Pareja: Apolo/Artemisa
Advertencia: Ninguna
Genero: Romance, drama.


Me ha dicho la Luna

Ella tal vez no era una mujer común.

El hecho de no ser común, la hacía distinta a las demás. En primer lugar, ella no era la mujer más adorada del mundo. No poseía la gracia de Afrodita, ni la belleza de ésta vanidosa.

El deseo de Athena por la guerra que defendía la paz y la justicia, la tenía sin cuidado. En segundo lugar, ella no jugaba ahí ningún papel, y tampoco quiso hacerlo. La paz y la justicia? Eso debía tener importancia en un mundo paralelo al suyo. En éste, la paz y la justicia se la daba ella misma.

Y en tercer lugar, ella era la Diosa Artemis.

Sus ojos azules destellaron como absorbiendo los rayos de luna. Qué malestar recordar a su pariente, tan entregada al hombre que amaba. Cómo podría una Diosa caer tan bajo...! amar a un simple mortal. Ridículo!

Tan cierto como que manipula la luna a voluntad, en secreto respetó desde siempre el profundo sentimiento que es el amor.

Ella se inclinó un poco para ver su rostro reflejado en el espejo de agua. Algunos mechones de cabello rubio se mojaron en las puntas, al tiempo que sus ojos se entrecerraban en un gesto lastimero. Qué dolor!

Por qué no podía admitirlo a su propio reflejo? Realmente su mirada era capaz de inspirar tanto miedo, y provocar que el dolor en su interior aumentara?

No podía, ella quiso hacerlo pero no podía. Las palabras simplemente no se formaban en su garganta, pero sin embargo Artemis movió los labios, al principio podría parecer que temblaban descontrolados, pero ella realmente estaba formando las palabras.

La visión del lago rodeado de la noche y un bosque frondoso quedó distorsionada. Un par de lágrimas cayeron apresuradas, deslizándose hacía su barbilla para salpicar con un sonido ligero en el agua.

"Tontería." Dijo, a penas podía escucharse ella misma tratando de ignorar los gritos de su interior que le ensordecían. Se puso de pie, por más de una hora había estado de cuclillas cuestionándose patéticamente la misma pregunta.

Con una mano secó el rastro dejado por sus lagrimas, apenas eran visibles en su blanca y tersa piel perfectamente semejante a la luna.

Diosa de la luna? Después de todo, ella parecía ser todo menos lo que su título indicaba. Si su madre hubiese sido honesta, la habría nombrado Diosa del orgullo y la soledad.

Supo que no era su rostro lo que le hizo estremecer en el lago que iba dejando atrás paso a paso. Caminando con cuidado, esquivando cada raíz en su camino. Lo que le aterró en su reflejo, fue la clara visión de su más profundo deseo. Ella vio en su interior encontrando en él lo que más temía. ¿Realmente ella... podía ser que...?

Un hermoso orden armonioso de sonidos llamó su atención. Era música.

Y como más de una vez opinó en secreto. Ese artista no tenía comparación con la flauta de Orfeo.

La gracia, la dedicación y perfección con la que era producido cada sonido en la lira. Todo, realmente todo la hechizaba. Pero como todas las veces anteriores, ella no haría saber su critica. Nunca.

Sus cejas finamente dibujadas en la oscuridad se contrajeron en un choque poderoso. El rostro furioso y ardiente de Artemis era visible a pesar de la supuesta oscuridad, que era mágicamente usurpada por el brillo digno de una deidad.

Siguió el arte a través del bosque. Ignorando cualquier cosa, sus ojos situados en la figura que no veía pero sabía bien estaría a las siguientes tres zancadas.

Y cuando ella apartó con una mano la última rama impertinente frente a ella, lo encontró.

Apolo extendía su cuerpo escultural cubierto por una fina túnica sobre una roca que parecía haber sido diseñada para él. Una pierna flexionada le hacía mantener el equilibrio, y con las manos acariciaba cada cuerda de su amante la lira.

Las flores alrededor de la roca lo adoraban, regalándole sus colores y mejores brotes. Para él, solo para el hombre de belleza radiante.

Artemis se aproximó, su rostro severo se clavaba en el de su hermano. Él con seguridad sabía de su presencia, pero lo obviaba manteniendo el semblante sereno, adornando sus párpados cerrados con largas pestañas.

El cabello de Apolo bailaba como por obra de una brisa inexistente. Y todo elemento, toda esencia y Artemis tuvo que haber estado de acuerdo en que ésta noche no era belleza lo que irradiaba Apolo. Eso tenía nombre, era paz.

Un arco apareció de la nada, reposando sumiso sobre las manos de la Diosa. Ella tensó la flecha en él, apuntando mientras su hermano menor asemejaba un dócil cordero, inocente, fácil cacería.

No iba a esperar una reacción, soltó la flecha dorada. Como un rayo de oro el objeto viajo sin dudar hacía el objetivo bien identificado.

El filo cortó fácilmente varias cuerdas de la lira, arruinándola. Le flecha terminó rozando el cabello rojizo de Apolo y tembló enterrándose en el tronco de un árbol desafortunado.

Apolo abrió los párpados con tranquilidad. Abiertos, pero no completamente. Nunca mostraba en su totalidad el tesoro de esos dos ojos azules, brillantes. Idénticos a los suyos.

Artemis lo desafiaba devolviéndole la mirada, aún en la posición adoptada para apuntar, relajó sus extremidades. "Por qué has venido?" pronunció cada palabra lenta y suavemente. Previendo que Apolo entendiera cada una de ellas. "Hermano." Agregó en tono severo, ella se aproximó al lugar donde él reposaba.

Nadie habría adivinado que se trataba de un ser vivo. Era fácil imaginarlo como una estatua rígida, perfecta, tallada por el mejor. Seguramente el escultor estaría orgulloso de copiar su rostro, para posarlo sobre el cuello de un Adonis.

Sus ojos felinos captaron cada uno de sus movimientos con profunda paciencia. Los pasos de Artemis eran tan sutiles, advirtiendo la tormenta que vendría más tarde. Dándole el tiempo considerable para responder.

Apolo suspiró volviendo a cerrar los ojos. La luz de luna que siempre rodeada a Artemis, pronto le daría un poco de su magnificencia en cuanto ésta siguiera acercándose.

Con un elegante movimiento de sus dedos sobre las piezas rotas, éstas volvieron a unirse como si nada hubiese ocurrido en el pasado. Apolo volvió a tocar, la música era muy, mucho muy suave. El tono perfecto para que ambos pudiesen escucharse. "Eso fue algo hostil de tu parte, Artemis." Contestó a voz profunda y seria. Sus ojos se posaban tranquilos sobre un lugar cerca del encaje en el vestido de su hermana. "No había necesidad."

"Te he hecho una pregunta." Artemis volvió hablar deteniéndose a un paso de distancia. Inclinó levemente la cabeza para escudriñar en la mirada de el otro, que la desviaba efectivamente. "Responde ya, Apolo."

Éste hombre tocó su lira sin inmutarse. Haciendo más rápidos sus movimientos de mano ocasionalmente. Parpadeó, aspiró del aire con profundidad. "Me temo que dicha pregunta la he olvidado." Él le dijo al viento.

"Entonces yo he de recordártela. Por qué has venido?" replicó irritada.

Apolo haló una cuerda para soltarla liberando un ruido agudo y desagradable. Entonces contestó, "Yo he estado aquí todo el tiempo," empezó devolviéndole apropiadamente la mirada por primera vez. "y tú me has encontrado."

Los labios de Artemis se abrieron con brevedad, y se cerraron pronto. Él tenía razón, como la mayoría del tiempo. Pero no sería vencida tan fácilmente por su suspicaz hermano menor, no otra vez. Ladeó levemente el rostro, para ocultar con su cabellera cualquier posible evidencia de rubor en sus mejillas. "Hay muchos lugares, éste no puede ser un encuentro casual."

"Por supuesto," respondió al instante, para sorpresa de la luna, "yo también sé que nada es casual. Por eso miento si digo que vine aquí sin la intención de encontrarte." Él lo confesó sin la mínima pena. Simplemente dijo naturalmente.

"Apolo." Sus cejas fruncidas flaquearon ante las palabras. Ella no tenía con qué defenderse ahora.

"Todos se escuchan preocupados por ti, hermana. Regresa al Olimpo."

"Conque para eso has venido. Quieres llevarme de regreso." Adivinó con amargura. "Soy una Diosa, y bien podré estar donde me plazca."

"Presumes de ser una Diosa, entonces has de portarte como tal."

Artemis no supo en qué momento Apolo ya se encontraba de pie a su lado, viéndose notablemente más alto. La Diosa a su costado mantuvo una prudente distancia entre sus cuerpos. "No eres quien para cuestionar mi posición, mucho menos juzgar mis decisiones."

"Crees que es difícil juzgar si está bien o mal pasar aquí la noche?" él dijo eso con mucha seriedad. "Crees que es digno de una Diosa dormir aquí?"

"Cómo puedes saber lo que significan esas palabras que con tanto orgullo recitas? Tú....," la frase se atoró en su garganta, mirándole de pies a cabeza, buscando la palabra correcta para describirle. "El patán del Olimpo. Rodeado de musas sinvergüenzas, vino. Tus habilidades siempre enamoran ingenuos para llevarles luego a la perdición. Y eres tú un Dios digno? Qué sabes tú de dignidad?"

Su propia voz formó una daga que atravesó su pecho sin compasión. Tan dolorosa era la verdad, más difícil aún admitirla.

Fue tan cruel decir aquello.

Inclinó la mirada levemente, había estado bien cualquier respuesta horrible por parte de Apolo. Se la tendría bien merecida.

Para su sorpresa, Apolo volvió a hacer música con sus dedos ágiles. Cerrando los párpados como era esa su costumbre.

Tal vez tras ellos no se cubriera de oscuridad, lo contrario, ese maravilloso Dios tenía tanto fuego por dentro como por fuera. Tras sus párpados se iluminaba con su propio ser, ignorando las minucias a su alrededor.

"Me juzgas duramente," dijo sin silenciar la música, "hermana." Él continuaba tocando la lira para ella, volviendo a posar sobre la roca en forma de un cómodo lecho.

Artemis contuvo el aire. Éste era otro de los comportamientos extraños de su hermano pequeño. Se sentó frente a él, la tela de su largo vestido cayó a su alrededor dándole la apariencia de una rosa blanca abierta. "Hermano." Le incitó a decir más. Ahora su voz vibrante delataba la evidencia mínima de tristeza en ella.

"Calla ahora, Artemis," él le dijo en voz baja, tal vez la orden pudo resultar grosera, pero fue dicha con profunda caballerosidad. "escucha la música. Está creada para ti, ella es el reflejo de tu belleza."

Ella, Artemis, sonrió levemente como solo podía hacerlo para él. Apolo decía la misma frase desde que ambos eran tan solo niños que jugaban con sus habilidades.

Ahora que eran adultos, la frase era mucho menos frecuente pero siempre recordada en ocasiones. Ella lo obedecía guardando silencio, respeto y hasta evitando cualquier expresión en sus facciones.

La música de su hermano merecía ser escuchada. Apolo era digno de ser escuchado y adorado como actualmente era, incluso por su hermana mayor.

Artemis dibujó una ligera sonrisa otra vez. Porque ella era su hermana grande en muchos aspectos, no solo en cantidad de años. Apolo era un niño, un pequeño que ella amaba mimar en sus sueños.

En ellos siempre era ella estrechada en sus brazos, respirando el aroma suave que brotaba de su túnica. Sintiendo desvanecer entre ellos, recibiendo hermosas flores de sus manos, y ella lo amaba mientras la música sonaba suave y delicada cerca de su oído.

Sus párpados abrieron con pereza regresándola a la realidad cuando la música se detuvo en una nota larga y profunda. Buscó con su mano la de Apolo para apretarla con profundo cariño.

Él vio apacible el contraste que su piel hacía sobre la de su hermana bajo el manto de la noche. Con su dedo pulgar acarició su piel más pálida con un deje de dulzura.

"Fue hermoso." Le dijo ella, notando que este no estaba dispuesto a decir mucho más. "Gracias, hermano."

Apolo también sonreía. No del todo, sinceramente fue una curvatura de sus labios que desapareció tan rápida e inesperadamente como llegó ahí. "Ven conmigo." Pidió con humildad. "Debes venir conmigo, regresemos a casa."

Artemis acentuó esa sonrisa. Sus ojos brillaron cuando extendió los brazos hacía Apolo con un aire materno. Los depositó en sus hombros, estudiando su alma a través de la mirada azul.

Deslizó con delicadeza la yema de sus dedos hasta las cálidas mejillas. Los ojos de Apolo sobre los suyos eran sabios y a la vez tan inocentes. Cómo podría él saber ese efecto extraño que causaba en ella? Adivinaría acaso que se marchó del Olimpo para evitar caer bajo el hechizo de ese par de ojos azules?

Por supuesto...

"Por supuesto,"

Si es que ya no había sido hechizada.

"Yo regresaré." Declaró inclinándose, y besó profundamente su frente. La dulzura con la que prodigó el acto cariñoso no se comparaba con el hecho que él hubiese llegado hasta la isla Delos en su búsqueda. "Pero sola. Está bien, querido hermano?"

"Estás bien tú?" Él preguntó sin vacilar. Y ella removió la posición de sus manos para rizar el cabello de Apolo en su dedo mientras le habló. "Estarás bien en este lugar?" replicó sin prisa.

Artemis se apartó con naturalidad, extrañando de inmediato el contacto de su piel. Su figura al ponerse de pie, rápidamente se iluminó bajo los rayos de luna que alcanzaban esquivar las ramas de árboles sobre ellos. "Necesito estar sola, dame esta noche," se volvió sutil para decirle mirándole a los ojos, "quiero respirar de la brisa del mar." Ella no esperó una respuesta, supo que Apolo no la daría.

Se marchó con tranquilidad. Deteniéndose en ocasiones, indecisa. ¿Pero por qué...?

La lira volvió a escucharse distante. Acompañando cada uno de sus pasos, dándole voz a cada uno de sus pensamientos. Las notas resonaban en sus oídos como una canción de amor que iba terminando en una romántica declaración de eterna unión.

Pero la música ya no se oyó más, dejó de acompañarla cuando se encontró en la orilla de la playa. Ella no supo cómo llegó ahí, pero nunca le dio importancia. La luna frente a ella le dedicaba su mejor sonrisa, pintando el mar de su color para el deleite de la Diosa, consintiéndola.

Era tan viva la llama de Apolo en su interior, tanto calor le daba él a su corazón.

Ella había sido tan feliz cuando acunó por primera vez su pequeño hermano en brazos, el único hombre que ella amó. Ahora ese pequeño era un Dios majestuoso, un mancebo hermoso que le dedicaba su arte en la isla donde ambos nacieron, ambos aquí tomaron su primera bocanada de aire y se conocieron como infantes.

Pensar en él de esa manera, recordar ese tipo de cosas... era amor fraterno quizá, o algo más?

La luna destinada a la soledad rodeada de estrellas que ella no necesita en realidad no era buena consejera esa noche.

Una brisa fuerte jugó con su cabello rubio y vestido blanco. Acariciando su cuerpo con el frío de la noche.

Siempre el frío, eso era lo que ella tenía ahora. Tan cálidas se habían sentido las manos de Apolo.

Lágrimas similares a perlas se formaron chocando contra sus pestañas. Le costaba trabajo ver su deseo y soledad simbolizado en la luna.

¿Su vida era tan terrible, podía ser que la luna y ella viviesen en el mismo vacío? Las dos sin alguien a su lado, toda una visión que las abrazase y les diese su calor en esa noche helada.

"Apolo." Ella dijo y cayó de rodillas en la arena. Su voz fina no daba paso al entendimiento de sus palabras, y el nombre de su hermano fue tan solo un alarido doloroso que interrumpía los constantes balanceos de las olas. "Apolo."

Tonight the music seems so loud,
I wish that we could loose this crowd,
Maybe it's better this way,
We'd hurt each other with the things we want to say,
We could have been so good together,
We could have lived this dance forever,
But now who's gonna dance with me,
Please stay...


A ser continuada...

¿Comentarios...? ¿Un tomatazo, ataque terrorista, etc? Hacer clic en review! ú.u