Notas de la Autora:
Debo de estar loca. Ahora sí que estoy loca xD, pero aquí estoy de nuevo, con un nuevo desafío, necesitaba desahogarme y sacarme esto que no sé de dónde salió, más retorcido que cualquier cosa que haya escrito antes. Pues sí, es el primero de una serie de drabbles de Soul Eater que iré posteando paulatinamente, tanto aquí como en la comunidad de LJ, fanfic100_es, con el cual me he comprometido a escribir 100 drabbles/one-shots de SE. No todos van a ser Soul x Maka, también pienso hacerle un lugar al resto de los personajes. Pero es un nuevo reto que espero que disfruten. Besos y esta semana subo la próxima parte de "Anónimo". perdón por el retraso y espero que estén pasando una feliz semana santa :D!
18) Negro
Las sombras se balancearon por cada una de las teclas, su mirada se perdió en aquella pesadilla monocromática. Intentó cerrar los ojos, intentó parar, pero sus manos ya no le respondían, su visión se hallaba nublada y ya no se reconocía a sí mismo.
El mundo daba vueltas, su visión daba vueltas en un interminable círculo de horror, en una interminable melodía que atrapaba a su alma, la retorcía de las maneras más retorcidas posibles y la hacía explotar en su propia inconsciencia. Intentó parar pero no pudo, su corazón latía rápido, la sangre salía disparada, siendo bombeada cada vez a un ritmo más acelerado, haciendo funcionar todo su cuerpo, obedeciendo a un impulso malévolo de dominarlo por completo.
Podía sentirlo. Su corazón trabajando, su sangre espesa y negra coagulando, su juicio perdiéndose, su cabeza tomando vida propia, su alma muriendo, sus dedos tocando, el piano sonando. Podía olerlo, el miedo, el pánico primero, y luego la valentía, el poder de saber que ya no había nada de qué preocuparse, que no había manera de salir de esa y que por lo menos, ya no tendría que soportarlo más. Podía oírla, la intensa melodía que ya no le pertenecía que hacía a su alma danzar en un éxtasis desconocido para conocer la muerte final. Podía saborearlo, el sudor, la sangre, las lágrimas que se secaban de una vez por todas, ajenas ya a lo poco que quedaba de él en ese cuerpo vacío, poseído por la locura, consumido en negro, coloreado en rojo.
Y por fin podía verla. Allí, con miedo, intentarlo tenerlo de vuelta, intentando recuperarlo cuando todo estaba perdido. Surgió un impulso, primero de reír, luego de llorar. Después de quedó vacío, ya no estaba allí. El remolino que giraba a su alrededor lo hacía ahora con más rapidez. La observó de nuevo. Sus lágrimas. El miedo. La locura. Y se dio cuenta de que no había ya vuelta atrás. Ya no podría soltarla, nunca. No podía dejarla escapar. Desde que las primeras notas habían entrado por sus oídos y danzado a su alrededor, en aquel laberinto interminable de oscuridad, era inevitable.
Ahora era suya.
Y siempre sería suya.
