Light & Dark: Ouvertüre!

Es una pequeña historia que introduce a la historia principal que viene después y se titula Light & Dark! Me encanta juntar a los opuestos, sea de forma romántica o simplemente de amistad (Obviamente también enemigos a muerte *risas*).

Bueno este pequeño preludio está principalmente focalizado en Lucy & Loke (No es mi pareja favorita…de hecho no tengo una favorita, así que…así quedó *risa nerviosa*). Se ubica después de lo de Edolas y el regreso de Lisanna al gremio. (Natsu x Lisanna). Y la relación entre ambos confunde un poco a Lucy. Es entonces donde entra a la historia un personaje oscuro pero sólo de apariencia que querrá ayudar a Lucy para reivindicarse de su terrible pasado.

Espero que lo disfruten.

Capítulo 1: "Sueños"

En el edificio del gremio todos celebraban el regreso de una vieja camarada que se creí caída. No todos los días alguien regresaba de la muerte. La joven mesera de pelo nevado y su hermana lloraban a mares. Era un milagro que les había cambiado la vida. Todos los demás miembros también celebraban el retorno de Lisanna después de tanto tiempo.

Lucy se alegró por ellos y sintió un poco melancolía. Sería genial que los muertos, a veces, regresaran a la vida. Sonrió con tristeza ante su infantil pensamiento. Tenía una taza de té entre las manos y se miraba en ella. No era momento para ponerse triste. Volteó y miró la fiesta, un poco violenta, que se desarrollaba detrás. Observó la mirada de Natsu fija en Lisanna. Era una mirada conmovida, pero a la vez, feliz y cariñosa. Estaba enamorado de ella y Lucy lo supo enseguida, aún cuando no tenía experiencias amorosas en su vida. Sintió que el corazón se le helaba. ¿Qué era aquello? Volvió a observar su reflejo. Había un dolor nuevo centelleando en su interior y se veía a través de sus ojos cafés. No entendía nada. ¡¿Qué demonios era todo eso? Y a su confusión se sumó un viejo recuerdo; había experimentado algo similar.

La rubia intentó mantener la calma; montar su máscara sonriente de siempre. Pero no pudo. Esa sensación de que le aplastaban el corazón dos manos congeladas la superó. Salió disimuladamente del gremio y se dirigió a su apartamento. Mientras caminaba sentía que el aire otoñal le calmaba esa ansiedad que la había hecho irse. Cuando llegó a su apartamento rogó que no tuviera invitados sorpresa. Y por primera vez, sus plegarias fueron escuchadas. El departamento estaba vacío, y eso le daba un tinte de oscuridad. Se dejó caer con desgano en la cama y cayó dormida a los pocos segundos.

En su sueño, despertaba de una siesta bajo el gigantesco árbol de cerezo en el parque de la ciudad de Magnolia. Estaba desierto y sólo estaba ella a la sombra del árbol rodeada de césped de un verde esmeralda. Ella y nadie más. O eso creyó.

-La tristeza no le sienta bien, jovencita- le dijo, con sencillez, una voz dulce pero oscura.

Lucy volteó para encontrarse con una joven de pie a su lado. Tenía su misma edad, vistiendo un pantalón negro largo, una camisa morada con una corbata negra y botas del mismo color. Era de tez extremadamente pálida, y el cabello era de un blanco casi plateado con algunos mechones negros intercalados. Sus ojos eran de un violeta brillante.

Lucy se sintió intimidada, la joven traía consigo una sensación oscura aterradora. Le sonrió con amabilidad y el miedo en Lucy desapareció.

-¿Quién…eres?-

-Es temprano para eso, joven Lucy.- le sonrió de forma pícara y observó su reloj de bolsillo plateado.

-Se acaba el tiempo pero, recuerda que no debes dejarte guiar por lo que ves, sino por lo que significa para ti. No pierdas el rumbo, Lucy Heartfilia, porque el retorno al camino puede no estar a tu alcance luego- sentenció unos segundos antes de que la mencionada despierte.

Lucy se despertó agitada y desentendida. ¡¿Qué rayos había sido eso? Se dirigió a la cocina a servirse un baño de agua y notó que ya era de noche. El día se le había ido durmiendo. Mientras se preparaba la cena recordó todo lo que había sucedido. Nuevamente ese sentimiento se apoderó de ella pero, como reflejo, las palabras de la extraña de sus sueños se hicieron presentes.

Decidió tratar de ser lo más objetiva posible y analizar la situación. ¿Qué es lo que le molestaba tanto? El primer pensamiento que llegó a su mente fue la posibilidad de que ella estuviera enamorada de Natsu. Lo meditó unos momentos y luego lo desechó. No, para ella él era un excelente amigo, un hermano en quien siempre podía confiar pero nunca un novio o un amante. De hecho, la idea la pareció cómica y descabellada. Pudo reírse un poco.

Aunque unos segundos luego su desconcierto se potenció. Ahora el motivo no era tan sencillo como hubieran sido los celos, sino que residía en algo más profundo y complicado. Sintió un escalofrío recorriéndole el cuerpo. Tomó todo el vaso de agua de un solo trago. Sentí las lágrimas cayendo por sus mejillas. Estaba confundida y sola, cayendo eternamente en un pozo. Era como morir desangrada e ir perdiendo de a poco la consciencia. Todo era un desastre.

Un instante luego una mano tibia y reconfortante se posó sobre su hombro de derecho. Lucy volteó, con el rostro cubierto en lágrimas, y se topó con el rostro preocupado del espíritu del León.

-Lo-Loke, ¿qué haces aquí?- le preguntó, desconcertada, mientras se secaba las lágrimas con el reverso de su muñeca.

-Obviamente estoy preocupado. Te has pasado el día durmiendo y lloras sola en silencio.- le respondió, serio, mientras le tendía un pañuelo. Ella lo aceptó y secó sus lágrimas.

-No sé que está mal conmigo pero no es nada grave. No tienes que preocuparte.- dijo, dibujando su sonrisa diaria.

Tenía que vender su máscara de "todo está bien". No quería que se preocupara por ella y tampoco estaba de ánimo como para que le estén siguiendo, por más honesta que fuera la preocupación.

Loke no se creyó la máscara ni por un sólo segundo. No era tan idiota como creían que era. Tenía años –siglos- de experiencia vividos como para detectar las mentiras en segundos. Sin embargo, entendió el mensaje de que no quería que le preguntara nada más. Decidió que lo único que podía hacer por ella, en ese momento, era hacerle algo de sana compañía.

-Ve a la mesa, Lucy- le dijo, sonriente, mientras avanzaba dentro de la cocina.

-¡¿Eh?¿Qué haces Loke?- le preguntó sorprendida y desorientada.

-No has cenado y yo tampoco. Así que cocino, ¿Qué más se hace en la cocina?- le preguntó, con una amplia sonrisa, burlándose de ella para hacerla enojar.

Lucy notó el sonrojo en sus mejillas. Era débil a esa sonrisa. Fingiendo estar más enojada de lo que realmente estaba por aquella broma, se dirigió a la mesa.

Hacía mucho que no había disfrutado de una cena tanto. Cuando no estaba en su modo de Don Juan, Loke era realmente una buena compañía. Rieron juntos por un buen rato, y entonces Lucy se dispuso a dormir. El espíritu se despidió y desvaneció.

Lucy no podía pegar un ojo. En cuanto se quedó sola, la sensación que la venía persiguiendo se apoderó del ambiente y parecía haber saturado el aire. No supo en qué momento se quedó dormida, pero nuevamente estaba en el árbol de cerezo. Esta vez era de noche, y el cabello negro y plateado de su acompañante brillaba de forma casi febril.

-¡Ya no lo soporto! ¡Es una sensación insoportable!- le dijo, Lucy, con lágrimas en los ojos.

-Lo sé, pero no puedo ayudarte más desde aquí. Si quieres verme, sabes dónde estoy en la realidad. Sólo debes hallarme.- le dijo, con preocupación y una triste sonrisa.

Lucy despertó, exaltada. Sí, ya sabía dónde. Se vistió a toda prisa y salió corriendo del apartamento. Atravesó rápidamente la mitad de la ciudad hasta llegar, finalmente, al parque. El sol asomaba sus primeros rayos, débiles y frágiles, recién nacidos. Lucy ubicó rápidamente el exacto lugar de sus sueños. Se arrodilló. Nada. Un impulso de cavar se apoderó de ella. Clavó sus manos en la tierra y empezó a removerla. A los pocos minutos se encontró con una pequeña caja de metal plateada, como las que se usan para guardar dinero. Brillaba inocente bajo los rayos del amanecer. Estaba cerrada por un pequeño candado. Lucy tomó una pequeña roca alrededor suyo y lo golpeó. Al tercer golpe, el candado cedió y cayó al piso. Apoderada por una ansiedad y una adrenalina incontrolable, Lucy abrió la caja. Allí, en medio de un trozo de tela carmín, resplandecía una llave negra con un símbolo de media luna. Y a su lado, un trozo de papel con números.

Lucy la observó, casi sin respirar, unos segundos.

-Lo sabía…- se dijo a sí misma, mientras el sol se acomodaba ya por sobre el horizonte.

Espero que les haya gustado. Por favor, quiero opiniones sensatas y saber si debo continuarlo o no.

Saludos!

Livia-san.