Disclamer: Todos los personajes reconocidos pertenecen a J. y Warner BROS.
-- Capítulo1: Llegada --
Puso los pies en el suelo y el frío de las baldosas, lejos de desagradarla, consiguió hacer más real aquella ilusión. Por fin era 1 de Septiembre. Se duchó, se vistió y comenzó a peinar su larga melena pelirroja; entonces una idea se pasó por su cabeza… todavía hacía buen tiempo, la verdad es que muy buen tiempo para ser Septiembre, así que decidió que su look veraniego durase un día más.
A un par de miles de kilómetros de allí, una morena de mal carácter y peor despertar, salía de una ducha de vapor en su preciosa habitación de la no menos preciosa villa florentina de sus padres. Hacía un calor tremendo, aún tratándose de Italia, para ser la época que era; pero en Londres no tendrían ese placer, o eso esperaba. Se vistió y bajó a desayunar con la insoportable de su hermana.
Ya llevaba dos horas a pie, se había bañado, vestido y secado el pelo. Ahora, acababa de subir tras desayunar, para maquillarse y decidir que bolso le haría juego con el vestido que llevaba puesto. Se miró al espejo y le encantó, definitivamente estaba radiante y esperaba que ellos se diesen cuenta.
Su madre le había dejado todo planchado y colocado, sólo tendría que ducharse y vestirse, coger un bollo y beber un zumo quizá, pero estaba segura de que no lograría hacerlo a tiempo. Levantó la cabeza de debajo de las sábanas y miró de refilón el despertador. De repente saltó de la cama y se metió en el baño contando los minutos.
-Son las 10:15, ¿dónde está Megan? – preguntó impaciente Dana.
-¿Por qué preguntas si ya sabes la respuesta? – respondió Katrina.
-Yo no puedo más o entramos o la mato cuando la vea – dijo Dana un poco alterada. A Dana no le gustaba nada quedarse con el peor compartimento o tener que compartirlo con a saber qué gente.
-Se nos va a hacer demasiado tarde para elegir compartimento si esperamos mucho más. Me quedaré yo aquí y esperaré por Meg. Entrad vosotras y buscad un compartimento – convino Lily como solución.
-Me llevo tu baúl y a Wiple (su lechuza), seguro que cuando llegue Meggie tendrás que ayudarle a subir sus cosas a toda leche – le respondió Katrina.
-Gracias Kat – Lily se quedó allí esperando a la tardona de Megan. La pelirroja se puso a pensar en sus amigas, ¿qué haría sin ellas?
Llevaba ya unos minutos esperando cuando escuchó una voz muy a su pesar…
-Vaya, vaya… James, mira quién está ahí y que modelito se trae, ¡bonitas piernas Evans! – dijo Sirius descarado.
-¡Hola Evans! – le dijo James a Lily al pasar por su lado, y antes de que la pelirroja pudiese contestarle que no iba a salir con él, el chico pasó de largo.
-¡Lils! – la llamó Remus – ¡Qué guapa estás hoy…! Oye, ¿estás bien?
-Sí – dijo Lily distraída – Rem, ¿qué le ha pasado a Potter?
-¿Por qué? Te ha dicho algo que…
-No, – lo interrumpió Lily – en realidad no me ha dicho más que hola y ha pasado de largo, ¿está enfermo?
-No que yo sepa… Oye, ¿y tú qué haces aquí sola? Espera, no me lo digas, ¿a que estás esperando a…?
-¡Nadie, porque ya estoy aquí! – respondió una voz a espaldas de Remus, dándole un susto al de ojos dorados – ¿Qué tal estáis chicos?
-Bien, pero te lo contamos en el tren porque se va a ir sin nosotras a este paso – le contestó Lily a su amiga.
Lily, Megan y Remus entraron al andén y subieron al tren cuando faltaban sólo 10 minutos para la salida. Remus y Lily dejaron a Megan y sus cosas en el compartimento en el que estaban Katrina y Dana, para dirigirse luego al vagón de prefectos.
-Bueno, Lils, ¿qué tal el verano? – le dijo Remus a la chica pelirroja. Lily era guapa, tenía un encanto especial, con el pelo rojo anaranjado cayéndole lacio hasta la media espalda, la piel pálida sembrada de pequeñas pecas y aquellos preciosos ojos verde esmeralda. Todo ello ensalzado con un carácter cálido y con un aura que daba confianza. Sí, aquella era Lily Evans.
-Bien, hemos viajado por España y Francia todo un mes las chicas y yo, ha sido maravilloso. El resto del tiempo lo pasé en casa, con mis padres y mi hermana y también visitando a… bueno, ya sabes. – Remus asintió – La verdad es que ha sido un verano interesante. ¿Qué tal el tuyo? – Remus era un chico singular, tan serio y responsable por una parte y tan bromista y orgulloso por otra. Desde luego no era tan egocéntrico como sus amigos, pero sí que tenía un punto descarado. Era alto, rubio trigueño y con unos ojos dorados que transmitían tranquilidad, aunque estaba envuelto por una sombra de misterio que lejos de desagradar, atraía a muchas chicas, aunque él tuviese demasiado miedo como para embarcarse en una relación.
-Fui con mis padres a visitar a mis abuelos en un pueblecito perdido de Escocia y pasé dos semanas en Italia con James y Sirius. Todo muy divertido.
-Y sabemos algo de… - Lily lanzó una mirada significativa al chico trigueño.
-No, todavía no. Espero que Dumbledore lo encuentre pronto – los chicos se referían a la poción Matalobos, en aquel entonces se sabía algo de ella, pero muy pocos eruditos podían fabricarla.
-Y yo Rem, y yo – le tocó la mejilla a su mejor amigo a modo de gesto amistoso y levantó la mirada al notar que empezaban a entrar el resto de los prefectos en el vagón.
El viaje transcurrió sin complicaciones (si exceptuamos que los Slytherin del vagón 7 salieron del tren con el pelo rosa) y al llegar a la estación de Hogsmeade los nuevos fueron dirigidos por Hagrid a los botes y los mayores se fueron en carruaje al castillo.
Tras la selección, Dumbledore se levantó y recordó las prohibiciones, advertencias y demás normas. Al final del discurso añadió:
-Y, como todos los años, sólo me queda anunciar los 2 premios anuales que curiosamente han caído en la misma casa. Por favor, Srta. Lily Evans y Sr. James Potter levántense – los Gryffindor aplaudieron a sus compañeros premiados - Acérquense tras la cena para recibir la insignia y las indicaciones. Sin más, ¡A COMER!
Lily no se movió, se quedó mirando a James como si estuviese viendo un fantasma (de los que dan miedo). Él lo percibió, pero hizo como si no se diese cuenta. Desde luego, James Potter sabía cómo llamar la atención, podríamos decir incluso que era un especialista. Hijo único de una gran familia, ricos, respetados y de larga ascendencia mágica; capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor; estudiante modelo; rompe-reglas incontrolable y egocéntrico incurable. Traía loco al sector femenino y no era para menos: alto, atlético, guapo, moreno de ojos avellana, con una mirada pícara, casi insolente unas veces y tan dulce otras. Tenía como objetivo único desde hacía tiempo a Lily, pero sus métodos eran de todo menos adecuados… quizá.
Tras la cena y después de ser felicitada por el director y el resto del cuerpo docente, Lily ordenó a los pequeños y esperó por Remus para guiarlos hasta la Torre de Gryffindor. Por el camino, estaba muy pensativa y un poco perdida.
-Lils… - la llamó Remus – Lils… Lilian Evans!
-¡Eh! ¡Sí! Yo… ¡la contraseña! Brave and Proud.
Los niños entraron y al poco rato estaban instalados. Remus apartó un momento a Lily:
-¿Me vas a decir qué te pasa o vas a seguir con esa cara de tonta?
-Yo, no me pasa… - Remus la miró con incredulidad – OK, Don Prefecto, estoy confundida y cabreada.
-¿Por?
-Porque Potter parece pasar de mí y porque él también es premio anual, ¡joder! ¡Pensé que lo serías tú! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?
-¿Estás confundida por James? Vamos Lils, no me digas que te gusta…
-¡No! ¿Pero qué dices? ¡Deja de decir tonterías!
-Entonces…
-Es que me da la impresión de que trama algo y si además tiene el puesto de premio anual, será mucho más difícil de pillar… es como si Dumbledore apoyara sus… vuestras travesuras.
-Lils, siempre hemos hecho lo que nos ha dado la gana; que James tenga ahora ese puesto no es más ventajoso. Tenemos nuestros métodos – Remus la miró paternal – no te preocupes, anda.
-Está bien – y ambos subieron hacia sus respectivas habitaciones.
Entonces, en la habitación de los chicos:
-Querido Prongs – dijo Remus al cerrar la puerta tras de sí – la curiosidad la está matando.
-¿Ha funcionado? – preguntaba un emocionadísimo James.
-La duda ofende – respondió Remus orgulloso – ¿Desde cuándo un plan mío no da resultado?
-¿Te he dicho alguna vez cuanto te quiero, tío? – le respondió James entusiasmado - ¡Oh, Circe! ¿La habéis visto hoy? Estaba tan guapa que casi me da algo y llevaba aquellos pantaloncitos y se le veían las piernas y… - Remus y Sirius dejaron por caso perdido a su amigo, mientras él hablaba solo enumerando las infinitas cualidades de la pelirroja.
Y en la habitación de las chicas:
-¿Por qué tú tienes tan buen gusto y yo no? – preguntó Lily señalando a Megan.
-¿Yo? ¿De qué hablamos? – Megan Cold, pelo castaño, largo y liso terminado en tirabuzones; grandes ojos gris plata y sonrisa tímida. Aquella chica era sin duda la más ingenua y despistada del grupo, pero también la más dulce y curiosa. Sus amigas la describían como la Dama de las Causas Perdidas, siempre defendía a todo el que estaba en problemas y era sin duda una persona sensible. Poseía una belleza tranquila, siempre con su sonrisa amable y sus preciosos ojos chispeantes.
-De Remus, ¿por qué no me puedo enamorar yo de un chico así?
-¿Y a ti quién te ha dicho que a mí me guste Remus? – entonces Dana salió del baño partiéndose de risa.
-Vamos Meg, ¿a quién pretendes engañar? – y añadió mientras empezaba a pintarse las uñas – ¿acaso no te gusta desde segundo curso? – Dana era así, siempre soltaba las verdades como jarras de agua fría. Era parte de su encanto, entre su perfeccionismo, su visión de lo estético y su snobismo fingido, daba la imagen de una perfecta dama de la alta sociedad, pero en realidad Dana Sloan podía considerarse el torbellino de aquel cuarteto. Además no es que fuese guapa, es que tenía una belleza evidente, aquel cabello dorado corto a la altura del lóbulo de la oreja por un lado y un poco más largo por el otro, y aquellos ojos azul turquesa, encajados en una cara propia de un ángel, tan pura, tan bella… Sus padres eran dos estirados amantes de la apariencia y Dana era un espíritu libre.
-Yo…
-Vamos chicas, dejad ya a Meggie – Katrina abrió el dosel de su cama – ya tiene bastante con que sea un Merodeador como para que vosotras la estéis atormentando – y puso su más irónica sonrisa. Katrina DiCarlo, sin duda un misterio para el colegio. Sus notas impecables, bateador del equipo de quidditch de Gryffindor y una mente fría y agresiva de puertas para fuera. Lo que encerraba su cabeza sólo ella lo sabía y lo que encerraba su cuerpo también, puesto que debido a una mala experiencia decidió que nadie la valoraría por lo que pareciese, sino por lo que demostrase ser, así se decidió a vestir con ropa grande y floja. De una belleza salvaje, propia de la sangre que le corría por las venas, Katrina o "Kat" para sus amigas, poseía un rostro afilado con marcados ojos violeta, señal de un gran legado, y labios perfilados, además de una melena ondulada que llegaba por debajo de su cintura, aunque siempre la llevaba recogida en coleta. Era un muro inquebrantable para sus amigas, siempre estaba allí donde se le necesitase y siempre dispuesta a protegerlas. Irónica y arrogante, la calidez se la había guardado para ella y la mostraba muy poco.
-El día que Megan Cold se cabree… - dijo la castaña mirando con los ojos entrecerrados a sus amigas.
