La espera había Sido tan larga y el final tan rápido. El Traidor les había dejado encerrada bajo tierra. Junto a unos cuantos de sus secuaces. Condenados a morir. No había logrado atrapar a lady Maiev. No había dado un golpe fuerte a sus perseguidores. No el traidor solo había causado muerte y dolor con un beneficio mínimo para el, vencer apenas a un escuadrón de vigilantes. Menos de veinte vigilantes le había costado a el cientos de nagas. Seguramente él clamaria que era la única manera que era un gran plan.

Reírse de la estupidez del Traidor era su único consuelo ahora. Por qué lamentablemente ella era parte de ese escuadrón. Naisha había quedado atrapados en el derrumbamiento. La larga y horrible espera a morir sin nada más que hacer. Simplemente cerrar los ojos y rezar.

Alguna de las vigilantes se abrazaron en silencio otras esperaron en soledad. Pero todas estaban listas. La muerte era una vieja amiga.

Finalmente el suelo se partió el techo se vino abajo, algo le golpeó la cabeza y todo se volvió oscuro.

Pero Elune es todo menos piadosa, sobre todos con sus fieles. Después de hora de oscuridad y frío Naisha sintió algo húmedo y cálido sobre su cabeza. No estaba muerta. No tenía tanta suerte. Sangre caía sobre su cara y no podía ver nada en medio de la oscuridad más absoluta. La elfa estiró la mano hacia arriba. Buscando la fuente de sangre. Sintió algo peludo y musculoso además de unos respiros fuertes. Su tigre. No sabía cómo pero su tigre la había salvado. El gato se esforzaba por algo. Naisha intentaba averiguar qué era.

Las rocas, claro. El gato debía estar intentando detenerlas. La elfa se apuro a moverse de dónde estaba. De salir de abajo del gato. Una vez no sintió la sangre cayendo escucho un último maullido y el sonido de la piedra desplomándose.

Naisha se quedó en el lugar mientras su cerebro procesaba. Su montura le había salvado la vida a costa de la suya. Quería llorar, quería volver a casa, quería tirarse al suelo y dejarse morir, gritar que todo era una pesadilla. Pero era una vigilante y tenía que cumplir su deber y en este caso era buscar más sobrevivientes.

La elfa se paró como pudo. Las piernas de dolia. La cabeza le parecía que le iba a estallar, sentía aún sangre en su cara, tal vez la suya. Pero tenía que avanzar. Alguna de sus hermanas de armas podían estar peor.