Lo que quiero de Ti
-01-
Todo lo que Roxas Strife sabía era que estaban en un lugar cerrado. Sus pulmones se habían llenado de nicotina apenas cruzar esas imponentes puertas, e inevitablemente empezó a toser un poco. Sus ojos azules, irritados gracias al ambiente, se clavaron en el simpático pelirrojo que iba a su lado.
Era su culpa después de todo, y parte suya por haber cedido sin otra alternativa. Bueno, ese era el detalle, puesto que ningún ser humano hubiese resistido la canción de los Teletubies más de cuatro días, él resistió seis. Toda una proeza, pero tenía motivos suficientes para rechazarlo. Axel tenía que ayudar a un amigo, en un bar de las afueras de Villa Crepúsculo. Una zona bastante desierta y natural, con natural Roxas hacía referencia a un espacio dónde la mano del hombre no había dañado el ambiente.
Probablemente hubiese sido mejor que Axel lo dejara game over en el asiento del automóvil y dejarlo inconsciente por lo que restaba de la noche. La música no dejaba escuchar sus pensamientos y estaba produciendo en él una migraña de los mil demonios. Miró a su alrededor mientras Axel, siendo el mastodonte que era, se abría paso entre todos sin la menor preocupación. En estos momentos quería olvidar que era su amigo y matarlo con sus propias manos.
Todo lo que Roxas añoraba, desde hacía años, era paz. Tirarse debajo de un árbol, hacer nada y escuchar el viento, o alguna de esas metáforas. Desde que cierto pelirrojo se había adentrado en su espacio personal, el futuro se veía sólidamente negro.
Negro, con niebla y con muchas piedras en el camino. Extrañaba la vida solitaria, antes de conocer a Axel, Roxas era bastante introvertido, tenía amigos porque tampoco era un maldito antisocial, y los adoraba. Ellos eran tranquilos, respetaba algo llamado espacio personal, cosa que Axel ignorara que existiera y una vida común corriente. No hacía falta recalcar que su perfil bajo lo había ayudado a evitar problemas a lo largo de la infancia y complicaciones innecesarias. Cloud Strife, su hermano mayor, también usaba ese recurso y nadie se metía con él.
Ahora, una tarde, mientras almorzaba en el colegio, Roxas notó las señas de Axel desde la otra mesa. Con su brazo de tres metros el muchacho le quería decir: "Hey, mira hacia acá", maldito el día en que lo había notado.
Para cuando Roxas lo miró, desconcertando y con el rostro desencajado, el muchacho ya estaba frente a él con una sonrisa de los mil dólares en su mesa. Siendo honesto la reputación de Axel era la peor en el colegio; algunos hasta apostaban que consumiera narcóticos, pobres idiotas. Axel era sano. No los fines de semana cuando lo llamaba alcoholizado para avisarle que había llegado a casa, o que estaba donde sea que hubiera una fiesta. Pero más allá de eso el muchacho era totalmente inofensivo. Demasiado inofensivo para su gusto. Y mujeriego también.
Como sea, desde ese día parecía haberse pegado a él y hasta sus propios amigos terminaron aceptándolo. Según Olette era gracioso, según Hayner era bueno en las pulseadas y según Pence estaba en todas las fotografías. Por ende ya no eran tres personas en su mundo, sino cuatro. Cinco si se contaba a sí mismo.
Aunque eso no implicaba que estuviera de acuerdo en que lo arrastrara a un bar de mala muerte en mitad de la nada. Y cuando decía mitad de la nada no se equivocaba. Más allá de los borrachines, y las mesas sucias, el polvo que se levantaba cuando caminaban. Y el rostro del camarero que daba miedo, Roxas no veía nada más malo. Claro que no veía nada malo, esa gente estaba feliz dónde estaban particularmente. Se tuvo que tapar la nariz con su mano al momento de ver que un extraño se tomaba el estómago, se agachaba contra el rincón y vomitaba para que todos los vieran. Eso había sido muy repulsivo, y seguramente una imagen difícil de eliminar por el resto de la noche.
Escuchó la carcajada de Axel a su lado y suprimió una mueca de disgusto. Esas veces eran las pocas que odiaba el haber recibido el mensaje de Axel de: Mira hacia acá; qué diablos, si no fuera porque lo apreciaba, quizá le hubiese gustado volver en el tiempo. Pero hacerlo ahora no tendría sentido, debía estar convirtiéndose en un masoquista, porque hasta la última vez que revisó, no quería a las personas que acababan con su paciencia.
—Aw, mira Rox, la dulce juventud vomitando por todas partes y disfrutando de un viernes a la noche—. Axel cruzó sus brazos alrededor de sus hombros y sonrió estúpidamente. Roxas le quitó el brazo con rudeza antes de mirar a su alrededor espantado.
—Eso no se llama "dulce juventud"; sino hormonas y feromonas, Axel—dijo, en tono de queja, no obstante su amigo parecía no querer ceder puesto que lo llevaba al fondo de todo el bar dónde el mesero mezclaba las bebidas y los adolescentes manoseándose en los rincones le estaba provocando nauseas—. Además, idiota, somos menores de edad… ¿Pensaste en eso antes de venir aquí?
— ¿Para qué iba yo a pensar en eso?—. Axel se masajeó las sienes antes de tomarlo de los hombres y clavar sus ojos verdes en él: —Roxas, Roxas, Roxas… la vida es corta y está llena de placeres, relájate y haz lo que dice tu intuición, ¿lo memorizas?—. Qué curioso, porque su intuición decía que saliera por dónde había entrado.
—Quiero ir a casa. Ahora—. Sentenció antes de darse media vuelta y empezar a caminar; no obstante su cometido había terminado antes de empezar gracias a su amigo que le sostenía el hombro con fuerza. ¿Había mencionado ya que Axel tenía la fuerza de un animal? Estaba seguro que iba a dejarle un lindo moretón—. ¿Qué ahora?
—Quiero presentarte a unos amigos, ven conmigo—. Antes de pestañar, ya estaba siendo arrastrado del hombro hacia el inicio del bar—. ¡Hey por acá!—. Roxas no vio a quién le hablaba puesto que tenía una espalda gigante frente suyo, de hecho el sujeto parecía un brabucón vegete. Aunque sí podía imaginar qué tipo de señas estaba haciendo Axel.
Cuando al fin pudo distinguir entre espaldas, piernas y rostros, Roxas vio una mata de cabello colorado. Mezclado con rosa, pero colorado al fin. Una muchacha que iba en medio de dos personajes.
Roxas achicó la mirada y miró de hito en hito; conocía a la chica, pero no estaba lo suficientemente cerca como para distinguir de quién se trataba. Sorpresa fue cuando, al estar frente a frente distinguió a Kairi. Roxas casi sufre un paro cardíaco. Mierda, mierda, mierda. Axel estaba tan muerto cuando saliera de esta. Porque, definitivamente, si estaba viendo a Riku y a la muchacha ahora mismo… no había dos sin tres, ¿no? Su reacción había sido agarrarlo de una manga y pellizcar la piel debajo de ella. Definitivamente Roxas no estaba feliz con la noticia. La insistencia de golpe de Axel y el increíble coro de los Teletubies en su teléfono por seis días era por esto. Iba a matarlo, el impulso asesino que recorrió su cuerpo se detuvo de pronto al ver a Sora.
Pues, ¿qué llevaba gustándole el muchacho? Una cosa de dos años; dos años mirándolo a la distancia. Ojo, mirando, no acosando, no como otros que parecían querer involucrarse en la vida ajena. Como Axel, que iba a ser un cadáver cuando terminara la noche. Porque, en serio, Roxas habría estado tranquilo sin dirigirle la palabra por el resto de su vida. Como quién dice: una cosa es gustar, o idealizar, y otra muy distinta ya pasar de lo platónico a lo real. Oh Dios, ¡cómo lo habían hecho caer tan bajo como para perseguir al chico un viernes a la noche! Definitivamente su orgullo estaba siendo aplastado contra la suelo y siendo arrastrado por culpa de Axel.
Digamos que él podría haber vivido a distancia de Sora una vida y más; es decir ¿cuántas posibilidades había que fuera homosexual como él? Era de un noventa y nueve por ciento, Roxas no era tan soñador como para creer en una tarde, arriba en la terraza del colegio, mientras se confesara, Sora se tiraría a sus brazos con lágrimas en los ojos. Es decir, ¿qué demonios? Esas cosas pasaban en una película romántica dónde los escritores tenían hasta la última neurona alterada por el tequila. No obstante, Axel parecía sí creer en esas cosas. Maldecía que supiera siempre que pasaba por su cabeza, la primera vez que había hecho hincapié en la situación había sido justo antes de que tocara el timbre del receso, cuando en los pasillos del colegio el castaño corría atolondrado de una punta a la otra diciendo maldiciones en el camino.
Bien, sus estúpidos ojos lo habían seguido hasta que este dio la vuelta y bajó las escaleras. En esa ocasión había suspirado y casi seguía su camino de no ser porque Axel, nuevamente, le sonreía como idiota y lo miraba sin parpadear. Estaba de más aclarar que se había dado cuenta sin que hubiera necesidad de aclararlo.
No obstante, a pesar de cursar varias clases juntos, ni Sora ni él habían hablado, a excepción de unos sencillos buenos días de vez en cuando, el contacto era nulo.
Y Roxas habría estado satisfecho así; no necesitaba que la escuela supiera su condición sexual, ni que Sora supiera que le atraía, ni nada. Pero con la noticia de hoy… ya se veía un poco lejana esa idealización. ¡Axel conocía a Sora! Y nunca había dicho nada, ese maldito repetidor de años, lo tenía guardado todo este tiempo. Lo estaba pellizcando desde hacía veinte minutos, cada vez más fuerte y hasta que Axel le apartó la mano, y lo miró transmitiendo inocencia. Inocencia que Roxas no creía ni un poco.
Tiró de la manga de Axel hasta ponerlo a su estatura y gritó en su oído, después de todo aquellos tres aún no estaban muy cerca como para saber de qué hablaban.
— ¡No puedo creer que no me dijeras que conocías a Sora! Además de traerme aquí sin decirlo siquiera, Axel—. Roxas se sentía colérico de alguna forma, no podía creerlo. Sencillamente ese que estaba a su lado no era un amigo, sino una rata de alcantarilla.
—Awe, pensé que ibas a estar más satisfecho con las noticias, Roxas—. Axel seguía sonriendo abiertamente, sin necesidad de ocultar nada y parecía sentirse satisfecho. Roxas se sonrojó, ya no sabía si era de vergüenza, o de sentir que iba a matarlo—. ¿Nada? ¿Ni un poco?—. Miró el suelo. Bueno, más allá del drama barato, no sabía lo que significaría interactuar con Sora. Tal vez darle una oportunidad al asunto, ya que estaba hecho después de todo.
—Tal vez un poco—. Antes de que pudiera acotar algo más, el trío se acercó a ellos. Ahora, con ver a Riku saludando a Axel, entendía que… no era que conociera a Sora, sino más bien a uno de sus amigos que era muy distinto.
—Tiempo sin verte—. Riku tenía una sonrisa soberbia en el rostro, chocaba su mano con la de Axel como si fueran amigos de toda la vida y éste saludaba de igual manera—. Así que… ¿tú eres quién lo aguanta ahora?—. Lo miró a él—. Te compadezco, el nombre es Riku—. Tal vez sacándole lo engreído podría llegar a caerle bien.
—Roxas—dijo simplemente y antes que pudiera acotar algo más, Sora lo miró con los ojos en blanco y lo señaló con el pulgar. Hasta aquí llegaba su vida; el chico lo había reconocido y probablemente estuviera viéndolo como un acosador de primer grado. ¡Era seguro! Roxas tragó saliva y le devolvió la mirada—. ¿Qué?
— ¡Estoy seguro que te conozco! Pero… ¿de dónde?—. No sabía si sentirse aliviado ante la súbita ignorancia de su nacimiento, o ponerse a llorar en un rincón de ser ignorado completamente. Fue entonces cuando el castaño sonrió, una sonrisa radiante—. ¡Ah! Tu eres el que va a clases conmigo, ¿no?—. Bueno, tal vez no del todo lo ignoraba—. Soy Sora, encantado—. Roxas sonrió un poco antes de tomarle la mano. Las noticias de que Axel estuviera involucrado de alguna manera no resultaron ser tan malas después de todo.
—Soy Kairi, por cierto, y lamento arruinar el momento pero deberíamos buscar una mesa antes que se ocupen todas—dijo la muchacha al tiempo que se colgaba del brazo de Riku y sonreía—. No puedo creer que no reconozcas a un compañero, Sora, eso es de mal gusto—. Le reprochó sin dejar de sonreír. Sin embargo antes que pudiera decir nada, Axel interceptó.
—No es su culpa, Roxas es algo tímido con la gente, así que es normal que Sora no lo reconociera—. "Muchas gracias, Axel. Ahora pensará que soy antisocial del todo", pensó antes de seguir la corriente al resto. Después de todo, la muchacha tenía razón, ya eran prácticamente la una de la mañana y el lugar comenzaba a llenarse tan súbitamente que ya no cabía la cantidad de personas que querían hacerse un lugar en el bar—. ¿Verdad, Roxas?
—Lo que digas, Axel—. Roxas revoleó los ojos al decir esto; no importaba lo que Axel dijera esta noche, o como se desenvolvieran las cosas. Tenía muy en claro que después de esta noche probablemente Sora volviera a la ignorancia de su existencia.
Con lo cual estaría profundamente agradecido, pero la vida parecía tener otros planes para él.
Buscaron una mesa grande, redonda y con las sillas suficientes para ellos. Un montón de adolescentes disfrutando de lo afrodisíaco del lugar parecían querer borrarse los labios en unas cuantas esquinas. Roxas hizo una mueca ante ello, Axel ni se había percatado de ellos puesto que mantenía una conversación amena con Riku mientras Kairi sonreía abiertamente. Sora estaba a su lado, y probablemente no había sido muy buena idea, el olor a alcohol proveniente del castaño comenzaba a dejarlo en coma. Oh, un pequeño detalle a recalcar, Roxas además de ser antisocial y una rata de biblioteca, también tenía repugnancia al alcohol. Un verdadero santurrón virgen a sus dieciocho años. ¿Y qué? La vida no era sólo eso; no obstante Axel parecía querer demostrarle lo contrario con esta pequeña escena.
Después de todo él sí tenía vida social y sus enlaces habían llegado hasta Sora. Lo curioso de todo esto era que se estaba divirtiendo. Bueno, no era el señor sonrisas, pero tampoco podía decir que le disgustara el ambiente. Lo que sí lo había sorprendido era la resistencia del castaño al alcohol. Desde que abría su boca se podían distinguir los olores de; daiquiri, tequila, vodka y otras cosas que ya no tenían nombre. O tal vez él no las conocía porque, nuevamente, él no era habitué de estos lugares. Por no decir que era ignorante en el tema directamente. Pero, hey, él estaba feliz con su vida como estaba. No saltaba en una pata demostrándolo, pero estaba satisfecho y si todo salía bien sería aceptado en la Universidad Biológica de alto prestigio. Aunque deprimía saber, a su vez, que Sora y él parecían tan lejanos en estos momentos.
Sora se mostraba natural ante desconocidos, podía sonreír, cruzarse de mesa en mesa como un mono, decir y hacer estupideces sin sentirse ridículo ante ello. La ignorancia de la palabra ridículo estaba escrita en toda su frente, de hecho. Pero era interesante ver en vivo en directo una personalidad completamente opuesta a la de él. Sin embargo esas cualidades ya eran vistas en la secundaria desde la primera vez que había puesto sus ojos en él. Lo interesante sería llegar a la raíz del porque se sentía tan atraído hacia él, después de todo la primera palabra que había cruzado su cabeza para definirlo, ni bien verlo, había sido: idiota. Pero la ironía había enlazado una cosa con la otra, una estupidez con otra y cuando menos se había dado cuenta ya se sentía atraído. Desde el momento en que se había tapado la boca para no reírse porque el castaño se había llevado puesto un cartel de publicidad en plena avenida, ya estaba atrapado. Tal vez los polos opuestos se atraen, a pesar que negara el caer en algo tan bajo como creer en ese cliché, Roxas no encontraba otra excusa.
Ahora podía ver a un chico normal, no tan torpe y con una resistencia de acero a Dios sabe cuántas cosas ingirió, y seguía por más. Tal vez la parte que le atrajo de Sora sólo era la superficial. Y ese era el peor miedo, el porqué no lo acosaba, temía que al ver más cosas la situación se le saliera de las manos. Roxas odiaba por sobre todas las cosas perder su temple, sí era algo explosivo y colérico, pero cuando la situación lo ameritaba. O cuando Axel ponía esas sonrisas de idiota cuando sabía que se había metido en alguna. Esta podría ser una ocasión. Roxas se sobresaltó cuando sintió la mano de Sora en su hombro y le sonreía mostrándole todos los dientes.
—Haz estado silencioso casi toda la noche, ¿hay algo que te preocupe?—. El castaño lo miró con seriedad antes de soltar una carcajada—. Quizá no estás cómodo, yo es la primera vez que vengo aquí—dijo al tiempo que volvía a llenar su vaso.
—La mía también—. Roxas se pasó una mano, frustrado, por los cabellos—. La verdad era que no quería venir, pero Axel insistió y no podía dejarlo solo—. Prefería omitir el detalle de la canción de los Teletubies, Sora pensaría que Axel era un retrasado y está ese dicho que decía: dime con quién andas y te diré quién eres—. Ni siquiera es buena la música.
—Haha, que mal, ahora parece que estás prendido a Axel hasta que todo esto termine, ¿verdad?—. Eso… lo había tomado por sorpresa. Realmente. El castaño se mostraba compresivo y no parecía querer ir al choque—. ¿He? ¿No te gusta la música punk? Creí que era tu estilo—. Genial, ahora demás lo veía como un punk— ¡Ya sé! Vayamos a bailar, así se te pasa el tiempo volando.
— ¿He? N-no creo que sea muy buena idea—dijo, sintiendo la mirada de todos sobre ellos. Kairi sonrió encantada y acotó con toda la sutileza del mundo, nótese el sarcasmo en la oración.
— ¿Por qué no? Sora nunca es malo bailando y podría resultar divertido para ustedes.
— ¡Al menos tengo elasticidad en el cuerpo! Gracias, Kairi—dijo el muchacho, visiblemente ofendido. Ahora que lo veía de pie, Roxas pudo distinguir sus mejillas coloradas, lo cual implicaba que el alcohol al fin estaba llegando de lleno al cerebro de Sora—. ¿Y? ¿Qué dices? Aw, vamos Roxas, ¡sé hombre!
—Por lo que veo desde aquí, Sora tiene razón, Rox—. Ese fue Axel, sin dudas, si las miradas mataran el cuerpo de su amigo ya estaría podrido de gusanos. Vio que Axel le guiñaba un ojo alevosamente no pudo más que suspirar. Tampoco era como si hubiese tenido otra salida, para ser honesto antes que Axel pudiera terminar de decir la oración, los dedos de Sora se habían enlazado con los suyos y lo estaba tironeando al centro de una pista dos por dos.
¿Qué estaba pasando? Roxas miró con las mejillas sonrojadas cómo su mano era tironeada sin piedad por la de Sora y llevándola firmemente. Tal vez a su corazón le faltaba cuerda para lo que restaba de la noche, porque… siendo honesto, no creía que el mismo pudiera tolerar tantos sobresaltos en el término de seis horas. Y, ahora que se fijaba, la espalda de Sora estaba tan cerca de él; no obstante, estaba pasando algo curioso.
Cuando caminaban por la pared, Roxas notó que estaban pasando de largo la pista de baile y ya estaba tan perdido con la orientación y situación que esto lo había descolocado. Por supuesto no iba a preguntar porque veía a sus amigos cada vez más lejos, al punto que desaparecían de completamente. ¿Dónde estaban yendo? Su corazón desbocaba en su pecho y sus pulmones se llenaban de aire, se estaba sintiendo incómodo con el desvió de la situación. No obstante no dijo nada; se dedico a mirarlo con curiosidad, ¿hasta dónde quería llegar?
Fue entonces cuando salieron del lugar y el aire frío envolvió su cuerpo tibio de golpe. Descolocado era poco, Roxas se sentía muy distante. Minutos más tarde estaban aislados en uno de los tantos recovecos que tenía el lugar.
Los gritos se oían en la lejanía, y parecían estar cerca de la puerta de salida de emergencias. Para cuando su espalda se estrelló contra la pared y Sora lo beso, sólo pasó una cosa por su cabeza: ¿Qué mierda estaba pasando?
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Podría decirse que la noche estaba fresca, tan helada como un cubito de hielo resbalándose por su espalda. Ahora, estaba besando a un chico, ¿quién era el chico de todas formas? Sora no lo sabía. Según los argumentos y recuerdos borrosos, ya que su cerebro parecía suspendido en una nubecita cómoda cómo su razonamiento y todo pensamiento lógico volaba con los pajaritos allá a lo lejos, decían que conocía al muchacho de la secundaria. Pero ahora no podía concentrarse en su nombre, sino en su perfume.
Cómo un animalito, Sora había sido atraído por un perfume fuerte que había golpeado su nariz cuando lo había tenido cerca. Tan cerca como ahora; podría (y quería) todo del chico, y el alcohol corriendo por su sangre fomentaba ese súbito deseo que había nacido de una poderosa atracción. Ahora que lo besaba contra la pared y la esencia del rubio lo arrasaba, Sora no podía pensar en otra cosa que no fuera besarlo sin restricciones. Esto lo hacía homosexual, ¿no? Wow, grandes revelaciones. ¿Quién hubiera pensado que realmente fuera gay con todo su historial de mujeres? Además de que se sentía mejor que besando a una. El mundo de Sora se cerró en su cerebro y sus párpados, bajo su mano tenía la piel del rubio apretada fuertemente, en tanto no permitía que su boca saliera del control de la suya. Para cuando su compañero ahogó una exclamación y el aliento de este chocó en su rostro, Sora buscó el interior de su boca con ansias.
El castaño dejó que la adrenalina lo envolviera al sentir un ligero escalofrío recorrerle el cuerpo, oh Dios, si no fuera porque estaban en la intemperie (aún era consciente de eso) quizá tendría al rubio debajo de su cuerpo y oiría un coro de gemidos proveniente de sus ya abusados labios. No obstante, en su imagen, la situación se invertía un poco al momento en que era su espalda la que se encontraba contra la pared y era Roxas quién colisionaba su húmeda lengua con la suya. Bueno, eso le había robado el aliento. Sora deslizó sus manos inquietas, desde el rostro pasando por el cuello y terminaron en las caderas del muchacho, el castaño suspiró mientras dejaba que la boca del otro tomara posesión absoluta de él. El rostro le ardía, las piernas le temblaban y estaba seguro de sentir calor entre sus piernas.
Tan rápido cómo eso, Sora descubrió que la ropa le pesaba mil toneladas en el cuerpo. Encima sentir que su contraparte tenía al mismo nivel que él el cuerpo no ayudaba. El beso era cada vez más voraz, como una fuerte vorágine; la exquisita lengua que tanto placer estaba proporcionándole recorrió todo el interior de su boca, su paladar, sus dientes… se enrollaba con la suya entrando y saliendo de sus labios. Para luego volver a unirse en una descontrolada pasión.
Sus caderas se acoplaron a las del otro en un fluido movimiento. Sora gimió cerrando sus ojos nublados por el placer… y el alcohol, aunque más por lo segundo que por lo primero.
—Oh Dios…—gimió al repetirse el movimiento y se colgó del cuello, posicionando una pierna en la cadera del otro. Cada movimiento hacía más necesario el entrar en la piel del otro. Sora aún no podía distinguir el rostro del otro, en cuanto abría sus ojos estos se nublaban y sólo enfocaban los labios del otro—… Más…
El muchacho estaba duro; él también. Ambos se frotaron con más fuerza. Y tan pronto cómo había empezado, Sora sintió todo el alcohol irse a la cabeza y proferir un gemido gutural. Sentía las ganas de vomitar con tantas fuerzas que tuvo que sostenerlo de los brazos para que no siguieran más movimientos. Fue entonces cuando escuchó la voz preocupada del muchacho:
— ¿Sora? ¡Oh mierda, lo siento!—. Parecía como si el otro hubiese despertado de su letargo para disculparse; sin embargo Sora aún quería acostarse con él, pero la prioridad estaba o en desvanecerse o bien terminar vomitando al lado de él. De pronto cubrió su boca con ambas manos y el sabor amargo del vómito hacía mella en su garganta—. ¿Quieres vomitar?—. Escuchó en su nube al otro preguntar, era como si todo suplemento vitamínico abandonara su cuerpo y lo dejara temblando; no tuvo más opciones que asentir con un ligero movimiento de cabeza—. Bien, inclínate un poco.
Sora se guardó todos los detalles, desde el momento en que desahogó todo el sueño parecía cachetearlo a cada rato. Se quedó apoyado con los ojos cerrados, pálido y apoyando su frente en el hombro de quién beso todo este tiempo.
—Cielos, esto es mi culpa—. Una y otra vez lo oyó disculparse y también el sonido de las teclas del celular constantemente. Todo lo que el castaño podía hacer era escuchar y sonreír como idiota. La situación era de lo más cómica: sentía la erección entre sus piernas aún, y lo sucedido hace minutos—. Mierda, parece que Axel escogió un buen momento para apagar el celular.
—P-pero… me siento… biiiien—. Tal vez estaba ebrio, pero sus oídos no. Así que decidió abstenerse de decir algo más. Probablemente mañana tendría un lindo dolor de cabeza y se mostraría más flexible—. ¿T-tu casa… e-está lejos?—. La persona de la que se estaba sosteniendo se sobresaltó y dio un respingo. Necesitaba que la vitamina le volviera antes de volver a casa, así que Sora esperó una respuesta.
—No, no muy lejos, ¿por qué?
— ¿Puedo… pasar la noche… ahí?—. Sora no escuchó nada porque se desvaneció en mitad de la nada. Todas esas burbujitas que eran sus ideas habían colisionado en la mitad de su cabeza y ya entraba en un mundo de dulces sueños.
Uh-uh, parecía que iba en una montaña rusa gigante, cayendo, subiendo, cayendo y subiendo. Así repetidas veces, hasta que de pronto se movía con poca sutileza y por lo acolchonado que estaba, Sora estaba cómodo.
No sabía quién era el pobre que cargaba su cabeza en peso muerto sobre la espalda, o en qué estaba manejando; podía adivinar eso gracias la constante ida y vuelta. Además, estaba abrazando a ese alguien como si fuera un osito de peluche, probablemente se estaba ahogando esa pobre alma. Ya que constantemente apretujaba el estómago para evitar irse al suelo. El chico en sí, o chica, o lo que sea ni siquiera había proferido queja alguna; Sora, por su parte, estaba satisfecho, se sentía demasiado cómodo y con ganas de abrir los ojos. Pero estos pesaban tanto y la modorra inclinaba su espalda de nueva cuenta y con más énfasis.
Este pequeño viaje le hizo recordar vagamente a Islas Destino, su hogar antes de mudarse a Villa Crepúsculo, si se concentraba lo suficiente… casi podía escuchar el sonido de las olas en sus oídos y ver la tranquilidad de las mismas al chocar contra cada peldaño de las altas rocas. No se había dado cuenta cuanto extrañaba su hogar, sus amigos. Pero, siendo honesto consigo mismo, vivir allí aplicaba a una vida sin estudios. Era una isla solitaria, contrario a Villa Crepúsculo. Todo lo contrario.
Sora se sujetó más de la espalda del extraño y respiró el aire, abrió sus enormes y expresivos ojos para notar a las estrellas casi encima suyo. ¿Desde cuándo estaban encima? El castaño empezó a sonreír como idiota; a medida que avanzaban podía ver las luces de la calle darle como si fueran punteros de laser, eso estaba desconcentrándolo. ¿En qué estaba pensando? ¿En que se había vuelto gay? No, no era eso, pero ahora lo único que le venía a su mente. ¡Cierto! Estaba besando a un rubio antes que el último foco se le apagara, ¿cómo era su nombre? Uhm, Sora tenía la vaga idea de que se trataba de un compañero de clases, un amigo de Axel. Porque una de las últimas personas que había visto eran Riku, Kairi, pero ciertamente a ellos dos no los besaría… Y Axel, sería muy gracioso que besara a Axel sin que a este no se le quebrara la columna al intentarlo. Y había otro chico, qué, tenía que suponer, era quién lo estaba llevando. Oh, su nombre era Roca… No, eso era otra cosa, Ronso… también era otra cosa. Sora hizo girar sus ojos antes de sentir que el mareo se apoderaba de él una vez más.
Parecía ser que el otro se había dado cuenta porque, con una sola mano, tomaba sus muñecas y las acomodaba en su cintura. ¡Qué dulce! Sora podía decir que el chico era un pedacito de pan horneado, de no ser que era hombre y la frase ya se oía muy gay en su cabeza lo habría dicho en voz alta.
—Ya falta poco—. Wow, ni siquiera gritaba al hablar, notó parpadeando y sonriendo de oreja a oreja. A decir verdad se sentía mareado pero la adrenalina del alcohol había bajado considerablemente, ya estaba más tranquilo y no tenía ganas de tirársele encima al pobre muchacho que ya bastante complicado estaba con tener que llevarlo.
—Genial…—dijo cubriendo su rostro en la espalda del otro, acobijándose, y clavó sus ojos en la nuca de este. Desde su perspectiva se podían ver picos rubios de cabello y piel blanca. Se lamió los labios resecos. No tenía pechos, notó al subir las manos a esa altura y el cabello corto. Así que, sí, definitivamente eso era un hombre. Yay, casi tenía un orgasmo a manos de un hombre, y en un sucio callejón. Aunque, bueno, en la actualidad no era tan importante—. Creo… que necesito dormir—murmuró de manera queda y bajando sus manos de nueva cuenta.
—No te vayas a dormir en pleno camino, Sora—. Le advirtió. Aparentemente estaban en una moto, podía decirlo por todo el viento que golpeaba su piel, a excepción de su rostro que estaba cubierto por la espalda de su contraparte.
—Claro que no—dijo antes de guardar silencio y hablar otra vez: — ¿Falta mucho?
—No, un poco más, de hecho al doblar la calle—. Dicho y hecho, ni bien doblaron la moto empezaba a disminuir la velocidad.
Sora escuchó el ruido del motor apagarse y estacionar. Parecía que al fin iba a poder tirarse en una cama. Cuando el calor lo abandonó supo que el muchacho iba a ayudarlo a bajar, a pesar que veía bien, aún el alcohol corría por sus venas y no confiaba en dar un paso saliendo ileso; más bien parecía que la fuerza de gravedad iba a estrolar su rostro en el suelo.
Cuando Sora alzó la vista se refregó los ojos y vio frente a él un rubio que le robó, literalmente, el aliento. Su complexión era más o menos como la suya, la piel blanca y preciosos ojos azules. ¿Qué más gay podía volverse? Tragó saliva al momento en que el chico cruzó su brazo alrededor de su nuca para ayudarlo a bajar y caminar decentemente. Para cuando fueron a abrir la puerta alguien les gano de antemano abriendo la puerta. Fue un silencio incómodo. El sujeto era alto y se parecía al chico que estaba sosteniéndolo. Llevaba una simpática gorra de un pollo en la cabeza, ¿qué animal era ese? Y ropa de trabajo roja. Oh, ya sabía dónde había visto ese pollo, era de unos juguetes de las cajitas felices de un lugar de comidas rápidas. Ahora… a pesar que el muchacho daba miedo, no tanto como su hermano, ese gorro le hacía ver más simpático y afable. Más, cuando habló la imagen se le cayó enseguida.
—Linda hora de llegar—dijo el más alto, serio y cruzando sus brazos—. ¿Y ieso/i?—. Se refería a él; probablemente porque estaba siendo cargado como si fuese un saco de patatas—. Cid te matará cuando lo vea, Roxas.
— ¡Ah, ya me acordé! Te llamabas Roxas—. Interrumpió sonriente, mientras miraba al más alto con una sonrisa—. Lindo gorro, por cierto—. El entorno lo ignoró y siguió su conversación.
— ¿Está drogado?
—No; sólo tiene resaca. ¿Cómo se te ocurre que voy a traer a alguien así a casa?—. Este fue Roxas al contestar, manteniendo sus rasgos firmes y revoleando sus ojos.
—Aa—. Antes de que dijera algo más el chico atravesó la puerta y salió a la calle—. Y tú—. Señaló a Sora antes de amenazarle—. Dices algo y no serás el bonito castaño que eres—. Con eso el hermano de Roxas empezó a caminar lejos de ellos dos, con el pollo simpático en la cabeza y una mochila en el hombro.
—Me cae bien—dijo, sonriente, ante la mirada desorbitada de Roxas y entró con él a la casa silenciosa. Esa casa también le hizo recordar al sonido de las olas. Por momentos todo esta silencioso y de repente salía personas extrañas y ruidosas a su manera.
Cómo esa que los miraba con una escopeta y masticaba tabaco. Sora contuvo la respiración al verse apuntado y le clavó los ojos con miedo. ¡Cielos! Sólo quería dormir, para más tarde vomitar de nueva cuenta y tomarse una aspirina. ¿Qué tipo de parientes tenía Roxas de todas formas? Uno, el del pollo, que inspiraba presencia, y el viejo que tenía frente suyo con armado y apuntando directamente a su rostro.
Empezó a reír tanto que los cuatros ojos se quedaron prendados a él.
— ¿El chico está drogado?—. Sora se sintió insultado, por segunda vez, e infló sus mejillas coloradas. Este hombre estaba rompiéndole la… paciencia. No sólo él, sino también el playboy de antes.
— ¡No lo estoy!—. Espetó antes tambalearse ligeramente, de hecho si Roxas no lo hubiese sostenido del brazo lo más probable era que terminara de bruces en el suelo—. Me llamo Sora y no estoy encantado de conocerlo—. Vio a Roxas revolear sus ojos y cubrirse el rostro. Probablemente era mucho para una sola noche.
—No jodas conmigo, chico—. Quitó el arma de su rostro y Sora frunció los labios; por algún extraño motivo se sentía irritado—. Y tú—. Señaló a Roxas—. Que sea la última vez; si vomita lo limpiarás tu.
—Sí, señor—dijo Roxas; Sora sólo dedicó a mirar al viejo subir escaleras arriba—. ¿Quieres algo antes de subir, Sora?—. Cuando el muchacho comenzó a caminar, el castaño lo siguió a sus espaldas.
La casa de Roxas no era muy grande y bastante sencilla. Notó que no había agujeros en las paredes así que reconsideraba la idea del que el viejo loco haya matado a alguien antes.
Más allá de eso, los ambientes estaban bien ordenados. Los pasos de Roxas lo guiaron a la cocina y se sorprendió que no hubiera un solo plato en la vajilla. Además de no haber migajas de pan en la mesa; Sora se sonrojó, al no estar casi nunca sus padres estaba demás aclarar que la casa era un desastre. Desde sus calcetines roñosos en los sillones, hasta los restos de comida en las colchas de su habitación, sillones, alfombra… ¡ah! Los pelos de su gato también contaban como mugre. El señor Sonrisas estaba siempre vagando en tejados ajenos y metiéndose en lugares dónde Sora no lo alcanzaba.
De repente le empezó a doler la cabeza y tuvo que sentarse en la silla de madera si no quería desvanecerse en el suelo. Cómo toda la euforia de el beso, si es que se le podía llamar así ya que dudaba que hubiera quedado en eso solamente, había bajado del nivel noventa y nueve al primero, Sora podía pensar con claridad su situación. Entonces, repasando, había besado -no, el término adecuado sería casi devorado- y se había auto-invitado a su casa. Porque, honestamente, nadie dejaría a un borracho en mitad de la nada con su rostro.
Sora suspiró hundiendo su cabeza entre los brazos, desparramándose en la mesa. Lo cierto era que, lo miró de reojo ruborizándose, se sentía atraído. Muy atraído, su instinto le decía que Roxas era una persona confiable y leal, y sus pensamientos muchas cosas con censuras que sería conveniente no imaginarlas ahora. Había algo en él, quizá que era muy callado. Porque desde que se había instalado en la cocina estaba concentrado en el café, de espaldas a él.
Sonrió de lado; sin embargo se alteró internamente. ¿Qué le iba a decir ahora? Sora recordaba todo lo que había pasado horas antes, desde el momento de verlo hasta llevarlo arrastrando al callejón, y también al ratón que franeleaba en su pie. El ratón no importaba ahora; sino que apenas lo conocía; y además no estaba enamorado como para crear un ambiente de ponis gay en mitad de la cocina.
Aunque no prometía nada cuando subieran. Malditas hormonas, parecía un hámster ya. O al menos así se sentía. Volviendo a la cuestión… tenía ganas de besarlo de nuevo. No, no, no era esa la cuestión tampoco. Tenía que organizar las neuronas en hilera para que estas funcionaran de nueva cuenta. De momento lo mejor era hacerse el yo-no-sé-nada y no-fue-mi-culpa-tampoco.
Sí, era lo mejor, aunque pensaba acercarse a él de a poco. Después de todo Roxas no parecía la clase de persona que soportara un aborde directo.
—Hey, Sora—. El castaño tomo aire al momento que Roxas se acercaba, con sus enormes ojos azules algo confusos. Probablemente aquí venía la pregunta que había estado esperando. Oh, encima era un pésimo mentiroso.
—Dime—dijo, concentrándose en la taza de café humeante que tenía en sus manos. Roxas lo miró por largo rato, provocando su impaciencia, Sora empezó a producir sonidos con el pie al momento que golpeaba la madera del suelo—. Suéltalo ya, Roxas—. El muchacho suspiró frustrado, tratando de contener algo.
—… ¿Te acuerdas algo de esta noche?—. Eso era lo que Sora temía, tomó de golpe la infusión quemándose la lengua y carraspeó la garganta. Tenía que enfrentarlo, después de todo quizá era algo de una sola noche. Manoseo, besos, pero todo quedaba en el olvido. O bien eso creía él—. Si no te acuerdas no hay problema—. ¿Tan poco le importaba? El castaño podía presentir venir el tic de su ojo; sonrió con fingida pena y lo miró con los párpados cerrados.
—No… no me acuerdo—. Gah, temía decir la verdad. Aunque le diera en el orgullo, y tuviera ganas de otras cosas, Sora simplemente no podía hablarlo ahora. Quizá cuando el alcohol saliera de su sistema sería otra cosa—. ¿Te molesta si nos vamos a dormir? Se me parte la cabeza.
—Claro que no—dijo el muchacho sonriente, antes de retirar las tazas y ponerlas en la vajilla—. Puedes tomar la cama, yo dormiré en el sofá—. Tal vez, ahora, iba a aprovecharse de la situación. Un poco nada más.
—Si no te molesta podríamos dormir en la misma cama—. El castaño sonrió, poniéndose los brazos en la nuca—. Después de todo somos dos hombres, ¿no?
Podría jurar que había visto un tenue rubor en sus mejillas y que el cuerpo le tembló ligeramente; Sora sonrió de lado. Esto, además de aprovecharse, se llamaba acorralar. Porque el castaño quería probar unas cosas que tenía en su cabeza.
Después del ardiente beso que había iniciado todo esto, Sora creía que iba a encontrar otras cosas interesantes en él. Y como todo cliché para chicas: el primer paso es siendo amigos.
Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, son propiedad de Nomura sensei y Square Enix.
A/N: Al fin la página parece haber vuelto a la vida, así que aquí reportándome con otro fic de la misma pareja (plus, espero que les resulte interesante :'D)
Los comentarios son bien recibidos, como siempre (L)
Besotes~
