capitulo 1 : Compromiso y encuentro clandestino
La mansión de los Greengrass lucía tan sobria ese día como tan serio era el asunto que se gestaba en el interior de ella. Un compromiso para perpetuar los apellidos Malfoy y Greengrass, la sangre y las fortunas de ambas familias que no podían darse el lujo de desaparecer así porque sí. Había que reservar el estatus social y esa era la mejor salida que michael Greengrass y Lucius Malfoy veían a través de Astoria y Draco, sus respectivos hijos.
Ambos padres vestían elegantemente para la ocasión y ellas, las madres de los futuros esposos se regocijaban internamente del compromiso recién adquirido que los uniría en un futuro cercano con el parentesco indisoluble del matrimonio. Las palabras eran pocas, la intención se sobreentendía y todo estaba más que dicho, sólo faltaba un pequeño detalle.
Él, Draco Malfoy, con mirada de mercurio impasible oía lo que su alrededor se decía, los designios de sus padres eran respetados y se limitaba a hacer lo que el protocolo esperaba de él en esas ocasiones.
Astoria, por su parte, se mantenía atenta a lo que sucedía con aire de no estar realmente ahí, pero la obligación hacia sus progenitores la mantenían sentada en ese sofá de terciopelo tan mullido al tacto, pero ella deseaba realmente ser otra persona, una que fuera libre para decidir a quién amar, cosa imposible para una Greengrass como ella.
Ninguno de los dos se miraba, Si bien eran viejos conocidos y sabían que tarde o temprano se haría eso mismo que hoy presenciaban, solo se limitaban a simular estar presentes mientras sus mentes corrían desbocadas por otras partes. No podían rehuir al compromiso, pero no estaban obligados a simular estar enamorados porque esa no era la realidad y los dos estaban plenamente conscientes de ello.
-Me alegra que estemos todos esta noche -decía el padre de la futura señora Malfoy, sintiéndose orgulloso de la misión que hoy se emprendía en la elegante sala de estar de su residencia.
-El gusto es nuestro, michael -contestó Lucius esbozando una media sonrisa que escondía detrás una serie de sentimientos por apresurar cuanto antes el compromiso matrimonial.
-Pronto celebraremos entonces la boda, ¡Qué gran acontecimiento! -expresó Marie Greengrass mientras veía a Draco y a Astoria, sentados uno junto al otro con actitud que parecía serena y dispuestos a afrontar los deseos de sus padres.
-Es hora, Draco, que hagas entrega de…
-Lo sé madre, aquí lo tienes, Astoria -completó el heredero Malfoy descubriendo una fina caja de cristal con un delicado anillo que se notaba antiguo, una joya familiar de los Malfoy, sin duda, destinado solo para el dedo anular de aquella mujer que sería la madre de la futura generación Malfoy.
Astoria observó el anillo que el rubio le extendía por un momento y después de esos cortos instantes de cavilación y presionada por las miradas de los demás presentes, lo tomó y sacándolo de su cajilla se lo colocó en donde correspondía ante la sonrisa de satisfacción de Narcissa Malfoy, quien había sido la dueña anterior, cuando era solamente Narcissa Black y Lucius había ido a pedir su mano. Ese anillo hoy marcaba el inicio de un nuevo círculo, una nueva familia, la más reciente generación de magos y brujas sangre pura y adineradas.
-Bien, ha quedado formalizado entonces -indicó el hombre castaño que aplaudía pausadamente ante la sonrisa de tranquilidad de su esposa y la velada emoción de los Malfoy.
-Debemos brindar por eso, ¿Tienes Whisky de Fuego?
-Y del mejor Lucius, haré que lo traigan de inmediato.
-¡No puedo esperar a planearlo todo, Cissy!
-Lo haremos juntas Marie, de esta boda se hablará por mucho tiempo. Nuestros hijos lo merecen y nuestras familias, claro.
-Tienes toda la razón del mundo querida, no veo la hora de verlos casados.
-Pronto lo estarán y todos tendremos paz -concluyó enigmáticamente la esposa de Lucius aprestándose a atender a sus invitados como buena anfitriona.
A la orden del dueño de la casa, los elfos domésticos se apresuraban a servir a los invitados de esa noche que estaban dispuestos a celebrar por la "felicidad" de los recién comprometidos. La chica castaña y de ojos verdes veía de reojo el anillo que de ahora en adelante le haría compañía y le recordaría día a día que le pertenecía a alguien y eso la hacía sentir un objeto y lo detestaba, pero no decía nada. En silencio escuchaba la voz alterada de su mente que le gritaba que rechazara todo y siguiera adelante con su vida, pero no, no podía ser así y ella lo tenía claro.
El joven rubio, por su parte, estaba convencido que esa era la mejor opción para todos y que no encontraría una mejor candidata para ser la madre de sus hijos: con linaje de abolengo, fina, culta, educada en Howgarts años después que él y sobre todo, de su misma clase social, "La nueva Narcissa Malfoy" decían los demás presentes con algo de ironía al referirse a la muchacha que pronto viviría en a Mansión Malfoy.
Daphne Greengrass y Ernie MacMillan, novios formales también desde hace algún tiempo, sí se encontraban enamorados y sostenían su copa de champagne, preparándose para brindar por los novios mientras veían con recelo ese extraño matrimonio pactado con antelación, desde que los involucrados eran prácticamente unos niños y se veían uno al otro, contrariados porque sentían que el amor no estaba presente esa noche de compromiso y supuesta alegría.
-Fantástico compromiso éste -empezó ella comentando discretamente al oído de su prometido.
-Creo que tienes toda la razón del mundo -contestó el chico alto que la acompañaba.
-No comprendo por qué mis padres y los Malfoy se empeñan tanto en éste matrimonio que no tiene futuro.
-Razones poderosas ha de haber para que sea de ésta manera y no dejen a tu hermana en la libertad de elegir esposo.
-Bueno, ella está hecha a la idea desde siempre que sería esposa de Draco…
-Pero eso no es amor
-Claro que no lo es, o al menos eso creo, Ernie.
-¿Quieres decir que Astoria quizá ame a Draco?
-Pues…no sé que contestar a eso. Te diría que no con una mano en la cintura, pero no lo sé a ciencia cierta y la verdad me intriga.
-Por el bien de ellos esperemos que tengan la dicha de ser felices y de descubrirse uno al otro para enamorarse y no caer en cosas terribles.
-Ojala tengas razón, porque realmente deseo ver a mi hermana sonreír en ese matrimonio arreglado.
Draco miraba impaciente su reloj, deseando que todo ese drama terminara pronto porque tenía una cita demasiado importante e impostergable, una cita a la que nunca faltaba desde hace casi dos años y estaba deseoso de salir de ese mundo prefabricado y respirar en compañía de otra persona.
Astoria Greengrass lo observaba intranquila. Sabía que el blondo era rápido para enfadarse y que además era intolerante y poco paciente. Desde que sabía que estaban comprometidos, se dedicó a estudiar su comportamiento y a tratar de conocer a la persona detrás del apellido Malfoy, pero Draco era impenetrable cuando quería y si bien, siempre se mostró caballero y educado con ella, nunca le dio la oportunidad de llegar más allá en su conocimiento y se escudó tras una fría máscara para con ella.
La castaña era considerada bonita entre las brujas de su círculo social, pero con actitud un poco arrogante al ser la menor de la familia. Estaba acostumbrada a la atención de todos, pero odiaba eso y le fastidiaba tener que soportar las felicitaciones y sonrisas de quienes se acercaban con el pretexto de su próximo enlace; pero haciendo gala de una gran actitud fingida, agradecía plenamente los parabienes. La charla entre "los novios" era de trivialidades y él se notaba cada vez más desesperado por irse. La castaña preguntó.
-¿Algo importante qué hacer Draco?
-La verdad sí, la oficina, las ocupaciones…-mintió el rubio desviando la mirada hacia cualquier lado, pues la compañía no le interesaba demasiado.
La vería toda su vida a partir del instante en que se se casaran y eso le tenía sin cuidado.
-Ya veo, pero comprenderás que no puedes excusarte de tu propio compromiso nupcial -ironizó ella.
-Me parece que no -contestó descuidadamente sin ver el destello en los ojos de la chica.
Destello que Astoria hizo desaparecer inmediatamente, pues jamás mostraría algo de debilidad frente a Draco.
-Solo falta el discurso típico de mi padre para que te veas liberado de esto -bufó un tanto molesta por el desplante y la poca atención del rubio
-Puedo esperar un poco más -contestó Malfoy apurando la copa en sus labios, pero aunque intentaba aparentar tranquilidad, en realidad estaba muy distante de sentirla.
Una vez que Claudio Greengrass dio el discurso de la noche que todos esperaban se sirvió la cena y Draco se apuró a terminar para excusarse con los presentes argumentando asuntos de trabajo que en realidad no existían.
-Lo siento, pero esto lo tengo que hacer yo, debes acostumbrarte a que mi trabajo es así -hizo saber el de ojos grises dirigiéndose a Astoria, quien lo miraba con algo de reproche, pero se mordió la lengua antes de dar a conocer más sobre su estado de ánimo ante los presentes.
-No tengo ningún problema, si necesitas irte solo márchate -contestó al tiempo que volvía la cabeza hacia otro lado para no seguir acrecentando su extraño coraje hacia la repentina partida de Malfoy. "Al menos tuviera la decencia de quedarse hasta que esto termine", pensaba mientras los que daban las explicaciones eran el matrimonio Malfoy y los Greengrass escuchaban atentos.
Draco se enfilaba hacia la salida de la residencia y ella lo seguía con la mirada incrédula, atónita al ver que efectivamente, le importaba poco lo que sucedía para irse al encuentro de su supuesto trabajo. El rubio caminaba de prisa y al verse afuera de la construcción mencionó un hechizo para desaparecer al instante.
Se vio en las afueras de un departamento lujoso en las afueras del Londres mágico y con una sonrisa de lado y una ceja enmarcada se apresuró a abrir la puerta que él conocía a la perfección desde hace tiempo. Iba al encuentro de un juego peligroso, en pos de unos brazos femeninos que ya lo esperaban con ansia.
En el interior del inmueble, el olor delicado lo invadió anunciándole la presencia de alguien más aparte de él. Caminó deprisa por el interior de la casa buscando el motivo de su visita y de su creciente impaciencia y entonces la vio: El estaba sentada en un cómodo sofá de color marrón sosteniendo una copa de algo que parecía ser licor. Al verlo, se sobresaltó y casi deja caer el cristal a la carísima alfombra beige que estaba a sus pies y que varias veces había servido de testigo de los encuentros amorosos de la pareja.
-Tardaste -empezó ella sonriéndole provocativamente y levantándose para ir a su encuentro, descalza y con los rizos caramelo cayéndole por la espalda.
-Sabías que tenía un compromiso importante -contestó él rodeándola con sus brazos y besándola con pasión y desenfreno que se antojaba peligroso.
-Y aún así estas aquí -susurró ella después de recuperar el aliento y aferrándose nuevamente a esos labios que la hacían delirar cada vez que la besaban.
-No podía dejar de verte -respondió él despojándola del leve vestido que ella portaba, haciendo resbalar la fina tela entre sus manos y recorriéndola con familiaridad, pues no era la primera vez que se entregaban uno al otro con ese mismo desenfreno.
-Draco…-susurró al sentir los besos de él en el cuello y liberándola de todo lo que les estorbaba para amarse.
El rubio continuó provocando emociones en ella que la hacían nublarse por ratos y caer en ese juego sensual de caricias y gritos ahogados que desembocaban en un paraíso de emociones al que solo ellos tenían permitido el acceso. Ambos rodaron enlazados con ansia y entregándose a cada momento con toda la pasión que eran capaces de sentir uno por el otro. Una vez más tranquilos, ella encendió un cigarrillo y reacomodándose la espesa cabellera castaña disfrutaba el momento de relajación mientras él la veía fijamente.
-¿Y bien, como te ha ido en ese compromiso tuyo? -preguntó la ojimiel centrando ahora toda su atención el de ojos grises, quien se colocaba el pantalón y la camisa de seda blanca.
-Hice lo que tenía que hacer y entregue ese dichoso anillo a Astoria -respondió clavándole la mirada.
Ella sabía perfectamente que Draco Malfoy iba a casarse y pronto. Pero eso no tenía mayor relevancia porque Hermione Granger también estaba casada con Ronald Weasley desde hace tres largos años, dos de los cuales había dedicado a esos encuentros clandestinos con el rubio y habían convertido ese pequeño apartamento el el cómplice de sus escapadas ocasionales para saciar sus deseos el uno del otro. Hermione sonrió apartando el cigarrillo de sus labios y buscando la boca del rubio una vez más.
