Capitulo 1: un dia como cualquier otro

Así comienza mi día. Me levanto por la mañana, me visto, tomo mi desayuno y para completar, me dirijo a la escuela. Sí, escuela. Ese lugar que la mayoría odia, pero que por alguna extraña razón yo amo. Todo tiene que ver con una sola persona, con ese "alguien" cuyo nombre es Edward Cullen. Ese chico que tiene prácticamente a todas las mujeres del instituto revolucionadas. Pero si me preguntaras si lo amo… mentiría.

Después de estacionar mi auto me acerqué a la entrada del edificio de geometría, lista para pasar una hora aburriéndome con números. La geometría no era una de mis habilidades, no es que tuviera alguna, ni nada parecido. Solo lo hacía, porque era parte de un forzoso período de vida llamado Escuela.

Cuando ya estaba llegando a mi clase, pude verlo. Caminó por mi lado con ese paso singular y esos cabellos dorados, similares al sol, ondeando al viento. Podría decir que me quede casi petrificada con su belleza, literalmente. ¿Acaso hoy se veía más hermoso? Si tan solo me mirara, si pudiese aunque fuese, conseguir alguna acción de su parte dirigida a mí. Pero no, era imposible. El está enamorado de Tanya. Esa típica chica que hace que todos los chicos se mueran por hablar con ella y sonrían tan solo mirarla. Ella era tan insoportable…esbozaba una sonrisita engañosa de una forma tan irritante y siempre actuaba como una damisela en peligro, en especial ante los chicos, los cuales corrían en su ayuda diciendo tonterías como "pobre Tanya", "siempre le toca lo peor", "vamos, ayudémosla". Aunque lo peor para mí, era apreciar cuando Edward la ayudaba. Eso era prácticamente imposible de ver. En esos momentos sería capaz de darle un buen golpe a aquella tipa, de gritarle que alejase su hipócrita figura de él, y que no volviese nunca más a respirar su mismo aire. En realidad no tenía idea de el porqué de considerar a Edward como mío, mío y sólo mío. Yo lo amaba, sí, lo amaba con todo mi ser, sin siquiera haber compartido muchas frases con él. Separando las que son propiamente del instituto, como dudas en algún ejercicio o preguntar la fecha de un examen, claro está. Pero salvo de eso… nunca conseguí hablar con él como persona.

Justamente, y para desagrado mío, me di la vuelta en el pasillo cuando Tanya pasaba al lado de Edward. Ella obviamente lo ignoró, tan solo para hacerse la interesante, pero Edward no iba a permitir eso, claro que no… o eso era lo que yo pensaba.

-Tanya, espera.- Gritó Edward por encima del bullicio de los pasillos. Escucho su voz, diciendo aquel nombre que no es el mío, veo su figura acercándose a alguien que no soy yo. Y algo en mi interior, parecía resquebrajarse.- ¿Necesitas que te ayude con los ejercicios de geometría?

-¡Oh, Edward, no te vi! Claro que necesito ayuda.-Dijo la chica, con una de sus típicas sonrisitas, mientras Edward le pasa la mano por los cabellos y le devuelve la sonrisa, de forma amistosa. ¡Qué encantador podía ser cuando ponía esas expresiones! Era lamentable que las dedicara a alguien tan poca cosa como ella.

Y ahí no terminaba la escenita. Que bien. Justo lo que necesitaba para comenzar el día.

Me senté en mi puesto habitual junto con Angela, mi mejor amiga. Esa que siempre estaba ahí para escuchar mis ataques de depresión, o mejor dicho, arranques de celos contra Tanya, y mis frustraciones con Edward. Ella se dio cuenta de inmediato tan solo de ver mi cara de odio y chasqueó la lengua.

-Ay dios, Bella, controla esos celos.-Me dijo Angela divertida, pero en el fondo sabia que lo sentía interiormente.

-Ni que lo digas Angela. A veces me dan ganas de pegarle a Tanya… es tan… tan…- Intenté sacar la palabra, pero me fue imposible encontrar algún término que pudiese definir a esa persona tan insoportable para mi, aunque la verdad no tenia derecho a hablar mal de ella, ni la conocía.

-No te preocupes Bella, estoy segura que Edward será tuyo, muy pronto.- Y ahí iba Angela de nuevo con sus premoniciones absurdas. ¿Qué acaso no se daba cuenta que yo no era lo suficientemente buena para él? ¿Qué tenía yo de genialque Tanya no tuviera?…él la amaba y no había nada que pudiese hacer contra eso. Yo no lo merecía. El era bueno en todo. Materias, deportes, actividades manuales, mecánicas y… Bueno, para que digo lo perfecto que era. Casi como alguien imposible.

- No soy lo adecuadamente buena para él, Angela. No lo merezco.- Dije con la voz quebrada, tratando de ahogar un sollozo.

-¿Y tu te crees que esa estúpida con uñas postizas lo merece? –Murmuró Angela, mientras estallábamos en risas. Quizás no todo era tan malo si tenías una amiga que te apoyaba.

Y así, terminó la larga e interminable clase de Geometría. La mañana transcurrió de forma lenta hasta que llegó la hora del almuerzo. Y claro, ahí estaba él una vez más, en su puesto habitual junto a su familia. La familia Cullen ,que era conformada por Emmett, Rosalie, Alice, Jasper y Edward. Al menos, Tanya no estaba incluida en esa mesa. No todavía.

Repentinamente, lo miré por sobre mi hombro y descubrí que él me miraba. Sí, me miraba, pero no de la forma en que miraba a Tanya, era de una manera diferente. Con algo parecido a la tristeza y frustración en sus pupilas. Y de hecho, sus ojos…eran tan hipnotizantes, de un color dorado intenso. Eran tan expresivos que podía jurar que veía su alma.

-Hey, Bella. Cullen te mira.-Me susurró Jessica, con gran curiosidad de saber el porqué. Yo simplemente me encogí de hombros y escondí la cara entre mis cabellos, tratando de ocultar mi rubor, que cada vez se extendía más conforme mis amigas comenzaban a reírse de mi rostro tan… expresivo.

-Ya, dejen a Bella tranquila de una vez.- dijo Angela, tratando en vano de no reírse y ayudarme, aunque se esforzaba mucho intentándolo. Lo admito, soy terrible con las miradas, y todo lo que se asemeje a ello. Solo quería que ese momento pasara rápido… y a la vez no. No porque por primera vez, tenía sus ojos observándome solo a mí.

Después de almuerzo me encaminé a mis últimas clases de la jornada. Al fin podría descansar de este frustrante día, y olvidarme de todo lo malo que había acontecido. Mientras salía en busca de mi monovolumen tropecé con algo, aunque no pude precisar con claridad de que se trataba. Ay, dios, Bella ¿Acaso no puedes pasar un día sin tropezar?. Me recriminé mentalmente a mí misma. Intenté de levantarme y ver que cosa había sido la responsable de mi caída, pero me quede paralizada al ver quién venía. Era él. Edward caminaba en mi dirección, expresando en su rostro algún tipo de señal que me indicaba ayuda, o algo por el estilo. Traté de levantarme para que no me ofreciera su ayuda. No necesitaba de su lástima, eso si que no. Ya tenía suficiente con lo todo lo ocurría a mi alrededor por su culpa, aunque algo en mí me decía que no fuese tan obstinada, y me dejase auxiliar por él.

Al comenzar a incorporarme y darme cuenta de que había tropezado con las piedras del bordillo volví a tropezar de puros nervios y no alcancé a incorporarme de nuevo antes de que llegara Edward.

-Bella, espera, te ayudaré.- Dijo Edward y sentí que mi nombre se derretía entre sus labios. Dios, sonaba tan bien con su dulce y aterciopelada voz. Él me sostuvo y me levantó en menos de cinco segundos. Sostuvo mi mochila y me la tendió.

-Gracias.- Dije secamente mientras trataba de controlar el rubor que se extendía por mi cara. ¿Es que no podía ser menos obvia? Parecía que no.

-No hay de qué. Si quieres te acompaño al auto.- Dijo Edward con cara de preocupación, pero yo negué con la cabeza y caminé rápidamente de allí, rogando para que no me siguiera. Una parte de mí quería que viniera, y la otra me decía que sería horriblemente vergonzoso si lo hacía. Pero obviamente, y por más especulaciones que hiciese, él no me siguió.