Nota: Este fic puede sonar a topicazo, y también estar lleno de tópicos, perooo tenía ganas de un fic de Sanji!Mujer desde hace tiempo. Así que esta es mi propia versión. ¡A ver qué sale! ¡Acepto ideas para el título!
Atención: Más a delante puede haber yaoi o yuri (más probabilidades de yuri), ¡estáis avisados!
Disclaimer: No, yo no creé One Piece, de verdad de la buena, ése fue Oda.
Pairings: zoroxsanji? namixsanji? zoroxsanjixnami? ¡Ven y averígualo!^^
Género: humor, romance, angst. Un poquillo de todo.
Toma frutazo
-prólogo-
-¡Maldita sea!
Todo por culpa de Luffy, ese estúpido capitán nuestro que tiene más paja en el cerebro que en el sombrero. Si al menos se detuviera un minuto. No, un segundo al menos, a pensar las cosas. Leer un cartelito, ¿qué poco cuesta eso? Un cartelito bien grande y claro que estaba clavado a la entrada del maldito huerto. Pero nooo, qué va, para qué molestarse en intentar descifrar unas pocas palabras. Y para qué escuchar las advertencias de la preciosa Nami-san, o los consejos de la inteligente arqueóloga. Qué va. Lo primero es escuchar a ese inmenso agujero negro que tiene en el estómago, eso sí que lo hace bien. ¿Qué el niño tiene hambre? Pues nada, a coger lo primero que se le pone al alcance. "Uy, qué bonita la fruta, me resulta extrañamente familiar, pero tiene un color taaan bonito. Uy, pero así a palo seco no me apetece, ¿cómo me la voy a comer sin carne, teniendo a Sanji al que hago trabajar como un esclavo para no pasar hambre ni un par de horas? Pues a él que se la mando". Oh, y cómo no, con esa delicadeza tan característica suya.
-¡Saaaanjiii…..!
Ay, y yo qué ingenuo todavía, ¿es que no aprendo? No puedo quedarme metido en mi cocina la mar de cómodo y seguro, y dejar que el cabeza-lechuga apechugue con lo que sea que quiera el patán de nuestro capitán, que se supone que es el que está con él en la partida de reconocimiento, no yo, y el que se tendría que ocupar del mocoso. Pero no, va y me tengo que asomar a la puerta, a ver qué quiere el crío.
-¡Saaanjiiii…! ¡Toma, prueba esta fruta a ver qué tal como acompañamiento de caarneeee!
Y toma frutazo. Porque neuronas no, pero fuerza bruta sí que tiene el niño, para dar y tomar, y ni se molesta en controlarla. ¿Qué está a un poco más de distancia de tiro de piedra del barco? Pues nada más fácil, un poco de gomu-gomu y fruta a discreción. Y como encima, cuando quiere tiene buena puntería, toma frutazo en toda la boca, que un poco más y me ahogo entre el golpe y la cacho fruta del demonio. Sigh (suspiro).
-¡Luffy, pero qué haces zopenco! –Escucho exclamar a mi dulce pelirroja.
-¡Luffy, ¿qué no escuchas lo que te decimos!?? –Ten fe, Ussop, ten fe…
-¡¿Cocinero-san, te encuentras bien?!
Ay, mi querida Robin-chan, preocupándote por mí… Pero no, en esos momentos no me encontraba nada bien. No es agradable sentir como si el cuerpo se te fuera desintegrando y te ardiera el aire dentro de los pulmones, mientras la cabeza parece que te vaya a estallar… No, no es agradable en absoluto.
Al menos lo primero que vi al empezar a encontrarme mejor fue el hermoso rostro de mi Nami-san a escasos centímetros del mío. No hay mejor medicina que esa, perderse en esos orbes castaños, rodeados por esa piel tan suave, esas diminutas pecas que sólo a esa distancia se pueden apreciar, enmarcado su bello rostro por su corto cabello pelirrojo que cae en finos mechones sobre ese adorable ceño fruncido.
-Sanji-kun…
Su gesto es de preocupación. Intuyendo a los demás a mi alrededor, pues jamás apartaría los ojos de tan maravillosa visión, me apresuré a tranquilizar a la angustiada –por mí, nada más y nada menos- navegante.
-¡No te preocupes, pelirroja mía, hace falta algo más que-
Me interrumpí al notar la agudez de mi propia voz. Una circunstancia asociada al hecho de haber resultado casi asfixiado por una fruta de un tamaño semejante al de la cabeza del marimo, sin duda, supuse al instante. Mejor era dejar pasar un momento antes de intentar hablar de nuevo… Extrañamente, ninguna risa ni comentario mordaz se dejó oír entre mis compañeros, sólo parecía imperar un silencio pasmado, como pasmadas eran sus expresiones cuando me digné a echar una ojeada alrededor. Por supuesto, sólo las de las caras de la tropa de brutos. La expresiones de mis damiselas lo que manifestaban eran una encantadora sorpresa. Fue cuando me dispuse a levantarme, decidido a indagar más a pesar de cómo fuera a sonarme la voz, alargando el brazo mientras me incorporaba apoyándome en la barandilla de cubierta, que noté algo raro. Lo primero, lo estrecha que sentía la camisa y, lo segundo, en clara contradicción, cómo el cinturón me resbalaba de la cintura hasta quedar apoyado precariamente en mis caderas, donde me apresuré a asegurarlo sujetándolo bien. ¿Acaso la camisa se había encogido al mismo tiempo que perdía peso? Al bajar la mirada, me topé con una imagen que normalmente me habría hecho estallar de gozo, si no fuera porque ese canalillo entre curvas que se dejaba entrever en los huecos dejados por unos botones que amenazaban con escapar de un salto, era… MI PROPIO ESCOTE.
-¡Aaaaaaaah!
Ese grito tan femenino –e histérico- sin duda pudo escucharse a más de un quilómetro a la redonda.
