'Esta historia participa en el Reto de Agosto del foro: Comunidad del Cazador'.
Tal y como dice. El reto consistía en escribir un Drabble UA (Universo Alternativo) centrado en un verbo (mi verbo: maquillar)
Espero que les guste.
Maquillar
Los niños eran fáciles de emocionar. Aplaudían cada vez que agregaba una bola a su juego de malabares y sentían curiosidad por saber cómo efectuaba los cambios de voz al narrar leyendas. Le encantaban los niños. Sus sonrisas inocentes, la expresividad en sus voces, el brillo en sus miradas ilusionadas. Su acto era para los niños.
Se esmeraba en maquillar su rostro, porque una buena puesta escénica era necesaria para satisfacer a los infantes. Sólo abandonaba su carroza si su caracterización era perfecta. Su fama se acrecentaba a medida que visitaba pueblo tras pueblo y ciudad tras ciudad, mas a él no le interesaban las ofertas de trabajo en el palacio real. Su público siempre serían los chicos que gritaban enérgicamente cuando lo veían llegar.
Pero su maquillaje estaba cayendo. Los guardias reales lo buscaban incansablemente desde hace unos meses.
Finalizada la rutina de maquillar su rostro, dejó su medio de transporte, salió a escena, y entonces lo vio. Estatura baja, cabello rebelde de color negro, grandes y expresivos ojos marrones, sonrisa amplia… Ese día actuó para él. Sus lanzamientos con los cuchillos, sus imitaciones al rey, sus historias de amor… Todo se lo dedicó a esa criatura de luz cegadora.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, acercándose a él, una vez bajó el telón.
—Gon —respondió el menor. Su mirada inocente parecía traspasar su maquillaje.
—Mañana actuaré aquí, en esta plaza, a la misma hora —dijo, impresionando a los eufóricos espectadores. Él nunca actuaba dos veces en el mismo sitio.
Un niño siempre desaparecía tras su marcha. Se rumoreaba.
Al día siguiente se presentó, en el mismo horario, con una función diferente, aunque igualmente divertida. Recibió los aplausos con marcadas reverencias y llamó a Gon, para darle un obsequio en privado. El menor obedeció, subiendo a la carroza, sin poder creer que el famoso juglar le fuese a regalar algo.
—Cierra los ojos, Gon —el niño asintió y obedeció.
Tomó su caja de cosméticos y comenzó a dibujar los símbolos de la estrella y la lágrima, idénticos a los que lucía su propio rostro, deleitándose con el tacto de la piel tersa e inmaculada. Nunca imaginó que maquillar al chico de sus sueños sería tan embriagador.
—¡Hisoka! —vociferó un hombre, bajándose de su caballo. Gon abrió los ojos con preocupación al escuchar los variados relinchos y galopes.
—Tranquilo, todo está bien —señaló el juglar, con una tonalidad suave y calmada nada acorde a la situación. Y aún cuando la carroza fue invadida por un hombre de la guardia real, el pelirrojo sólo salió de ella una vez terminó los diseños en el rostro del moreno.
—Hisoka, quedas condenado a muerte por el asesinato de diecisiete niños —sentenció el hombre, mientras otros tres lo retenían, a pesar de su evidente redención.
—¡No lo hagan! —expresó Gon, inútilmente—. ¡Debe ser una mentira!
Hisoka sonrió triunfante, a pesar de que, al final, no había conseguido maquillar su propio maquillaje.
