Tus ojos

Sabía que eras tú. Vi tus ojos. Tus estúpidos ojos verdes. Nadie tiene unos ojos tan estúpidamente verdes como los tuyos.

Estaba siendo presionado. Mi padre no paraba de preguntar si eras tú. No sabía qué hacer. Si elegía cubrirte, Él iba a acabar con ellos. Iba a quedarme solo. Pero, si hacía lo correcto, lo que se esperaba que yo hiciera…Él iba a matarte. No podía dejar que eso ocurra. No podía.

Entonces fui en contra de todo lo que conocía, de las enseñanzas de mis padres, de todo el maldito entrenamiento que tuve que aguantar para no decepcionarlos, para hacer que mi padre se sienta orgulloso de mí.

A pesar de todo eso, te elegí a ti estúpido imbécil. ¿Y qué obtuve a cambio? Nada. Te fuiste con la sabelotodo, la comadreja y ese estúpido elfo. Me dejaste solo, lidiando con el desastre.

Como esperaba que ocurriera, mi padre me entregó al Señor Oscuro, me dejó delante de él para que se encargue de la escoria que yo era. Estaba avergonzado. De mí. De su propio hijo.

Dejó que me maltratara. Que me lanzara Crucio tras Crucio. Él se mantenía inescrutable mientras lo hacía. No me miró ni una sola vez.

Yo gritaba. Cada hechizo lanzado dolía más y más. Sentía que todo mi cuerpo quemaba. Y en lo único que podía pensar era en tus ojos, y en cómo de haber sido todo distinto podríamos haber sido amigos, o tal vez algo más.

Pero era tarde, muy tarde. Comencé a perder el sentido cuando escuché el grito de mi madre, vi el destello de un hechizo y luego…nada.