Un gallo y un león disputan un reino, disputan la sangre y disputan la tierra, el oro y la gloria.

La tierra de sufrimiento se marca y a los hijos el castigo pasa.

¿Dios benévolo? Me dijeron algunos, Dios amable y compasivo pero aquí nos ha vendido. Leones nos invaden y roban, el rey huye y nadie nos salva, pues la muerte segura no se detiene ni ante niño ni mujer que, en soledad, misericordia se atreva a esperar.

La guerra avanza y una mujer se alza, en orgullo y en gloria, un caballo blanco cabalga y una bandera de oro y plata en su mano carga.

La espada blandió y a la victoria nos llevó, pero una hoguera se encendió y la traición sobre nuestra gloria cayó.

100 años de guerra, una mujer y una hoguera, la esperanza se quiebra y el injusticia se siembra. Pues aquellos que al pueblo defendieron muertos están, por armas inglesas o francesa no ha de importar, pues su muerte a todos nos ha de afectar.

100 años de guerra, el pueblo siempre ha de sufrir, pues ante el poderoso siempre nos hemos de hincar y al humilde siempre hemos de alejar.

Tontos fuimos y tontos seremos, pues en reyes creemos y al pueblo dejamos, divididos estamos y así estaremos. En reyes no he de creer y en mi pueblo mi esperanza escondo, pues aquel que de un rey espera misericordia, misericordia tendrá a precio de oro y plata que el rey ha de reclamar para que su protección al pobre pueda brindar.

Si no puedes pagar, al infierno iras pues, al rey, francés o inglés, el pobre no le ha de importar, a menos que le pueda pagar.