Era
un día nublado y sin sol. En una casa se encontraba un chico
de 16 años, tenia el pelo rubio, sus ojos eran grises y muy
profundos, se podía pensar que resaltaban mucho pero mostraban
una frialdad muy rara en un chico de su edad.
Draco Malfoy, se
encontraba en una mansión enorme, estaba en su cuarto. El
cuarto estaba lleno de cosas y juguetes viejos. Aunque eran muchas
las pertenencias del chico estaban sumamente ordenadas, los elfos
domésticos de la casa siempre ordenaban todo lo que
encontraban tirado.
Draco se despertó perezosamente, se
movió de un lado a otro en la cama pero por más que
trataba, no se sentía cómodo en ella.
Se sentó
en la cama unos instantes, no traía camisa y solo estaba con
boxers. Se paro de la cama y se fue a su armario. Lo abrió y
agarro un suéter negro y unos jeans azules. Se miro un momento
en el espejo y pudo ver a un chico muy alto, el pelo engominado le
caía libremente por la cara ya que se acababa de despertar,
miro su tórax y se alegro de ser rubio. Tenia la piel muy
blanca, estaba seguro que si el pelo fuera de otro color parecería
vampiro. Sus músculos se habían desarrollado por el
Quidditchs, no al punto que fuera exagerado pero mantenían
complacido al chico. Se vistió rápidamente ya que pudo
sentir el frío calándole en los huesos. Cualquiera se
sorprendería por el frío que hacia en la casa, pero
para Draco ya era normal, en donde él vivía siempre
hacia frío, aunque estuviera despejado y con sol. El chico se
dirigió hacia un calendario que había cerca de su cama
y tacho otro día en el calendario. Había agarrado la
costumbre de hacer eso, era su forma de contar los días que
faltaban para volver a Hogwarts. No tenía amigos verdaderos en
el castillo y sabía que no era feliz en ese lugar, pero era
mucho mejor que estar en su casa todo el tiempo.
Odiaba
todo lo que tenia que ver con su familia, puesto que todo ello lo
había hecho sufrir terriblemente. Su padre desde siempre le
había educado para una sola cosa. Odiar a quien no fuera de su
misma altura. Siempre le habían dicho que tenía que
odiar a los que no fueran de sangre limpia y que no se juntara con
los que no estuvieran de su lado; al decir de su lado su padre se
refería a los que no eran seguidores del Señor
Oscuro.
Otra de las cosas que le había enseñado era
que tenía que ser déspota y nunca mostrar ningún
sentimiento. Decía que el llorar, así como el sentir
cariño o incluso amor por alguien eran unos sentimientos que
no se podían permitir en su casa, que eran la debilidad más
grande que podía haber existido y que no servían de
nada en su futuro. Futuro que Draco no quería, sabía
que su padre quería que fuera un mortífago como lo era
él y que siguiera los pasos de él en cuanto a matar y
exterminar a los sangre sucia.
Pero Draco no deseaba nada de eso,
no quería matar a nadie y mucho menos a los sangre sucia. Era
cierto que el siempre había dicho que no le agradaban los
sangre sucia, decía mil veces que los odiaba pero la realidad
era otra. Él estaba enamorado de una sangre sucia. Era
perfecta en todo sentido y siempre le había gustado desde que
la había visto en el tren del colegio.
Pero nunca se había
atrevido a decírselo, de hecho el muchas veces que había
tratado de negarlo y su forma de hacer que ella no se diera cuenta de
las cosas era insultándola todo el tiempo. Había
actuado por 5 años y la había visto llorar millones de
veces, al principio no había sentido nada al verla llorar;
pero conforme pasaba el tiempo sentía más remordimiento
por ello. Millones de veces Draco se ponía una mascara que
ocultaba todo lo que sentía frente a ella y a los demás,
pero la verdad era que el insultarla lo destruía por
dentro.
Estaba seguro de que lo odiaba con todas sus fuerzas y no
la culpaba, después de todo el siempre la había tratado
muy mal a ella y a sus amigos
-Sus
amigos, sus malditos amigos- dijo Draco golpeando la pared con el
puño cerrado, odiaba a los amigos de la chica, siempre
creyéndose mejores que todos y siempre impidiendo que él
se acercara a ella. Siempre habían alejado a Draco de ella
cuando veían que se acercaba a ella y eso también hacia
imposible el acercamiento a la chica. Pero en parte Draco disfrutaba
eso, el hecho de que sus amigos lo alejaran de ella la hacía
más atrayente, para él Hermione Granger era el fruto
prohibido.
Un sonido muy fuerte saco a Draco de sus pensamientos,
alguien estaba tocando a la puerta
-Draco despiértate- se
hoyo una voz femenina- tienes que bajar a almorzar
-Ya voy madre-
le dijo Draco malhumorado
-No me hables de esa forma- le dijo
Narcisa del otro lado de la puerta- ten mas respeto
-Lo siento-
dijo Draco- enseguida bajo
Hoyo que unos pasos se alejaban y
volvió a ver el calendario. Fue en ese momento cuando se dio
cuenta de que ese día volvería a Hogwarts.
El chico
sonrió al pensar que volvería a ver a Hermione, este
año trataría de acercarse a ella de alguna forma.
-Ella
tiene que ser mía- dijo Draco sonriendo, la única cosa
que pensaba que valía la pena de todo lo que le había
enseñado su padre era que un Malfoy siempre conseguía
lo que quería, fuera lo que fuera y costara lo que costara
-Tu
terminaras siendo mía Hermione- dijo sonriendo
Salió
de su cuarto y bajo a desayunar, se dirigió hacia la cocina y
entro por la puerta de mala gana
-Aquí estoy- dijo a su
madre- ¿feliz?
-Come pronto- dijo la madre sin hacerle
caso
Un elfo domestico se le acerco con la comida en el plato, la
puso sobre la mesa y se la acerco a su amo
La madre termino de
comer y miro a su hijo- date prisa y termina tu comida, que no quiero
llegar tarde a la estación y toparme con esos muggles. Salió
de la cocina dejando solo a Draco, sumido en sus pensamientos de cómo
podría acercarse a Hermione. Ahora no tenía miedo y
podría hablar con ella ya que el año pasado su padre
fue enviado a Azkaban.
-Tenían que ser Hermione- dijo el
sonriendo- como me gustas, eres perfecta.
Termino su comida y
dejo el plato en la mesa. Un elfo se le acerco para levantar el
traste y al ver que su amo se paraba, el elfo se inclino ante el y
hasta que Draco no salió de la cocina no se levanto. Al salir
de ella Draco sonrió, le había gustado el ver al elfo
arrodillándose ante él, mostrando lo superior que era.
Se imagino a Potter y Weasley haciendo lo mismo, arrodillándose
ante su grandeza y Hermione al lado de él, siendo su novia y
dejando a sus dos amigos por él.
-Draco sal ya!- le grito
su madre- no voy a estar esperándote todo el tiempo
Draco
salió de sus pensamientos y se dirigió afuera al
automóvil donde le esperaba su madre.
Draco estaba en
el Anden 9¾, esperaba a sus amigos.
-Como si a esos dos se
les pudiera llamar amigos- dijo Draco pensando en los gorilones que
siempre lo seguían. Sabía perfectamente que Crabbe y
Goyle solo pretendían ser sus amigos por conveniencia. Pero al
menos sabía que con ellos estaba protegido, puesto que casi
todo Hogwarts le tenía miedo.
Entro al Expreso de Hogwarts
y busco un vagón donde poner sus cosas. Abría todos los
vagones que encontraba pero todos estaban llenos, de chicos y chicas
que cada vez que abría la puerta se le quedaban viendo, las
chicas principalmente. Draco sabía perfectamente que era
atractivo para todas las chicas de Hogwarts y lo sabía por que
se había acostado con más de la mitad del colegio y no
le importaba admitirlo.
Después
de mucho estar buscando, Draco al fin pudo encontrar un vagón
que estuviera solo. Se metió y dejo sus cosas y se sentó,
el compartimiento que había encontrado estaba muy cerca de la
barrera para entrar. Así podría ver cuando llegaran sus
amigos.
Draco estuvo mucho tiempo esperando y viendo a la gente
pasar y viendo a sus amigos, estaba empezando a desesperarse por que
solo había Gryffindors, Huflepuffs, Ravenclaws pero ningún
Slytherin.
-Por dios, que ya aparezca alguien que valga la pena-
suplico Draco y acto seguido la vio.
