Siempre hay que defender a la familia.

El sujeto del que hablaremos hoy parece ser un tipo normal, sencillo, un poco bajo para el promedio de los hombres, pero con un trabajo estable, de pocas palabras, y a veces, muchas en el momento más impreciso de la situación, el sujeto del que hablaremos ahora es alguien que no suelta ni una carcajada ni un comentario positivo en un escenario de comedia o incluso en la diplomacia de su hija por excelencia académica y record en más de un deporte, y en cambio, nadie lo calla en un funeral, saca cualquier tipo de tema por más incoherente que parezca y sólo su socia en el trabajo, Hanji, parece entender la sopa de letras que empieza a murmurar con una seriedad que casi se ve sádica.

Su nombre es Levi, Levi Ackerman, actualmente está soltero, acabado, malhumorado y más palabras que describan su miseria en su vida.

Ese hombre levantó una fotografía que había sobre la mesita de su salón de estar, estaban él, su desgraciadamente muerta esposa y su hija que en aquel entonces no tenía más de cuatro años y el apenas alcanzaba los dieciocho.

Sí. Levi Ackerman fue un padre prematuro a quien la vida pateó cientos de veces sin piedad, tuvo que levantarse cubierto de lodo a un mundo de adultos, y sus antecedentes e incluso su familia no lo ayudaban a progresar en ningún sentido. Sin ayuda económica de sus padres y de absolutamente ningún familiar, tuvo que dejar la escuela y empezar a trabajar desde muy joven para mantener su casa y dejar la beca que le daba el municipio para costear parte de sus estudios y alimentación que ganaba gracias a sus buenas calificaciones.

Actualmente, esa pequeña que lo acompañaba en esa nostálgica foto tenía quince años, y él estaba casi rozando a los treinta, en ese fatídico número nueve. Veintinueve años era su edad actual, a pesar de que muchos suelen decirle que desde hace diez años que no ha envejecido un miligramo él realmente estaba desesperado, claramente, en su interior, por afuera seguía viendo todo con una monotonía increíble.

Incluso ahora, mientras se le quemaban las lindas galletitas "prepara fácil" seguía imperceptible pensando que de fácil no tenía ni una mierda, las sacó con el sofocante olor a quemadas, y las metió en una bolsa bien sellada para arrojarlas a un cubo de basura que se habría con tres compuertas para no dejar escapar ningún simple olor a la cocina. Miró la hora con una suave angustia que se mostró cuando mordió más de una vez su labio inferior.

Luego, se dirigió al refrigerador observando los muchos anuncios de restaurantes y comida rápida que un hombre como él, talentoso en todo menos en la cocina necesitaba. La dulcería Bolts era su salvación en esa ocasión.

Un amable hombre le atendió, suspiró algo aliviado, conocía a ese sujeto de hace un tiempo, quizás los dulces llegarían antes que su hija y podría verse menos como un "padre inútil" junto a la visita de su pequeña.

Si, hoy era un día terrible y angustiante para Levi Ackerman, su pequeña traería a un hombre a la casa.

Sabía que pasaría algún día, pero aún es muy pronto para todo, no está listo para ser abuelo a los veintinueve años, la edad se le vendría encima de una manera atroz viendo a un pequeño sentado en sus piernas llamándole "abuelo", definitivamente, la cordura de Levi desaparecería con el primer llamado de su nieto. No, no lo aguantaría, no dejaría que su pequeña e inocente Mikasa acabara como él, no dejaría que se repitiera la historia.

Ese era Levi, angustiado por el primer chico que Mikasa traía a la casa.

Aunque no se le notara a simple vista, su nivel de padre sobreprotector le llegó incluso a contratar a alguien para seguirla. Quizás, por cosas como aquellas y las pocas veces que Levi la dejaba salir a la casa de otros amigos la muchacha tenía pocas personas con quien juntarse. Y sin embargo, sólo lo hacía porque no deseaba que su hija fuera influenciada por gente malvada y cruel, él dejó de creer en muchas personas por todo lo que le sucedió en su oscura infancia, mucho menos creería en esos mocosos que se hacían los inocentes y lo único que querían es ver a Mikasa abierta de…

La imagen le dio escalofríos, casi soltó una lágrima gruesa y solitaria con su rostro perfectamente inexpresivo. Debió tatuarle a Mikasa un "Aléjate de mi hijo perra" debajo del estómago cuando aún era pequeña.

Sintió un golpe en la puerta, le entró un semi-ataque cardiaco al pensar que habían llegado y que a pesar del increíble y preocupante orden y limpieza del cuarto, no tenía nada que ofrecerles. Salió tragando grueso, nervioso como la mierda, aunque, para alguien que quizás lo acabara de conocer su expresión parecería de muchas cosas menos la de alguien "nervioso".

El repartidor retrocedió con un poco de miedo cuando la pequeña figura salió con un delantal simple de color blanco y con una cara de matón. El pobre hombre que traía los pastelitos retrocedió un poco, pensando en que se había equivocado cuando los ojos de Levi se abrieron de manera casi psicópata por los pastelitos, a cada pasó que daba el pequeño hombre el pobre repartidor se alejaba con miedo hasta que Levi aumentó el ritmo, abrió sus ojos con impresión tomando los pastales dejando en las temblorosa manos del repartidor la propina exacta que se daba por los pasteles encargados, además de un pequeño extra por el trabajo tan eficiente del repartidor.

Su expresión no era de notable alegría, pero la poseía. Esperó hasta que el repartidor de pastelitos se fuera completamente como un asesino limpiando la escena del crimen que había cometido. Al dar el segundo suspiro de alivio volvió a tensarse cuando sintió su ruidoso sonido de timbre del celular resonar en la tranquilidad de la sala, contestó dejando rápidamente los deliciosos bocadillos en la cocina, algo apresurado, siempre que Mikasa llamaba era para avisar que casi estaba dentro de la casa, seguramente le quedaba unos cinco a siete minutos antes que llegara. Trató de calmarse y optimizar el tiempo abriendo el envase y dejando los pastelitos en unos platos impecables y con unas servilletas con un delicado diseño entresacado en el borde. Tenía platos de diferentes tamaños, así que mientras contestaba sacaba los platillos de la sección C-2, de seguro esos calzaban perfectamente con los pastelitos.

–Padre. –la voz ajustada y seca de su pequeña lo reconfortó de una manera extrañamente paternal, ninguna persona normal se alegraría de que su hija sonara tan muerta y acabada o que quizás estaba a punto de acabar con su vida.

A todos, excepto a Levi Ackerman que parecía sufrir exactamente de lo mismo.

–¿Ya estás llegando? –

–Sí. Vengo con ese amigo que te conté, Eren. –

–Por supuesto, ya conocía el nombre de ese mocoso. –Levi Ackerman tiene que conocer bien el nombre de las personas que futuramente podría asesinar, quizás debería indagar en su apellido, sabe cómo suena, pero no tiene ni la más remota idea de cómo mierda se deletrea. ¿Será algo parecido a Jaguar?

–Estaremos allí en unos minutos. –cortó mientras Levi pudo escuchar el diabólico sonido de una carcajada de villano casi al finalizar la llamada, de seguro era ese maligno ser conocido como Eren.

Ordenó todo a una velocidad envidiable, no dejando que ni siquiera un trocito de la masita que adornaba los quequitos se pudiera escapar de los postres, también dejó una hielera con unas pinzas que tenía de su set de coctelera junto a unos jugos. Levi tenía una cantidad variada e impresionante de vinos. Era resistente a estos, pero no muy propenso a tomarlos. Sin embargo, desde anoche que los había ocultado todos, lo que menos quería era que ellos dos tomaran un poco, ni siquiera hablar de cerveza… ya que los "ánimos" se podrían empezar a subir… junto a otras cosas, en especial en el engendro con apellido de animal.

Unos minuto más hicieron falta para percibir el sonido del timbre resonar. Dio una mirada más antes de ir a atender a su indeseable visita -Eren- y a su linda hijita.

El muchacho parecía venir detrás de ella, Levi apretó los labios con frustración al comprobar desde lejos el tamaño del susodicho y maligno personaje, ya era humillante que su hija mujer lo superara a los quince años en porte -diez horrendos centímetros- pero que ese don nadie llamado Eren lo pasara por incluso más le parecía poco menos que horrendo.

–Llegamos, papá. –Asintió su pequeña, dejando la mochila sobre un colgador detrás de la puerta, señalándole a su compañero que hiciera lo mismo, quizás advirtiéndole lo estricto que era su pequeño padre con aquel temita del orden.

–Buenas tardes, señor Ackerman. –saludó con una sonrisa que aquel pequeño hombre no pudo evitar repasar, era alegre, coqueta y resplandeciente.

Levi no había repasado en él hasta en ese momento más que en su preocupante diferencia de portes que debía ser de unos veinte centímetros por lo que veía, por lo tanto, Eren debería o quizás medía un metro ochenta o unos centímetros más.

Levi le miró de arriba a abajo, y lo invitó a pasar y a tomar asiento junto a su hija, dando un grito interno acompañado de una maldición. JODER, ERA GUAPO. No, no podía ser un maldito ñoño con los pantalones hasta el ombligo, enclenque, que apenas se mantenía en pie, con un peinado pasado de moda hace tres generaciones o unos lentes desproporcionales a su cuerpo, claro que no, tenía que ser el hermano perdido de adonis. Era guapo, su pequeña corría peligro con ese estúpidamente bello mocoso detrás de ella.

–Les deje algunos dulces sobre la mesa, también algo de jugo. –comentó con frialdad, chocando sus ojos con los del alegre muchacho, que pareció enarcar una ceja de manera coqueta cuando sus ojos se encontraron.

–Muchas gracias, señor Ackerman. –susurró Eren de manera seductora, o al menos, así le sonó a Levi. Quizás, sólo era su actitud coqueta de actuar, pero algo en todo eso le sonaba molesto.

Odiaba a los putos casanovas, pero… se equivocó de casa, su pequeña no es fácil.

–De nada. –cortó serio, sentándose frente a los escolares. –¿Qué edad tienes, Eren? –preguntó de manera sencilla, tratando de no hacerlo ver como un interrogatorio.

Aunque… eso era precisamente un interrogatorio.

–Tengo diecisiete años, señor…–sonrió encogiéndose un poco de hombros.

La mano de Levi tembló como si tuviera artritis. No era un compañero de Mikasa… era mayor, quizás un matón adicto a las drogas o un repitente.

–Es unos años mayor que yo, es más, es mi superior, va adelantado en cursos con respecto a mí…–comentó Mikasa, notando un poco el aura asesina y tensa que se estaba dando en la habitación gracias a su padre. –Nos asignaron a ciertos tutores por la categoría nueva que se agregó en historia este año. Eren me ayudará un poco, ya que tomó esa especialización junto a otros superiores…–

–Chico listo, ¿eh? –

–Algo así…–comentó un poco nervioso, pero manteniendo esa ligera sonrisa. –Estoy encantado de ayudar a Mikasa. Nos juntamos en el colegio hace más de cinco años, no esperé que algún día estudiaríamos juntos. –

–¿Cinco años? –se asustó Levi, sin expresarlo claramente, sentía que en cualquier segundo le iba a dar un ataque cardiaco. Conocía a su pequeña hace CINCO AÑOS. Eso no era bueno en ningún sentido, ninguna amistad dura tanto… o al menos, eso pensaba Levi en su extremista mente.

–Si… incluso, el día que le conocí le regalé una bufanda… y en una promesa un tanto infantil prometió que no se la quitaría nunca, y si lo hacía, sería el día en que dejáramos de ser amigos para siempre. –

–¿La bufanda? –Levi casi sintió que empezaba a mecerse en el sillón. Casi creyó que en cualquier momento sufriría un desmayo. –Me tengo que retirar, debo tomar un poco de agua, creo que me subió la presión…–susurró con la sangre helada.

Mikasa miró a Eren con cierta cara de reproche, sonrojándose un poco y dándole un codazo en las costillas cuando su padre había ido a la cocina por algo de agua.

–¿Y eso por qué ha sido? – reclamó adolorido, mientras la muchacha volvía a los pastelitos que les gustaban desde niños.

–Estás diciendo cosas innecesarias, asustas a mi padre. ¿Qué haré si le da un ataque? –

–Oh vamos, Mikasa, sólo le conté un lindo recuerdo de nuestra infancia. ¿Qué tiene eso de malo? –

–No sabes lo extremista que es. –

–No tenía cara de estar preocupado sobre lo que le dije. –susurró Eren, cruzando sus brazos detrás de su nuca cerrando los ojos y restándole importancia al asunto.

–Nunca tiene cara de nada. –

–Con razón son parientes. – susurró Eren con una pequeña sonrisa, arrepintiéndose de sus palabras inmediatamente al ver la mirada asesina que posaba su amiga sobre él.

Mikasa era una chica serena y tranquila, pero no dejaba de ser alguien de quien debía tenerse cuidado, en cualquier momento podría usar esa sobrehumana fuerza suya y tirarlo lejos si estaba lo suficientemente enojada o molesta.

Pasaron minutos en silencio, para luego continuar con temas triviales mientras comían.–Allí viene, ahora cállate. –le susurró seria, mientras su padre volvía para llevarse los platillos que ya estaban casi acabados.

–¿No quieren algo más? –

–Muchas gracias Padre, pero no necesitamos nada más. Empezaremos a estudiar en un momento. –añadió Mikasa, terminando su último pedazo de pastel y entregándole el platillo vacío.

–Muchas gracias, señor Ackerman, estuvo delicioso. Hasta ahora, no había probado dulces tan deliciosos… –alagó el muchacho, entregando el platillo a Levi, tocando de manera innecesaria el meñique de este, haciéndole levantar el rostro, sintiendo la penetrante mirada del chico sobre la suya. –Hablando de dulces… No es necesario que se vaya, puede vernos estudiar, nunca nos ha importado algo más de compañía. –

Levi levantó su ceja izquierda, encontrando la invitación notablemente extraña, pensando que aquel muchacho le estaba gastando una broma o trataba de lucirse frente a Mikasa pensando en que podría molestar a su padre y verse "genial". Y en cuanto a lo del dulce…

–No tengo más dulces como estos… pero si quieres puedo ofrecerte un poco de duraznos conserveros. –añadió Levi, tomando el último vaso de Eren colocándolo sobre una bandejita.

–Jeje… no, muchas gracias. Aunque… no me refería a eso. –rió y se paró yendo por su mochila, sacando unos cuadernos.

Levi volteó para ir a dejar los platillos sucios a la cocina y lavarlos. Giró su cabeza hacia atrás por última vez vigilando la situación una vez más, no estaría al lado de ellos, pero se aseguraría de vigilar de alguna forma… y sin embargo, cuando miró hacia atrás, vio los ojos de Eren mirar hacia él con una sonrisa coqueta y extraña, pero no miraba hacia su rostro, sino… un poco más debajo… quizás, se atrevería a decir que ¿Su trasero?. Los ojos de Eren subieron. Los ojos que antes parecían entre inocentes y picaros ahora parecían estar cargados en deseo.

Levi volteó, incapaz de mantener la mirada sin sentir que la situación era incomoda, apresuró el paso, algo intimidado. Dejando los platos sobre el lavaplatos, tratando de relajar sus tensos músculos para lavar. ¿Qué demonios fue eso? ¿Acaso se lo está imaginando? Porque podría jurar que… ese tal Eren… lo estaba viendo de una forma que…

No, tonterías. Está muy tenso con el asunto del mocoso de diecisiete amigo -quizás íntimo- de Mikasa, tan sólo eso, el nerviosismo y la preocupación lo hacían ver cosas donde no lo eran.

Sólo debía vigilarlo ese día y no dejarles ir a la habitación y el día acabaría bien, tan sólo eso. No-habitación, es igual a no-sexo ocasional, y este a su vez es igual a no-profanación de la pureza, que se reduce a un: Padre satisfecho.

Levi se pasó el resto de la tarde como un acosador, incluso dejando sin contestar varias llamadas de un colega suyo, Hanji… aunque esa tipa de las quinientas veces que parecía llamarlo solo unas tres a cuatro veces como máximo se trataba de trabajo, y no creía que ese día fuera la excepción.

–Oh… entonces, nunca se pudo invadir…–

–¡Sin que antes se diera una guerra civil! –sonrió Eren con alegría, estirando sus brazos con aún una suave sonrisa en su rostro. –¡Lo tienes pequeña! –miró a la muchacha, mientras posaba sus manos -inmundas manos, para Levi- sobre la única Ackerman en esa familia.

Levi pareció trizar parte del peldaño en el que estaba recostado supervisando -quizás acosando y espiando- a su hija. Ese maldito incluso ya había superado la barrera de "espacio personal" con su hija. Era una verdadera amenaza para su pequeña. Y sin embargo… eso no fue lo peor del día, oh, claro que no, al hijo de puta no le bastó con tocarle la cabeza como sólo su padre había hecho, además de ello él… ¡Le susurró al oído algo! ¡Y su pequeña se rio! ¿Qué obscenidades le había dicho a su hija? Levi casi se retorció en intriga y preocupación, quizás la había citado en la noche… para una escapada nocturna o algo así… debía evitarlo, cerraría cada ventana y puerta para que Mikasa no saliera esa noche.

–Bueno… Mikasa…–susurró el maligno ser, viendo de manera casual su reloj. –Tengo que irme, lo siguiente lo repasaremos en… emmm ¿Dos días más? ¿Te parece? –

–Claro. –susurró la muchacha, cerrando su libro, satisfecha por la ayuda y compañía de Eren.

–Bien, tengo que ponerme en marcha, iré a agradecerle a tu viejo por recibirme y me iré, cuídate mucho. –se acercó suavemente, dándole un beso en la mejilla a la muchacha, provocando en ésta un leve sonrojo.

Y en el padre que veía la escena… una enorme y terrible ira. Pero no podía desquitarse, tenía que volver a la cocina y actuar como alguien normal sin intensiones asesinas. Debía alejar ese cuchillo mientras pudiera y evitar ir a la cárcel, tenía que ser un buen padre hasta el final.

Desde la cárcel no podría serlo.

Se trató de mantener sereno, incluso cuando ese profana hijas se paró junto a él en la cocina, en el marco de la puerta, apoyándose un poco en éste y sonriendo para regocijarse en un placer personal. Levi volteó desinteresado, como si no supiera que traía a Eren allí.

Y de alguna forma… aquello era cierto, no sabía a lo que realmente venía Eren… porque no, no era simplemente a despedirse.

–Eren. –susurró monótono, dejando una improvisada bandeja con un par de jugos a medio levantar, para hacerle creer que eso hacía aun en la cocina. –¿Ya te vas? Pensaba llevarles esto... –

El muchacho sonrió de una manera traviesa, haciendo que Levi sintiera un leve escalofrío y una agitación asfixiante por la intensidad de la mirada del menor, sus ojos parecían estar devorándolo… ¿Por qué cuando posaba sus ojos sobre ese mocoso sentía esa extraña sensación de ver a un depredador observando a su presa? Como si ese niño quisiera…

Devorarlo.

Se sumió en sus pensamientos una milésimas de segundo más hasta que Eren levantó una de las copas que había dejado sobre la mesa de la cocina. La miró unos segundos para luego aspirar su aroma con una sonrisa atrapante. –¿Piña eh? Señor Levi… usted es tan atento…–lo alagó, acercándose a él tan lento que al contrario le fue difícil saber que planeaba. –Pero… yo anhelaba… probar algo de este delicioso vino, que con los años… parece volverse cada vez más delicioso…–susurró entrecerrando los ojos.

Levi abrió los ojos, comprendiendo de golpe al sentir la yema del dedo índice de aquel mocoso por sus labios, acariciándolos con tal ternura y lentitud que no hizo más que dejar más pasmado al sorprendido padre. Ese niño…

–Bueno, me voy ahora… señor Ackerman. –susurró, abandonando los labios de aquel padre de familia, mientras sonreía una vez más. –Vuelvo en dos días más a enseñarle a Mikasa… para ese entonces, espero que considere dejarme probar algo… de ese delicioso líquido carmín que ha parecido cuidar por tantos años. –añadió, dando una vuelta, dejando a Levi con los ojos semi-abiertos, sin saber que responderle a quien se suponía que sería su enemigo de por vida.

El mayor salió de su trance cuando Eren abandonó la habitación y el ruido de la puerta principal de su casa le anunciaron que el compañero de su hija se había ido.

Levi se llevó su mano derecha a la cabeza, sin poder creerlo. Aquel sentimiento… ese niño tocándolo… rozando sus dedos contra sus labios, agitando su pecho… era un sentimiento que lleva olvidando por más de diez años.

Ese niño… Eren Yeager… supuesto prospecto de prometido de Mikasa… acaba de…

Acosarlo sexualmente.

N.A: Hasta aquí se los dejo, será un fic corto, está totalmente escrito, pero a modo de rol, así que sólo tengo que arreglarlo para poder subirlo, si quieren dejarme un comentario sería muy bonito de su parte, he regresado renovada (?) :3333