Habían pasado seis años en que la maldición de Kiara había sido destruida, y cada quien había tomado sus caminos, habían pasado ya seis años en que todos se habían separado y habían decidido vivir sus vidas de acuerdo a sus principios y deseos.
Tiempo después de la fiesta de cumpleaños de Bill, continuaron con la serie de conciertos en distintos países y de manera tranquila anunciaron su separación como agrupación meses después, se habían especulado algunas cosas, y más después de aquel suceso y el supuesto intento de secuestro, los medios apuntaron varias cosas, pero la separación fue inminente, al fin de cuentas, sólo los muchachos conocían la verdad de todo.
Y así tendría que ser.
Andrew se encontraba en una de las habitaciones de algún hotel de Paris, blanca e impecable, con grandes ventanas que alumbraban el romanticismo de ese lugar, recostado sobre la amplia cama con sabanas de seda y suaves almohadas, tomó el teléfono y marcó un número, habían pasado algunos meses que no hablaba con Bill o Katherine, y aunque sonara extraño después de tantas cosas y altercados entre Bill y él, durante el tiempo en que estuvieron trabajando en la producción de su último concierto, los viajes, las noches de fiesta y demás, ellos habían construido una fuerte amistad que continuaron cultivando durante esos tantos años de distancia.
- ¿Hola? –una voz infantil se escuchó al otro lado del teléfono.
- Nathan, cuántas veces te he dicho que no debes responder el teléfono de papá –Andy dijo de manera represiva pero suave hacia el niño.
- ¡Tío Andy! –la emoción del chiquillo fue inminente con un grito que también le emocionó a él.
- Oh sí, soy yo –sonrió mientras se acomodaba sobre la cama cruzando las piernas al estilo de meditación y algunos ruidillos se escucharon al otro lado de la línea—. ¿Cómo has estado joven travieso?
- ¡Bien! –la voz dulce e inocente le respondió de inmediato—. ¿Sabes?, hice lo que me dijiste para que esos niños de la escuela no me molestaran y funcionó. Ahora ya nadie se mete conmigo –dijo el niño emocionado y alegre.
- Me parece muy bien, de ahora en adelante debes de procurar que nadie te maltrate ni te diga cosas feas –el niño asintió con un sonido mientras los ruidos de televisión se escuchaban cada vez más de cerca—. Y dime, ¿cómo está tu papá?
- Él está dormido, vino cerca de las cinco porque se la pasó toda la noche trabajando con mi tío Tom en sus canciones. ¿Quieres hablar con él?
- Oh, no, déjalo, debe descansar.
- ¿Cuándo vienes a visitarnos?, quiero que un día de estos me lleves al colegio –dijo de manera tiernamente suplicante—, quiero que esos niños se mueran al ver tu bicicleta con tubos, llantas enormes y humo.
Andrew soltó una carcajada ante el comentario del niño.
- Es una motocicleta Nathan.
- Sí, eso. Moto… bicicleta… motocicleta. ¿Cuándo vendrás?
- Tal vez pronto, por el momento me encuentro muy lejos de allí, pero te prometo que cuando vaya te llevaré una gran, gran sorpresa que sé que te gustará.
- ¿Me regalarás tu bicicleta?
- Emm, no. Pero puede que te de una cuando seas grande.
El ruido de desgano del niño se escuchó y de inmediato se oyó una voz femenina al fondo. Hubo un momento de puros ruidillos hasta que tomaron el teléfono y continuaron.
- Andy ¿sigues allí? –era la voz de Katherine.
- Sí. Aquí sigo.
- Que bien que llamas, ¡ya te extrañábamos! –dijo con la clásica calidez en su voz que le caracterizaba—. Disculpa a Nathan, se la pasa apoderándose del teléfono de Bill cada que puede, por que según dice él que quiere hacer el trabajo de su papá.
- ¡Mamá! –se escuchó el quejido del niño de manera juguetona.
- Oh, ya veo –dijo Andy divertido—, aún está en esa etapa en que quiere ser como su padre.
- Sí, algo así –Katherine mencionó—, aunque hay algunos días en que me dice que quiere ser como tú.
- ¡Demonios!, no me digas eso –exclamó y ella sonrió—. Creo que soy mala influencia para ese niño.
- Sí, demasiado –ella bromeó al otro lado del teléfono—. Y cuéntame, ustedes ¿cómo han estado?
- Bien, ahora estamos en París viendo qué hacer –una risilla se escapó de sus labios—, aprovechamos cada noche para salir a conocer y esas cosas. Aunque esto de viajar ya me aburrió un poco, creo que pronto volveremos a California.
- Ojalá y sea pronto. Cualquier cosa mantenme al tanto ¿de acuerdo?
- ¡Claro!, y ustedes igual. No quiero llegar y enterarme que Nathan tendrá un hermano o algo así.
Ella sonrió mientras el ruido de la televisión desaparecía.
- Oh, no, eso por el momento no –dijo aun riendo mientras la voz del niño se escuchaba al fondo—. Creo que tenemos suficiente con uno.
- Ya me he dado cuenta. Oye Katherine, tengo que colgar, me saludas a Bill que siempre que le llamo se encuentra dormido –dijo burlón y la puerta del baño se abrió.
- Es que comprende, ha estado trabajando duro por ese nuevo disco –ella justifico.
Winter salió del cuarto de baño con una toalla sobre la cabeza cubriendo sus largos cabellos rubios. Se colocó frente a la cómoda que estaba en una esquina de la habitación mientras comenzaba a secarse el cabello frente al espejo.
- Lo sé, y espero que me enseñe su trabajo cuando regrese –él observó a la rubia mientras continuaba con su cabello—. Tu hombre y yo tenemos muchas cosas de que hablar.
- Tranquilo, le diré que te enseñe su nueva producción antes de que la publiquen –ella comentó amistosamente—. Cuídense mucho… ¡Ah! y me saludas a tu hermosa novia –dijo en un tono de complicidad.
- ¡Claro!
- Hasta pronto Andy. –Katherine finalizó de manera afectuosa.
Lanzó el teléfono hacia un lado sobre la cama y observó cómo ella ya cepillaba su cabello, sus estilizadas piernas se asomaban por debajo de la pequeña remera sin mangas que caprichosamente cubría las curvas de sus caderas, Winter lo miró desde el espejo sonriéndole provocativamente mientras él continuaba contemplándola detallando cada movimiento que hacía esa hermosa hembra de pronunciadas curvas y delicada mirada.
- Me gusta lo que llevas puesto –dijo él haciendo referencia a la remera oscura con el estampado de su ya extinta agrupación.
Ella giró mirándolo de frente desde la esquina de la habitación, puso el cepillo sobre la madera y se aparragó echando los brazos hacia atrás en el tocador, mirándolo seductoramente mientras parecía posar exclusivamente para él de manera tentadora.
- Lo sé –ella comentó de manera pausada—. Te puedo decir que tuve la fortuna de que uno de los integrantes de este grupo se la quitara y me la diera en su último concierto.
- Ah, que afortunada eres entonces. –dijo él siguiendo su juego mientras la observaba caminar hacia la cama
- Así es. Demasiado diría yo.
Continuó caminando dirigiéndose hacia la ventana, con la elegancia y sensualidad de un felino, meneando las caderas que ceñían la tela demostrando levemente un poco más de piel que a él le hacía hervir de inmediato. Andrew bajó de la cama y la siguió, ella corrió las cortinas y abrió la enorme ventana dejando notar el bello lugar en donde estaban, la noche, las estrellas, las propias luces de la ciudad, Andrew se acercó detrás de ella y la sujetó de la cintura arrimándola contra él.
- ¿Por qué haces esto? –le dijo cerca del oído.
Ella emitió un gemido de extrañeza y sonrió traviesa.
- No sé a lo que te refieres.
Levantó la mano hacía él y la llevó hacia atrás, acarició su cuello y enhebró sus dedos en sus cabellos sueltos, Andrew bajó la mano tentando la suave piel de sus muslos.
- ¿Por qué gozas con provocarme Winter?
Su voz parecía agresiva, pero no lo era tanto cuando estaba con ella, acariciaba su piel mientras ella continuaba mimándolo con esas carisias ligeras.
Ella soltó una risilla y se giró hacia él sujetándolo de la cintura y pegándolo a su cuerpo.
- Me gusta ver qué haces cuando te provoco.
Pasó las manos por su espalda desnuda repasando suavemente la forma de sus músculos, él sujetó su rostro y la besó sintiendo la calidez de su boca encender la llama de su deseo contenido hasta esos instantes.
- Tengo un antojo… –dijo ella contra su boca—. Hagámoslo con las ventanas abiertas –pronunció pasando sus labios por encima de los de él en un gesto completamente sugerente.
- Como tú quieras –su voz ronca extremadamente sensual le erizó la piel—, al fin de cuentas estamos en un séptimo piso.
Ella sonrió y puso las manos en los bordes de su pantalón.
- Pienso que estás muy vestido para una noche como hoy.
Abrió sus pantalones y lo besó sugerentemente incitándole con la lengua y con el cuerpo a reaccionar para ella, Andrew pasó las manos por su trasero sintiendo sus curvas deliciosas y pronunciadas.
- ¿Quiere saber un secreto señor Biersack? –le dijo en un susurro nublado por el deseo mientras él continuaba tocándola.
- Tú puedes decirme todo lo que quieras –besó su cuello y ella cerró los ojos sintiendo sus labios sobre ella al tiempo que soltaba un ligero suspiro.
- No llevo nada debajo de esta playera… –sonrió clavando los ojos en la mirada celeste de su compañero.
- Eso me parece perfecto.
La besó de manera hambrienta y necesitada, apretándola contra él de manera fuerte y posesiva, hacía ya seis años en que ese eterno juego de seducción había empezado, y parecía nunca tener final, el deseo, la pasión, parecían nunca acabárseles, estaban tan necesitados el uno por el otro como en el primer momento, como en su primer encuentro en aquel bar y aquella habitación que fue testigo de esa conexión firmada para la eternidad.
La apartó salvajemente de aquel pedazo de tela, la levantó entre sus brazos y la arrojó contra la cama; ambos continuaban tan extasiados como aquella primera vez, aquel instante en que sus cuerpos por primera vez se sintieron. Ellos no eran seres de demasiado romanticismo, pero a pesar de ello, aprovechaban cada momento para poder expresar sin palabras esos enormes sentimientos que les consumía el interior.
Acarició sus muslos mientras se hundía en la exquisitez de su boca, ella puso las manos en sus caderas sobre la tela de mezclilla del pantalón que aun llevaba encima. Andrew parecía dejarla sin aliento entre cada beso que le daba, acomodó sus piernas alrededor de él y acarició la piel desnuda de su abdomen sintiendo como ella se desvanecía en un suspiro, esos eróticos instantes le recordaron aquella noche en la cual él dejo de ser él mismo para pasar a ser uno de ellos, esa noche en la cual ella volvió a probar su sangre, y él, al fin, probó la de ella marcando su promesa de una manera permanente, y deliciosamente eterna.
Besó su cuello y su clavícula sintiendo el tacto con su piel y su delicado aroma a lavanda, esa mujer podía provocarle siempre diferentes sensaciones, diferentes pensamientos, diferentes cosas de todo, y eso era lo que amaba, lo que tanto adoraba de ella; el salir siempre de las rutinas, el tratar de cambiar las cosas siempre, el mantener esa llama de pasión entre ellos, ese fuego que prometía no extinguirse a pesar de cualquier cosa.
Acaricio la piel de su vientre mientras ella le besaba el cuello, bajó lentamente la mano hasta introducir los dedos entre los pliegues de su sexo, comenzando a tentarla de manera pausada y torturadora, Winter se retorció debajo de él sintiendo cómo era víctima de sus caricias, del cómo palpaba esa parte de su cuerpo haciéndola delirar y gritar por el deseo que se hacía cada vez más visible en ella.
Sus caricias le despertaron, su cuerpo estaba ardiente de deseo al sentir sus labios pasar y rozar la sensible piel de sus senos, sus dedos resbalaban entre la humedad de su pasión marcando que su cuerpo que estaba ya preparado para recibirlo de manera ansiosa, él le introdujo un largo dedo y luego otro haciéndola aferrarse a su espalda chillando de placer, comenzó a entrar y salir de ella suavemente, enterrando la cabeza entre su cuello y hombro mientras la besaba, Winter apretujó sus dedos contra su espalda sintiendo como él entraba y salía de ella.
- Andy… –dijo en un hilo de voz envuelta entre la pasión y las sensaciones que le estaba provocando—, detente…
- ¿Quieres que me detenga? –y movió caprichosamente su mano haciéndola gritar de nuevo—. ¿Qué acaso no estoy saciando tu antojo? –dijo en un susurro pausado desgarrando parte de la conciencia de Winter.
- No seas idiota –gruñó ella ahogando un gemido—. Quiero más, más de ti. –dijo apretando los dientes a la vez que acariciaba su entre pierna por encima del pantalón.
Lo miró fijamente mientras los espasmos de su excitación continuaban, él dejó de penetrarla y la besó a lo que Winter se apresuró a soltarle la ropa para después introducir la mano dentro sus pantalones, de inmediato escucharon un golpeteo en la puerta haciendo caso omiso y continuando con su delirio, ella lo apretó entre su mano sintiendo su firmeza, cálida y tentadora, él soltó una risilla al sentir sus manos moverse ansiosamente en él mientras ella soltaba pequeños suspiros, Winter parecía acalorarse mientras más segundos pasaran, sentía que si no lo llevaba hacia ella explotaría y moriría.
Llevó un brazo hacia atrás apoyándose sobre la cama y alzándose hasta su altura dándole un profundo beso mientras su mano se cerraba aprisionándolo y comenzando a moverse de arriba abajo de manera delicada, pero excitada y acelerada por el deseo.
Ella lo besaba mientras lo escuchaba gemir entre sus labios, sus manos la rodearon al tiempo en que ella aceleraba sus movimientos. Andy le apartó las manos y la empujó de nuevo a la cama, otro golpeteo en la puerta y Andrew estaba por sacarse los pantalones cuando el golpe se escuchó fuerte e insistente.
- ¿Qué diablos…?
- Ignóralo –ella ronroneó mordiéndole los labios de manera juguetona.
Otro golpe más y parecía ser algo importante, ya que otros golpes insistentes siguieron y siguieron hasta captar su atención.
Él soltó una maldición y su rostro se tornó irritado, se movió de la cama apartando las piernas de Winter y se acomodó los pantalones para despedir a esa persona sea quien sea que se atrevía a interrumpirlo en ese momento.
Entre abrió la puerta con un aire agresivo y se topó con un hombre empleado del hotel con un enorme arreglo de rosas rojas aguardando a su puerta.
- ¿Qué diablos quiere? –gruñó con voz tosca mirándolo de manera calculadora.
- Disculpe las horas, pero le mandan este arreglo a la señorita que ocupa esta habitación. –mencionó el hombre un tanto intimidado por la actitud de Andrew.
- ¿Perdón? –él intentó controlar esas ganas feroces de irse contra aquel hombre y despedazarlo por el simple hecho de haberle interrumpido mientras intentaba hacer el amor con su novia—. Creo que usted está equivocado.
Intentó cerrar la puerta pero el hombre insistió:
- No, no, estoy seguro que es aquí –afirmó–. Me dieron instrucciones de dárselo personalmente a la señorita Gärtner que está en la habitación 720, que es ésta.
- ¿Qué pasa? –Winter se asomó detrás de Andy con las sabanas envueltas en su cuerpo.
- ¿Usted es la señorita Gärtner…? –indagó el hombre que al parecer ignoraba el rostro de cólera de Andrew.
- Ella no va a recibir nada. Buenas noches –dijo al tiempo que cerraba la puerta de un fuerte azotón.
De inmediato volteó a ver a Winter quien parecía igual de sorprendida que él.
- Con que 'un arreglo floral' –dijo de manera punzante mirándola con el ceño fruncido.
- Un arreglo floral que no sé de quién demonios proviene –ella mencionó mirándolo firmemente.
- ¿Ah sí? –dijo de manera irónica—, ¿entonces cómo supieron cómo te llamabas y en qué habitación te hospedas? –le reclamó como fiera enfurecida.
- ¡No tengo la más mínima idea!, de seguro fue alguna de nuestras amistades.
- Nadie sabe dónde estamos exactamente. –él se apresuró a decir.
- Oh, vamos Andrew, ignora eso –ella intentó calmarle—. De seguro este hombre irá y le dirá a esa persona que te vio conmigo. Además le irá con el chisme de que no acepté su estúpido regalito. Te apesto a que fue alguna mala broma, algo sin importancia.
- ¿Sin importancia? –él cruzó los brazos–, mujer, ya saben dónde te hospedas, más bien, dónde nos hospedamos. ¡Maldita sea! –gruñó con sumo enojo.
- Tranquilo –lo sujetó de los brazos para calmarlo—. Sepan o no en donde estamos, eso no importa, yo vine contigo, y estaré contigo siempre. Andy…
Lo miraba fijamente, mientras le acariciaba de manera tranquilizadora. Su furia se detuvo al mirarla, al escuchar sus palabras.
- No tienes porqué sentirte celoso –ella dijo—. Soy y siempre seré tuya. Y no importa cuántos arreglos florales me manden, o cuantos regalos estúpidos compren, yo siempre te preferiré por sobre todos los hombres.
Lanzó un largo suspiro intentando despejar la cólera de minutos atrás, sacudió la cabeza intentando controlar esa manera impulsiva que se había incrementado desde que él se convirtió en uno de esos seres oscuros quienes se consagran a una sola persona como compañera, elevando así esos niveles de sentimientos arrebatados que un mortal podría controlar de manera normal.
- Winter –pronunció bajando la mirada—, tienes razón. Maldita sea tienes razón, solo que… el solo hecho de imaginar que un hombre quiera acercarse a ti de cierta manera, me hace… me, me vuelve loco.
- Andy –ella sonrió y se acercó a él para que la abrazara—, entiendo lo que sientes, pero te aseguro que eso no pasará. Así que debes estar tranquilo –le dijo mirándolo serenamente–. Olvida lo que acaba de suceder, de seguro no vuelve a pasar.
- Esperemos que no.
La abrazó fuertemente mientras ella se acurrucaba en su pecho de manera tranquila y amorosa.
Tan solo esperaba que eso no volviera a suceder.
Jamás.
- Lo lamento mucho –dijo el hombre empleado del hotel—. La señorita no lo quiso recibir.
- Pero, ¿qué estás diciendo? –el hombre vestido con ropas elegantes se levantó de su silla y arrojó unos dados en el tablero del casino—. Bien le dije que no se fuera hasta que ella las tomara.
- Sí, pero, el problema es que ella no estaba sola –se apresuró a justificar por sobre el ruido de la música—. Ella estaba acompañada y bueno –dijo un tanto nervioso—, su acompañante fue el que me despidió.
Sus ojos negros miraron al empleado, los de la mesa celebraron que él había ganado otra partida más, pero aquel hombre ni se inmutó al haber ganado esa enorme cantidad de dinero apostado sobre la mesa.
Acomodó su lustroso traje y con un gesto de su mano indicó que continuaran la partida.
- ¿Acompañante? –dijo con un leve acento francés—. ¿Qué clase de acompañante?
- No puedo decirle señor, nosotros tenemos una política de discre…
- ¡Que me digas infeliz! –exclamó agresivamente contra el hombre que retrocedió unos pasos hacia atrás al sentir su furia.
- La señorita estaba envuelta en sábanas y el joven que estaba con ella solamente… llevaba pantalones. –dijo dudosamente en voz baja.
Encerró las manos en puños y sus ojos parecieron que se afilaron convirtiéndose en un par de perlas oscuras que brillaban entre el contraste de luces del lugar, su rostro se encolerizó de manera casi animal y le indicó a aquel hombre que se fuera, éste sin pensarlo dos veces se apartó saliendo de allí.
Levantó la mano y llamó a uno de sus hombres que de inmediato se acercó.
- Quiero que sigas muy de cerca a la mujer del 720 y a su… acompañante. –espetó de manera fiera—. Averíguame quién demonios es él.
Él hombre alto y grande con ropas negras asintió y se retiro moviéndose entre las personas que deambulaban por aquel casino, de manera casi imperceptible, él observó hasta perderlo de vista, aun con el rostro ennegrecido por la furia.
«Ya nos volveremos a ver… Winter»
