas y sus ojos se iluminaban. Ese cielo oscuro le había dado energías para seguir adelante, y había cautivado su atención, siendo el único límite entre él y sus osadías que lograba una tras otra cada día. Cada cosa que hacía, la hacía con el sentimiento de que ya no había nadie que pudiese controlarlo, ni siquiera su padre. Y las estrellas eran la prueba de eso, ellas eran las únicas que entendían todo lo que pasaba por la mente del sayan y las que guardaban los secretos más profundos que él no se atrevía a pronunciar.

Enrolló su cola en su cintura y cerró sus ojos. Al fin tenía tiempo para descansar, y dormir un buen rato. Hacía mucho tiempo que no dormía bien. Empezó a relajarse, sintiendo su cuerpo flotar y moverse a través del espacio exterior.

De pronto, un sonido rayado retumbó en su cabeza. El saiyan abrió los ojos irritado, apretando sus dientes. Su cola se erizó y él dio un saltito de su silla. Su rastreador comenzó a recibir señales confusas, rayadas, que lo estaban dejando sordo. Había muchas interferencias, y el sonido se escuchaba rayado. Entonces, escuchó una voz. Apenas la oyó, suspiró resignado.

-Hey, Kakarotto- le decía- habla Vegeta

-ya lo sé, imbécil. ¿Qué quieres?

-Seguro que tú estabas pensando..

-No te importa lo que yo estaba pensando-le respondió Kakarotto fastidiado

-Como sea. Encontré un lugar en el cual aún no nos conocen.

Eso a Kakarotto le sonaba como algo imposible. Él creía haber visto todo, haber visitado todos los lugares, haber saqueado todas las galaxias. Era casi imposible que se le hubiera escapado un lugar. Él tenía el mapa del universo conocido y el desconocido también, había pasado por los lugares más recónditos del universo, hasta saqueó los lugares más pequeños. Por lo tanto, lo que le estaba diciendo Vegeta sonaba como una locura.

-¿Dónde?

-La Tierra. Está ubicado en la Vía Láctea, y es el tercer planeta del sistema solar. Nadie lo conocía, al parecer sus habitantes son muy débiles e idiotas, no se han desarrollado lo suficiente como para conocer más del universo.

-¿Y cómo sabes que no nos van a encontrar?

-Digamos que es una corazonada. Ahora te envío las coordenadas. Intenta no llamar tanto la atención. Iré en unas semanas, espero que cuando llegue no te hayan encontrado. Si eso pasa, yo mismo te patearé el trasero tan fuerte que irás a visitar a Freezer en el infierno

-Ya, no te agites.- se escuchó un gruñido y se cortó la transmisión. Kakarotto marcó las coordenadas en el panel de control, y automáticamente la nave cambió de dirección.

La Tierra sonaba como un lugar aburrido. Sin mucha tecnología, personas inútiles. Seguro que eran todos feos, con colores de piel roja o azul. O verde, tal vez se llamaba La Tierra porque tenía personas verdes, o tal vez eran plantas. Genial, un mundo de verduras, todo para vegetarianos. Seguro se aburriría. Pero aún así sentía la emoción de llegar a un lugar nuevo, sin descubrir, siendo él, el primero de toda la galaxia en conocer ese lugar.

Hasta ya estaba haciendo planes. Saquearía y mataría a todos los que se pusieran en su camino. Sería fácil, hasta tenía planeado quedarse con ese planeta, si eran tan débiles, no le sería un problema.

Le dio un último ajuste a las coordenadas, y reajustó su rastreador. Una sonrisa se formó en su rostro, sentía una emoción que hace mucho que no tenía, era como si algo especial e importante fuera a pasar, aunque no sabía qué era.

Pero debía pensar un nombre nuevo. No permitiría que nadie supiera su verdadero nombre, y tampoco quería que lo llamaran "Clyde". Eso era insoportable. Debía ser algo que tuviese que ver con él. Mirando el espacio comenzó a pensar nombres, no quería nada idiota, pero tampoco algo demasiado serio. Algo que quedara con su propio ser.

Entonces, una serie de palabras se acomodó en su mente. Mirando el cielo, una idea le llegó de pronto. No sabía por qué, pero el nombre "Goku" llegó a él de la nada. Aunque sabía que ese ordenamiento de palabras quería decir "sobre el cielo". Eso era perfecto para él.

Cerró los ojos y se relajó contra su sillón afelpado. La nave continuaba avanzando a velocidades casi incalculables por el espacio, entrando en la Vía Láctea, y acercándose cada vez más al Sistema Solar. El saiyan no pudo evitar sonreír con sorna.

-Tierra- pronunció Kakarotto- aquí voy.

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¿Alguna vez has tenido un oscuro secreto? Un secreto del cuál ni siquiera compartirías con tigo misma… son muy pocos los que llegan a tener uno, y lamentablemente, yo me encuentro en esa minoría. Para mí, el día y la noche son simples esperpentos relacionados siempre con el bien y el mal… y entre ellos, hay una diferencia prácticamente nula, al menos en mis ojos.

Se podría decir que todo el mundo a lo largo de los años elije su lugar.

Siempre un lugar.

El bien o el mal… El ying o el yang. El día o la noche. El cielo o el infierno …

La vida o la muerte …

Yo simplemente puedo reírme ante eso, pero seria una hipócrita. Todas esas sonrisas falsas mal disimuladas, las continuas fiestas por el mero hecho de que el bien triunfo sobre el mal… un clásico, o mejor dicho, todo un cliché. Pero a diferencia de la gran mayoría de personas, yo nunca celebre eso, yo me limite a regalarle a todo el mundo una sonrisa fingida, sobre todo a mi familia… bueno, al menos lo que queda de ella… claro que ellos ya eligieron su lugar, ellos eligieron el bien, ellos eligieron el ying, también eligieron el día sobre la noche, por no olvidar el cielo y la vida… la verdad es que esto no me disgusta en absoluto… ¿es extraño?

Los primeros y potentes rayos ultravioletas del sol comenzaron a asomarse por las laderas de la montaña Fry, calentando el ambiente en pocos minutos y eliminando cualquier rastro de la frescura de la noche anterior. Unos pocos habitantes del poblado de Guynamao, comenzaron como siempre con su rutina mañanera, cegando los verdes campos y plantando previamente nuevas semillas para la próxima temporada. Todo el ambiente era enfermizamente pacifico, los niños ayudaban a los mayores con la cosecha, estos se los agradecían con enorme gratitud… en resumen, todos tenían buenas y puras intenciones. Es de suponer que ese extraño comportamiento entre las personas se debía a que el poblado se encontraba bien apartado de cualquier ostentosa cuidad que pudiera llegar a influenciar a sus habitantes con la codicia y las ansias de poder.

Antes de que los rayos del sol entrasen por su ventana, una joven Chichi ya estaba en pie, mirándose en el espejo de su tocador con el ceño ligeramente fruncido, su pelo largo de color azabache brillaba con fuerza mientras esta intentaba peinarlo inútilmente para quitarle sus nudos. Debido a su arduo trabajo en el campo que comienza con el crepúsculo mañanero y finaliza con la puesta de sol, su pelo que antes estaba echo de seda fina y terciopelo, ahora parecía estropajo bajo sus suaves manos. Ella desistió en su vano intento rutinario y decidió atarlo en una cola de caballo baja como siempre hacia, dejando que su flequillo le cubriese la frente y dos mechones libres de pelo a los lados de su cara por delante de sus orejas. Rápidamente se despojó de su fino camisón blanco y se enfundó en su sencillo traje de combatiente firma china, este era de color azul marino con una faja-cinturón roja alrededor de su estrecha cintura, a pesar de que el vestido se veía increíblemente sencillo, este se aferraba fielmente a su voluptuosa figura juvenil. Chichi se colocó rápidamente unas cómodas zapatillas rojas mientras salía como un rayo hacia el cuarto de baño para lavarse la cara y prepararse para un nuevo día, hoy, al igual que el resto de los días, iba a tener una larga jornada de trabajo en el campo.

Ella tomó una bocanada de aire antes de sumergir su cara en el agua helada del lavamanos un par de segundos.

-bueno, ahora si que estoy bien despierta- se dijo a si misma mientras se secaba la cara con una toalla. Lamentablemente, el día no disponía de suficientes horas para la joven fémina, así que no habría ninguna ducha matutina para quitarse el sudor del día anterior. Chichi se dirigió hacia la cocina con la intención de preparar un abundante desayuno para su familia.

Ella comenzó a vaciar la despensa mientras sacaba la leche, los cereales, media docena de huevos, masa de tortitas, miel y, como no, tocino. Chichi se puso manos a la obra de manera completamente motriz. Cuando cocinaba, se dejaba llevar totalmente por sus magníficos instintos culinarios, y dejaba que sus manos trabajasen por si solas de manera conjunta.

Por fuera, todo el que conocía a la encantadora Chichi, y cuando preguntaban por ella, siempre respondían lo mismo: que ella era una chica educada, inteligente, amable, bondadosa, responsable y muy trabajadora. Por supuesto, la chica estaba segura que solo decían eso por que ella era la princesa de ese pequeño poblado alejado de la mano de Kamisama. Claro que antes esto no era un pequeño poblado. Todavía recordaba claramente que lo que ahora son sencillas chozas de campesinos, antes eran lindas y acomodadas casas de gente un poco mas culta. Pero en sus doce años, un fuego mágico redució su querido reino a cenizas, y ahora, esto no era ni la sombra de lo que llegó a ser en tiempos pasados.

Chichi en esos momentos estaba, en pocas palabras, completamente harta de su vida. Todo era siempre lo mismo, jornadas de duro trabajo de 12 horas seguidas, dormir tan solo seis horas como máximo… solo había una cosa que le agradaba de su vida, y esa eran las artes marciales.

Desde su más tierna juventud, ella fue estrictamente criada para ser una princesa guerrera, y así algún día poder sacar a su gente adelante junto con sus hermanos. Pero todos sus planes de una vida muy interesante como princesa fueron cruelmente arruinados, y ella ahora estaba atada a una muy aburrida vida de campesina. Lo único bueno que había en su vida, eran las seis horas de lucha que tenia todos los días, esa era su única vía de escape de todas sus increíbles frustraciones.

Siempre que miraba hacia el firmamento celeste, una gran envidia le hacia estragos por dentro, al ver como algunos pájaros y unos pocos dinosaurios volaban libremente dejándose llevar por sus instintos y deseos de libertad. Lo único que podía hacer Chichi era bajar la cabeza y centrarse en el suelo marrón que pisaban sus pies, solo para volver a poner los pies en la tierra, y encontrarse con la cruda realidad de que ésta era su vida y no podía hacer nada para cambiarla. Ella estaba completamente harta de todo, no le gustaba para nada lo que vivía, y sentía que si continuaba así durante más tiempo, ella misma daría fin con su propia existencia sabiendo su destino.

Si ella decidía acabar con su vida por decisión propia, según su religión, iría directamente al infierno, seguro que la vida allí seria más interesante, pensó la pelinegra con infinito sarcasmo mientras colocaba los platos rebosantes de comida sobre la mesa.

-¡EL DESAYUNO YA ESTA LISTO!- gritó por encima de sus pulmones, solo para despertar a sus hermanos, ya que estaba segura de que su padre se había levantado unas horas antes, como siempre hacia, para comenzar con sus cultivos bien temprano. Apresurados pasos comenzaron a retumbar por las escaleras, mientras segundos después, sus hermanos mayores se agolparon para entrar primero en la cocina.

-mhhh, huele delicioso hermanita- felicitó el mayor.

-gracias Yamcha- respondió Chichi mientras se sentaba a su derecha, y su otro hermano ocupaba su lugar de siempre en el otro extremo de la mesa rectangular.

Yamcha comía casi a la velocidad de la luz, hoy no iba a trabajar en el campo ni iba a entrenar con el maestro Roshi, en lugar de eso, el viajaría temprano hacia ciudad Satan para tener una cita con su nueva novia, Bulma Brief, la hija del hombre mas rico de todo mundo y dueño de Corporación Capsula. Chichi conoció solo una vez a la exótica chica peliazul, ella en verdad era muy simpática, pero a la vez tenían personalidades muy opuestas, pero eso no quería decir que no se llevasen bien. Simplemente no se conocían demasiado entre ellas y eso quería decir no eran amigas intimas.

-Yamcha, te vas a atragantar- dijo su otro hermano Krilin. Yamacha estaba a punto de hablar para responderle algo de mal gusto, pero en el momento en el que abrió la boca, sus palabras se le atoraron en la garganta, al igual que su comida, y comenzó a toser violentamente. Chichi rodó los ojos con exasperación mientras se levantaba de su silla e iba a ayudar a su tonto hermano, al cual su cara estaba empezando a tomar un antinatural color azul que pasaba lentamente al morado. Chichi le dio una fuerte palmada en la espalda y este escupió mecánicamente su comida, que se "disparó" justo en la cara de su hermano mediano.

-jajajaja- las lágrimas comenzaron a acumulase en los ojos de la joven chica, mientras veía como la cara de su otro hermano se iba volviendo roja poco a poco, pero de la ira.

-¡no tiene gracia Chichi!- le reprendió Krilin mientras se sacaba la comida procesada de la cara con una servilleta.

-¡sí que la tiene!- le rebatió sacándole la lengua infantilmente, como la típica hermana pequeña que vivía solo para fastidiar a sus hermanos mayores.

Una vez que ya terminaron de desayunar por fin, Yamcha desapareció por la puerta principal mientras llevaba consigo un ramo de rosas y su cápsula que contenía su aeronave. Chichi, con la ayuda de Krilin, llevó todos los platos a la pila de mármol donde se lavaban y procedió a enjabonarlos y aclararlos, mientras su hermano los secaba y los guardaba en su lugar.

-¿vas a entrenar sola hoy?- le preguntó Krilin mirándola de reojo y guardaba el último plato. Chichi asintió mientras se secaba las manos.

-si, pero solo voy a entrenar un rato en el bosque… quiero practicar todos mis ataques, ¿Cómo va tu entrenamiento con el maestro Roshi?- le preguntó cambiando completamente de tema. Krilin se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

-supongo que bien, ahora mismo el maestro Roshi esta intentando enseñarnos a mi, Tien Shin Han y a Yamcha la onda Kamehameha, pero todavía no la tenemos dominada, es muy complicada- dijo con el ceño fruncido, al recordar como ninguno había conseguido ni siquiera decir la palabra "Kamehameha" sin que una onda de energía les estallase en la cara, Chichi asintió con un brillo extraño en sus ojos.

-Krilin cuando la domines…

-si, te enseñaré a utilizarla- la cortó Krilin con una sonrisa conociendo perfectamente a su hermana pequeña. Chichi asintió contenta mientras ella también salía de la casa.

-¡Gracias Krilin! ¡Nos vemos mas tarde!- se despidió fingiendo completa felicidad, aunque en realidad ella era un poco feliz ante las expectativas de poder aprender dentro de poco tiempo un nuevo ataque… pero eso no cambiaría en nada su monótona vida de campesina siempre se esforzó por aparentar ser feliz delante de su familia, simplemente no quería preocuparlos con sus tonterías de ansiar una vida más interesante.

Chichi se internó en el bosque sin preocupaciones mientras buscaba su claro favorito rodeado de montañas y cubierto de flores silvestres.

Ese claro se encontraba a unos diez quilómetros de su poblado, y para la atractiva joven de pelo azabache estaba a solo un tiro de piedra. La fémina se quitó sus zapatillas rojas y hundió los pies en la tierra, le encantaba sentir el pulso de la madre naturaleza bajo sus pies descalzos. Ella sostuvo sus zapatillas en las manos, y comenzó a correr en medio del bosque esquivando árboles, saltando troncos caídos y pequeños riachuelos hasta que sus pies se movían por voluntad propia. Se sentía muy ligera. Aceleró el ritmo sintiéndose libre de todas las ataduras durante unos minutos, mientras su vestido se balanceaba de un lado a otro con el viento que se formaba gracias a la velocidad con la que corría.

Unos minutos después llegó al hermoso claro, y tiro sus zapatillas al suelo mientras se acostaba a su lado y ponía sus manos detrás de su cabeza, su desarrollado pecho subía y bajaba rápidamente mientras intentaba llenar sus pulmones con el aire limpio de las montañas. Sus onix negros brillaban con luz propia al mirar el cielo celeste plagado de esponjosas y blancas nubes mientras los pájaros y criaturas voladoras de todo tipo volaban sobre ella en círculos y haciendo piruetas en el aire como si se quisiesen burlar de ella. Una risa melodiosa escapo de sus labios de fresa, ella en esos momentos no los envidiaba para nada.

No sabía por qué, pero la joven chica humana se sentía libre como un pájaro en esos momentos. Ella presentía que algo importante iba a pasar, y las mariposas comenzaron a revolotear en su interior haciéndola sentir un poco incomoda y feliz. Su pelo atado en una cola de caballo, fue liberado de su confinamiento y se desplegó sobre el verde césped como si se tratase de tinta negra derramada, mientras su piel de porcelana blanca brillaba bajo los cálidos rayos del sol, y sus ojos estaban bien protegidos por sus espesas pestañas azabache.

Un suspiro escapó de sus labios ante las bajas expectativas de entrenamiento, normalmente ella aprovechaba días como estos para entrenar… pero hoy, por algún motivo, todo se sentía distinto. El césped era más suave y verde, el cielo era mas azul, las nubes mas blancas, y… Chichi entrecerró los ojos mientras intentaba fijar su vista en el cielo, en un punto específico del firmamento celeste.

Ahí había algo, al principio era sólo un extraño punto negro, pero con el paso de los segundos, ese punto fue creciendo mas y mas hasta convertirse en un extraño objeto que descendía a la tierra a velocidades alarmantes. Sus ojos se llenaron de curiosidad y emoción por descubrir que podía ser ese objeto tan extraño mientras su corazón golpeaba con fuerza en su caja torácica. Ella se levantó de un salto del suelo y comenzó a correr muy rápidamente hacia el mismo sentido por el cual descendía el objeto, dejando sus zapatillas rojas completamente olvidadas detrás. Por suerte, ella vio que esa "cosa" había caído justo detrás de una montaña, no muy lejos de su posición

Sin esperar un segundo mas, fue corriendo directamente hacia allí dejándose guiar por la estela de humo negro que había dejado el objeto. Su velocidad le permitió llegar en cuestión de minutos justo donde había tenido lugar la colisión y, cautelosamente, fue acercándose hacia el extraño objeto inspeccionándolo con cuidado.

Parecía una especie de nave espacial, o quizás se trataba de un satélite, no estaba segura. En todo caso, ella pudo ver que tenía pintada una letra "F" en su exterior, contrachapado con algún tipo de metal desconocido. Con un poco más confianza, se fue acercando más y más a la nave o cosa espacial, y vio que tenia una apertura. Su curiosidad sacó lo mejor de ella, y con cautela fue asomando su cabeza en el interior de la capsula espacial. Parecía que estaba perfectamente adaptada para que alguien viviese en su interior… pero allí no había absolutamente nadie. De repente, una profunda voz masculina sonó es su espalda y la joven chica humana dio un salto por el susto mientras se giraba hacia el.

-Valla, valla. Pero mira que tenemos aquí, una linda gatita curiosa ¿acaso no sabes el dicho sobre lo que les ocurre a las gatitas curiosas como tú?

Ho, solo espero que no se refiera al dicho "la curiosidad mató al gato" pensó la joven Chichi.


Y acá termina el primer capítulo. Esperamos que les haya gustado y si así fue, háganlo saber!
¡Mordiscos! Pixie girl y Queonda