Debo aclarar que los personajes no son míos. Pertenecen a Rumiko Takahashi, anime InuYasha. Yo solo los tomo prestados para realizar esta historia.
· Cabe recalcar que en esta historia nadie es un pan caído del cielo. Todos cometemos error y depende de cada uno si decide aprender de ellos o no, si decide perdonar o no.Y he de avisarles que esta historia tendrá drama, drama, drama y más drama.
Destino
3 años atrás
Había prometido pagarle en cuento entrara a su mansión, por fuera aún conservaba ese toque lujoso y de derroche, pero por dentro apenas y tenia muebles.
Ella que sólo estaba cubierta por una sabana blanca y debajo llevaba una provocativa lencería negra, trataba de cubrir su cuerpo para no ser objeto de esa mirada lasciva que le ofrecía su taxista.
El taxista esperaba con tranquilidad su pago. Había sido su día de suerte, pues podía ver el cuerpo de una hermosa dama con gusto y esperaba una gran propina.
Para aquel taxista había sido toda una conmoción que la mujer se parará en medio de la carretera para detenerlo y una exquisitez encontrar a la dama sólo con esa sabana ya mojada, la cual se le transparentaba y se podía ver su bonita lencería negra. Al principio había decidido dejarla ahí, encontrar a una mujer en ese estado sólo le hacia pensar que de seguro no llevaba dinero para pagarle, pero al ver el cuerpo de la mujer había dejado de importarle porque siempre le podía pagar con su cuerpo.
Ella estaba tan nerviosa que no podía atinar al hueco de la cerradura, sus dedos fríos por la lluvia le habían quitado toda sensibilidad en sus manos, a tal grado que no podía controlar bien su cuerpo y como consecuencia no podía ni abrir la puerta. Que ingeniosa había sido cuando se le ocurrió hacer copias a la llave de la puerta principal y gracias a la dichosa llave bajo una piedra enmohecida ahora podía abrir la puerta.
– Por fin – dijo ella al poder abrir la puerta y chocar su frente a la puerta.
Entró a la casa con cautela y rogando que su marido no estuviera dentro y para su suerte él no se encontraba ¿Pero dónde estaba su niñera? Se cuestionaba porque tampoco la encontró por ningún lado. Entro a su habitación y vio unas pantis color rojo vino tiradas en el piso, ella nunca había tenido semejante color de ropa interior porque hace años se había prometido no complacer a su esposo en nada, hasta esa noche que usaba su ropa interior más provocativa y escogida por su esposo.
Levantó el colchón un poco y si. El dinero que había obtenido vendiendo sus joyas todavía seguía ahí. Se cambio de ropa rápidamente y salió a pagar al taxista que esperaba una propina al ver semejante casa. Ella no le dio nada más que lo prometido, no podía darse el lujo de dar propinas cuando ella pronto se declararía podré y necesitaría cada centavo.
Volvió a entrar a la casa con rapidez, buscó sus maletas y metió de forma desordenada todo lo que podía. Era una mezcla entre su ropa y la de su hija.
– Mamá – dijo la niña siendo despertada con delicadeza.
– ¿Dónde está tu niñera? – dijo un poco alterada al ver habían dejado a su hija sola en esa casa enorme.
– No lo sé – dijo soñolienta.
– Usa esto Risel – le señaló un montón de ropa. La abrigaría todo lo posible para así poder llevar más bienes consigo.
– ¿Vamos de viaje? – dijo esperanzada porque nunca había podido salir de esa mansión, su padre se lo había prohibido.
– Si, es un viaje solo para nosotras dos. – le ayudó a vestirse a su hija – Papá estará muy ocupado y no tendrá tiempo para visitarnos en un muy largo tiempo – enfatizo "muy".
– Puedo llevar a cuis cuis. – le señaló a su conejo café con orejas largas color blanco.
– Pues claro. – le dijo cariñosa – No sería un viaje sin el señor cuis cuis – habló relajada, pero sentía un inmenso dolor al recordar como ese peluche había llegado a su hija.
Media hora después llamó a un taxi. Tenía maletas a su izquierda y con su mano derecha apretaba con fuerza la pequeña mano es su hija de tres años, en la puerta. No se sentía segura ahora que estaban a punto de partir, aún podía dar la vuelta y fingir que nada había pasado, después de todo su esposo no había regresado.
– Señora – llamó su atención el taxista – le ayudó – dijo el taxista señalando las maletas.
–...– Ella no dijo nada mientras seguía pesando que hacer.
– Rin Brown. ¿Quiere que le ayude con sus maletas? – dijo el hombre tratando de llamar su atención.
– Si, si por favor – dijo aturdida – como, ¿Cómo me dijo? – dijo extrañada al a ver reflexionado las palabras del hombre.
– Rin Brown, ese es tu nombre ¿o no?
– Profesor – dijo sorprendida.
– ¿Nos vamos? – le señaló las maletas.
– Claro – habló segura por ver un rostro familiar de años.
Dentro del auto y con rumbó fuera de la ciudad. Ella le contó lo que había sucedido en todos esos años, excluyó las partes trágicas y sólo contando lo necesario.
– Entonces la niña es…
– Si – afirmo mientras acariciaba el cabello de la niña que ahora dormía plácida en las piernas de su madre a modo de almohada.
– Entiendo – con ese "si" él había entendido quien era el padre. – ¿Crees que él te busque?
– Tal vez – ella miró por la ventana y vio a la distancia un letrero que decía hospedaje – Me bajare en la siguiente calle.
– ¿Te quedarás en un alojamiento?
– Por ahora.
– Ven a mi casa.
– No quiero causarte problemas.
– Me causaras más problemas si te dejó aquí y mi esposa se entera.
– ¿Estas casado? – dijo sorprendida.
– Si, Rin – le dijo sonriente – Esperabas a que este soltero y así seducirme.
– No, no – dijo apenada – nunca pensé que llegarías a casarte porque ibas detrás de cada profesora nueva – se rio al recordar sus años de colegio.
– Eso fue hasta… conocer a mi esposa – se rascó las cabeza – y estoy seguro que le encantará verte.
– ¿La conozco? – dijo pensativa.
– No, pero ella te conoce a ti. – estaciono el auto en la puerta del hotel.
– Que raro, mi esposo se encargó de matarme socialmente desde el día que nos casamos. Estaba segura de que casi nadie sabe de mi existencia y de que él está casado.
– Si quieres responder esa duda deberías acompañarme a mi casa.
– Dame tu dirección y vendré en cuanto pueda. – abrió la puerta del auto.
Él le ofreció una sonrisa y movió en cabeza en señal de negativa porque su alumna no había cambiado mucho en todos esos años, seguía siendo terca como una mula.
Presente
Ella vive en un pequeño apartamento fuera de la ciudad. A diario hace un gran recorrido para dejar a su hija en la escuela, ir a su trabajo de medio tiempo como mesera y completar el día laboral como ayudante de costurera. Los fines de semana trabaja en un bar si es que recibía la llamada de una de sus compañeras pidiendo remplazo para su trabajo.
Aquel apartamento podía carecer de muchos lujos, pero la felicidad es lo que abundaba. No importaba las paredes con pintura gastada, el ropero que compartía con su hija, el pequeño baño, la cocina o si ambas dormían en la misma habitación, en la misma cama. Rin se sentía agradecida de haber salido de esa mansión y poder vivir su vida como más le parecía conveniente.
– He tomado mi decisión al salir de esa casa, mejor dicho de esa jaula. – se dice a si misma – pero tengo la ligera impresión de que quiero volver a ella. ¿Por qué no me duele tanto pensar en ello? Antes hubiera deseado morir que volver con esa persona – se dice mientras se maquilla para la ocasión – estar con esa persona es como ser enterrada en vida – se pinta los labios con un rojo fuerte – en ese ataúd del cual no puedes escapar, a pesar de que rasques con fuerza, todo es oscuro. Nadie se te puede acercar y como los gusanos esa persona se alimenta de tú cuerpo, te causa asco y miedo.
– ¿Mamá a dónde vas? – le pregunta su niña castaña – ¿tienes una cita?
– ¡Cita! – dice en un chillido y le mira sorprendida – no – le dice atenuante.
– ¿Entonces por vistes bonita?
– Eso mismo me preguntó yo – se rasca la cabeza – no soy el mejor madre, lo sé. Trató de hacer lo mejor que puedo por ella y siento que no es suficiente.
– ¿Iras a ver a papá? – le agarró la falda del vestido – ¿Puedo verle? – le dijo porque ya ni podía recordar el rostro de su padre.
– Ya te dije que no – se inclinó a la altura de su pequeña y la abrazo.
– ¿Por qué tú si puedes verle y yo no? – le miró con suplica.
– ¡Ouh! Con esos ojos brillosos creó que moriré de ternura – le desordenó su cabello con la mano.
– Eres cruel mamá – se dio la vuelta en un puchero esporádico.
– ¿Yo? – se señaló con el dedo – si lo sé, soy una mala madre – se hace a la mártir.
– Yo no dije eso – le abrazo.
– Lo sé – tocaron el timbre de la puerta – siempre tan puntual – miró su reloj de plástico en su muñeca – Bueno amor, debo ir a la guerra – le beso la frente.
– ¿Tía Sango me cuidará?
– Tía Sango y sus gemelas – dijo mirando por el hueco de la puerta.
– ¡Que maravilla! – abrió la puerta de golpe y casi golpea a Rin de no ser que ella detuvo la puerta con una mano.
– Un día de estos te romperá a nariz – le dijo Sango del otro lado.
– Y un día de estos tú tendrás que llevarme al hospital – le dijo abriendo la puerta con cuidado para no lastimar a su hija.
– Eso si antes no estoy embarazada – paso dentro del pequeño apartamento.
– Algún día morirás dando a luz – agarró a la bebé que llevaba en brazos.
– Y eso será culpa de Miroku – se sentó en la silla cansada por el viaje – ¿Y bien? Lista para ir a la guerra – le dijo al verla vestida de manera coqueta.
– Por supuesto – agarró parte del vestido a la altura de su pecho y se lo subió hasta arriba.
– Seguro querrás agradecerle en la cama – le dijo con desagrado y juzgando su ropa.
– Claro que no, sólo quiero sentirme joven – se miró al espejo grande que tenía su ropero abierto.
– Cierto, vive esa juventud. No querrás acabar como yo – le señaló su ropa toda arrugada y su cara cansada. Ni siquiera había podido lavarse el cabello en tres días.
– ¿Segura que podrás cuidar de todos? Aún puedo cancelar la cita – le dijo preocupada.
– Claro que puedo. Cuidé de mis dos hijas mientras trabajaba y ahora no es un reto cuidar a mis dos gemelas, el pequeño Sasuke y Leila. Además si se ponen fastidiosos siempre los puedo encerrar en ese ropero. – le señaló su ropero casi vacío y abierto.
– Ok, pero no olvides echar llave – dijo en voz fuerte porque le escuchaban las tres niñas con atención.
Sango se rio al ver la cara de las tres asustadas.
– Me voy – dijo besando a las asustadizas – y no las encerrará, pero compórtense ¿Sí? – tomó las llaves del apartamento y las puso en su bolso. – ¡Oh! Casi lo olvido, hay comida en la cocina – le dijo a Sango antes de cerrar la puerta.
Tomo un bus que le dejaba un par de cuadras lejos del restaurante en el cual se reuniría con su esposo, las calles estaban llenas de luces navideñas. Era una pena dejar a su hija en un día festivo, pero cuando contacto a su esposo él se había negado rotundamente a que se citaran otro día. Seguramente tenía planeado que ella llevara a su hija consigo para verla de nuevo, pero que equivocado estaba si pensaba dejar ver a su hija así de fácil. Risel no podía recordar el rostro de su padre y Rin creía que era mejor así. Ese sujeto les había hecho mucho daño a ambas en el pasado y no permitiría que entre a sus vidas así de fácil.
Por otro lado era una fortuna que Sango se haya ofrecido a cuidar a Risel. El esposo de Sango trabajaría hasta las 2:00 a.m. y no podría estar reunido con su familia a tiempo aunque lo deseara así que Sango había decidido pasar esa navidad en casa de Rin, luego su esposo vendría por ella.
Camino todo el recorrido restante al restaurante con sus zapatillas y al llegar al restaurante que se encontraba en un callejón, Rin por fin se puso sus únicos tacos de punta color negro que combinaba con su vestido en V color plomo con bisutería negra que decoraba el cuello del vestido y también toda la parte baja de la falda.
El restaurante no era caro y estaba ubicado en un callejón oscuro. Un lugar muy discreto y con poca clientela. Incluso daba la impresión de que fuera un antro más que un restaurante. Ella se sentó en la mesa y miró su reloj.
6:50 p.m.
Había llegado temprano, diez minutos antes de la cita. Su esposo por fin le daría algo de dinero en persona para mantener a Risel. Las clases extra que quería asistir la pequeña era caras y un poco más de dinero le vendría bien y si su esposo quería ayudarles económicamente Rin no rechazaría la oportunidad, pero por otro lado, las ganas de volver a ser una familia unida le tentaba. Risel deseaba un padre y Rin sentía que podía perdonar las faltas de su esposo. Y aún esperanzada en formar una familia unida ella espero y espero por horas. En lo que un mesero le ofrecía vasos de agua a cada momento porque ella terminaba uno tras otro, con el detalle de que siempre le decía señora a pesar de que sólo tenía 25 años.
– Sesshomaru deja de seguir como perro a esa mujer. – le dijo Inuyasha molesto mientras serbia una orden para otros clientes. – No puedes hacer de mesero aquí y lo sabes.
– Eso no importa – tomó una jarra llena de agua y un vaso de vidrio.
– Sabes lo que hizo esa mujer, no se merece tu atención.
– Esa mujer es mía – le dijo de manera posesiva.
– ¡Hag! Haz lo que quieras – dijo resignado.
11:30 p.m.
– Quiero las papas fritas con esta salsa – dijo amablemente y señalando la cartilla que le habían dado hace hora. Había perdido toda esperanza de que su esposo apareciera. Le había enviado una infinidad de mensajes y ni uno era respondido.
– Ya vamos a cerrar señora – Le dijo serio y enfatizando la palabra "señora".
– ¿Puede esperar un momento más? Comeré rápido mi orden – dijo molesta, descargando su irá.
Le habían plantado y no quedaría como tonta en ese restaurante, ordenaría algo a toda costa. También estaba molesta consigo misma por sobrevalorar al bastardo de su esposo, tenía esperanzas a que él había cambiado en todo ese tiempo. Además de que ese camarero le había dicho toda la noche señora y solo tenía 25 años, no se veía tan vieja para que le dijeran señora.
Sesshomaru miró incrédulo y levantó las cejas, quería llamar la atención de la mujer sentada, pero no se había brindado a darle una mirada aunque le había llamado señora toda la noche.
Su hermano molesto con esa mujer se dirigió a su mesa y le dejó un plato vacío con una nota de "largo".
Inuyasha estaba molesto porque toda la noche Sesshomaru se la había pasado entregándole vasos de agua por cortesía, esperando a que la señora le hiciera caso.
– Gracias por su comprensión – dijo ella al escuchar el plato en la mesa. Ni siquiera se tomó el tiempo de ver el contenido del plato y con el tenedor en la mano pico el plato vacío. – Umm – visualizo en plato porque no había llegado nada de comida a su boca, leyó la nota y miro inmediatamente arriba – ¿Y las papas? – pregunto sin molestia y dejando el celular de lado porque ya había enviado un mensaje a Sango.
– Rin – dijo Sesshomaru complacido de que por fin mirara hacia arriba.
– Se-sesh-maru – dijo en un hilo de voz. Miro quien estaba al lado de él y se quedó más sorprendida al ver a Inuyasha con cara molesta. – Me voy – se paró de golpe – Disculpen las molestias – se inclinó un poco y salió del restaurante.
Que difícil le era huir con esos zapatos en punta y el callejón empedrado no ayudaba en su huida. Se sentía segura porque al menos no había salido a buscarla y eso ya era un gran avance para ella, solo debía llegar al final del callejón y perderse entre la gente que caminaban o cantaban villancicos felices por navidad.
– Rin deja de caminar como pato, – le dijo el hombre detrás de ella – estás perdiendo la clase.
– No te acerques – le dijo sin mirarle a la cara y casi cerca de salir del callejón.
– Mírame cuando me estés hablando, señora – le dijo con ganas de molestarla y otra vez enfatizando la palabra "señora".
– Podrías hacerme el favor de no decirme señora – le dijo dándose la vuelta y enfadada.
– ¿Señora Fleming le gusta más? – le agarró del brazo para que dejara de caminar.
– Eres un bastardo y lo sabes – trato de golpearlo, pero sus intentos casi consiguen que caiga al suelo.
– Tú una interesada y aun así te deseo – la sujeto con fuerza para que no se cayera y la acomodo en su pecho.
– Bien, hablemos de cosas serias – se separó de su pecho nerviosa.
– Podemos hablar en mi auto – le dijo relajado.
– Eres un cerdo – dijo pensando que Sesshomaru le estaba ofreciendo hacer cosas indecorosas.
– Deja de insultarme y sube al auto – le señalo un auto nada llamativo y modesto.
– No – trato de esquivar al hombre que no le permitía salir del callejón.
– Si me obedecieras, no tendría que hacer esto – le dijo tranquilo.
– No te atrevas – dijo temblando al recordar la última vez que había visto a Sesshomaru.
– No te hare daño – la cargo contra su voluntad para meterla al auto.
– Te dije que no me tocaras – pataleo en lo que le cargaba – No es una historia de Romeo y Julieta, suéltame – dijo temerosa de lo que podría sucederle – Tengo que ir a casa, Risel está esperándome.
Sus quejas llamaban la atención de todo aquel que caminaba a su alrededor. Algunas miraban con vergüenza la escena y otras deseaban ser cargadas por ese hombre. Nadie veía con malos ojos a la pareja porque parecía la típica discusión de enamorados en un día festivo.
Una vez dentro del auto Sesshomaru se sintió complacido al tenerla tan cerca. No podía evitar ser posesivo con esa mujer, siempre había sido dominante con ella desde que logro cruzar palabras por primera vez con ella en colegio. Se escuchó sonar un teléfono.
– Sango, ya estoy en camino.
– Risel dice si puedes traer pastelitos a casa – se escuchaba la llamada con claridad porque tenía el altavoz activado
– Si, los comprare – dijo tranquila al escuchar las risas de las niñas.
– Papá esta ahora con mamá, es papá quien está a su lado – se escuchaba fuerte, chillona y melodiosa. – Es papá, es papá… – repetía la niña a modo de canción.
– Entonces te esperamos – colgó la llamada Sango.
– Tenemos que hablar – dijo Sesshomaru antes de que ella hablara.
– No tengo tiempo.
– Lo se – le quito su celular y en el anoto su número – llámame cuando quieras.
– No gracias – tomo su celular y elimino el numero guardado.
– Entonces te llamo yo – le volvió a quitar su teléfono para llamarse así mismo.
– No responderé tus llamadas – salió del auto.
– No importa – dijo cuándo cerró la puerta.
01:30 a.m. Rin ya había llegado a su casa y compartía pasteles con jugo. Se la pasaban riendo de los gestos gracioso que hacia el pequeño Sasuke en lo que Sango dormir un poco en la cama. Rin trataba de no ver su celular, pero era inevitable. Sentía el deseo de escuchar la voz de Sesshomaru, pero no podía perdonarle por lo que le hizo hace tres años.
– Mamá, ¿Cómo esta papá? – le dijo cuándo despedían de la puerta a Sango y su familia que subían al auto.
– Muy bien – le sonrió.
– ¿Entonces poder verle? – Rin se mordió el labio sin saber que responder – ¿Si ya están bien puedo verle verdad? – le dijo entre lágrimas.
– Risel, yo… – pero justo a tiempo había vibrado su celular que tenía en sus bolsillos y sin pensarlo dos veces reviso el mensaje.
"Feliz Navidad, Risel.
Come bien, crece fuerte y no olvides bañar a cuis cuis.
Papa noel "
Rin se quedó sorprendida por el mensaje que soltó el celular inmediatamente – ¿Es papá? – chillo la niña – ¿Es papá? – insistió a su madre con su voz aguda. Ella asintió con la cabeza – que dice – pregunto la niña feliz.
Cuando Rin leyó el mensaje para Risel no pudo sentirse más agradecida con Sesshomaru. Había visto saltar a Risel toda feliz y en dirección a su única habitación. – ¿Qué haces Risel? – le dijo Rin que veía como sujetaba su conejo de peluche.
– Voy a bañar a cuis cuis – le dijo muy animada.
– ¿A esta hora? espera, ya es muy tarde para eso – Corrió detrás de Risel antes de que metiera a su peluche favorito al agua.
Al final Rin tuvo que terminar de lavar a cuis cuis porque había sido muy tarde para detenerla y ambas con espuma en las manos rieron. Risel porque al fin sentía que su padre la amaba y Rin porque podía insultar de muchas formas a Sesshomaru, pero sin duda hoy se había convertido en el héroe de Risel y de ella.
RenBellatrix reportándose con una nueva historia.
He deseado desde hace tiempo escribir esta historia, ya tenía todo el capítulo planeado y ahora con mucha impaciencia puedo lanzarlo y dar a conocer mi bonita historia.
¡Feliz Navidad a todas!
Espero que les haya gustado :D
